martes, 28 de abril de 2020

LA GRIPE ESPAÑOLA DE 1918 Y 1919





Carroza fúnebre, entre calle Elvira y Plaza Nueva







Copio estos párrafos del libro “Granada, un siglo que se va” (1996), del escritor Juan Bustos Rodríguez, que falleció hace varios años. Así estaba el panorama.

“La gripe española. Granada fue una de las provincias españolas más afectadas por aquella trágica epidemia, que en 1918 y 1919, alcanzó una gran mortandad (…). El primer telegrama acuciante llega de Freila (1.969 habitantes), rogando el envío de un médico con urgencia. Hay 250 vecinos con gripe, entre ellos el único médico. Otro mensaje, simultáneo casi, informa que en La Calahorra los afectados son más de 200 entre los 2.060 habitantes. A partir de aquí se hacen continuas las malas noticias.

En Orce, el 27 de septiembre de 1918, de 1.000 habitantes, 800 tienen la gripe. Desde el día 15, aparición del primer caso en el pueblo, ya los muertos eran 45. A finales de mes, el doctor Fidel Fernández Martínez, profesor auxiliar de la Facultad de Medicina, asegura en “El Defensor”, que la gripe se presenta en tres formas: ‘En Castilléjar (2.538 habitantes entonces), en pocas horas, había visto enterrar a 18 personas víctimas de la gripe, la situación era peor y la desolación completa: Han enfermado los sepultureros, con lo que los enterramientos se hacen dificilísimos. He contado veintidós cadáveres por enterrar y se carece de cal para cubrirlos, porque los industriales que se dedican a producirla o han muerto o han enfermado’. El panorama empezaba a ser trágico. Pero lo iba a ser más. (…). En Baza, un mes después, se sigue registrando un promedio de 15/20 defunciones diarias a causa de la epidemia (…). En Pedro Martínez, en el mes de enero (2019), en tres días se suceden veinte defunciones y hay 500 personas afectadas… En Guadix fallecieron 41 personas en un día; en Cúllar, 20 en varios días; en Albuñol murieron 15 enfermos de gripe el 21 de octubre.

El mundo llevaba una carrera alocada hacia el precipicio y la destrucción, pues tenemos pendiente el calentamiento global del que sólo se pueden esperar  muchas desgracias, con lluvias intensas y riadas, la gran contaminación de las ciudades, así como la extinción de miles de plantas y de especies de animales. Sólo buscábamos el bienestar y el consumo, todo lo demás no nos importaba. Cuando acabemos con la naturaleza, cuándo no exista el águila, ¿qué nos quedara?, habrá que decir como el gran jefe indio al presidente de los Estados Unidos, a finales del siglo XIX.
 Se ha juntado la ineptitud de los gobernantes de hoy (nunca hubo tanto incompetente gobernando, tenemos el ejemplo de Estados Unidos, México, Reino Unido, España y muchos más) y el afán consumista de todos. Pero el mundo ha sufrido un parón debido al coronavirus, que nos ha llegado una vez más de China. No sabemos si es que el virus se le ha ido de las manos o porque alguien se comió un animal infectado, el efecto de la mariposa se ha convertido en el efecto del pangolín. Un chino se come un pangolín contagiado y resulta que contagia a toda la humanidad y nos confina a todos en los pisos, mientras que los animales toman las calles y el terreno que nosotros le arrebatamos un día. Los animales están tomando lo que fue suyo y de sus antecesores no hace muchos años, incluso se ven delfines y ballenas en los puertos de las ciudades y por el Estrecho de Gibraltar.

Nuestros queridos seres que han fallecido (unos treinta mil en España) deberían hacernos reflexionar, ¿qué mundo queremos para nuestros hijos, qué futuro les espera, qué enfermedades mortales nos acechan…? Pensábamos que lo habíamos conquistado todo, que lo sabíamos todo, lo queríamos todo, pero no hemos aprendido nada, como recordaba el verso del poeta José Hierro. Ni siquiera nadie recordaba que en 1918 y 1919 hubo una gripe mal llamada española, que se llevó a 30 millones de personas. 


“TE ESPERARÉ EN LA ALCAZABA”













La novela Te esperaré en la Alcazaba, (2013), del escritor Antonio Medina Guevara, fue finalista del Premio Hispania de novela histórica. Ha escrito otras novelas y cuentos que han sido publicados en España, Colombia, México y Estados Unidos; también fue unos de los fundadores de AEAGRA (Asociación de Escritores del Altiplano y de Pozo Alcón), hoy prácticamente desaparecida. La novela nos recuerda que en 1609 se adopta en España la expulsión de los moriscos, incluso los que han sido bautizados. Esto produce un auténtico drama, pues familias enteras se ven obligadas a abandonar España rumbo a África. El autor reconoce que “la novela es una suma de cuentos, leyendas, prosa poética…”. Señalar que es una historia novelada, donde una familia de moriscos ve cómo en varias oleadas les van invadiendo los “cristianos viejos”. “Este libro es la historia contada por un muchacho de la villa de Zújar sobre lo que pudo pasar y sentir una familia morisca de las muchas que vivieron en este lugar a finales del siglo XVI y principios del XVII. Lo que debieron de sentir al verse obligados al destierro, imaginar cómo serían sus vidas en los años anteriores a su expulsión”. El autor confiesa que esto empezó en una conversación con su amigo Francisco Arredondo (historiador zujareño), en el verano de 2012: “Parecía como si el legado tan impresionante que nos dejó la dominación árabe y los mismos moriscos a los parroquianos y a los que tienen la obligación de preocuparse por todo eso, no les importara”. La novela está basada en personajes reales de la villa, que han sido documentados por el historiador.

Hay que señalar que muchos lugares de Zújar (Cuxar en árabe) conservan los nombres de aquella época: barrios como los de Abatel, Alquería y San Leandro. El lugar Harasmontari, Sima-Xarea, la Alanda, la Alcazaba, que está derruida, así como el impresionante y eterno Cerro de Jabalcón. Calles y lugares cargados de historia con su sabor morisco y fuerte personalidad. En el capítulo I, La llegada de Isabel, el padre previene al joven Fernando de los repobladores cristianos, que “compraban a cambio de favores o dinero, lo que de siempre es nuestro… Y venían a despojarnos a nosotros, a los que despectivamente llaman ‘moriscos’ de todas nuestras tierras y haciendas después de tantos siglos”. Unas páginas más adelante, una familia de Pozo Alcón llega a Zújar y el protagonista se queda mirando a una muchacha: “Cuando ella cruzó la plaza y entró en el lugar de culto, yo la seguí como un perro sigue a su amo… ¡Y cómo giró su cabeza y clavó su mirada en mí, con la intensidad de un rayo azul! En el capítulo III, Mi madre, Fernando se ha quedado prendado de la cristiana: “Desde que vi de cerca a Isabel por primera vez, me extrañó que una cristiana oliera así de bien… Ella enamoraba con todo lo que tocaba, miraba y hablaba. Isabel era perfecta… como mi madre…”.

En otro momento, la nostalgia del protagonista deja entrever el cariño de Antonio Medina por su tierra: “Solo puedo recordar momentos felices cuando veo en mis pensamientos a mi pueblo, a su vega y sus fuentes, al río que anda serpenteante por entre valles de riqueza, al cielo, que casi siempre brilla en destellos de azul, al cerro que nos saluda con su imponencia cada vez que lo vemos o recordamos, a mi padre y abuelo que me enseñaron mil cosas…”. En el capítulo VI, “La llegada del Inca”, Fernando narra una historia que le contó su abuelo. Llegó a Zújar Garcilaso de la Vega, el famoso poeta de Cuzco y el primer capitán mestizo, por el camino que viene de Wadi-Ash (Guadix). Se dirigía a las Alpujarras con la tropa donde se habían sublevado los moros en 1568 y, de paso, nos recuerda algunos hechos del asedio a Galera, por los soldados de don Juan de Austria. El capítulo VII, La muerte de mi abuelo, describe la toma de la Alcazaba de Zújar por los Reyes Católicos: “¡Aquella fue una batalla de las que hacen historia!”, ellos creían que era inexpugnable, pero, después de una semana de lucha memorable, fue conquistada por los cristianos. Sin embargo, a los moriscos vencidos se les permitió recoger sus cosas y marcharse: “…la caravana más honrosa que recuerdan estas tierras, partió a Baça (Baza) llena de orgullo por haber parado al ejército más poderoso de la historia…, donde fueron recibidos como héroes. Cuando al final también cayó Baça y la rendición ya fue un hecho, los vencedores también se comportaron con los vencidos y celebraron unos torneos…”. 

Antonio Medina




En el capítulo VIII, Malos tiempos, tras la guerra de la Alpujarra, se lee: “el Inquisidor de Baça procuraba perseguir, reprimir y ejemplificar, para intentar que los cristianos viejos no pudiesen huir del miedo”, de manera que los moriscos condenados fueron deportados a un lugar llamado Granadilla. Sin embargo, Fernando vivía en un mundo irreal: “Mi padre y mi abuelo se quejaban de que ya nada era igual, pero a mí me parecía todo lo contrario: que esta tierra ya era y es ¡espléndida…!”. El capítulo X, La cita, lo dedica a los jóvenes amantes, que pasan una noche escondidos en la Alcazaba.
Tras las caricias, Isabel lo aparta y le dice:
–No, no me pidas eso… Ahora no
–Yo no te obligaré a nada que tú no quieras… ¡Yo te quiero…!
–Yo seré tuya…, solo tuya…, pero en la iglesia y de blanco
Da la impresión de que la felicidad se había hecho para ellos dos: “… Yo creo que aquella noche nos sonrió la mirada del Jabalcool (Jabalcón) y nos abrazó la luna a la sombra de los olivos al ver cómo de sus labios a los míos volaban los besos…”. En el capítulo XII, Nuestra propia expulsión, los acontecimientos se precipitan: “Llegó el momento en que todos, absolutamente todos, fuimos desposeídos de todo lo nuestro a la vez que llegaron nuevas órdenes de nuevas expulsiones”. Al ver que todo se acaba, los jóvenes enamorados quedan en la Alcazaba.
Entonces, Isabel le dijo llorando:
–¡Si tú te vas…! ¡Yo me iré contigo…! –repetía y repetía
–Tú no puedes. Tú no eres la expulsada
–¡Yo te quiero…! –decía mientras lamía mis labios
Fernando intentó decirle que ya buscaría la manera de estar juntos: “Después de mil besos seguidos repasamos los términos de nuestro acuerdo”.
Pasado un tiempo, el protagonista recuerda la expulsión de esta manera: “Todos nosotros: mi familia, junto a las demás familias que nos acompañarían y unos pocos soldados, partimos. Después salieron a vernos algunos conocidos que se tapaban sus caras (…), y otros, los más, que nos miraban con un odio infinito y nos lanzaban muecas de placer y victoria”. Martín Álvarez, vecino de un pueblo de Jaén y antiguo soldado, vio así a los cientos de expulsados de Baça, en 1576: “Nunca he podido borrar de mi memoria lo que mis ojos vieron aquel año. Cuando los cierro, veo a una caravana de niños, mujeres y viejos, más parecidos a mendigos que a personas pudientes”. Lo mismo ocurrió con los moriscos expulsados de Granada, salieron escoltados del Hospital Real, desfilaron por la calle Elvira y tomaron el camino de Armilla en dirección a la Costa. Los cristianos salieron a las calles de Granada a contemplar aquel triste y humillante espectáculo.

Capítulo XIV, El final de todo. Al cabo de diez lunas llenas, según lo planeado, Fernando regresa a la Alcazaba para llevarse a Isabel. Pero Pedro Pérez, el hijo, su amigo de la infancia, le dice que ella se marchó hace más de un mes y que lo esperó mucho tiempo… En fin, no vamos a contar el final. Copio este párrafo del Epílogo: “De manera romántica, pensemos que puede estar soñando su alma en alguna de las muchas fuentes de la villa, o yendo a buscar a Isabel a la de las Doncellas cuando tiene agua, o a la de la Sima, en donde a veces esperaba a verla llegar con su cántaro a la cadera. A la del Mentidero, donde cuando paso me imagino a alguien contando historias antiguas o leyendo páginas del Corán…”. Confieso que si Zújar me cautiva es porque ha sabido conservar los nombres árabes de los barrios y lugares, por las amistades que tengo allí (entre ellos Antonio Medina y Francisco Arredondo), por el Cerro de Jabalcón, por sus fuentes y por la Romería de la Virgen de la Cabeza. El autor reconoce que siempre le ha gustado pensar que, “enterrados en ese montón de tierra salpicado por grutas y cuevas, que es la antigua Alcazaba, se esconderán tesoros que no serán de piedras preciosas…, pero seguro que será de innegable valor histórico lo que ahí habrá enterrado”. Dejemos que siga soñando con estas historias y leyendas, de su querido Zújar, mientras nos deleita con la lectura de su novela.

miércoles, 15 de abril de 2020

LA GENERACIÓN PERDIDA








Semana.com






Se ha muerto y está muriendo toda una generación, la de nuestros padres, a causa del coronavirus, en la clandestinidad de las residencias privadas y de las UCIS de los hospitales. Al trabajo y esfuerzo de esta generación le debemos el Estado del Bienestar que disfrutamos hoy, por lo que siempre tendremos una deuda pendiente con los 11.500 fallecidos en las residencias ancianos. No me creo que solo haya habido 61 fallecidos en la provincia de Granada. Con más de 18.000 muertos, este Gobierno de mediocres todavía no se ha enterado de que España está de luto, mientras que en los medios subvencionados y afines (Mediaset, Mediapro y Atresmedia) las noticias son edulcoradas, con enfermos que se salvan en los hospitales, en medio de aplausos de los sanitarios y abrazos de las familias, o entrevistas a gente de la calle que te cuenta lo que va a hacer cuando termine la cuarentena. Pero nada de imágenes de velatorios o entierros, eso está censurado, no vaya a que el personal se desanime. Eso sí, por los medios oficiales y paniaguados estamos bien enterados de lo que ocurre con la pandemia en el extranjero, con videos de fosas comunes o de cómo salían los camiones repletos de ataúdes de la ciudad italiana de Bérgamo, porque ya no cogían en el cementerio, cuando en Madrid hay tres morgues y centenares de fallecidos al día. Somos el país del mundo con más fallecidos por millón de habitantes y con más médicos y sanitarios contagiados (24.000, creo), por la negligencia y la falta de previsión del Gobierno. No había mascarillas, ni equipos de protección, avisaron varias veces de la OMS para que compraran material sanitario y Salvador Illa contestó que estábamos equipados.

España está para darle el pésame y para que doblen las campanas, y no para celebraciones de cumpleaños en las calles, a chicos y grandes, con sonido de sirenas, porque esta no es la función de la Policía. El día catorce de abril pusieron 10.500 sanciones en España (6.000 granadinos multados en marzo): con el mazo dando y con la sirena felicitando. Encima del desastre sanitario, económico y social, nos quieren narcotizar. Estamos confinados y tratando de sobrevivir a la pandemia, en la ciudad de Granada y en el Área Metropolitana se han producido nueve de cada diez fallecidos en la provincia y, lo que es peor, la zona se ha convertido en el principal foco de contagiados de Andalucía, aunque los andaluces estamos lejos de las cifras de Madrid y de Barcelona. En Portugal, el país vecino, cuando llegaron los primeros contagiados de España, el Gobierno decretó el estado de sitio y luego el de excepción, con el confinamiento de la población, el cierre de fronteras y la paralización de la economía. Hoy solo tiene quinientos fallecidos, unos trescientos menos que Andalucía. Esta es la diferencia con España, allí se arremangaron las mangas.

El 10 de marzo, yo escribía esto en mi portada de Facebook y se puede comprobar: “Este fin de semana se celebraron los partidos de la Liga, con miles de espectadores, los italianos están viniendo a España procedentes de zonas infectadas de Italia, pero no se hace ningún control en los aeropuertos, y las Fallas de Valencia se van a celebrar porque vivimos en el País de las Maravillas. En todo este tiempo, el Gobierno ha estado de brazos cruzados viendo cómo se extendía el contagio”. Y El Mundo advertía al Gobierno en su editorial: “La negligencia sale muy cara”. Unos días más tarde, escribo: “Hoy, 19 de marzo, es el Día del Padre, pero ahí tenemos a los padres olvidados de todos en las residencias, muchas de ellas convertidas en focos de infección y en morgues. La epidemia del coronavirus no tiene misericordia y, como en las guerras, mueren los más débiles, no ha habido medios ni mascarillas para ellos, olvidados en la soledad de su habitación, ni siquiera para los sanitarios (…). De las ocho muertes en Granada, cuatro se han producido en una residencia de ancianos de La Zubia. Tengamos un recuerdo para nuestros mayores, para los que están enfermos y para los que exponen su salud a diario. Comparto una crónica de El País con este titular: “No querían que viera los cadáveres en las bolsas color crema”. Le llamarían la atención al diario oficial y ya dejó de publicar imágenes de las muertes, aunque sí publicó un video de una fosa común en el Estado de Nueva York.


Cementerio de Granada, 2011





El 7 de abril escribí esto: “Hoy viene en la prensa que, en una residencia de San Juan de Aznalfarache (Sevilla), han fallecido por coronavirus 24 ancianos y 78 están contagiados. Según las estadísticas, hay unos 8.000 jubilados menos y esto es a consecuencia de la epidemia. Se ocultan sus muertes y se falsean los datos. A los ancianos de las residencias no se les han practicado los test, porque no había, y cuando los llevaban al hospital, los sedaban porque las órdenes son que los respiradores se utilicen para los jóvenes. Esto es, mueren solos y olvidados en las residencias donde a veces no acuden los sanitarios o les dicen que no los lleven al hospital porque no hay sitio para ellos. Lo que ocurre en Castilla-La Mancha se puede aplicar a toda España. Descansen en paz”. El editorial de El Mundo era bastante elocuente: “Los enterramientos por coronavirus en Castilla-La Mancha casi triplican los datos oficiales”, según denunció el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Autónoma. Hasta que se decretó el Estado de Excepción, el  14 de marzo, yo me levantaba cada mañana con la esperanza de oír que el Gobierno iba a tomar medidas pero, cada vez que mencionaba el portavoz Fernando Simón las medidas de contención o que aconsejaba a su hijo que fuera a la manifestación, me entraba fiebre. En ningún medio se decía nada y me costaba trabajo creerlo.

Pero, ¿es que nadie se da cuenta de lo que está pasando y del peligro que corremos? Y es que el Gobierno había echado ya el bozal a los medios y nadie quería tirar de la manta, mientras que los bares y las terrazas estaban llenos y los italianos llegaban a centenares a los aeropuertos españoles. Hasta que empezaron a salir en los medios las cifras de los fallecidos y de los contagiados. Ayer, 14 de abril, en las noticias de la noche, de Antena3, decían que se habían repartido mascarillas en las estaciones del Metro de Madrid, pero no dijeron que solo se repartieron en el 20% de las estaciones. Fernando Simón también dijo que en cifras de letalidad (los curados entre los contagiados) estamos como en los países de Europa, mientras que el impresentable ministro Salvador Illa nos anuncia que se ha doblado la curva (de la felicidad, digo yo). En vez de pedir perdón y de reconocer los errores, nos siguen mintiendo.

Malos tiempos aquellos cuando una sociedad tiene que reivindicar a sus muertos. Pero, cuando la epidemia pase, tendremos que honrar la memoria de la generación perdida, la de nuestros padres, y pedirles perdón



lunes, 6 de abril de 2020

IN MEMORIAM PADRE MANUEL CANTERO



En Granada, 2015 




El padre Manuel Cantero Pérez falleció ayer en el Hospital el Ángel de Málaga, a la edad de 85 años. El 22 de marzo el padre me escribía por guasap: “Ya salgo del cuarto. Temperatura normal. Debo guardar distancia en comedor y capilla…”. Y yo le respondía: “Me alegro que el susto haya pasado”. El 23 de marzo me decía: “Tiene tarea la cosa. Yo estoy bien”. Sin embargo, el 26 de marzo fue ingresado en el hospital y el 29 escribieron en el guasap de los Seminaristas de Guadix: “Esto dijo el Superior de la Residencia de los Padres Jesuitas de Málaga: ‘Acabo de hablar con él, tiene muy mal cuerpo pero la respiración va bien’”. En los días siguientes su salud se fue agravando. El 2 de abril., Manuel Jiménez me escribía: “Está mal, está sedado, con problemas en el corazón y el riñón”. El día 4 me escribió de nuevo (y también dos antiguos seminaristas): “A las 20:10 horas ha fallecido el padre Manuel Cantero”

En los años sesenta estuve en el Seminario de Guadix y, desde entonces, mantuvimos correspondencia, En una carta de 1999, me decía: “Es interesante tu visita al Seminario, que es parte importante de tus raíces. Me ha causado emoción cuando dices que se te vino el mundo encima. Ahí se te removió algo (...). Si pudieras conocer mis verdaderos sentimientos, que no son contra nada ni contra nadie, sino a favor de todo lo bueno”. Y concluía así: “En  la foto que me mandas hay un puñado de gente a quien ya no sé poner el nombre”. Manuel Cantero era el padre espiritual –su despacho estaba siempre abierto a cualquiera de nosotros– y, en aquel régimen cerrado y bastante duro, era el “hombre bueno”. Más tarde, con el transcurso de los años, se fue forjando nuestra amistad a través de la correspondencia que conservo. Al principio porfiábamos bastante porque cada cual se aferraba a sus ideas como un clavo ardiendo (entonces yo leía a Baroja, a Azaña y a todo el pesimismo y anticlericalismo que puedan imaginar), pensando que el otro estaba equivocado. Tengo que decir que el padre Cantero me ayudó mucho en mi juventud, cuando yo era un pájaro volandero que me enfrentaba a la cruda realidad de la vida. (La foto mía de arriba la colgó en su blog)

En la Semana Santa de 2005, me escribía desde Málaga: “Querido Leandro: Con mis pies en alto y celebrando la misa sentado por cierto riesgo de flebitis. Aquí estoy hasta que pasen estos días locos malagueños, sin más atención que a sus cofradías...”. Al final, casi no se le entiende la letra debido al estado crítico en que se encontraba: “Pero una obstrucción de femoral no es cosa que piense yo que va a salir incólume de su estado. Un abrazo y a pasarlo lo mejor posible en tu realidad concreta..., que la vida se tuerce de pronto”. Además de dar ejercicios espirituales, al estilo de San Ignacio de Loyola, por toda la geografía de España –en esto era un maestro, pues sabía llegar al corazón de la gente–, al padre Manuel Cantero le gustaba escribir artículos en revistas religiosas. En 1995, me escribía esta bella frase: “¡Cómo he recordado, con la fotocopia que me enviaste, nuestros tiempos de Guadix! ¡Qué bonito es recordar y aceptar que entonces fue entonces, y que hubo valores inmensos en unos y en otros; y errores que nos hacían a todos mucho más humanos!”. Se puede decir que, los jesuitas del Seminario de Guadix, y más tarde los sacerdotes diocesanos, transmitieron la enseñanza religiosa y formaron en la disciplina y la austeridad a miles de seminaristas (en Guadix nos decían los ‘curillas’) y de ahí salieron decenas de sacerdotes. Otra cosa es que, una vez fuera del Seminario, comulgaras o no con sus ideas. Yo no soy católico practicante y la religión la tengo olvidada, pero eso no quita que tenga amigos sacerdotes lo mismo que con personas de cualquier ideología. Procuro ser flexible en la religión y en la política.

Fueron aquellos tiempos de la España pobre, religiosa y emigrante, cuando los curas nos llevaban el uno de noviembre a Jéres del Marquesado, a pasar el día asando castañas. Íbamos montados en el remolque de un destartalado camión, sin toldo ni nada, y nos agarrábamos donde podíamos por aquella carretera de tierra.  En los últimos años, cuando el padre Cantero venía de vacaciones a Granada, quedábamos por la mañana y nos dábamos un paseo por el Camino de Ronda, pues tenía que andar por sitios llanos y sin sol, debido a sus problemas con la circulación de la sangre. Al final del recorrido hacíamos una visita obligatoria a las Bodegas Castañeda, donde nos encantaba saborear un vaso de vino pálido con su tapa de arroz caldoso. El piso de su hermana se encontraba cerca y allí nos despedíamos. Era ya una costumbre. A veces se quejaba del olvido de aquellos niños (hoy canosos), que habían pasado por el Seminario, pues era un sentimental. En diciembre de 2010, me envió estas líneas: “Eso sí, y gracias a Dios, con muy buena salud, buen ánimo, y ganas de vivir y hacer, y muy feliz siendo lo que soy.  Aquí es donde encuentro mi fuerza y mi deseo de seguir haciendo hasta que Dios me jubile.  Que ya estoy más cerca, como es natural”. Nos complementábamos bien: cada uno respetaba la parcela del otro, olvidando las discusiones bizantinas de antaño, y así habíamos conservado la amistad durante más de cincuenta años. Lo suyo fueron consejos del maestro al discípulo, que al principio era arisco y montaraz. En mayo de 2010, publicó el libro “Ventana al Evangelio”, unas reflexiones previas para orar en el Evangelio y que provienen de sus “contemplaciones ignacianas”, de los ejercicios espirituales, que fue dando durante muchos años por toda España. En el prólogo del libro ya advierte que, “cuanto vais a encontrar en este libro, si tenéis gusto en seguirlo, no ha salido de ninguna bibliografía. Sólo el Evangelio y la gracia de Dios en mi oración personal”.

Seminaristas del curso 1965




La revista mensual “Apostolado de la oración”, de Málaga (de dos páginas), era obra suya y, en abril de 2010, escribió esta anécdota recordando aquellos años: “Fue en 1960. Tras los pasos más insospechados y originales, ‘aventuras’ de años, que casi no se pueden imaginar, soy ordenado sacerdote el 18 de abril…, en la Catedral de Guadix”. Un compañero, maduro en años, les pidió a los recién ordenados en la sacristía una frase que expresara sus impresiones. “Él suplió mi respuesta y dijo: ‘Ponemos que mi última Misa sea como la primera’. No reaccioné en el momento. Inmediatamente después, pensé para mí mismo que aquello era estúpido. Porque mi última Misa…, en realidad la Misa de cada día, tiene que ser mucho mejor que la primera. Al cabo de estos 50 años, reconozco haber sido así de afortunado”. En estas frases se resume su vocación. Hace un par de años me contestaba, a un artículo mío que le envié: “Lo que tú me mandas lo leo siempre y encuentro un gusanillo por ser algo tuyo; algo en lo que has puesto, además, mucha alma, y que reflejan esos sentimientos que te hacen ser el que yo conocí...”. Y en otra de sus cartas: “Bueno, ahí llevas mi mensaje en la botella del afecto, buscando encontrarte. Porque esta botella es sólo para ti como destinatario intransferible de mi tiempo y de mi abrazo. Te quiere y recuerda mucho más de lo que tú crees”.
 El 15 de octubre de 2016 conseguimos reunirnos en Guadix cerca de sesenta exseminaristas y tres sacerdotes diocesanos que estudiaron con nosotros. Visitamos las ruinas del Seminario y la Alcazaba (de El Zagal), y comimos en un restaurante. Aquí nos acompañaron el antiguo rector, don Levigildo Gómez Amézcua, y el padre Cantero,  de manera que para la mayoría de nosotros fue un “reencuentro” al cabo de cincuenta años. Muchos de aquellos niños del Seminario estaban ya jubilados y para los padres fue como un reconocimiento a su labor de educadores.


Fachada del Seminario San Torcuato. 2014




Málaga, 6 de enero de 2020. “Querido Leandro: Me voy sosteniendo; la respiración la tengo sólo regular pero no todavía para un ingreso. Se ve que el oxígeno va haciendo su efecto de retardo. De las piernas, muy mal, muy entorpecidas, muy limitado de movimientos. No me decidí este año a ir a Granada en estas fechas. Bonito mensaje el que me envías. ¡Si fuéramos capaces de asimilar todo lo que nos ha ido llegando sobre el tema!... Ya vi las fotos que pusisteis de vuestra convivencia en tu cueva. Me alegro que la podáis disfrutar”. 7 de enero de 2020. Llamo al padre Cantero a la residencia de jesuitas de Málaga y echamos más de media hora hablando. En un momento dado, le pregunto si interviene en el grupo de wasap de los seminaristas y me dice: “Apenas intervengo porque no sé qué poner y no quiero molestar. Yo antes era sociable, pero me he vuelto introvertido. Recuerdo que un padre jesuita me decía cuando yo era joven, ‘siga siempre así porque alegra el comedor’. Yo era muy abierto, me comunicaba mucho. En Guadix, entre el padre Ibáñez y yo armábamos cada zapatiesta, contábamos chistes malos. Pero aquí, en Málaga, el ambiente es terriblemente sensible, no se puede decir esto porque molesta, si digo lo otro lo va a comentar”. Le respondo que es una mentalidad de convento y, si me apura, de habitación, de estar todo el día encerrados en el cuarto. Y me responde: “Sí, es un convento de ancianos, hay mucho individualismo, nos reunimos en el momento de la comida y pongo cuidado de no molestar o de no herir. Piensas que en boca cerrada no entran moscas y estamos callados los cuatro cenando”. Le digo que llevan una vida interior de meditación y al final te contagias, te pones la autocensura, lo suyo sería explayarse cuando se reúnen en la comida. Es una vida monacal de recogimiento y de silencio. “Tengo 85 años, algunos hermanos tienen noventa años y también hay dos jóvenes, pero ellos son muy diferentes a nosotros, tienen otra mentalidad, en cambio, con la gente de la calle me desenvuelvo mejor”. Se queja de que ha ido encerrándose en sí mismo, porque antes era extravertido, pero lo da el ambiente que se respira entre estas paredes. Le cuento que hace unos días comimos en mi cueva varios amigos del Seminario, acompañados de las esposas, yo les decía cuatro tonterías y se reían. A mí en cambio me ha ocurrido lo contrario, antes era introvertido quizá porque no me atrevía a decir lo que pensaba, por timidez o por temor a hacer al ridículo; ahora hago un chiste fácil de cualquier anécdota y consigo que la gente se divierta. Le digo que “la formación que os dan a los sacerdotes os empuja a mirar hacia dentro, os predispone a la soledad, cuando tenía que ser hacia fuera, hacia la gente. Es más feliz el que vive hacia afuera, el extravertido, que el introvertido”. Y me contesta, “Puede que lleves razón”. Se queja de que le cuesta trabajo respirar, sobre todo cuando se mueve, porque ya no le funciona la mitad del corazón, anda con el bastón aunque las piernas le flojean bastante y todos los días dice la misa. Y me dice, “ahora me cuesta trabajo improvisar”.
Noto que está bastante machacado, su voz ahora es quebrada cuando  antes era sonora, y a veces jadea por el cansancio. “En la cena de Nochebuena vinieron unos jóvenes a la residencia e hicieron una fiestecilla, pero en la Nochevieja me acosté a las diez de la noche y el resto de la Navidad aquí ha sido muy plano”. El padre Cantero siempre ha sido un hombre de acción, de llevar muchas cosas entre manos, pero ahora poco puede hacer por lo que  sobrelleva con dignidad estos últimos días de su vida, sin embargo, ahora ha reído varias veces con mis ocurrencias, aunque le cuesta trabajo. Hablar es un placer para él y la conversación nos reconforta, acordándonos de los viejos tiempos y de algunas anécdotas del Seminario.


Los padres jesuitas. 1965







En Guadix era el padre Espiritual y su despacho siempre estaba abierto a todos, era un “jesuita de mesa camilla” que le gustaba escuchar los problemas de aquellos jóvenes seminaristas atolondrados, después, encontraba o no la solución a aquello. Lleva ya muchos años en la residencia de Málaga y ya no hace casi nada porque las fuerzas no se lo permiten. Me he despedido del padre Cantero deseándole un feliz año y que otro día lo llamaré para echar un rato de conversación, pero cada día le cuesta más trabajo respirar y se encuentra más débil. “A ver, hasta que el cuerpo aguante”, me dice, resignado. “Así nos tenemos que ver todos”, le contesto a modo de consuelo. Cuántas veces fui a su despacho del Seminario, a confesarle mis problemas, siempre le escribí cartas cuando estudiaba en los colegios y después nos veíamos cada año en Granada, cuando él venía de vacaciones. Pero, lo que es la vida, ahora él se desahoga conmigo en la soledad de su habitación. El padre Manuel Cantero vio cómo sus hermanos mayores, Antonio y José, fueron muriendo, pero no le concedieron el regreso a Granada donde viven sus dos hermanas. Era padre espiritual, confesor, amigo y sicólogo, aunque no siempre fue comprendido. “Cada día tengo un recuerdo de cada uno de vosotros. ¡Deseo tanto bueno para cada uno…!”, me decía en uno de sus últimos mensajes. Tenía el pelo cano, la mirada clara, la voz amable y caminaba ya algo encorvado, pero él nunca se salía de la norma. Fue un sacerdote enamorado como pocos de su vocación y de su tierra. Toda una época y toda una generación se van con este granadino singular, nacido en el número 33 de la Gran Vía del Azúcar –donde su padre tenía el bufete de abogado–, de manera que la iglesia del Sagrado Corazón fue como un talismán para el padre Cantero: aquí pasó largas temporadas, o paraba cuando venía de vacaciones a Granada; aquí consoló a muchos exseminaristas, que veníamos a visitarlo y a contarle nuestras penas; aquí ofició misas y prodigó sermones, y aquí debió de sentir la llamada al sacerdocio cuando acompañaba a sus padres a la misa de los domingos y correteaba por las calles de este céntrico barrio granadino. Descanse en paz este jesuita bueno, al que vamos a echar mucho de menos.  
El enlace de su blog:  http://apormalaga.blogspot.com/ 



Padre Manuel Cantero y Leandro. 2016



Posdata. Un día después, me siento como si hubiera perdido a un familiar, a una persona querida que conozco desde 1964, con la que desde entonces me he relacionado por carta (conservo un centenar), por teléfono o en las visitas que el padre Cantero hacía a Granada en las vacaciones.














COMENTARIOS DEL GRUPO DE EXSEMINARISTAS. 5/04/2020

Juan Rivas: Realmente esa es la vida y él creo que ha vivido la que realmente ha querido
L.G.: Ya ha dejado de sufrir
Juan Quintana: Estupendo artículo haciendo un pequeño recorrido por la vida del padre Cantero y retrotrayéndonos a nuestra época del Seminario. Ha sido una de las mejores personas que ha pasado por mi vida.
Leandro García: Gracias por el audio y por los detalles que tienes con los demás
José María Laguna: Gracias por este buen recorrido que has traído del padre Cantero
L.G.: Ha sido un guía para quienes lo tratamos
Antonio Nofuentes: Bonito escrito, me he emocionado mucho. Todos estamos sufriendo su pérdida…
L.G.: Cuando lo leo, yo también me emociono, ahora nos daremos cuenta que hemos perdido a un padre…
José María Gallardo: Hermoso recuerdo, Leandro. Muy bien escrito
L.G.: Ya no sufre
Manuel Jiménez: El Superior me responde: su cuerpo ha sido llevado a incinerar y sus cenizas se depositarán en nuestro columbario
Antonio Medina: Gracias, ¿cómo estáis?
L.G.: Cuídate y ya nos veremos
Juan A. Pérez Lao: He leído tu artículo y quiero darte las gracias porque de alguna manera tú, que has estado más en contacto con él, has servido de unión con todos los que recibimos su magisterio. Su recuerdo y su cariño permanecerán siempre en nosotros
L.G.: Él supo unirnos con su sencillez y buen hacer, fue el que nos tocó el interior
Serafín: Si bien mi padre espiritual fue el padre Ibáñez, siempre estuve muy unido al padre Cantero…, que ofició mi boda
L.G.: Los recuerdos nos unen, Serafín
Manel: Un buen artículo para una gran persona…, en el Seminario tuve una relación muy estrecha con él
L.G.: Con humildad y prudencia, él cohesionó el grupo
Cari: Un homenaje por tu parte precioso, tengo mucha tristeza porque para Jesús era muy especial, y a mí me ha acompañado en este tiempo tan difícil con sus conversaciones de guasap…
L.G.: Ha dejado de sufrir y ha quedado su mensaje entre nosotros
Pepe Triviño: Eres un fenómeno, felicidades
L.G.: Ahora al menos no sufre
Antonio Aguilera: Gracias por pasar el enlace
Antonio José Vera: Me encuentro regular, yo esperaba mejorar pero esto va muy lento
L.G.: Cuando pase esto iré a verte
Pepe Huertas: Muy bien, me he acordado de cuando estuvimos allí viéndolo
L.G.: ¿Cómo llevas lo tuyo?
Antonio Montes: He leído detenidamente tu artículo y me ha encantado, sobre todo lo vivido entre ambos, en él describes acontecimientos de la vida del padre Cantero y tú que yo desconocía...

COMENTARIOS DE FACEBOOK

María Fresneda: Una persona importante para ti, seguro nunca la olvidarás, siento su pérdida D.E. P. ánimo amigo. Esperemos que toda esta pesadilla termine pronto y todos salgamos bien de esta...
Leandro: fue un padre y un amigo
Arturo Rodríguez: personas que dejan huella por siempre
LG: son un ejemplo para todos, amigo Arturo
Roberto Balboa: Amigo Leandro:
Me ha encantado tu artículo sobre el padre Cantero, lleno de recuerdos y sensibilidad.
Descanse en paz un hombre bueno.
LG: Gracias, Roberto Balboa. Con su buen hacer y humildad, ha sido el guía para la mayoría de los que pasamos por Guadix
José Correa: DEP
María Purificación Corral: Lo siento mucho Leandro. Ánimo. Otro ángel más en el cielo
LG: Cuando las personas se van es cuando más notamos su ausencia
María Fresneda: Cierto pensamos que siempre los vamos a tener, este es el legado que nos dejan su cariño y enseñanza y a ser buenas persona y cuando nos toque partir que nos recuerden con el mismo cariño
LG: ahora todo son recuerdos, pero es una persona que ha pasado por la vida haciendo el bien y ese el mensaje que nos deja
Chillón Domínguez Pedro: Yo estuve poco tiempo con él, pero lo recuerdo como tú lo describes. Seguro que descansará en Paz.
LG: en tiempos de disciplina, nosotros tuvimos la suerte que el padre Cantero era cercano y sencillo
Antonio José Vera: Tengo muchos recuerdos del seminario, un gran hombre. D.E.P.
LG: ahora todo son recuerdos, pero él ha dejado de sufrir
Purificación Tomás: DEP
LG: gracias por estar siempre ahí
José Antonio Rabaneda: Un saludo paisano. Que descanse en paz nuestro Padre Espiritual. Yo al igual q tú, tuve la suerte de estar unos años con él en Guadix
LG: fue de lo mejor que tuvimos en Guadix y después en estos años. Un abrazo
Antonio Parrilla: Amigo Leandro: Un fuerte abrazo, recibe con él, mi sentido pésame; tal como describes en tu profunda, sentimental y bien escrita entrada; fue un maestro para ti y para todo el que tuvo la gran suerte de conocerle. Bajo mi punto de vista enseñó las lecciones espirituales con amor y sobre todo con humildad; se desprende de lo que nos muestras en tu escrito que, gozaba del amor de Dios y sabía transmitirlo con cariño y sin imposición; soy de la opinión que las creencias y en este caso la Fe son un regalo que el Creador hace a cada uno individualmente, que no debe confundirse con la iglesia; el creyente lo es por amor y no por la disciplina recibida; sea cual sea la religión que practique.
Dicho lo anterior, me queda claro que este maestro “, ha vivido fiel a las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo y no tengo la menor duda de que su espíritu se encuentra disfrutando ya en esa otra orilla junto a Dios. D.E.P. Un abrazo.
LG: cuando nos dejan los buenos maestros, lo mejor que podemos hacer es recoger sus enseñanzas y recordarlos con cariño. Gracias por tus palabras de amigo
Encarna Varón: DEP
Emilia López Monjón: D,E.P. He leído el extracto de su vida y creo que fue una persona digna de conversar con ella. Por cierto Leandro un pariente mío también estudió en Guadix, se ordenó sacerdote el año 71, se llamaba Don Juan de Dios Pérez Martínez, no está ya con nosotros. Murió creo que hace 2 años. ¿No estudiaría contigo?
LG: gracias por leerlo, no me suena su nombre porque era mayor que yo, ¿tu pariente era de galera? De aquí era Domingo, estuvo en el seminario y falleció hace un año
Julián Romo: DEP
Eugenio Sanz Morata: DEP
José Romero Fernández: DEP
Manuel Ortega Company: Leandro: creo que el padre Cantero fue posterior a mi paso por el seminario. Yo conocí como padres espirituales al padre Pertíñez y al padre Castillo. Está claro que la estancia allí me ayudó a formar mi personalidad. Recuerdo los ejercicios espirituales de S.an Ignacio de Loyola que coincidían a principio de curso con la feria de Guadix y mi recuerdo es de gran temor y miedo al infierno. Sin embargo guardo un gran recuerdo del ambiente de estudio, respeto y valores con los que nos formaban, algo que te ayuda toda la vida. Comprendo la influencia de esta buena persona sobre ti. Un saludo… Estuve desde 1955 a 1960. Los profesores de los que me acuerdo: los padres Garzón, Espejo, Morales, Entrambasaguas, Pertíñez, Castillo, etc. Después pasé a la escolanía con D. Carlos Ros.
LG: Entonces conocerías a Juan J. Gallego Tribaldos
Eli Fernández Pérez: es una pena pero así es
LG:  Después del golpe, me siento como si hubiera perdido a alguien de mi familia
Juan J. Gallego Tribaldos: Magnífico y emocionante artículo...



UN MALAGUEÑO RECUERDA AL PADRE CANTERO. 8/04/2020

Buenos días. En primer lugar, perdón por el atrevimiento de escribirle. "Navegando" por la red en búsqueda de noticias sobre el P. Cantero, he encontrado su artículo. Muy entrañable. Desde hace años, solía confesar con el P. Cantero. No puedo decirle que mantenía amistad con él, pero sí me conocía de esos encuentros sacramentales. No imagina el bien que me hizo (hace, pues sus orientaciones no desaparecerán nunca en mí) espiritualmente. No imagina lo bello que era en esta última etapa de su vida, verle a las 7,15 h de la mañana salir de la Sacristía, con andar lento, titubeante, medio encorvado...e ir a su Confesionario, encender la esa luz, que para mí simboliza esa LUZ que Dios quiere poner en nuestras vidas derramando su MISERICORDIA. Iba con su cuaderno, su bolígrafo y si no había nadie que reclamase su atención, escribía (con alguna que otra cabezadita, la verdad sea dicha). Yo, por razones de índole personal y laboral, iba a esa hora. Su perseverancia día tras día, a "esas horas"... siempre lo entendí como un regalo de Dios que lo hacía a través de él, y como un testimonio para algunos sacerdotes que no tienen tiempo para desde el silencio, el ocultamiento, la constancia...sentarse en un confesionario para transmitir lo más grande que el ser humano puede recibir, el AMOR de Dios a través de su PERDÓN. No imagina cuanto lamento la pérdida del P. Cantero. Me he quedado como un "huérfano espiritual". Disculpe toda esta perorata, que no deja de ser un desahogo ante la pérdida (momentánea, en el Reino de Dios espero el reencuentro) de este SACERDOTE. Ruego la privacidad de este correo, lo hago desde el convencimiento de que su amistad y afecto al P. Cantero nos une. Gracias por acercarme aún más al P. Cantero. Ahora él nos ayudará desde su presencia junto al Dios que nos enseñó a amar. Un cordial saludo. 

Buenos días. Acabo de ver tu correo, más que correo electrónico es como una carta  tradicional donde expresas vivencias y sentimientos ante la pérdida del padre Manuel Cantero. Es muy interesante y emotiva la descripción que haces cuando salía de la sacristía para ir al confesionario. En su humildad y buen hacer nos ha dejado el ejemplo de su vida y nos ha entregado el testigo de sus obras. En los últimos días le dije a un compañero que lo íbamos a echar mucho de menos, y así finalizo mi artículo, pero no imaginaba que su muerte me iba a afectar como si hubiera perdido a un familiar. Tú afirmas que te has quedado como un huérfano espiritual y así estamos muchos. Te envío el enlace de mi blog, donde reproduzco el artículo y los comentarios que he ido recibiendo. Si quieres que reproduzca tu carta en el blog (es sincera y natural), sin que figure tu nombre, me lo dices. Un abrazo. 

Buenos días, Leandro. Suscribo sus palabras. Así es, su partida deja un vacío que no es en mi caso algo fruto del momento, sino que perdurará pues su acompañamiento con una simple frase, con una orientación concreta, con un consejo espiritual práctico y  asumible... le hacía (le hace, pues sigue estando presente) muy especial desde la discreción y humildad. No tengo inconveniente en que publique mis palabras, y es simplemente porque el P. Cantero merece desde la sencillez y humildad (como creo que le gustaría a él) ser recordado. Un hombre enamorado del Evangelio. Simplemente, SACERDOTE y JESUITA. Me alegra saber de su cariño hacia él. Mientras yo viva, jamás lo olvidaré e intentaré desde mi miseria, desde mi pobreza espiritual, seguir sus orientaciones para amar y dejarme amar por Dios. Un abrazo para usted. Muchas gracias por sus palabras.


La consagración, en la primera misa 

JAVIER LO RECUERDA ASÍ. 06/04/2020
https://ejerciciosespiritualespadrecantero.blogspot.com/?m=1

El sacerdote Manuel Cantero partió a la Casa del Padre 
En septiembre de 2011 fui invitado por el Padre Cantero a asistir al encuentro nacional del Apostolado de la Oración en Madrid. Y así se fue fraguando esa "larga relación" que el propio Padre Cantero me cito en su penúltimo correo. Durante estos años ha sido mi confesor, mi psicólogo, mi amigo, mi confidente. En el he visto muchos de los frutos de los que habla el Evangelio. He visto su caridad, he visto debajo de una apariencia muy seria a veces, ese lado humano del que sabe también sonreír y contar sus anécdotas con las que hemos reído juntos. Nunca podré olvidar su mano extendida y su gesto de alegría al verme que me transmitía tanta cercanía, no podré olvidar que incluso se abriera a mi para contarme cosas de si mismo, o aquella vez que le visité en el hospital y me dijo: "Yo aunque esté en el hospital me afeito y me pongo guapo porque si no, no soy persona". ¡Como nos reímos!, o cuando andaba mal de las piernas y durante un tiempo me pidió ayudarle en la Misa, dándome su confianza. Los últimos meses de su vida, asistí a todas sus misas de domingo, y al terminar le esperaba en el patio de la casa, para acompañarle hasta el ascensor, pero estos encuentros se convirtieron en bastante habituales, y me hacía a veces un gesto de que nos sentáramos, y hablábamos unos minutos. Conforme se fue acercando el final, me daba cuenta que también le venía bien para descansar en el trecho desde la sacristía al ascensor. Y a mi me servía porque veía que el tiempo se iba acortando y estaba aprovechando la ocasión.

El me contaba como estaba, y yo trataba de animarlo y darle novedades sobre algunos proyectos que teníamos, como el de digitalizar sus cintas de ejercicios para subirlas a internet. Le veía sonreír cuando le decía que habían tenido 80 visitas en un día, o cosas así. Finalmente le despedía a veces diciendole: "Hoy a escuchar Zarzuela", cosa que le encantaba y hacía los domingos como me dijo en más de una ocasión. El Padre Cantero era un amante del Evangelio, pero también de la Liturgia bien hecha, y ejemplar al procurar aprovechar la ocasión para introducir algo de pedagogia: la gota en el cáliz, el signo de la paz, el valor de una comunión bien hecha, el ir a hacia El en la fila, su forma única de recitar el Gloria con aquella pausa que hacía "despeñar", como yo le decía, ante su sonrisa, a los fieles que seguían la carrerilla. Dos espinitas me confesaba últimamente que tenía, y era la gran decadencia en que ha caído el sacramento de la confesión, donde el penitente ha perdido el sentido del pecado, y a veces se producían según el, situaciones casi cómicas en el confesionario, como: " "Pregúnteme usted, Padre". Y otra cosa que no le gustaba nada, era ver la falta de respeto, de llegar tarde a la Misa por ejemplo. El tratar con los jóvenes también se había vuelto una tarea difícil con el tema de las bodas, dado el estado de nuestra sociedad. Podría decir mucho más, pero finalizo dando gracias a Dios por haberlo puesto en mi camino y haber gozado de su sacerdocio y de su amistad, porque una persona que te trata como el me trató, no puede ser nada mejor que un amigo. 





Ordenación del sacerdote Manuel Cantero. Catedral Guadix 18/04/1960



En la residencia de Málaga 11-2018

En la residencia de Málaga, con antiguos seminaristas. 2018

En la puerta del Seminario, septiembre 2016
Aquel patio con su pozo
  
El despacho del padre Cantero
Su despacho en el Seminario
  
El comedor o refectorio
La Alcazaba

Guadix, desde la Alcazaba

El libro que escribió en 2010