lunes, 28 de diciembre de 2015

LA VIDA EN NEGRO



Dibujo de Papá Noel








Expongo algunos casos que ocurren a diario, en esta España nuestra, con toda la normalidad del mundo. Hace poco me pasé por el servicio técnico de la casa Philips, en Granada, a comprar un rodillo para la afeitadora pues el que tengo se ha deteriorado. “Ahora vienen tres rodillos en un paquete”, me advierte el empleado. “Pero, si yo solamente necesito un rodillo, y hace un año y pico me vendieron uno solo”, le contesto un tanto sorprendido. “De eso hará más de un año”, me aclara el dependiente. “Bueno, ¿cuánto valen?”. “Treinta euros”. “¿Treinta euros?”, repito mecánicamente, “pero si la afeitadora me costó eso, unos treinta euros”. Y el del mostrador me responde: “No creo, porque nosotros la vendemos a cuarenta y cinco”. Esto me convenció un poco, pagué mis treinta euros por tres rodillos y me fui haciendo cruces, por lo ladinos que son. Al día siguiente pasé por delante del escaparate de una tienda de electrodomésticos y el precio de la afeitadora marcaba treinta y cinco euros. Entonces pensé, por cinco euros más hubiera comprado la afeitadora Philips. En este caso se juntan el fraude, el engaño y el abuso, por parte del servicio técnico. No te venden un rodillo, sino tres y al precio de la afeitadora. Es como el timo de la estampita pero con envoltorio.

Un banco ofrece un fondo de inversión con la siguiente rentabilidad: el primer año y el segundo abona el 1% de interés; el tercero y el cuarto año, el 2%; y el quinto año, el 3%. Pero pone una condición: si las acciones de tres empresas extranjeras (que cita) “en la fecha de observación anual se encuentran igual o por encima de su valor inicial”. Esto y jugar a la lotería de Navidad es lo mismo, peor aún, es tomar por idiota al cliente. Otro banco anuncia un depósito al 0,40% de interés, más del doble de otro banco que sólo ofrece el 0,18%. Ahora bien, el primer banco te descuenta cada seis meses 29 euros por el mantenimiento de la cartilla, más 0,60 euros por apunte. Al final, el interés viene a ser prácticamente el mismo en ambos bancos, aunque el primero utiliza el señuelo del 0,40%. Esto se llama publicidad engañosa.

El viernes, 27 de noviembre, en España no se oía otra cosa que el ‘Friday Black’ en los noticieros de las televisiones y radios. Los comercios hicieron ese día descuentos de hasta el 40 y 50%... Es una tradición de los norteamericanos y aquí por lo que se ve la han importado hasta con el nombre en inglés. Y ¿por qué no lo llaman ‘Viernes Negro’, para que nos enteremos todos? Hasta en Guadix los comercios anunciaban el ‘Friday Black’ en los escaparates y con grandes descuentos. Pero es que, el lunes siguiente, era el ‘Cyber Monday’, otro día de grandes descuentos en los comercios, que aprovechan el tirón para hacer ventas. Esto ya era la leche. En los años cuarenta, los comerciantes idearon la 'Semana del Duro', todo a duro, que fue la precursora de las famosas 'Rebajas'. Ahora, para rascar el bolsillo de los españoles en medio de la crisis, han importado el invento de los americanos, vamos a ver. ' Hace unos años, trajeron a España el Papá Noel de los países del Norte y así nos estamos olvidando de nuestros tradicionales belenes. Es ya una costumbre colgar en la ventana a un Papá Noel, con un saco a la espalda, como si fuera un mono trepando.


 Luego vino el ‘Halloween’ –los jóvenes y mayores se visten como los indios de las praderas–, otra ‘americanada’, al mismo tiempo de que nos olvidamos de que a primeros de noviembre debemos de honrar a nuestros difuntos. Me pregunto, ante tanta horterada, ¿vamos a renunciar los españoles de nuestras tradiciones seculares, las que nos transmitieron nuestros padres y abuelos, para importar ‘americanadas’ sin sustancia? ¡Qué falta de personalidad! Los españoles siempre consideramos que todo lo que viene de fuera es bueno y lo nuestro es inferior y hay que desecharlo. A ver si los ingleses o franceses renuncian a sus tradiciones, para imitar a los yanquis. Ya sólo falta que el año que viene celebremos también el ‘Día de Acción de Gracias’, y nos comamos un pavo al horno, y de paso podíamos celebrar la ‘Fiesta del Cordero’, como los musulmanes. Entre los Halloween, los papá Noeles y los fridays o tarjetas black nos estamos americanizando como los Oklahoma.  ¡Ay, si Berlanga nos viera! Iba a sacar de nuevo a Pepe Isbert y a toda la tropa, con el cojo, cantando de nuevo: “¡Americanooos, con alegría! ¡Olé mi madre, olé mi suegra! ¡Viva el tronío!...”.


Hace un par de años, fui a una librería a recoger dos libros míos que había dejado para vender. El librero me abonó un libro vendido, pero del otro me dijo que el antiguo dueño de la librería –se la había comprado recientemente– no se lo había pagado a él. Esta fue la excusa de mal pagador que me dio el librero, y con sablazos por el estilo iba haciendo caja. Hoy se dedica a presentar libros de escritores en su librería y da el pego de que va promocionando la cultura en Granada, cuando en realidad vive a costa de la cultura. Hace unas semanas, el periodista Miguel Ángel Aguilar fue despedido de ‘El País’ porque se quejó públicamente de la censura que impone el diario madrileño. Esto me hace tener en mayor estima al periodista despedido. Miguel Ángel colabora también con la Cadena SER, en el informativo de las 14:30 horas. En su ‘Telegrama’ le dedica unas palabras al personaje del día, donde normalmente lo critica. Pues bien, cuando la juez Alaya abrió una causa por los Eres a los expresidentes Manuel Chaves y José Antonio Griñán –ahora se les llama investigados, en vez de encausados o imputados, porque suena muy mal para sus señorías–, al día siguiente Miguel Ángel Aguilar le dedicó el ‘Telegrama’ a Monago, el entonces presidente de la Junta de Extremadura. No sé si lo hizo porque encartaba y ya venía en el guión, o porque es conocida su buena amistad con Chaves. Feliz Navidad.

Publicado en el semanario especial de Navidad, de WADI-AS, 



sábado, 19 de diciembre de 2015

RECUERDOS DE NAVIDAD






En la madrugada del día 13 de diciembre de 2015, tuve unos sueños de pesadilla. Resulta que estoy con mi madre en un hospital de Granada –ella falleció en febrero de 1995–, el ascensor marca ya la planta -15 y en la siguiente nos bajamos, creo que indicaba la letra P. Mi madre y yo estamos muy preocupados porque estamos a mucha profundidad, pero ya no recuerdo más del sueño ni el motivo de por qué estábamos en el hospital. También soñé con mi hermano pequeño, y tampoco puedo precisar ni dar más detalles porque se difuminan al poco de despertar. Sin embargo, el día anterior le estuve hablando a mi mujer de mi hermano y puede que por eso soñara con él. El siguiente sueño fue que me despierto y compruebo en el despertador que es la una y media de la madrugada, entonces me desespero porque ya no voy a poder conciliar el sueño de nuevo y presiento que me espera una noche muy larga. Lo cierto es que me desperté más tarde, a las 4:30 de la madrugada y entonces pensé que ya no iba a dormirme otra vez.

Sin embargo, estuve en duermevela hasta que el despertador sonó poco después de las 6 horas y entonces me levanté. Me daba cuenta de que soñaba verdaderas pesadillas pero, al despertar, por primera vez vi el lado positivo: los sueños nos hacen recordar o revivir historias y personajes del pasado, que están guardados en nuestro subconsciente. Benditos sueños que nos traen del más allá a nuestros padres, familiares y hasta personajes de nuestra infancia, con los que compartimos unos instantes fugaces, a veces en situaciones absurdas e o inexplicables, en un total desorden.  Hace tiempo que leí ‘La interpretación de los sueños’, de Sigmund Freud, y lo único que saqué en limpio de los razonamientos del siquiatra vienés es que siempre soñamos con alguien que hemos estado, o recordado, las veinticuatro horas antes.

La explicación que encuentro a que yo soñara con mi madre, en un hospital de Granada, es la siguiente: el próximo 27 de diciembre va a hacer 38 años de la muerte de mi padre, en el Hospital Clínico. Aunque, también pienso que fue un sueño breve con mi madre, en un momento tenso. Me han ocurrido estas dos curiosas anécdotas, relacionadas con mi padre. Hará unos ocho años que empezó a andar un antiguo reloj de bolsillo (lo guardo como recuerdo suyo), en el aniversario de su fallecimiento y precisamente sobre las 16 horas cuando expiró. Es demasiada casualidad que se pusiera en marcha el reloj de cuerda, cuando siempre ha estado parado. Aquel tic tac hizo que me acordara de mi padre. Hace dos años volví a caer en la cuenta de su aniversario porque, al dejar de escribir en el ordenador y girar la cabeza, mis ojos se clavaron en el extraño reloj de bolsillo, que se encuentra tras el cristal de un armario. ¿Son puras casualidades o es que el ánima de mi padre trata de llamar mi atención o quiere decirme algo? No creo demasiado en el más allá, pero algo debe de haber.

Mi padre murió de un cáncer de estómago, con 58 años y sin hacer testamento, como es natural a esa edad. Más tarde fue necesario hacer una serie de trámites, como la declaración de herederos y mucho papeleo… La muerte de los seres queridos, y especialmente de nuestros padres, nos coge siempre desprevenidos y esto hizo que yo apreciara más a mi padre, cosa que no había sabido hacer en vida. A partir de entonces soñé con mi padre muchas veces durante más de un año y la historia se repetía una y otra vez, con algunas variantes: yo trataba por cualquier medio de decirle que le quedaba poco de vida para que hiciera el testamento, arreglara sus cosas y se despidiera de la familia y de sus amigos. Soñaba que estábamos sentados en la mesa camilla o en otro sitio, pero, cuando le iba a confesar la enfermedad que tenía, siempre me despertaba. Más o menos, los sueños eran así.

Tras su muerte me había quedado un cierto sentimiento de culpa, por no avisarle o quizá por no saber comprenderlo, hasta que un día se me encendió una bombilla en el cerebro al levantarme por la mañana. Era uno de esos pensamientos volanderos que a veces se instalan en tu mente, sin haberlos buscado. Este fue el razonamiento tan simple que me convenció, aunque lo había tenido delante de mis narices: si mi padre se hubiera enterado que tenía un cáncer de estómago y que le quedaba un año de vida, como pronosticó el especialista, se hubiera muerto de pena mucho antes, con lo aprensivo que era. Sí, fue mejor que no supiera nada. A partir de aquel día, ya no volví a soñar más con mi padre tratando de avisarle para que arreglara las cosas y se despidiera de los seres queridos y de Castilléjar, la tierra que tanto amó. Años después, recuerdo que murió de cáncer el exministro Francisco Fernández Ordóñez. En las últimas fotos se le veía bastante delgado y la chaqueta le quedaba holgada. El médico y la familia se encargaron de decirle que la delgadez se debía a problemas intestinales y de esta forma no llegó a enterarse de su enfermedad.


No haría un año de la muerte de mi padre, cuando mi madre y yo fuimos a visitar a mi abuelo, en el Cortijo del Cura, pues se encontraba postrado en la cama y ya no salía a la calle. En un momento dado el abuelo me preguntó por mi padre –con el que no se hablaba– y yo, con toda la inocencia del mundo, le dije la verdad: “Pero, ¿no se ha dado cuenta de que mi madre va vestida de luto?”. Lo único que recuerdo es que una enorme lágrima brotó de su ojo izquierdo y que casi fue instantánea mi respuesta y su reacción emocional. Es la última imagen que se me quedó grabada de mi abuelo, porque falleció poco tiempo después, pero siempre tuve la pesadumbre de haberle informado de la muerte de mi padre, que con tanto celo mis tíos le ocultaban. Nadie me previno, pero mejor hubiera sido no decirle nada en sus últimos días y evitarle el sufrimiento. 
Os deseo a todos que paséis una Navidad en paz y en familia.