domingo, 27 de noviembre de 2016

70 ANIVERSARIO DE MANUEL DE FALLA



















El compositor Manuel de Falla murió en Alta Gracia (Argentina), el 14 de noviembre de 1946, pero el setenta aniversario de su muerte ha pasado casi desapercibido en España,  para que todo siga igual. Con el IX Festival Manuel de Falla, de cerca, el 29 de octubre comenzaron en Granada los XXII Encuentros Manuel de Falla y se extenderán durante todo el mes de noviembre, con talleres, conciertos y exposiciones de pintores en diferentes centros de Granada. Este mes, además, es el centenario del estreno de Noches en los jardines de España y de la muerte de Enrique Granados, amigo íntimo del compositor, así como del 140 aniversario del nacimiento de Falla. La Alianza Francesa de Granada y la Fundación Archivo Manuel de Falla han organizado la exposición Manuel de Falla y París –desde el 20 de octubre hasta el 24 de noviembre–, en la Biblioteca de Andalucía que, junto con la Biblioteca Provincial, colaboran en la exposición. Ésta ha sido de libros, documentos, carteles de estrenos de óperas, billetes de tren, carnés de socio de la Biblioteca de París y de alguna sociedad de música, casi todo en idioma francés. También se expusieron fotografías del compositor gaditano, durante sus estancias en la capital francesa, así como fotos dedicadas de Ravel, Picasso, Stravinki y otros. Se ha completado el evento cultural con la celebración de un ciclo de Cine, música y poesía y de un concierto de piano. En Cádiz y Córdoba están haciendo también algunas actividades y conciertos, recordando la figura de Falla, pero en un plan bastante discreto.

En sus comienzos, Manuel de Falla compuso la ópera La vida breve –una evocación musical de Granada– y ganó el primer premio de un concurso, que fue convocado por la Real Academia de Bellas Artes, de San Fernando. En 1907, se marchó a París y dos de los mejores compositores franceses, Claude Debussy y Paul Dukas, le ofrecieron su apoyo. Allí también entabló amistad con los compositores Maurice Ravel y el español Isaac Albéniz. En París estuvo residiendo hasta 1914, donde fue componiendo Cuatro piezas españolasSiete canciones populares españolasTrois mélodies y, sobre todo, Noches en los jardines de España, para piano y orquesta, donde se aprecia la influencia del impresionismo de Albéniz. En enero de 1914 se estrena la ópera La vida breve, en el Teatro Nacional de la Ópera-Cómica de París. Pero en ese año comienza la I Guerra Mundial y Manuel de Falla se ve obligado a regresar a España, aunque realizó frecuentes viajes a París con motivo de estrenos e interpretaciones. En una carta de 1923, dirigida a su amigo el pintor Ignacio Zuloaga, le dice: “Para cuanto se refiere a mi oficio, mi patria es París”.

Noches en los jardines de España fue una pieza concebida a raíz de los dibujos que Santiago Rusiñol le mostró al compositor. “Es una obra que revela claramente, a partir de un punto de vista particular, el dualismo inherente al temperamento y a la conciencia españoles y, por lo tanto, al arte español. La partitura contiene, como quizá ninguna otra, los polos gemelos del encanto moro y de la sensualidad del idealismo intelectual gótico. Los arabescos flotantes, la calidez nocturna y la poesía emotiva se complementan perfectamente con la hermosa arquitectura de la Alhambra”, escribió James Burnett. En 1914 Falla regresa a Madrid, donde se estrenan sus partituras más célebres: la pantomima El amor brujo y el ballet El sombrero de tres picos, que compuso para un encargo de los Ballets Rusos, de Serge de Diaghilev. También es de esta época la Fantasía bética para piano. En 1925, Manuel de Falla estrenó en París El amor brujo. En 1928 fue condecorado, por el Gobierno francés, con la cruz de Caballero de la Legión de Honor, mientras que en 1935 fue elegido miembro de la Academia de Bellas Artes del Instituto de Francia

A comienzos de 1922 fija su residencia en Granada, en la Antequeruela Alta, número 11, y hace amistad con el joven poeta Federico García Lorca. En 1924, ambos organizan el Concurso de Cante Jondo, junto al restaurador de la Alhambra, Hermenegildo Lanz, y otros miembros de la Tertulia el Rinconcillo, en el Patio del Aljibe, de la Alhambra. El concurso lo ganó el Tenazas y se dio a conocer el que sería célebre cantaor de flamenco, Manolo Caracol, que entonces era muy joven. Poco después de acabada la Guerra Civil, Manuel de Falla se exilió en Argentina. Hace años leí una carta de un amigo del compositor, donde recogía aquellos duros momentos en que abandona para siempre el carmen y Granada. El compositor se lleva lo preciso y un vehículo está esperando a la familia, en medio de la triste y dolorosa despedida. Durante el exilio, se solidarizó con los intelectuales republicanos que tuvieron que marcharse de España: Manuel de Falla renunció a los derechos de autor debido a que el franquismo se los bloqueó a los intelectuales. El Gobierno de Franco le ofreció una pensión si regresaba a España, pero Falla, un hombre austero y religioso, vivió gracias a la ayuda de algunos mecenas. Cuando fallece, en 1946, la embajada española con la autorización de su hermana trasladó sus restos a Cádiz, en contra de la voluntad del compositor. Está enterrado en la cripta de la Catedral.



En cuanto al estilo de Falla, se puede decir que es una mezcla del nacionalismo folklorista y de la escuela francesa, adobado con temas, melodías y ritmos andaluces y castellanos. Alfredo Aracil lo definió así: “No sólo las enseñanzas de su maestro, Felipe Pedrell, o la admiración que profesaba por sus amigos Debussy, Ravel, Albéniz o Stravinski formaron parte del mundo de Manuel de Falla (…). No sólo el París antirromántico de principios de siglo, también el romanticismo germano o la música medieval estaban en su cabeza. los cancioneros españoles del siglo XV, la polifonía de Tomás Luis de Victoria, Cristóbal de Morales o Palestrina, los cánticos de la liturgia bizantina, las sonatas para clave de Scarlatti o el piano de Chopin, la música de Beethoven, Wagner, Mahler, Grieg, Mussorgski; todo ello es también parte de un universo musical tan amplio como la cultura y la curiosidad que delatan su correspondencia y apuntes en libros y partituras que fue estudiando a lo largo de su vida (…), como las canciones populares catalanas tejidas por Falla en su descripción sonora de El incendio de los Pirineos en Atlántida…, una referencia geográfica, como es la autocita de un breve fragmento de El amor brujo para señalar la llegada de Hércules a tierras de Cádiz. La inconclusa La Atlántida es el mejor compendio del universo de Manuel de Falla…”.

En Granada se ha conservado el carmen de La Antequeruela, donde vivió, hoy convertido en museo, junto a la Fundación Archivo Manuel de Falla. Aquí guardan parte de su biblioteca, libros, partituras y anotaciones. También, en Alta Gracia han convertido en museo la casa donde vivió. El compositor gaditano dejó escrito: “La música es el arte más joven. No hacemos sino comenzar”. Sin embargo, habrá que pensar que el mejor compositor español se merecía algo más en el setenta aniversario de su muerte. 

sábado, 19 de noviembre de 2016

EL VICIO DE LEER PERIÓDICOS






‘La Codorniz’ fue una famosa revista que se editó en tiempos de Franco y durante varios años de la Transición, hasta que desapareció como tantas otras publicaciones. En 1968 valía 10 pesetas, mientras que en 1975 había subido a 30 pesetas. Fue la decana de la prensa humorística y en la portada venía este famoso eslogan: “La revista más audaz, para el lector más inteligente”. ‘La Codorniz’ fue multada en numerosas ocasiones por la censura y alguna vez secuestrada, por lo que sus colaboradores tenían que hacer malabarismos escribiendo, con el fin de evitar la tijera de los censores. Entre sus directores destacan Miguel Mihúra, el escritor Álvaro de la Iglesia, Cándido... Y entre sus colaboradores figuraron Chumy Chúmez, Miguel Gila, Forges, Antonio Mingote, ‘el Perich’, Máximo, Pitigrilli, etc.

La revista publicó un artículo, con el seudónimo de Vivillo, en octubre de 1975, donde explicaba los secretos “Para entender el periódico”. Aseguraba que, cuando el periódico dice, no van a subir la gasolina y la leche: hay que entender que van a subir la gasolina y la leche. Cuando dice, en la CEE un periódico vale unas quince pesetas: es que va a subir el periódico. Excelente cosecha de patatas: pues van a subir las patatas. Pésima cosecha de trigo: va a subir el pan.

Cuando el periódico anuncia que sube el agua, es que va a subir el vino. Que la epidemia no presenta caracteres preocupantes: es que los médicos están muy preocupados. Hay un nuevo brote de rabia, pues van a morir miles de perros. Subió el coste de la vida un 1,33%, pues, hay que entender que subió la cosa un 13,3%. Las temperaturas, al menos, permanecerán estacionarias: las temperaturas también van a subir. Que en la TVE, a las 21,30 horas, echarán una película interesante: pues, a las 21,30, será sustituida por una película tontorrona. Hay que tener en cuenta que esto se escribió en 1975, año en que murió el dictador Franco, y entonces no había libertad de prensa sino que estaba vigente la famosa ‘Ley de Prensa e Imprenta’ de Manuel Fraga, que daba cierta libertad pero imponía fuertes multas y, cuando la cosa era de mayor envergadura, secuestraba la publicación.

 Hará unos quince años, saltó la noticia en el Reino Unido de que los huevos de algunas granjas estaban contaminados y producían enfermedades a quienes los consumieran. Los países de la Unión Europea tomaron las medidas oportunas y alertaron a la población, pero el ministro del ramo en el Reino Unido, para que no se hundiera la producción de huevos, salió en la televisión negando los hechos y diciendo que se podían consumir sin ningún peligro. El resultado fue que tres británicos murieron a causa del consumo de huevos. El Gobierno pensaría: ¿Qué nos importa que haya riesgo para las personas, si logramos que no se hunda la producción?

Lo único que consiguieron fue salvar las ventas durante unos días más, pero, a costa de la vida de unos ciudadanos. Si ocurriera esto hoy en una democracia occidental, el ministro tendría responsabilidad penal por engañar a sabiendas, además de poner en riesgo a la población. En España fue peor, con el “aceite de la colza”, a comienzos de la Transición. El ministro de Sanidad, Jesús Sancho Roff, calificó la alarma que generó como “un bichito”, para que la gente no dejara de consumir aquel producto hecho de mezclas de aceites de oliva y del que usaban para los automóviles. El resultado fue que fallecieron unas veinte personas y resultaron incapacitadas unas mil y pico. La intención de Vivillo con su artículo era avisar de que las noticias que salen en la prensa, no siempre son fiables ni están contrastadas, y más en aquella época en que no se podían publicar las noticias que eran previamente censuradas por el Régimen. Hoy los medios procuran no caer en el descrédito que les supone dar una noticia falsa y, lo que es peor, tener que ser denunciados en el juzgado por los perjudicados.

También se da mucho el caso de una persona que lee un periódico al día y permanece siempre fiel al mismo, podemos deducir que su vida transcurrirá sin grandes sobresaltos y hasta es posible que disfrute de una larga jubilación. Estará bien informado y, si es algo crédulo, creerá todo lo que le dicen. Esta persona siempre estará mejor informada que la que sólo ve las noticias por televisión. Ahora bien, cosa diferente es cuando se leen dos periódicos al día y se comparan las noticias. Entonces uno ya no sabe a qué carta quedarse… ¿Quién está diciendo la verdad? He ahí el dilema. Tendrá que ser un lector avisado y con fundamento, si quiere descubrir los gazapos. Los médicos aconsejan que, si uno quiere evitar problemas de subidas de tensión o de infartos cerebrales, se debe de leer el periódico afín, esto es, el de sus amores.

Leer más de dos periódicos al día es nocivo para la salud, aparte de la miopía y de los sofocos que pueden generar. Para estos casos, recomiendan siempre llevar una vida tranquila y leer sólo la letra gorda, que suele venir con estos titulares o parecidos: “Pablo Iglesias promete que si llega al poder subirá el salario mínimo y aumentará el gasto social”. Y entonces volvemos a lo mismo, a lo que ya nos avisaba Vivillo al principio: pues, que a otro día sube el pan veinte céntimos. “Rajoy promete que, si lo dejan gobernar, bajará el IRPF”: a otro día, la Unión Europea le recuerda que tiene que hacer un ajuste de 5.000 millones de euros para equilibrar el déficit. A Pedro Sánchez se le ocurrió decir que tenía un plan (un pacto secreto con Podemos y los independentistas para gobernar): a los pocos días, la plana mayor del PSOE le montó un congreso y Pedro se quedó sin plan. Y así nos hemos pasado todo un año, oyendo en la prensa, radio y televisión que si Pedro decía que “no es no” y que Rivera quería ser su pareja. Y ahora nos espera otro año, oyendo en los medios las sandeces y los disparates que suelta el impresentable de Donald Tramp. Digo yo que este tipo tendrá que adaptarse al mundo, y no que el mundo se adapte a él.

Hace poco, un amigo me comentaba sobre una emisora de radio: “Cuenta las noticias de forma parcial”. El caso es que yo también pensé lo mismo de la emisora que él escuchaba. El tema va así: una emisora es afín al socialismo, ya que los gobiernos autónomos socialistas invierten su buen dinero en publicidad, de manera que lo suyo es darle palos a la derecha, por sistema, y hacerle propaganda a la izquierda. La otra cadena es afín a la derecha y ocurre tres cuartos de lo mismo, pero al revés. Y algo parecido se puede decir de otros medios de comunicación. En Alemania, Francia o Reino Unido los medios son independientes de los partidos políticos, pero en España algunos más bien son dependientes, sea porque dependen de la publicidad o bien porque son de ideología afín. Yo suelo oír varias emisoras de radio y cada una ofrece a veces una versión diferente de los hechos, o te va vendiendo la burra.

Se cuenta la anécdota de un ministro de Franco, que le estaba diciendo al público lo bien que se vivía en España y un ciudadano le interrumpió: “Pues yo he viajado por España y no es como usted dice”. Y el ministro, ni corto ni perezoso, le espetó: “Pues, viaje usted menos y lea más los periódicos”. Vivillo no iba descaminado.

http://en-clase.ideal.es/2016/11/19/leandro-garcia-casanova-el-vicio-de-leer-periodicos/

sábado, 5 de noviembre de 2016

"CUEVAS", DE GIANNA BONACINI








Por el olivar venían, bronce y sueño, los gitanos. Romance de la luna, luna. F. García Lorca



La fotógrafa italiana, Gianna Bonacini, publicó el libro Cuevas. Hombres, campos, ciudades, en el año 2002, que fue editado por el entonces Centro de Investigaciones Etnológicas ‘Ángel Ganivet’, de la Diputación de Granada. El libro lo compré en 2010, en una librería de viejo de Granada, por seis euros. Gianna lo cuenta así: Descubrí el mundo de las cuevas de Guadix como una turista cualquiera. Según la guía turística que estaba leyendo, en Guadix había un asentamiento de cuevas: ‘Éstas conservan todavía los trazados y la función original de vivienda. En la actualidad habitan unas dos mil personas, en su mayoría gitanos, integrados en el resto de la población andaluza’. Llevada de la curiosidad, la italiana se introduce en el Barrio de las Cuevas y entonces se ofrece a sus ojos un espectáculo extraño e insólito: casas hundidas y encastradas en la roca de arcilla de un paisaje seco. Extrañas, pequeñas torres blancas, son las chimeneas de las casas.

Sigue diciendo: Me presento, explico mi curiosidad… Su primera reacción es de estupor, casi divertido. ¿Por qué esta curiosidad por parte de una extranjera? ¿Qué hay de extraño en vivir aquí? En aquellas gentes sencillas y humildes, con el rostro cuarteado por el sol, Gianna encuentra hospitalidad y le enseñan las cuevas, mientras que ella teme violar la intimidad, ese espacio tan íntimo y personal. Una cuevera le explica que, cuando nace un niño, se construye una nueva habitación excavando más en el interior de la tierra. Tony, otra accitana, le dice que, viviendo en las cuevas, nunca ha tenido la necesidad de tener una puerta, la vida en las cuevas se desarrolla en gran parte en el exterior o en la cocina y las habitaciones sólo sirven para dormir. Los motivos religiosos destacan sobre cualquier otro y los más vistosos son los altares: grandes, llenos de velas y flores. Algunos de ellos se ceden de casa en casa, cuenta Tony. Es una antigua tradición y es como una relación fraternal que une a las familias.




A Gianna Bonacini le sorprende que muchos vecinos se dejaran fotografiar con júbilo, con una alegría interior contagiosa: mientras se entregaban al objetivo, manifestaban su felicidad, recuerda. También le llamó la atención los grandes retratos que cuelgan de las paredes, generalmente son de los difuntos de la familia, o de miembros actuales, pero cuando eran jóvenes. Sin embargo, lo típico de las cuevas son esas fotos antiguas, con el gorro de legionario, de cuando los abuelos estaban haciendo el servicio militar. En la época de nuestros padres, a los ancianos se les tenía más consideración y de ahí los retratos grandes, aunque esta tradición todavía se conserva en muchas cuevas. El mejor sitio en la mesa, en la chimenea y en el recuerdo era para los ancianos, lo propio de la familia patriarcal, y entre los gitanos destaca la figura del patriarca. Sin embargo, hoy el clan familiar ha ido perdiendo importancia y, en los pisos normalmente viven los padres y los hijos, de manera que los cuadros con fotos familiares son más pequeños mientras que en las paredes se suelen colgar pinturas.



Gianna Bonacini hizo fotos de una familia comiendo, de pie y alrededor de la mesa; de una novia sonriendo, entre las cortinas de encaje, a la entrada del dormitorio iluminado, por lo que da la impresión de que la novia sale de la oscuridad; fotos de algunas tumbas de la familia, excavadas en la cueva. Aquí se produce una identidad entre la cueva y la tumba, como hace dos mil años solían hacer los iberos, que enterraban a los familiares en un agujero hecho dentro de la choza. Esa abuela gitana que mira de frente a la cámara, mientras su imagen se refleja en el espejo de la cómoda del dormitorio, que se encuentra repleta de retratos de familia, lo mismo que la paredes, donde cuelgan también los utensilios de bronce. Fotografías de niñas, vestidas de primera comunión; de una novia bajando de la cueva, que viene acompañada de la familia y va camino de la iglesia. Nadie mejor que esta fotógrafa italiana ha retratado la intimidad de estas familias gitanas, en la cocina y en el dormitorio de la cueva; los niños jugando a la pelota o al corro de la patata, en la placeta; el cuevero encalando la fachada; el viejo sentado a la puerta de la cueva, en la silla de anea; la abuela con el nieto en brazos; paisajes de las cuevas de Guadix…

Se produce un cara a cara, una charla entre las familias de cueveros y Gianna: ella transmite confianza y los vecinos se muestran tal y como son en su hábitat. El resultado es la naturalidad con la que salen retratados. La fotógrafa italiana percibe el contraste entre las antiguas costumbres y lo moderno: al lado de las blancas chimeneas morunas sobresalen las antenas de televisión, o que algunas cuevas disponen ya de baños y cocinas con azulejos. Tony asegura que una vez la gente vivía en las cuevas por necesidad. Hoy es cada vez más una elección. El sentido de vivir aquí no es el de privarse de ciertas cosas, sino el de tener algo más, algo que en un piso de ciudad no tendrías jamás. La reclusión de ti misma, la tranquilidad.





Este magnífico libro de fotografías, en blanco y negro, apenas es conocido en Guadix, yo tuve ocasión de enseñarlo a varios vecinos de Los Baños de Graena y dos mujeres se vieron por primera vez en las fotos donde ellas salían, con motivo de una boda. ¡Guadix, cuántas veces olvidado por la Administración, a la vez que sus gentes olvidan las obras buenas que se editan sobre esta tierra dura y reseca, sobre este semidesierto que dan lugar las cumbres de Sierra Nevada, pues no dejan pasar las nubes para que descarguen la tan ansiada lluvia. En los agradecimientos, Gianna Bonacini menciona a Torcuato Hernández Pérez y a su esposa María…, y a todos los amigos que he encontrado durante mi maravilloso ‘viaje’. Gracias a Torcuato pudo entrar en las cuevas, mientras que él regresó a lugares que no visitaba desde mucho tiempo atrás y se reencontró con personas, familiares y amigos. La italiana visitó las cuevas en tres ocasiones y así describe aquellos momentos: Cada vez que me iba, Torcuato y su esposa lloraban. Cada vez que regresaba, me abrazaban como a una hija.

La mayoría de las fotografías fueron hechas en Guadix, y las restantes en Benalúa, Belerda, Paulenca, Purullena y los Baños de Graena, entre 1995 y 1998. Guadix tiene una deuda pendiente con Gianna Bonacini y no sería mala idea que el Ayuntamiento, o alguna entidad privada, montara una exposición con fotos del libro, invitando a la autora italiana. Para ella sería un reconocimiento a su excelente labor y, para los accitanos y vecinos de la comarca, un descubrimiento y un  motivo de orgullo pues retratan a las personas en el interior de las cuevas, en los años noventa, con las clásicas fotos de la mili o de los nietos, con esos tipos con gorra y esas ancianas, de los que muchos ya fallecieron. Si tus fotos no son lo suficientemente buenas es porque no te has acercado lo suficiente, aconsejaba el fotógrafo húngaro Robert Capa. De Gianna Bonacini se puede decir que, no sólo entró e iluminó las cuevas con su cámara, sino que retrató el alma de los gitanos y vecinos de la comarca de Guadix. 





Respuesta a Antonio Martínez Lorente:
Vaya mérito el de esta fotógrafa italiana y el poco reconocimiento