El 11 de abril de 2013, Carla se suicidó arrojándose al mar, después de que varias compañeras de su colegio la hostigaran, como ha reconocido un juez de Menores en la sentencia. “No puedo estar satisfecha. Se ha muerto mi hija...”, se queja Montserrat Magnien, aunque considera que la condena a seis meses de trabajos sociales, a las dos compañeras de Carla, es “lo justo, pero aún queda mucho por hacer y mucha gente por pagar. Esto es solo el principio del camino, pero hay más responsables”, aseguraba el 2 de enero pasado. Se refería a la dirección del centro educativo en el que su hija de 14 años cursaba sus estudios y donde, asegura, “eran conocedores del acoso escolar a la que estaba sometida desde hacía tiempo”.
El artículo siguiente
lo escribí en enero de 2008, pero creo que sigue vigente porque el acoso está presente
en las aulas.
“El Informe del
Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, del pasado año, pone en evidencia el grado
de conflictividad en los colegios: “El 30% de los alumnos sufre algún tipo de
violencia, el 3,5% afirma que le rompen cosas, el 6,3% que le roban y el 3,9%
que le pegan”. Y en una posterior reunión mantenida, entre los Defensores del
Pueblo de España, pidieron que “no se cree alarma social con el acoso escolar,
que es un tema puntual y ahora se conocen más episodios de violencia...”, como
si hablaran por boca de la ministra de Educación. Por otro lado, el Instituto
Nacional de Estadística afirma que 70 chavales, entre cinco y diecinueve años,
se suicidaron en el 2005, aunque no precisa cuantos fueron por acoso escolar.
El ‘Informe Cisneros
X’ es el mayor estudio sobre el acoso escolar, que se ha realizado en España. En
el 2006, entrevistaron a 25.000 niños, entre 7 y 17 años, de 14 comunidades autónomas.
Según el estudio, uno de cada cuatro niños españoles sufre acoso y 500.000 lo
padecen de forma intensa. El director de ‘Cisneros X’, Iñaki Piñuel –profesor
en la Universidad de Alcalá de Henares–, destaca lo mucho que se banaliza este
problema y lo poco que se hace para solucionarlo: “Ante los fenómenos violentos,
se practica el Síndrome de Negación Institucional y se intenta mirar a otro
lado. Se distorsiona la comunicación, se dice que son conflictos y no
violencia, que son conductas disruptivas y que no hay que tomárselo tan en
serio”. El primer estudio a nivel nacional se hizo en 1999, por encargo del
Defensor del Pueblo, pero, sólo se evaluaron los 4 cursos de la ESO dejando
fuera el Bachillerato y la Educación Primaria. Y lo mismo ocurre con el
‘Informe Cisneros X’. Iñaki señala que “el Gobierno pretende devolvernos la
tranquilidad a todos y acusa a los pocos investigadores independientes de ser
alarmistas sociales, e incluso de vivir de ello, pero se ha encontrado con un
problema al que no sabe hacer frente. No es necesario dotar de habilidad,
destrezas o cursos al profesorado. Lo que hace falta es restituir una autoridad
que se les ha ido retirando con las sucesivas reformas legislativas en la
educación hasta hacer de ellos colegas, a un mismo nivel”.
El profesor insiste
en que se distorsionan los casos de maltrato escolar como cosas de críos, como
problemas psicológicos que tienen las víctimas, faltas de recursos y
habilidades... En definitiva, se niega lo que está ocurriendo y procuran que no
se hable de ello. En torno a la violencia escolar rige una ‘Ley del silencio’,
que tiende a camuflar este problema mediante eufemismos o mediante la confusión
terminológica, a veces deliberada e interesada. De este modo, para no hablar de
violencia y acoso escolar, se habla de la convivencia en los centros, de clima
escolar, de conflictos entre escolares, o de comportamientos disruptivos. Esto impide
reconocer y atajar a tiempo este problema, convirtiendo a los niños en las
principales víctimas de esta falta de cuidado intelectual y científico. En
primer lugar, los padres deben de ponerse de su lado, pues los niños acosados
suelen encontrarse con que los primeros que no les creen son sus propios
padres. El apoyo incondicional al niño es esencial. Después, sigue diciendo Iñaki,
es necesario poner en conocimiento del centro lo que ocurre para que adopte las
medidas de protección y compruebe la situación social creada. Es muy importante
poder evaluar en los niños victimizados el daño que eventualmente les haya
podido generar el acoso.
Para Rafael Bizquerra
y Núria Pérez, directores del posgrado en Educación Emocional de la Universidad
de Barcelona (UB), es preocupante la ‘apatía’ manifiesta de algunos maestros
respecto al acoso, según la encuesta de la Entidad de Orientación
Psicopedagógica ‘GROP’. En concreto, un 21,7% de los profesores de Primaria y
Secundaria de toda España admiten que en sus clases hay acoso escolar, mientras
que otro 11,4% considera que si lo hay “lo mejor es no hacer nada”. Los expertos
apuntan que “esto demuestra, de entrada, una importante falta de sensibilidad”.
Una sentencia reciente del Juzgado de Menores, de Lérida, ha condenado a 7
alumnos de tercer curso de la ESO, por acoso escolar, al entender que el
reiterado trato vejatorio, de "infravaloración personal", al que
sometieron a la víctima en reiteradas ocasiones, le produjo un sentimiento de
"desasosiego y angustia". A los menores se les ha impuesto la pena de
medio año de tareas socioeducativas… La Asociación contra el Acoso Escolar de
Asturias califica de ‘ejemplar’ la sentencia de un juzgado de Córdoba, que ha
condenado a tres menores acosadores a ocho fines de semana en un centro de
reforma... Para su presidenta, Encarna García, "sienta las bases, para
aquellos centros en los que existen víctimas de acoso y no se está haciendo
nada para evitarlo. La situación era conocida sobradamente por el profesorado
de este instituto de Córdoba, pero el centro omitió toda la investigación
frente a los responsables”. Estas sentencias hubieran sido impensables hace un
par de años.
José Joaquín Nogueroles es uno de los
36 psicólogos elegidos en la provincia de Alicante, para atender a alumnos y
profesores que resulten afectados por casos de violencia escolar. Alega que los
colegios suelen minimizarlos, incluso los ocultan y no se abordan. El psicólogo
recuerda que, en los países escandinavos se empezó a detectar en los años
setenta y se consiguió reducir bastante aumentando la vigilancia en el recreo y
en el comedor, los puntos negros. Nogueroles lanza un aviso a navegantes: “Hay
que tomar conciencia de que existe el problema y no la política de meter la
cabeza debajo del ala. Interesa tanto proteger al acosado como que el acosador
deje de serlo, y éstos lo son tanto el ejecutor directo como los que miran y no
hacen nada, que son acosadores indirectos, cómplices”.
Copio este testimonio del 29-11-07, de
un profesor desengañado de su profesión (sic): “Hace unos años al sufrir una
serie de agresiones físicas y resultantes en diversas lesiones con rotura de
huesos incluidas puse las denuncias pertinentes a la policía, y me aconsejó
retirarlas por ser menores no imputables los valientes ‘kbrns’ que me
agredieron. Mi única salida entonces fue una baja por depresión. Pedí el
traslado y no me lo concedieron (…). Aunque sigo tragando bilis insomne cada
vez que estos prometedores ejemplares de nuestra suciedad me humillan,
esperando que mañana no me agredan, fingiendo que no me entero de sus pullas,
soportando que el gracioso de turno haga volar un tampax o un condón cual
proyectil de un extremo al otro del aula, procurando que esos desalmados no
fastidien a sus compañeros con collejas, quitándoles las cosas o peor, y
aguantando impotente el hecho de que como mucho se les sancione con tres o
cinco días de expulsión (…). Y todo esto aderezado con inútiles logses, loes y loquesea, que no
son más que parches absurdos que para nada van a arreglar el desaguisado en que
nuestros insignes políticos se han cargado la educación”.
Pilar Lázaro, en ‘La violencia en nuestra
sociedad’ (Larioja.com), indica que algunas teorías pedagógicas, surgidas en el
último tercio del siglo XX, sobre la forma de educar a los niños sin
corregirles, porque se podían frustrar y era mejor dejarlos tranquilos. A los
padres se les ponía muy fácil: no negarles nada, permitirles todo, para
evitarles la frustración (…). “Poco a poco esos niños se van convirtiendo en
verdaderos tiranos; primero de sus propios padres, hasta el punto que hoy en
muchos hogares se compra conforme los mandatos de los hijos…”. Clemente Ferrer
denuncia en el ABC del 3-1-08, con este título ‘Los profesores tienen miedo’:
“Miedo a entrar en clase. Insultos, amenazas, agresiones verbales y físicas.
Presiones de los padres, de la dirección, de los políticos…”. Y revela que, en
un estudio del sindicato ANPE, el 70% de los maestros que llaman al Defensor
del Profesor –línea telefónica abierta en 2005–, lo hace para denunciar “la
imposibilidad de dar clases debido a la conflictividad en las aulas”. De las
4.603 llamadas, el 20% fue por agresiones o amenazas verbales y un 7%, por
agresiones físicas. El 3% lo hizo por problemas con la administración educativa
o el equipo directivo del centro.
He procurado exponer
las diferentes versiones de esta lacra social. Hace un año, hablando del
problema de los colegios con Carmen García Raya, la anterior delegada de
Educación, en Granada, le dije que “los chavales de hoy, antes que a los
profesores, han pateado a sus propios padres”. Por eso, profesores y padres
deben de trabajar juntos, codo con codo, para que nadie pueda manipularlos. Es
cuestión de ceder todos un poco, de tener más sensibilidad y, sobre todo, de
ponerse en el lugar del otro. En nuestra generación el problema fue la escasez
de medios y, sin embargo, el problema de nuestros hijos viene de los ineptos y
de la abundancia de todo. No hace mucho, un profesor amigo me confesó que,
cuando algún alumno foráneo llegaba al instituto del pueblo, los compañeros le
hacían la vida imposible. Y esto le ocurrió a mis dos hijos, pero, nadie se
molestó en decírmelo. Gran parte de los datos los he recogido de SOSBULLYING
(foros.administracion@gmail.com) que, en noviembre pasado, ha cumplido tres
años desde que inició su ‘cruzada contra el acoso escolar’ y los problemas de
convivencia en las aulas. Durante este tiempo, ha recibido casi 30.000 llamadas
telefónicas y correos electrónicos. Nació como un servicio público gratuito y
es atendido por profesionales de la psicología y de la abogacía, para orientar
a las personas afectadas o interesadas por los conflictos que tienen lugar
entre los escolares. En el penoso camino recorrido, han quedado en la memoria
los suicidios del desdichado Jokin
–se arrojó por un muro– y de tantos otros chavales, y han sido necesarias
centenares de denuncias de padres desesperados y de asociaciones. Y todo, para
que unos “vulgares y crueles acosadores” empiecen a ser condenados en los
tribunales”.
Finalmente, reproduzco
parte de ‘La carta de la semana’, de la revista XLSemanal, del 15 de febrero de 2015, de una chica que todavía
sufre las consecuencias del colegio:
“Pocos trabajos
perduran tanto, y el vuestro, antiguos compañeros de colegio, sigue aún grabado
en mí; sólo quería hacéroslo saber. Que supierais que hoy, casi diez años
después, aún practico cuanto me enseñasteis. Aún voy por la calle cabizbaja, me
sorprendo si la gente me saluda, me inquieta presentarme ante un grupo por
miedo al rechazo…, aún voy por la vida casi pidiendo perdón hasta por respirar,
aún siento que soy ‘no merecedora’, que no soy igual, que no tengo los mismos
derechos; aún me pregunto por qué, qué me hizo diferente, qué me hizo ser la
diana donde clavabais los dardos. Por todo esto y más, os reconozco el trabajo
al que dedicasteis tanto tiempo, y que, sin haber conseguido entender cuál era
vuestro objetivo, está claro que lo supisteis hacer bien. Espero que todo os
vaya genial”.
Beatriz Rodríguez
Lavado. Durango (Vizcaya).
Las niñas acosadoras
le hacen toda clase de humillaciones –la llamaban bizca y bollera, y le
tiraban agua–, consiguen que Carla se suicide, dejan a una familia
completamente destrozada y, al final, han sido condenadas a seis meses de
trabajos sociales. ¡Qué barbaridad! Y quienes presenciaron todas estas
vejaciones y no se conmovieron ni movieron un músculo de la cara –alumnos y
profesores–, habría que decirles que, en parte, ellos también fueron
responsables del suicidio de Carla. Bastaba con que alguien hubiera comunicado el
acoso escolar a la familia o al profesorado y, seguramente, no se hubiera
producido la tragedia. ¿Qué trabajo costaba denunciar aquella injusticia diaria?
Pero, está visto que vivimos en una sociedad alienada, insolidaria y cruel con
los débiles.
Baya relato mas duro Leandro, todo eso es así, es tan duro, entonces que va a ser de los padre dentro de 10 0 15 años, se aran los dueños de la casa, no ara falta el gobierno para desahuciar a los padres lo aran los hijos. A qui pasa algo y lo tenemos en la nariz pero no lo vemos, en nuestros tiempos no pasaba tanto , creo, pero es lamentable que ye ge a ocurrir todo lo que cuentas, es duro.
ResponderEliminarGracias, Antonio. Copio este comentario de Face, pues la enseñanza es muy complicada. Los hijos manipulan mucho a los padres, los profesores a lo mejor no dialogan lo suficiente. Mi hijo está de profesor en un instituto de París, pues un chaval se inventó que lo había insultado y lo pasó fatal mientras se dieron cuenta de la mentira, pues llevaba poco tiempo en el instituto.
ResponderEliminarLa mano dura no tiene que ser precisamente del profesor, sino de los padres, tampoco hay que agobiar pero cuando se les da mucha mano larga a los hijos suele pasar que salen muy chulos y creyéndolo todo, los padre tiene que esta en contacto con el profe sino el crío sale como sale , sin lograr nada de el, si para hay.
ResponderEliminarConozco a bastantes maestros y profesores, los que han podido se han jubilado huyendo de la quema. En esos centros hay muchos bisontes para domesticar y hoy es una profesión con mucho estrés. Adonde yo voy es que hay que estar siempre con el débil, con la víctima -esto no se entiende ni se practica mucho- y corregir a los bellacos.
ResponderEliminarEn los colegios e institutos tenían que figurar en el tablón de anuncios, y bien visible, unas normas básicas para combatir el acoso escolar, el nombre del profesor al que habría que denunciar o contarle estos casos, las medidas disciplinarias y de otro orden que se adoptarían para los que acosaran, para estos chulos con la manada que se aprovechan de los más débiles. Hay que recordar que, para combatir la violencia doméstica, la mujer tiene para denunciar el teléfono 016 –no figura en la factura-, los abogados del Instituto Andaluz de la Mujer, Juzgados y policías especiales para estos casos... Pero habría que preguntarse, ¿qué medidas se han adoptado y qué tienen los chavales acosados, en los colegios e institutos, para protegerlos de las humillaciones, insultos y amenazas de otros? Con medidas preventivas y disciplinarias, los acosadores lo tendrían difícil, pero con el silencio de unos y la cobardía de otros, les sale gratis.
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