domingo, 17 de febrero de 2013

ABUSOS EN LA BANCA








El pasado 2 de abril fui, con mi hermano, a la sucursal de Caja Granada, en la calle Alhamar, de Granada. Aquí tenemos los hermanos un depósito a plazo fijo, de forma mancomunada desde 1995, y queríamos renovarlo. Cuál fue mi sorpresa cuando la interventora saca un formulario, me pide dos números de teléfono, y me pregunta por mi estado civil, régimen económico, estudios que tengo, dónde trabajo y correo electrónico. Le respondí a algunas preguntas, hasta que ya no pude aguantar más: “Nosotros hemos venido a renovar el depósito a plazo y no tengo por qué dar mis datos personales y familiares, porque forman parte de mi intimidad”. Aquello era humillante y contrario a la ley, le dije a la interventora, así como que quería quejarme al director. Este me recibió y no sé cuántas veces me dio la razón. Me prometió que me llamaría en unos días. Me respondió que se había enterado y estos son los impresos que tienen en Caja Granada para estos casos. Le avisé que pondría una reclamación en la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD).

En la reclamación, consideraba que la sucursal  de Caja Granada pide unos datos excesivos a sus clientes (y eso que los hermanos tenemos dos cartillas), que vulneran la intimidad personal y familiar de las personas, de acuerdo con el artículo 18 de la Constitución española y de la Ley Orgánica de Protección de Datos de Carácter Personal. Es más, estos datos personales y familiares los obtienen “conforme a la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, de Datos de Carácter Personal”, como indican los impresos que me entregaron. Y que “presto mi consentimiento expreso para que en mi nombre pueda solicitar ante la Tesorería General de la Seguridad Social dicha información”. Pero no te informan de esto porque los impresos se los quedan ellos, una vez rellenos y firmados. ¿Qué datos no pedirán a los clientes, cuando les soliciten un préstamo? La contestación de la AEPD el 27 de noviembre, siete meses después, es la siguiente: “A la vista de lo expuesto, cabe destacar que la solicitud de diversos datos personales efectuada por Caja Granada al denunciado, trae su causa en lo establecido en la mencionada Ley de Prevención del Blanqueo de Capitales y de la Financiación del Terrorismo, por lo que se desprende que dicha solicitud de datos resulta adecuada con la finalidad perseguida por dicha norma”. Uno se queda flipando y encima me tachan de denunciado. Cuando reclamaba al Banco de España, por los abusos de algunos bancos, se lavaba las manos, como sabía hacerlo su director Fernández Ordóñez. Nada de extraño tiene que, con esta complicidad de unos y otros, haya habido en España, desde 2008, más de 400.000 desahucios –la mayoría de ellos abusivos–, y que cerca de un millón de clientes hayan sido engañados con las acciones preferentes. Y sin embargo, aplican la Ley del Blanqueo de Capitales y de la Financiación del Terrorismo a los que tenemos un depósito. ¿Es obligatorio y necesario que yo dé dos números de teléfono, el correo electrónico y si estoy casado o viudo al banco, cuando no me los piden ni en el juzgado? ¿Por qué no les piden todos estos datos a quienes han estafado y engañado a miles de españoles? La banca se dedica ahora a sacar una ficha policial a sus clientes, con la connivencia de la AEPD, que debería proteger los derechos fundamentales de los españoles.

Posdata: Esta carta al director salió publicada en el Mundo de Andalucía, el 7 de enero de 2013. Como es natural, no ha tenido respuesta. España es un país entre África y Europa, donde los derechos de los ciudadanos son pisoteados cada día, mientras las administraciones miran para otro lado. De otra caja tuve que emigrar, porque empezaron a pedirme datos que consideraba insultantes y que afectaban a mi intimidad personal y familiar. La crisis del sistema financiero español ha sido de las cajas de ahorro -los políticos mangonearon todo lo que pudieron y las arruinaron, junto a sindicatos y patronal, que estaban en el consejo de administración-, porque los bancos, de carácter privado, están saneados.


viernes, 8 de febrero de 2013

MÁLAGA: LA CARRETERA DE LA MUERTE

Por la carretera de Málaga a Almería



La carretera parecía una verdadera carnicería. Los lamentos de los niños heridos, los chillidos de las madres agonizantes, las maldiciones de los hombres, iban elevándose en un solo grito masivo, alcanzando un tono de intolerable intensidad, escribió el cirujano canadiense, Norman Bethune, afiliado al Partido Comunista, que vino a combatir en la Guerra Civil española como voluntario de las Brigadas internacionales. Con su ambulancia de transfusiones de sangre, ayudó a miles de fugitivos malagueños, y añadía: Era una corriente silenciosa de hombres y animales; los animales gimiendo como hombres, y los hombres impasibles como animales. Estas metáforas del camarada Bethune –como le gustaba que lo llamaran–, me recuerdan precisamente al Guernica del malagueño Pablo Picasso, incluso hay quien sostiene que se inspiró en este éxodo para pintar su cuadro más famoso.

 

El 6 de febrero de 1937 –se cumplen ahora setenta años–, una marea humana inundó la carretera de Málaga a Almería. Ni que decir tiene que llevaban sólo lo puesto. La ciudad sitiada está a punto de caer en manos de las tropas nacionales y sólo queda emprender la juía, nombre con el que será recordada esta odisea. Bethune, en su obra El crimen de la carretera Málaga-Almería (Publicaciones Iberia, 1937), describe horrorizado: Imaginaos ciento cincuenta mil hombres, mujeres y niños que huyen en busca de refugio hacia una ciudad situada cerca de doscientos kilómetros de distancia. No hay más que un camino. No hay más vía de escape (...) Lo que quiero contaros es lo que yo mismo vi en esta marcha forzada, la más grande, la más horrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos.

 

En el largo éxodo de la caravana de la muerte, los milicianos –unos 40.000 huyen en dirección a Nerja y Motril– y la población civil fueron bombardeados y ametrallados día y noche por la Marina y la Aviación franquistas. El trayecto, de 219 kilómetros, duró cuatro días y se calcula que murieron entre 3.000 y 10.000 personas. El joven José Ginés sobrevivió a la tragedia: En la recta de Adra, no se veía la carretera: era tanta la gente que caminaba hacia Almería, que todo el camino era una mancha de gente (...) Cuando volví al camino me encontré con el espectáculo más horrible que he visto en mi vida: niños, mujeres, borricos por el suelo; unos muertos, otros heridos; quejidos: ¡Socorro! ¡Amparadme! Natalia era entonces una niña de 14 años: Cada cual llevaba lo que más apreciaba (...) Yo cogí los zapatos blancos (habían costado 13 pesetas) y el vestido celestito de escobón que había estrenado ese día.

 

En el verano del 2004, el Centro Andaluz de Fotografía (CAF) organizó en Almería una exposición a Norman Bethune. Esta foto podríamos titularla: Mujeres al borde del camino: una lleva puesto un chal negro y la otra, agachada, está orinando. En esta otra imagen se ve a una desolada niña mirando hacia el cañaveral, mientras su muñeco desnudo está tirado en el suelo. Hay grandes destrozos en el cañaveral de Motril, pues los fugitivos se alimentaron chupando la caña de azúcar. Estas fotografías las hizo el arquitecto canadiense Hazen Size, el acompañante de Bethune. Y de nuevo, el cirujano nos describe el sufrimiento de la población civil: Contamos unos 5.000 niños de menos de 10 años y, al menos, 1.000 iban descalzos y muchos de ellos cubiertos con una sola prenda (...) Nuestro camión era asediado por una multitud de madres frenéticas y padres que con los brazos extendidos sujetaban hacia nosotros a sus hijos... ¿Cuántas veces habremos visto imágenes como éstas, en la tele y en el cine? Recordar que el poeta granadino José G. Ladrón de Guevara tenía ocho años, cuando su familia tuvo que salir huyendo por la carretera de Málaga a Almería, haciendo parte del recorrido.

A las 7:30, del día 8 de febrero, las tropas nacionales entraron en Málaga. He escrito este artículo porque parte del camino de la muerte discurrió por la costa de Granada, y para que no nos olvidemos de nuestra reciente y trágica historia. Los españoles somos muy exaltados y no quiero pensar que, por sus ideas políticas, miles de ellos tuvieran que salir con lo puesto de cualquier nación de España: debido a la política lingüística, miles de profesores tuvieron que salir forzados de Cataluña. España es una herida en mi corazón. Una herida que nunca cicatrizará, decía el buen camarada Bethune. El pasado domingo (8 de febrero de 2008), un centenar de participantes marcharon desde Almuñécar a Nerja para conmemorar el 70 aniversario de la desbandá.

 

Posdata: este artículo salió publicado en La Opinión de Granada, el 6 de febrero de 2007. Si alguien está interesado en una exposición de fotos sobre este éxodo, el Centro Andaluz de la Fotografía, en Almería, se las proporciona, sólo tendrá que pagar el traslado de los marcos. Norman Bethune tiene un paseo dedicado en un pueblo de Málaga y, junto al fotógrafo Hazen Size, les debemos la crónica de la huída de Málaga a Almería, en 1937. Este verano conseguí un DVD, donde vienen imágenes de los supervivientes de La carretera de la muerte, presentado por el escritor Juan Madrid. Hace varios años, hablé para que se montara en Granada una exposición y el silencio fue la contestación. Cientos de españoles y senderistas están haciendo el recorrido estos días, de Málaga a Almería, entre ellos los compañeros Antonio Olmos, de Lanteira, y Alberto Burgos, de Benamaurel. El día 16 de febrero le hicieron un homenaje a José G. Ladrón de Guevara, en la Biblioteca de Andalucía. Tiene ya 88 años. En el enlace de abajo  hay un video del éxodo de los malagueños. Lo sorprendente de todo esto es que la mayoría de los granadinos desconocen este triste episodio de la Guerra Civil, en Guadix hay montada una exposición sobre la huída.