domingo, 27 de septiembre de 2015

ERRORES DE LA ADMINISTRACIÓN







Hace un año, un vecino de un pueblo de la provincia de Granada me dijo que no lo llamaban del SAE (Servicio Andaluz de Empleo), para los 15 días de trabajo en el Ayuntamiento. Como le correspondía y no lo atendieron, presentó un escrito en la Delegación de Empleo de Granada y, al mes siguiente, lo incluyeron en las listas del Ayuntamiento y trabajó. Las listas de desempleados deberían ser públicas, para que todos tuvieran acceso a ellas, pero no las exponen en los tablones de anuncios por los motivos que ellos sabrán. A primeros de septiembre estuve en Extremadura y aquí el asunto es mucho peor. Un amigo extremeño recibe una carta certificada, de la Delegación del Servicio Extremeño Público de Empleo de Badajoz (SEXPE), diciéndole que tiene que devolver los 781 euros cobrados del trabajo agrario del Ayuntamiento, que realizó en junio, y que puede hacer un recurso en el plazo de quince días. El motivo es porque “no ha comunicado la baja y el alta, en el Ayuntamiento, a la Tesorería General de la Seguridad Social”. Le envían también una solicitud para que pida el fraccionamiento o aplazamiento de los 781 euros, y se los irán descontando del dinero del PER. Por si esto fuera poco, como no había ingresado la última cuota mensual –el sello, como le dicen por allí–, de 87 euros a la Seguridad Social, ahora tiene que abonarla con un recargo de 17 euros.

Los cuatrocientos y pico euros mensuales del desempleo, que cobraba este parado, eran sus únicos ingresos, por lo que estaba muy preocupado. En la oficina del INEM le dijeron que se trajera el Libro de familia y la última declaración de la Renta, que le iban a escribir una carta a Badajoz. Le informé que no necesitaba una carta, sino que tenía que presentar un recurso en el plazo de un mes. Yo había estudiado los temas de la Seguridad Social en las oposiciones y se me quedó grabado que, “el empresario es el único responsable del ingreso de las cuotas del trabajador a la S.S.”. Precisamente, hacía unos días que yo había visto en el móvil de un trabajador granadino un mensaje, de la Tesorería General de la Seguridad Social, donde le comunicaba las fechas en que había sido dado de alta y de baja, respectivamente, cuando trabajó 15 días para Ayuntamiento de una localidad granadina. En el INEM no pudieron hacerle el escrito a mi amigo, porque esa mañana no funcionaron los ordenadores, pero ante las nuevas explicaciones que les dio, reconocieron que en Empleo se habían equivocado también con varios parados más.

El tema estaba claro, algún empleado del SEXPE no había comunicado las altas y bajas de los trabajadores del PER, a su tiempo, y no se les ocurrió nada mejor que iniciar un expediente de reintegro, de los 781 euros cobrados por desempleados de varios Ayuntamientos, y otro expediente, en vía de apremio y con recargo de 17 euros, por no ingresar la cuota mensual correspondiente a la S.S. Mayor desidia no se puede pedir. Le dije al amigo, que había sido expedientado dos veces por causas ajenas a él, de acompañarlo a las oficinas pero se negó en redondo, no sé si por miedo o por lo que fuera. Pero lo que más me sorprendió es que, precisamente, a los que menos cobran de la sociedad, a los parados de 62 años que perciben cuatrocientos y pico euros al mes de subsidio –su único ingreso–, les hagan esta faena y encima les abran dos expedientes, cuando a todas luces la culpa ha sido de la Administración. “En todo momento, la Administración, puede corregir o rectificar de oficio los errores materiales y de hecho, que se produzcan…”, recuerdo el artículo de memoria.

En septiembre le he preguntado de nuevo a mi amigo: “Me ha dicho la jefa del INEM que algún empleado me ha dado de baja por error, que el fallo es de la Seguridad Social y que me va a hacer una carta para cobrar lo atrasado”. Es posible que este parado no hiciera algún trámite, después de trabajar en el PER, y que todo se liara. También hay que tener en cuenta que las elecciones autonómicas fueron en el mes de mayo y en Extremadura ha habido cambio de Gobierno, por lo que habrán entrado empleados nuevos. Yo soy funcionario y alguien debe de responsabilizarse por este desaguisado, o de la mala fama no nos libra nadie.



martes, 15 de septiembre de 2015

EL TREN DE GUADIX A BAZA






Dedicado a Nicolás Cárdenas


Antigua estación de Baza




La mirada nostálgica, a través del filtro del tiempo, ha transformado aquel vetusto tren de vapor –cansino, lento y monótono– en un romántico viaje al pasado. Casi en una aventura. El histórico tren de la línea Guadix-Baza-Almendricos fue inaugurado allá por el año 1895 y, como un bisonte desbocado, cruzaba las provincias de Granada, Almería y Murcia. Pero estaba escrito que no debía durar ni un siglo, pues cerraron la línea el 1 de enero de 1985. A mediados de los 60, yo tenía doce años y recuerdo la estación de Guadix como en una nube de algodón: aquella vieja locomotora resoplaba como un potro, mientras iba soltando chorros de vapor. Luego, el trasiego de la gente que iba y venía, el labriego con su gorra de visera y una maleta a cuadros, aquella mujer vestida de negro y con una cesta en el brazo, el mozo que lleva los paquetes en un carrillo de madera, el tío de las pipas, el factor con su gorra roja, mirando impaciente el reloj... En fin, las prisas, el agobio y una especie de angustia, mezclada con alegría, porque el 22 de diciembre significaba para los estudiantes el comienzo de las vacaciones de Navidad.

Poco después de la señal, el renqueante ‘caballo de hierro’ se deslizaba perezosamente por los raíles, mientras los pobres se apretujaban en los incómodos bancos de madera, que hacían interminable el largo viaje. A través de las ventanillas, podíamos contemplar el árido paisaje de las tierras rojizas de Guadix y las blancuzcas de Baza, aunque el tren parecía desintegrarse al pasar por el viejo puente de piedra, sobre el río Gor, y que todavía conserva las traviesas. Mientras tanto, la locomotora Baldwin trotaba como una jaca alazana, con su penacho de humo al viento, por las desérticas planicies, con un maquinista y un fogonero, que iba echando paletadas de carbón. Ahora, el alcalde de Guadix la tiene encerrada en un hangar, como un cacharro inservible, en vez de montar un tren turístico por la zona. Aquellas bulliciosas estaciones de entonces, con sus andenes y vagones, se convirtieron en lugares de paso, en comienzo y fin de trayecto, en encuentros y desencuentros, en despedidas dolorosas, donde se mezclaban al mismo tiempo los abrazos y adioses, los lloros y besos, las alegrías y las penas. Sus andenes podrían contarnos muchas historias anónimas y, entre sus marquesinas, han quedado prendidos tantos recuerdos como lágrimas derramadas entre los viejos raíles. 

El tren cerca de Gor





Nicolás Cárdenas se jubiló de especialista de estación en Guadix, hace 18 años, pero se acuerda muy bien de aquel fatídico día: “Precisamente, el 31 de diciembre de 1984, fuimos a cerrar la estación de Baza con la locomotora de vapor y, de paso, nos trajimos el reloj, los faroles, etc. Pero allí nos encontramos con los manifestantes y con una impresionante hoguera en la vía general. El caso es que tuvo que intervenir la Guardia Civil. En Baúl pusieron traviesas ardiendo en la vía y tuvimos que parar. Y en Hernán Valle, medio centenar de personas ocuparon los raíles. Pero en Guadix acabó la historia y la línea se cerró”. En esta estación se anunciaba, con un repique y tres toques de campana, cuando el tren venía por Gor. Con un toque cuando venía por La Calahorra, y dos si el tren ya asomaba por Benalúa.

Recuerdo que el tren de Guadix, que salía a las dos de la tarde, llegaba a Baza a las 4:30: más no se podía pedir. Y según cuenta Nicolás Cárdenas, había veces que el maquinista tenía que bajarse y echar arena en las vías, porque la locomotora no podía subir las cuestas de Gor y de Hernán Valle. “En cuanto a mercancías, venía de todo. De Albox traían sacos de alpargatas, escobas y cáñamo. Y de otros sitios venían vagones cargados de esparto. Luego tienes que ‘El Pescadero’ era el tren que venía de Almería a Baza, con diez o doce cajas de pescado... Y también estaba el tren de los borrachos...”. Hoy día, la estación de Gor está completamente abandonada, pues allí solo crecen matorrales. Y no digamos la estación de Gorafe, reconvertida en un corral de cabras, y que hace tiempo han debido comerse las vías. 

  En Caniles el abandono es total, mientras que la chimenea de la azucarera Las Mercedes se eleva al cielo, como fiel testigo de aquella época del desarrollo. La estación de Baza ha sido restaurada, pero ya no queda ni rastro de las antiguas vías. Con el tren se llevaron las últimas esperanzas de estas tierras deprimidas, pues decían que la línea no era rentable. Claro, aquí lo único rentable de toda la vida han sido la emigración y el oficio de limpiabotas. El cierre de la línea significaba condenar al atraso económico a las comarcas de Guadix, Baza y Huéscar y, de paso, acabaron con el cultivo de la remolacha y dejaron sin salida a los productos de la zona. ¡Lo de siempre! Pero, mejor será quedarse con los bellos recuerdos y no contemplar estas ruinosas estaciones y andenes desaparecidos –ni siquiera se molestan en restaurarlos–, que más parecen fantasmas del pasado. “¡Viajeros al tren! El tren con destino a Gor, Gorafe, Baúl, Zújar, Freila, Baza, Caniles y Almendricos va a efectuar la salida de un momento a otro… ¡Piií!”.


Posdata: este artículo fue publicado en La Opinión de Granada, el 14 de diciembre de 2005. La línea fue cerrada por el Gobierno de Felipe González, al mismo tiempo que apostaba por el AVE Sevilla-Madrid. Extraído de mi libro ‘Artículos del Altiplano y de Granada’.

sábado, 5 de septiembre de 2015

ABUSOS Y TARDANZAS












El 21 de enero pasado me acerco a la consulta de un dentista, en un barrio periférico de Granada, aconsejado por un conocido porque me dice que “es bueno y económico”. Al subir las escaleras del bloque me dio mala impresión, pues eran pisos para gente humilde, con las paredes desconchadas y con escasa iluminación. Una mujer me hizo pasar a una sala de espera y, al poco, me entregó un formulario para que lo rellenara. Escribí los datos del paciente y lo firmé. Pero mi sorpresa fue al leer el folio por la cara de atrás, donde pone: “Historia clínica médica, cuestionario de salud”. Y debajo vienen quince preguntas (con una serie interminable de enfermedades, de manera que pocas habrán quedado en el tintero) y que transcribo literalmente, aunque lo he resumido debido a la extensión.

“1.¿Ha sido hospitalizado en los últimos dos años? ¿Tiene problemas cardiovasculares?: hipertensión; antecedentes de infarto de miocardio o angina de pecho; arritmias; antecedentes de trombosis o endocarditis…
2. ¿Tiene problemas endocrino-metabólicos?: diabetes, tiroides, otros.
3. ¿Tiene problemas respiratorios?: asma, bronquitis, neumonía, tuberculosis…
4. ¿Tiene problemas genitourinarios?: insuficiencia renal, diálisis, etc., problemas prostáticos.
5. ¿Tiene problemas en el sistema hematopoyético?: anemia, problemas coagulación…
6. ¿Tiene problemas digestivos y/o hepáticos?: úlcera gastrointestinal, hernia de hiato, enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, hepatitis…
7. ¿Tiene problemas en el aparato locomotor?: artrosis, artrosis reumatoide, otros.
8. ¿Tiene o ha padecido alguna enfermedad infectocontagiosa?: herpes recurrentes, antecedentes herpes zoster, antecedentes hepatitis, sida, tuberculosis…”.
Y así hasta completar las quince preguntas, sin embargo, para no cansar demasiado, aporto la fotocopia escaneada que me entregó la auxiliar del dentista. Al final de las preguntas viene la guinda: “El paciente o el tutor se responsabiliza de la veracidad de los antecedentes clínicos declarados y afirma que no oculta ninguna información adicional en relación a su estado de salud. Granada, a…”.

Cuando yo vi aquella ristra de preguntas, me negué a rellenar el formulario, es más, me indignó ver tanta pregunta estúpida. En esto apareció el dentista y le aclaro: “Yo solo vengo a hacerme una limpieza de boca, enséñeme la norma donde yo tengo que rellenar todo esto”. El joven dentista me puso la mano en el hombro y me dijo: “Es usted el primero,  en diez años que llevo, que me dice esto. Denuncie usted si quiere y no me caliente la cabeza”. Le respondí: ¿Encima que vengo a una limpieza de dientes, me dice que le caliento la cabeza? ¿Por qué no me enseña la norma donde estoy obligado a rellenar estos datos?”. Y me marché. Salí de la consulta bastante malhumorado, por la forma que tenía el odontólogo de hablar y de tratar a los pacientes, y porque había perdido toda la tarde en acudir a la cita. Estaba claro que aquel cuestionario de preguntas era una invención suya, y no sé para qué le serviría tanta información innecesaria.

Como habrán comprobado, el cuestionario de salud  es un examen concienzudo –una ficha policial–, donde no falta un detalle, y es más completo que un historial clínico. Mi pregunta es: ¿Es necesario exigir tanta información al paciente, para una simple limpieza de boca?, ¿es obligatorio rellenar el formulario? ¿Estamos ante un abuso del dentista, que te exige más información que si fueras a hacerte una operación en el hospital? A los pocos días, me dieron cita para un dentista del centro de Granada. No tuve que rellenar ningún formulario y sólo me hicieron dos preguntas: si había estado allí con anterioridad y cómo me había enterado de la dirección de la consulta. Y es que lo barato a veces sale bastante caro.

El 27 de agosto recibo una carta en Las Gabias, que ha sido enviada desde Francia. El matasellos indica la fecha del 11 de agosto, por lo que ha tardado 16 días en llegar a mi buzón, con los tiempos que corren. No hace mucho fui a quejarme a la estafeta de que el cartero pasaba por el barrio una vez a la semana. En Correos están con los ajustes de plantilla y el servicio está como a principios del siglo XX. La propaganda que utiliza Correos es la siguiente: las cartas a la capital tardan un día, a la provincia, dos y al resto de España, tres.