jueves, 31 de marzo de 2016

LA PACA, RETRATO DE UNA MUJER EMIGRANTE











Antecedentes familiares: Castilléjar

Nos encontramos en los últimos años del siglo XIX cuando el matrimonio formado por Juan Zambudio Blázquez y la Maria Cánovas Sola tienen fijada su residencia, como la mayoría de los vecinos del pueblo granadino de Castilléjar, en una sencilla cueva, en este caso situada en el núcleo agregado de Los Olivos. De hecho, en aquella época la gran mayoría de los habitantes de Castilléjar vivían en cuevas y muchos de los habitantes actuales todavía hacen servir este antiguo sistema de viviendas ya remodeladas como una residencia normal.

Este pueblo, conocido durante mucho tiempo por Castilléjar de los Ríos, se encuentra situado a unos 28 km de la población de Baza, y en medio de los términos de Huéscar, Benamaurel, Galera y Castril, todos ellos formando parte de la provincia de Granada y cercanos tanto al norte de la provincia de Almería como del sur de Jaén. Como en muchos otros pueblos granadinos, donde los moros estuvieron establecidos unos 800 años, a finales del siglo XVI la mayoría de los habitantes de Castilléjar eran moriscos, con costumbres que perdurarían durante muchos años. Durante los siglos XVII-XVIII diversas migraciones españolas procedentes de tierras del norte llegarían a esta zona i así todavía podemos encontrar apellidos como Iriarte, Vergara, Usaola, Zambudio i otros.

Por debajo del conocido Puente de las Juntas, cercano al centro de la población, se unen dos ríos, el Guardal y el Galera, los cuales ofrecen agua y un paisaje diferente a la zona esteparia que envuelve el pueblo, donde en otras épocas el esparto era el producto local más apreciado. Aparte del núcleo principal, Castilléjar tiene anexionados diversos pequeños núcleos poblacionales i algunos de ellos, como Los Olivos y Los Carriones, con su propia identidad. Otros como la Dehesa, La Dolosa, Los Isidros, Cerro del Cubo, La Sacristía, Los Evangelistas, El Barrio Nuevo, Las Anegas, La Balunca, Los Chorrillos, Santa Catalina, etc, conforman el término de Castilléjar, el  cual durante la década de los años trenta del pasado siglo, tenía una población cercana a los 3000 habitantes y durante el año 2010 mantenía un censo de poco más de 1600 habitantes.

El apellido Zambudio parece ser que procede del pueblo vasco conocido por Zamudio, una población cercana a la ciudad de Bilbao y que una parte de sus habitantes desde mucho tiempo atrás llegaron a las tierras de Murcia y Granada. Consultados diversos archivos y antigua documentación, he podido comprobar que en diferentes pueblos de la zona, como Orce, Huéscar y el propio Castilléjar, el apellido Zambudio aparece en muchos documentos del censo poblacional de los últimos doscientos años.

No obstante, me ha resultado muy difícil conocer la linea familiar de Juan Zambudio Blázquez, por la inexistencia de documentación, tanto de caràcter civil como religiosa, en el pueblo de Castilléjar. De hecho, uno de los efectos de la guerra civil española fue la quema y destrucción de documentos de diversa clase, hecho que también ponen de manifiesto algunos escritores locales como Leandro García Casanova, en su libro “Diálogos en la tierra de los Rios”, publicado el año 2003. Tampoco  José Zambudio Martínez hace  referencia alguna a la procedencia del apellido Zambudio en las dos obras de memorias que ha escrito, quizás por falta de documentación escrita existente en los archivos locales. Sólo por la memoria familiar, sabemos que el padre de Juan Zambudio Blázquez se llamaba Roso Zambudio y que sería conocido con el mote de “el tío culón”.

La Paca y su hijo Miquel. 2010



Parece ser que Juan Zambudio (mi bisabuelo) cuando se casó con la María Cánovas, ya tenía una hija de su primera esposa o pareja. La hija era conocida por Bernardina Zambudio y por tanto sería hermana de padre de la única hija que después tendría el matrimonio y a la que pondrían el nombre de Hermenegilda. Pero por razones que desconocemos, esta última sería conocida siempre, incluso documentalmente, con el nombre de Encarnación y ya después de más mayor, como la “tía Encarna la culona” o la “madre Encarnación”. Tanto es así que los hijos que más adelante tendría Hermenegilda (a partir de ahora la nombraré como Encarnación) Zambudio, todos los que tendrán hijas, les pondrán el nombre de Encarnación a cada una de ellas, con un total de tres: Encarnación Bautista, Encarnación Zambudio y Encarnación Segura, y todas ellas conocidas familiarmente con el nombre abreviado de Encarna, como la misma abuela. Ésta sería tratada por la familia más cercana con el nombre de “madre Encarnación” o simplemente “la madre”, cuando ya sería más mayor y de forma especial durante los últimos años de su vida.

A finales del siglo XIX, las mujeres se casan muy jóvenes, y al poco tiempo de unirse en matrimonio Juan Zambudio y María Cánovas, la hija del primero, Bernardina, se casa y formará también su propia familia. Este segundo matrimonio que tendrá un gran número de hijos (11), pasará fuertes dificultades económicas (hecho bastante generalizado en aquella época y lugar) y ayudados por alguna persona cercana venden todos sus bienes y dejarán Castilléjar haciendo ruta hacia el Brasil. Parece ser que pasado algún tiempo y debido a las dificultades para sobrevivir en aquella tierra bien distinta en lengua y cultura, deciden viajar de nuevo, ahora a Argentina, donde ya habían recabado también algunos habitantes de Castilléjar y donde todavía hoy siguen residiendo muchos descendientes de diversas familias de Castilléjar.

Todas estas informaciones las iba ofreciendo el matrimonio emigrante a tierras americanas en las cartas que enviaban a los padres y que se irían reduciendo con el paso del tiempo, perdiéndose el contacto con la familia que se iría creando en las tierras argentinas. La guerra civil sería un nuevo motivo para perderse  totalmente la relación epistolar y ya la nueva familia española descendiente de Juan Zambudio no tendrá información alguna sobre la familia argentina, como ha ocurrido con tantas familias emigradas a tierras americanas. La bisabuela María Cánovas, conocida con el nombre de la “tia Maria la culona”, enviudaría en los primeros años del nuevo siglo XX y siguió viviendo en la “cueva de los culones”, una cueva existente en el núcleo de Los Olivos y que actualmente tienen en propiedad unos descendientes de la familia conocida por “los Matas”y que ha sido remodelada con los nuevos y modernos sistemas de habitabilidad.

Por nuestra biografiada (datos que expondremos más adelante) sabemos que ella recuerda todavía diversos nombres de algunas familias que vivían en aquella época, como son: Antonia la Mariabuela (tienda única entonces en Los Olivos), Josefa la Cantarera, la Franciscona, los Cepas (el viejo Cepa tenía bueyes para labrar en lugar de mulas como era corriente entonces), el tio Navarrete, Juana la Triste, los Pelaios, Encarnación la Chirivilera, el tio Chete (los Chetes), los Nofres, Angel Navarrete, la María del tio Tomás, el Norberto, el Juan Damián, José el Feliciano, Josefa la Manca, el tio Franciscón, etc...


Este es el primer capítulo del libro “La Paca-Retrat d’una dona emigrant” (“La Paca - Retrato de una mujer emigrante”), escrito en catalán por Miquel Zambudio i Díaz y publicado el año 2012. El capítulo ha sido traducido por el autor.


Gracias, paisano Miquel, por este "sencillo libro biográfico" que es un pequeño homenaje a la persona de tu madre, Paca Zambudio, y donde cuentas las andanzas de tu familia y las tuyas. Como miles de familias andaluzas, tus padres tuvieron que emigrar a Cataluña, recorriendo o peregrinando por Balaguer, Sabadell, Castellar del Vallés y Gerb. La vida del emigrante es dura y por aquellos pagos hay centenares de 'castillejanos'. Lo que he leído me ha encantado y tu madre -hay una foto de ella, de 2010- estará orgullosa de ti. Gracias por haber tenido el detalle de enviarme un ejemplar. La escritura nos redime un poco de la cruda realidad de la vida. 
Un abrazo
Leandro











domingo, 27 de marzo de 2016

DELITOS CONTRA LA PROPIEDAD II


Robo en una vivienda


La sociedad tiene los delincuentes que se merece, Alexandre Lacassagne






Leo en Ideal, del 16 de marzo pasado, que en Granada se ha dado esta sentencia novedosa: los miembros de una banda que se dedicaba al hurto en los comercios, del centro de la capital, había sido condenada mediante 244 sentencias firmes. La investigación de dos años ha sido llevada por la Unidad de Policía Judicial, de la Policía Local. Ésta descubrió que la banda la componían 56 personas, pero tres de ellas (dos mujeres y un hombre, nada se dice de su nacionalidad) habían sido condenadas en el 78% de las sentencias. Los comerciantes del centro se quejaban de que “siempre eran los mismos” y, tras analizar las imágenes de las cámaras, la policía descubrió que los delincuentes vivían en el mismo barrio, tenían edades similares y empleaban la misma forma de actuar. El juez del Juzgado de lo Penal, Número 1, de Granada, acusó a estos tres reincidentes de pertenencia a "grupo criminal dedicado al hurto en comercios”, con las agravantes de reiteración de delitos leves, por los numerosos miembros de la banda  y por el uso de medios tecnológicos y transporte, de manera que la condena ha sido de un año de cárcel, algo mayor de lo habitual. Hay que felicitar a la Unidad de Policía Judicial y al juez, por la sentencia.

Pero uno se pregunta: ¿han  sido necesarias 244 sentencias firmes para que sólo tres ladrones cumplan un año en el talego y que, seguramente, se quedarán en poco más de seis meses? ¿Y las horas que han tenido que dedicar la Policía y los funcionarios del juzgado para esto? Pero, ¿y las veces que habrán robado a las víctimas en un comercio y no los han detenido, ni se ha podido probar nada a esta tropa de 56 elementos?... Recuerdo que, hace dos años, me llamó un familiar diciendo que le habían robado la cartera, cuando se encontraba haciendo cola en la caja de un comercio, de la calle Puentezuelas. Como en la cartera llevaba el carné, la tarjeta sanitaria y varias tarjetas, tuve que ir corriendo al banco para anularlas. Luego hablé con el guarda jurado del comercio, y me dijo: “A veces se llevan el dinero y tiran la cartera en una papelera”. Comiéndome la vergüenza, miré en todas las papeleras de la calle Recogidas, en ambas aceras. Seguidamente, hurgué en las papeleras de las calles cercanas, hasta que encontré una cartera en la calle de la iglesia de la Magdalena, pero sólo tenía la documentación de una mujer. Me fui a la Policía Local a entregarla y aquí me encontré al familiar denunciando el hurto de su cartera.

Con el paso de los meses, me pasé varias veces por ‘Objetos Perdidos’ del Ayuntamiento, pero nunca apareció la documentación. En fin, hay que perder varios días para que te hagan de nuevo el carné, la tarjeta sanitaria, las del banco… El daño tan grande que hacen estos delincuentes a las víctimas y la ridícula condena que les cae. En los comercios tienen muchas cámaras, donde queda grabado el hurto, por lo que sería fácil trincar a los delincuentes. Y tendría que trabajar menos la Policía y el juez, pero no quieren saber nada (fuera del robo de sus prendas) para que no los acusen de delatores y no tener que ir al juzgado. Lo cierto es que los comercios serían los más beneficiados, pues los delincuentes ya no volverían más por allí. Un juez de Madrid prohibió a las famosas ‘bosnias’ que entraran en el Metro, cuando sus numerosos robos eran ya un escándalo. Poco tiempo después, un joven atrevido logró grabarlas mientras le robaban a un turista, en el centro de Granada, de manera que las imágenes de las delincuentes se vieron en toda España y fueron detenidas. 


Hace varios años, vi a un tipo intentando cortar con una cizalla de casi un metro la pitón de una bicicleta, al lado de un centro público. Le llamé la atención, pero el tipo me respondió con toda naturalidad que la bici era suya. Como yo hablaba alto, la gente se congregó por allí y entonces emprendió la retirada. Llamamos a la policía y fue fácil atraparlo por la calle de San Juan de Dios: era un tipo bastante alto, con una gabardina oscura y la cizalla escondida. Tuve que identificarlo desde lejos, ir a Comisaría por la tarde y, dos días después, asistir al juicio para declarar. Fue condenado a pagar unos doscientos euros, que era el valor que le dieron a la bici –había robado varias en otras ocasiones–, pero ya no volvió más por el lugar. La bici era de un joven, casi paisano mío, que vino a darme las gracias, aunque la gente no está por la labor de ayudar y menos para ir al juzgado.

El pasado día 16 venía la noticia en Ideal de que la Guardia Civil había detenido a tres rumanos, a los que acusan de haber robado en doce cortijos, en el término de La Peza, aunque los agentes sospechan que pueden ser también los autores de los robos ocurridos últimamente en Prado Negro. Su modo de proceder: revientan una ventana de la vivienda, con la palanqueta, roban toda clase de electrodomésticos y usan guantes para no dejar huellas. El 18 de marzo detuvieron a tres ciudadanos marroquíes: vivían en Murcia pero se desplazaban a Puebla de don Fadrique, donde robaron en tres cortijos. El dueño de una metalistería me dijo, hace una semana, que están robando mucho por la zona de Guadix por lo que está colocando ventanas a mogollón. Hace unos días robaron en una casa de la Urbanización el Cristo de los Favores (los propietarios vieron a los delincuentes pero lograron huir), también robaron en una vivienda que se encuentra cerca de la calle de San Miguel y en otra, por el barrio de la ermita de San Antón.

Una vecina de Guadix escribe esto en la Red: “A mi padre han intentado robarle, los ha visto porque estaba dentro de la casa y salieron corriendo. Menos mal que puse una alarma, hasta le sacaron una navaja. Eran dos niños, entre 8 y 14 años, si les das una hostia, como son menores, te buscas la ruina”. Como a los menores los robos les salen casi gratis, pues los mandan a hacer las prácticas. Otro internauta avisa: “Pues en Monteverde ya van 3 casas. El mismo sistema. Revientan rejas y entran por la ventana. En Darro y en Fiñana también. En dos semanas (una compañía de seguridad) ha instalado en la zona 39 alarmas, entre ellos yo”. Un vecino se queja: “Yo vivo en la barriada de Fátima, y también lo intentaron hace dos semanas. Y esta es la cuarta vez”. También robaron en el bar del paseo, comenta otro. En la Estación de Guadix se produjo un intento de robo, a primeros de marzo pero, lo peor de todo, es que no ha trascendido nada de esta oleada de asaltos. Del 7 al 12 de febrero, la policía estableció controles por el barrio de Fátima y otros barrios de las cuevas. El 9 de febrero, los vecinos de Beas de Granada se manifestaron delante del ayuntamiento por los numerosos robos en las viviendas que estaban padeciendo. Hace unos días fueron detenidos unos jóvenes, acusados de estos robos. En cambio, en Guadix nadie se manifiesta ni se mueve por lo que, como es natural, los delitos aumentan.


Sin embargo, los datos que ha ofrecido el Ministerio del Interior, en febrero pasado, sobre la provincia de Granada, son bastante optimistas pues “arrojan la mejor tasa de delitos y faltas desde 2004”, a pesar de que los sindicatos policiales y asociaciones de la Guardia Civil vienen denunciando que se encuentran bajo mínimos y que hay un déficit importante de personal. Los datos de la provincia son: el pasado año fueron registrados 32.320 faltas y delitos, con una media de 88,5 denuncias por día (sobre todo en las localidades más pobladas y en el cinturón metropolitano), por lo que las infracciones penales bajan un 5,2% respecto a 2014. El informe dice que el pasado año se denunciaron 1.986 robos en viviendas, con una media de 5,4 por día, lo que supone un 7% menos que en 2014. Los atracos y el resto de robos con violencia también han bajado un 20% en la provincia. Hay que decir que las cifras del Ministerio del Interior no siempre coinciden con la Memoria de la Fiscalía General del Estado, que son más fiables. España se ha convertido en un paraíso abierto para muchos delincuentes y, al mismo tiempo, un paraíso cerrado para miles de jóvenes españoles que tienen que ganarse la vida fuera del país. Los delincuentes saben que hasta cierta cantidad sustraída es falta, y la condena es mínima, aunque las faltas se van acumulando hasta el juicio. Y la Policía está aburrida de detenerlos, un agente decía que un conocido delincuente en Guadix había sido detenido más de doscientas veces. Por esta serie de circunstancias favorables, se les costea robar en España.  

Posdata: está relacionado con el artículo 'Delitos contra la propiedad', publicado el 16 de febrero de 2016



sábado, 12 de marzo de 2016

HISTORIA DE UNA PINTURA



Pintura del Centro Salud Gran Capitán








Hablo con Juan, el celador, y me dice que el Centro de Salud ‘Gran Capitán’ (con anterioridad fue un ambulatorio) tendrá unos cincuenta años. Entonces le explico que yo vivía en el barrio de Fígares, en los años setenta, y venía a este ambulatorio hasta que construyeron el del Zaídín. Juan me dice que la pintura que hay, en la entrada del Centro de Salud, es un lienzo que está pegado a la pared aunque da la impresión de que es un mural. No se ve la firma del autor pero creo que se ha perdido a causa de apoyar la cabeza en el lienzo, pues los asientos están pegados a la pared. Con el paso de los años y la falta de cuidado, el mural se ha deteriorado bastante y en algunos puntos la pintura se ha desprendido. Tendrá unos dos metros de largo por uno de alto pero ahí está en la pared, como un testigo mudo, aunque nadie se fija en él a pesar de que aparecen dibujadas unas gitanas con los niños y las cuevas detrás. Son tipos del Sacromonte, de los años cuarenta o cincuenta del siglo pasado: tres mujeres con faldas largas hasta los pies y con el clásico chal. Una lleva un cesto colgado del brazo, mientras que las otras dos sostienen a sendos niños en los brazos.

En los extremos del cuadro aparecen dos niños, uno está descalzo y el otro sosteniendo una cesta, mientras que en el centro hay una niña con un vistoso vestido amarillo y una rosa cogida en el pelo, calza unas zapatillas blancas y tiene los brazos en jarra. La gitanilla parece que mira a los pacientes y les dice, “¡Ea, que aquí estoy yo, señores!”. Ni por esas. A la derecha de la niña hay un botijo en el suelo y, medio escondida entre dos mujeres se observa una canasta, quizá en recuerdo de los “gitanos canasteros”. En un segundo plano destacan las típicas chumberas del Sacromonte y, más allá, las cuevas aparecen con sus chimeneas. El pintor anónimo las ha dibujado blancas y de forma simétrica e infantil, en contraste con el color ocre del monte sagrado. Sierra Nevada aparece al fondo caprichosamente, sus crestas blancas asoman detrás de las cuevas del Sacromonte, cuando en realidad se encuentra enfrente de ellas –esto me indujo a pensar que eran las cuevas de Guadix, pero allí no existen chumberas–. Se puede decir que el mural es un homenaje al barrio del Sacromonte y está dibujado con un cierto aire infantil.

Juan, el celador,  afirma que hay otro lienzo, de tema árabe, que se encontraba en la pared donde hoy se encuentra su mesa de trabajo (la derribaron hace años para que los pacientes tuvieran mejor acceso), pero que está guardado y en buen estado. “Lo miraré y le echaré una foto para ver si viene el nombre del autor”, me dice. El razonamiento que hacemos es que, en ningún centro de salud de Granada existen estos murales, pues los de Cartuja y del Zaidín son posteriores al del ‘Gran Capitán’, aparte de que tienen un estilo de construcción más moderno. En cuanto al pintor, debió de ser conocido en Granada pues el cuadro es original y algo le pagarían, aunque es de suponer que poca cosa ya que en los años setenta la cultura apenas se valoraba en España. Ahora van a hacer obra en la entrada del centro de salud, pero Juan asegura que al mural no lo tocarán y que seguirá en su sitio.


Había mucha pobreza en el Sacromonte hacia la mitad del siglo XX pero en el cuadro no se aprecia, mientras da la impresión que los personajes están posando a la vez que miran con dignidad y con cierta resignación al espectador. Tampoco transmiten tristeza o cansancio, ni se refleja en sus rostros o en sus vestidos la dureza de la vida diaria del campesino, en medio del paisaje árido de Jaén, como le gustaba retratar a sus personajes el pintor Rafael Zabaleta. Ciertamente, los cuadros del pintor de Quesada tienen más colorido y los personajes son más expresivos.
        
 Esperanza Sandoval, presidenta del Circulo Literario Artístico ‘El Semillero Azul’, de San Juan Despí (Barcelona), lo define ve así: “Una imagen muy representativa de las costumbres gitanas, vestimenta, canastos y esos trajes, Destaca el enrejado de la cesta que lleva la del traje rosa, donde se aprecia muy bien las tiras de caña empleada y el brillo sedoso de la falda. Un tanto pobre y falto de técnica es la imagen de las cuevas que se ven muy repetitivas, pero no deja de tener su encanto. Me gusta la postura agresiva y provocativa de la niña que viste de amarillo”. Otra mujer conoce bien la pintura: “Preciosa, pero está deteriorada. Cuando yo trabajaba ahí traía la guerra declarada a compañeras que le daban unos fregados que ni te cuento”. Y un conocido  dice lo siguiente: “De un tiempo que viví en Granada, visité al practicante en este ambulatorio, hace años el cuadro estaba en muy buenas condiciones y es realmente bonito”.


 Hay quien opina que es una pintura muy básica, y puede que lleve razón, mientras que otra mujer la encuentra atractiva: “Me gusta la imagen de la madre sentada con su bebé y el detalle de las chumberas”. Y sin embargo, lo que más sorprende de toda esta historia es que se ha ido deteriorando ante la indiferencia de todos y, lo que es peor, nadie sabe el nombre del autor. El mural está desde que construyeron el Centro de Salud ‘Gran Capitán’, ante él han desfilado y desfilan miles de personas pero nadie sabe decir una palabra de la pintura. Como si fuera un trasto viejo.  


http://en-clase.ideal.es/opinion-200/2971-


A veces, la sombra viva
de una estampa dibujada
pueden despertar los duendes
de un romance hacía una casta.

En una pared colgado
por donde los años pasan,
        hay un tapiz de colores
en la pared encalada

        en el Centro de Salud
Gran Capitán de Granada.
Luciendo arte y paisaje
esta pintura descansa.

No se sabe a ciencia cierta
quién dibujo  gesto y alma
de esta instantánea calé,
ni se sabe por qué causa.
  
Por ella pasan los ojos,
        lo mismo que pasa el agua
resbalando por los años
mirando sin mirar nada.

Nadie sabe de su autor,
ni se sabe porque causa
es un reflejo olvidado
        en el arte de Granada.

Pasan los tiempos por ella
sin honor al valorarla  
en el reloj infinito
de la indiferencia calma.

Quizá mis versos ayuden
a dar un soplo de alas
a esta estampa colorista
del embrujo de la Alhambra.

Estampa del Sacro Monte,
de pura sangre gitana,
que da ternura y orgullo
en la imagen de una raza.

                       Granada Sandoval.

Gracias, Esperanza Sandoval por la poesía


miércoles, 2 de marzo de 2016

¿TENGO CARTA?


Antiguos carteros de Madrid






Dedicado a los carteros 






Quien no ha vivido en un pueblo, no puede saber el significado de esta frase tan simple. Con qué ansias le preguntaban al cartero, a cualquier hora del día, aunque estuviera comiendo en la mesa: “¡Rafael, que me han dicho que tengo carta…!”. La carta, más o menos, decía así: “Querida madre: Al recibo de la presente, espero que usted se encuentre bien. Por aquí nosotros andamos bien, a Dios gracias… ‘El Pesca’ se pasó el otro día con un paquete de chorizos, no tenía usted que haberse molestado… Y sin nada más que decirle, se despide su hijo que la quiere…”. Quizá todo empezó en 1835, cuando Samuel Morse cambió la historia de las comunicaciones con aquel cacharro del telégrafo, aunque fue nueve años más tarde cuando envió el primer telegrama desde Washington a Baltimore, ciudades que distan entre sí unos sesenta kilómetros: “¡Qué cosas tan grandes hace Dios!”, escribió Morse en el telegrama mientras el mundo se quedó asombrado con el invento.

“Pero, ¿cómo pueden viajar esas tiras de papel por los hilos?”, se preguntaban unos y otros. Y eso que Marconi estaba aún por llegar, con las imágenes debajo de su chistera. El caso es que los mensajes viajaban, como por encanto, a través de los postes de madera y los cables del telégrafo, de manera que la ‘Western Union’ tardó  poco en enviar al paro a los incansables mensajeros del ‘Pony Express’, que recorrían los Estados Unidos de costa a costa a base de relevos de caballos. Con el caballo de hierro y los postes de telégrafos, el paisaje cambió radicalmente en los Estados Unidos, al mismo tiempo que, desde los trenes en marcha, los aventureros disparaban a capricho contra los bisontes y casi exterminan a los indios, confinándolos en reservas.


En España, a principios del siglo XX, los escritores ya se quejaban de que los hilos del telégrafo afeaban el paisaje de los campos y ciudades, mientras que las diligencias y los servicios de postas se abrían paso por aquellos tortuosos caminos carreteros. El primer telegrama se envió desde Guadalajara a Madrid en 1854 y, al día siguiente, la noticia apareció en la ‘Gaceta de Madrid’, el actual ‘Boletín Oficial del Estado’ que ya no se imprime en papel para ahorrar costes. Los artículos se omitían en los telegramas y, en vez de los signos de puntuación, se ponía ‘stop’, porque esta palabra salía gratis. De manera que han deformado el lenguaje, como los SMS de ahora: “Viaje bien stop Saludos stop”. Aquellas románticas tiras de papel blanco, pegadas sobre una octavilla azul, llevaban casi siempre una mala noticia: muerte o enfermedad grave de un familiar, y de ello nos han quedado abundantes testimonios en el mundo del celuloide. En cambio las buenas noticias escaseaban, de manera que recibir un telegrama en los años sesenta era como para echarse a temblar.

El cartero antiguo en Lanzarote



Sin embargo, los tiempos cambian que es una barbaridad y, el dos de febrero de 2006, la poderosa ‘Western Union’ dejó de prestar el servicio de telegramas. Aquí, en España, en el 2005, se enviaron solamente 51.766 telegramas, es decir, un 140% menos que el año anterior. Pero es que un telegrama costaba entonces como mínimo 7,28 euros, aunque daba derecho a escribir hasta 50 palabras. Demasiado caro. La red de telégrafos decayó mucho en 1980, pues los robos de los hilos telegráficos de cobre eran frecuentes por lo que fueron sustituidos por los radioenlaces. En los noventa llegaron las comunicaciones por satélite de manera que agilizaron mucho la transmisión de datos. Al comienzo del siglo XXI la red de postes e hilos había desaparecido por completo.

La culpa de todo este desastre también hay que achacársela al correo electrónico –que todavía es gratuito– y sobre todo a los mensajes de wassap por el teléfono móvil. Éstos son los avispados nietos del telégrafo y, por tanto, tataranietos de la carta. Y como es natural, las cartas también han acusado el casi monopolio de los mensajes por los móviles. En el 2004, según Correos, los granadinos enviamos cuarenta millones de cartas y, a cambio, recibimos algo más de cien millones. Casi nueve millones más que el año anterior. Esto supone que, en los buzones granadinos, se repartieron 409.000 cartas diarias quitando los días festivos y feriados, como se decía antiguamente. Correos se privatizó, creo que en 2003, porque no era rentable aunque aseguraba que una carta tardaba un día en llegar a la misma localidad, dos días si iba dirigida a un pueblo de la misma provincia, y tres días a cualquier lugar de España. 

Felicitación navideña











“¿Para qué vamos a esperar varios días en recibir una carta, si el correo electrónico y el wassap son casi instantáneos?”, es la pregunta que nos hacemos todos. Pero la ilusión que nos hace abrir una carta de un amigo o de un familiar, con su sello matado, no nos lo da el impersonal y frío correo electrónico del ordenador. Ya nos lo advertía Pío Baroja, cuando al comienzo del siglo pasado los vehículos iban sustituyendo a las viejas caballerías: “Lo que el progreso te da con una mano, te lo quita con la otra”. Siempre recordaré a aquella mujer, con su chal y toda vestida de luto, a quien Rafael, el cartero le había entregado una carta. La pobre no sabía hacer la o con un canuto, pero se acercó a la cueva de su vecina y le dijo: “¡Hazme el favor, ‘mujé’, que he tenido carta de mi Quico!”. Nos queda el pequeño consuelo de que, todos los años, la Biblioteca de Cúllar celebra el ‘Certamen Literario de Cartas de Amor y Desamor’.

Posdata: este artículo lo publiqué en marzo de 2016.