jueves, 22 de octubre de 2015

MATRIMONIOS ROTOS







Una mañana, a mediados del pasado junio, antes de que viniera el sofocante calor del verano, vuelvo de darme un paseo por el parque ‘El Vivero’ y, al dirigirme a mi casa, observo papeles tirados por el suelo, al lado de varios contenedores de basura. Me llama la atención una tarjeta de color amarillo y compruebo que es de un enlace matrimonial. Días más tarde, me voy fijando en los detalles: la portada de la tarjeta la encabeza un dibujo de la Catedral de Guadix y, al lado, esta cita de Pedro Antonio de Alarcón: “En un rincón hermoso de Andalucía hay un valle risueño... ¡Dios lo bendiga!, que en ese valle tengo amigos, amores, hermanos y padres”. La frase está mal copiada, pues algunas palabras vienen con mayúsculas y comas al tuntún, de manera que la he corregido. En mitad de la tarjeta destaca el dibujo de dos anillos entrelazados: “Enlace de F y M, julio de 2002”. Y al abrirla, dice: “Copa de bienvenida para esperar a F y M…”. A continuación viene el menú: “Entremés imperial, lubina al horno. A elegir: solomillo de cerdo a la alpujarreña o pierna de cordero al horno. Copa de helado, tarta nupcial”. En la bodega vienen varias marcas de vinos, cerveza, refrescos, cava, sidra y café. Todo con mayúsculas. Y remata la faena con “Barra libre amenizada por…”. En la contraportada de la tarjeta anuncia una cafetería-restaurante de la ciudad.


Trece años después de aquella boda por todo lo alto, alguien tiró la invitación a la bolsa de la basura y, de aquí, al contenedor. Pero, al volcarlo en el camión de la basura, la tarjeta caería al suelo, como resistiéndose a morir triturada. Te puedes figurar lo que aquí ha pasado, pero lo normal es que algún excónyuge hubiera roto la tarjeta, con rabia, y no que apareciera en el suelo como si se le hubiera perdido a alguno. Seguramente, es un matrimonio que no se ha entendido y cada cual ha tirado por su lado. En medio han quedado las ilusiones perdidas, los sueños rotos y una convivencia imposible, vaya usted a saber los motivos. Atrás han quedado los disgustos, las discusiones, las desavenencias... La custodia de los hijos, si los hubiere, habrá quedado seguramente a cargo de la madre, y puede que hasta el piso con los muebles. El exmarido es posible que se haya refugiado en casa de sus padres, si no tiene otra vivienda, y a empezar de nuevo.



Volver a empezar. Y todos traumatizados, sobre todo los hijos que son la parte más débil. ¿Qué edad pueden tener éstos? ¿Once años, nueve…? Los psicólogos aseguran que, tras de la muerte de un familiar, la ruptura del matrimonio es la que más cuesta recuperarse. Se supone que esta pareja es joven y podrá rehacer su vida encontrando a otra media naranja, a alguien que los comprenda. Oportunidades no les van a faltar, pero el trauma no se los quita nadie. Un anciano decía: “Yo me he podido separar muchas veces, pero hay que saber ceder”. La convivencia diaria, en unos metros cuadrados, a veces tritura a las personas. Hay miles de matrimonios que no se entienden y fracasan, lo mejor es separarse y empezar de nuevo, antes que terminar peleados o en el juzgado.


Este año los divorcios han aumentado, debido sobre todo a la recuperación económica, pues antes se aplicarían la famosa regla de San Ignacio de Loyola: “No hacer mudanzas en tiempos de crisis”. En cambio, las muertes por violencia doméstica han disminuido, aunque nadie debería de morir por el simple hecho de convivir en pareja o en matrimonio. Un amigo, que llevaba una asociación de separados, me decía hace unos años: “Los hombres vienen destrozados después del divorcio o de la separación. Pero, al poco, se lían con la primera mujer que encuentran y les va peor”. El psiquiatra Luis Rojas aconseja que “es mejor el divorcio que dos padres infelices y unos hijos desgraciados”, mientras que el célebre Groucho Marx opinaba que “no es la política la que crea extraños compañeros de cama, sino el matrimonio”. Finalmente, copio esta nota que el torero Curro Romero dio a la prensa, escrita por él mismo: “Por razones indeterminadas mi anuncio boda queda cancelada. Sevilla, nueve febrero de 2003”. Si al menos hubiera puesto “por razones obvias, sentimentales, particulares...”, pero por lo que se ve el torero de Camas dio otra ‘espantada’ de las suyas. 





Publicado en el semanario Wadi-as, el 17 de octubre de 2015

domingo, 18 de octubre de 2015

AL FILO DE LOS DÍAS




El pequeño Aylan Kurdi




El 28 de agosto pasado publiqué en mi página de Facebook (no me gusta la palabra muro) una foto de los refugiados sirios, con este texto: “Sirios, iraquíes, afganos, libios, subsaharianos..., huyen de sus países en guerra, o de la miseria. Es el drama humanitario más grande, desde la II Guerra Mundial y, Alemania, por una vez, está dando ejemplo. Este año han fallecido ahogadas más de dos mil personas en el Mediterráneo. Vienen con lo puesto”. A través de la ONG Avaaz.org, yo hacía una petición a favor de los refugiados. Sólo tenían que poner los datos y el correo electrónico, el caso es que obtuve pocas firmas. Más tarde, los medios de comunicación convencieron a muchos indecisos, pues no se podían cerrar las fronteras a quienes huían de la guerra. Días después salió en la prensa la foto del niño sirio Aylan Kurdi, que falleció ahogado cerca de la costa de Turquía. La foto dio la vuelta al mundo y la imagen del niño inerte en la playa nos conmovió a todos y sirvió para que la vieja Europa abriera las fronteras y su corazón con los perseguidos.

Un conocido, defensor del medio ambiente, discutía con otro ecologista y conmigo, diciendo que lo de los refugiados no merecía la pena, que no se iba a conseguir nada. Y le contesté así: “¿Sabes lo que me movió a esa iniciativa a favor de los refugiados, sin ponerme a mirar si eran árabes? Porque las fotos me recordaron a los miles de refugiados españoles, en 1939, y Francia les abrió las fronteras. Pero, con ese pensamiento, no sales de la aldea”. Al final se convenció. He visto tantas fotos e imágenes de los republicanos y de la población española entrando por la frontera de Francia, que tengo la impresión de haber vivido aquel éxodo. Moralmente, Europa no podía cerrar las fronteras a los refugiados sirios, que huían de la guerra, para que los islamistas los mataran, a sabiendas de que acogerlos iba a suponer un efecto llamada, como así ocurrió: miles de árabes llegaron y todavía llegan a las costas de Grecia.

Un amigo me cuenta que, el 24 de septiembre, llamó al teléfono de Atención al Cliente, de la empresa de aguas Emasagra. Resulta que envió la tarjeta con la lectura del contador de su piso de, Granada –no había consumido agua en los últimos meses–, sin embargo, le estimaron un consumo 15 metros cúbicos. Ahora ha alquilado el piso a unos estudiantes y tiene que cobrarles estos metros cúbicos de más, cuando los consuman. En Atención al Cliente le dicen que entre en la web Emasagra.es, después en Oficina Virtual y Contacto. “Y aquí expones el caso, o bien, te pasas por la calle Molinos y te atienden”. Contacto es una página que no está operativa, pues no permite escribir provincia, municipio o localidad, o sea, que no puedes enviar ningún mensaje. Sin embargo, la empresa Emasagra lo anuncia en su web como Portal de Transparencia, en letras grandes. Ahora, el afectado tiene que perder media mañana en la calle Molinos para reclamar y a ver por dónde salen. Cuando Endesa te hace una estimación y comprueba que te ha cobrado de más, automáticamente te ingresa el dinero en tu cuenta. Pero Emasagra, no.

Cuando no hay consumo de agua (cobran 5,49 euros, más IVA), con el alcantarillado y la depuración doméstica, el recibo sale a 9,80. La recogida de basura supone 21,82 y, en total, 31,62 euros, sin consumo de agua. Con 15 metros cúbicos consumidos, la factura sale a 52,74, esto es, 21 euros más. Cuenta el escritor Antonio Muñoz Molina –trabajó en el Ayuntamiento de Granada, de auxiliar administrativo– que, en los años ochenta, la oficina de Emasagra la llevaban dos auxiliares administrativos, en la calle de atrás del Ayuntamiento. Pero, un tiempo después, pusieron a un director general y a la tira de empleados, entonces, el precio del recibo del agua se multiplicó para mantener a tantas bocas. Y así ocurrió con todo en aquellos años.

A finales de septiembre doy de baja una bombona de butano, en un establecimiento de Repsol. Me toman los datos y me devuelven tres euros. El empleado me explica que en el contrato figuran tres bombonas de butano y que la fianza depositada fue de 1.500 pesetas. Sí, le respondo, pero esto fue en 1994 como indica el boletín de la revisión. El empleado me responde que son 500 pesetas por cada bombona devuelta. Mis padres hicieron el contrato de butano a mediados de 1970, y 500 pesetas de entonces equivaldrán aproximadamente hoy a unos 30 euros (calculo que unas 5.000 pesetas), diez veces más de lo que me han devuelto. En los setenta mi padre ganaba unas cinco mil pesetas al mes. Mi pregunta es: ¿qué diferencia hay entre quienes timan a los usuarios, haciéndose pasar por personal de Repsol, y les cobran un dineral por cambiar las gomas de las bombonas, y este caso? Te dicen, como pagaste 500 pesetas en los años setenta, ahora te devuelvo tres euros y estamos en paz.

Un amigo me cuenta que pidió cita para una ecografía, en un ambulatorio de Granada, a primeros de octubre. El empleado de la oficina le entrega un folio con los datos del paciente, del facultativo solicitante y escribe a lápiz, en la parte superior: pendiente citar. Ante la sorpresa del paciente, le advierte: “Si de aquí a un mes no te han enviado una carta a tu domicilio, te pasas con la cita por el Hospital Virgen de las Nieves y reclamas en Rayos X”. Y mi amigo le responde: “Entonces, ¿que no me da cita?”. “Así es, hay lista de espera y tardan meses en hacer una ecografía” le responde el empleado. De esta manera burda funciona ahora el Servicio Andaluz de Salud: no dan cita al paciente porque tienen un tapón enorme de meses pero en los datos que proporcionan a la prensa anuncian que las listas de espera van disminuyendo.


A otro paciente, que viene siendo atendido desde hace cinco años en el Servicio de Neumología, le ocurrió lo siguiente. Este año le cambiaron de neumólogo y el nuevo le mandó un TAC, para ver cómo se encontraba la EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica). El anterior neumólogo lo veía cada año, le hacía una espirometría y le recetaba un broncodilatador (nuevo en el mercado), que apenas sirve para nada como no sea para engrosar los beneficios de un laboratorio alemán, según le confesó un médico al paciente. El caso es que el facultativo, a la vista del resultado del TAC, le dijo que la EPOC estaba bien y que ahora su médico de cabecera le haría cada año el seguimiento de la enfermedad. Esta es otra forma sutil para descongestionar las famosas listas de espera del SAS: derivan los pacientes a su médico de cabecera, y aquí paz y allí gloria. Hace un mes, venía en El Mundo de Andalucía este titular: “La comunidad, a la cola en gasto sanitario. Andalucía registró en 2014 un desembolso de 977 euros por habitante, frente a los 1.207 de la media nacional”. Por no hablar de los miles de médicos y enfermeros que han sido despedidos o contratados con menos sueldo.

http://en-clase.ideal.es/opinion-200/2693


miércoles, 7 de octubre de 2015

AGOSTO EN FIESTAS








Este artículo lo escribí en 2006, por estas fechas, cuando el calor del verano aprieta.

Cuando llegué al pueblo, sobre la una de la madrugada del domingo día siete, un joven tenía taponada la calle de entrada con su ‘coche discoteca’, y allí campaban por sus respetos los jóvenes del botellón. Llamé al 092 y me dijeron: “Nosotros somos la Policía Local de Granada y no podemos hacer nada. Es mejor que llame a la Guardia Civil”. Algunos chavales me pidieron que no llamara a la Benemérita pero el susodicho no aparecía, digo yo que estaría ‘emporrado’ o quizá durmiendo la mona. Al final, tres vehículos tuvimos que recular para atrás un buen trecho y entrar al pueblo por la otra calle, que también estaba tomada al asalto por los chicos de la 'litrona'. A todo esto hay que añadir que, una infernal ‘música de establo’ ha estado atronando y bombardeando el pueblo durante todas las noches de las fiestas, hasta cerca de las ocho de la mañana, que era cuando los ‘zagalitrones’ se retiraban a dormir.

La casa donde yo dormía se encontraba a medio km de la plaza donde tocaba el conjunto de música, pero aquel ruido no se podía aguantar. Un anciano me contaba que las paredes de su casa retumbaban, debido a la gran potencia de los altavoces    –unos ocho o diez–, mientras observábamos, asombrados, las calles regadas de orines, con un olor que te tiraba para atrás. “Cuando a esto le dé el sol, verás cómo atufa”, nos decía el barrendero. Y uno, en sus cortas luces, se pregunta: “¿Cómo pueden dormir estos días los niños, los ancianos, los enfermos...? Y de paso, ¿no estaremos espantando a los turistas? ¿Tenemos que reivindicar el necesario derecho al descanso? ¿Es que no hay nadie, con autoridad, que le diga a estos cernícalos que bajen el volumen de los altavoces?”. Esto ha pasado hace unos días en un pueblo que no llega a los 1500 habitantes –viene ocurriendo estos años–, y no quiero señalar a nadie con el dedo. Hace un par de años, en el saluda del programa de fiestas, el alcalde pedía a los vecinos que se divirtieran con moderación. Pero el primero que no cumple es el edil.

La gente se quejaba, la otra tarde, de que los toros habían sido malos de solemnidad. Pero, ya nos lo avisaba Manolo Escobar, con aquella voz de carretero que tenía: “No me gusta que a los toros te pongas la 'minifarda'...”. Sin embargo, la noche de las fiestas de Santo Domingo de Guzmán, después de comerse la pipirrana, el personal se desquitó bailando agarrado con la parienta, al compás de la música pachanguera. Y por un rato se olvidó de la artrosis, de los disgustos que dan los hijos y de los veinte euros de los toros. Al día siguiente, en la procesión del santo patrón, algunas mujeres iban hasta con paraguas y no es porque lloviera a cántaros, sino porque allí nos asábamos de calor. Más tarde, me llamó la atención lo que dijo aquella buena mujer a sus contertulios, después del saludo de rigor: “Sus veo muy bien a los dos”. O esta otra conocida, que no había visto desde la infancia: “¿No te acuerdas de mí? Yo soy la hija del Chilivilero”. De Chirivel.

Cuando uno pasa por Guadix, a primeras horas de la mañana de un fin de semana cualquiera, se puede ver a la gente haciendo cola en las churrerías que hay cerca del parque de Pedro Antonio de Alarcón. Lo mismo ocurre en Baza y en Huéscar, por los alrededores de la Plaza Mayor. Y así, en cualquier pueblo del Altiplano que vayamos. Se puede decir que los churros se han convertido en el manjar del pobre, al que se le ve tan contento con su cuarto y mitad, envuelto en papel de estraza. Había un churrero en Jaén que hacía unas roscas muy sabrosas y crujientes, y te las servía atadas a un junco. ¡Vaya, aquello fardaba! Los ‘malanges’ sevillanos también son muy aficionados a los calentitos, y ellos están muy orgullosos de que los jeringos son los mejores churros del mundo, y con diferencia. En Extremadura te suelen poner unas jeringas    –así las llaman por allí– gordas y negruzcas, con la masa casi cruda, que luego se deshace en la boca.

Por el barrio de Carabanchel, en Madrid, recuerdo que había un servicio muy bueno: “¿Qué va a ser?”, te preguntaba el camarero. “Ponme unas porras”. Pero esto de manejar la masa con los palillos tiene su truco, y luego hay que procurar comer con tiento, por aquello de los ardores a media mañana. Por eso dicen que los ricos prefieren el cruasán francés, porque no se repite. Hace unos años, había un churrero que plantaba el chiringuito cerca del puente del Camino de Ronda, en Granada. El caso es que se veían pegotes de masa por todo el tenderete y aquello daba la impresión de que el de la batuta freía los churros a perdigonazos.


Publicado en el suplemento cultural, de agosto, de WADI-AS,