Me ocurrió estos días y así lo cuento. Vengo echando gasoil a mi vehículo en una gasolinera de un pueblo de la Vega, por el buen precio que tiene, pues se acerca a las de bajo coste. En una de las veces, me regalaron ocho papeletas numeradas, con esta leyenda: La empresa tal, con un sello que no es el de la estación de servicio y que sólo se ve poco más de la mitad (sic), “te regala 1º Premio: un crucero por el Mediterráneo para dos personas (pensión completa, 8 días / 7 noches). 2º y 3º Premio: un viaje de 4 días / 3 noches a una ciudad europea, para dos personas, incluyendo avión de ida / regreso + estancia en hotel en régimen de alojamiento y desayuno, en habitación doble estándar. Dos cuartos premios: una estancia de fin de semana (3 días / dos noches), para dos personas, en un parador de la Red Nacional de Paradores de España (media pensión)”. Al final de la papeleta, en una banda roja, destacan estos dos renglones: “A los poseedores de la papeleta cuyo número coincida con los de la Lotería Nacional-Sorteo de Navidad del día 22 de diciembre de 2014. Talón roto o enmendado es nulo, caduca a los 30 días”.
Resulta que el número 79637 sale
premiado en el citado sorteo, con 220 euros el décimo, y coinciden todas las
cifras con el número de una papeleta. Se lo enseño a la cajera de la estación
de servicio y me dice que no sólo tiene que coincidir la última cifra, sino
todo el número. Después busca por Internet y me informa que el citado número no
ha sido premiado, con todo el cinismo. Ante mi protesta, me aclara que mi
número no está entre los cuatro primeros premios de la Lotería, que esto no es
una participación y que la papeleta me la han regalado. Entonces, yo le leo los
dos renglones finales: “A los poseedores de la papeleta cuyo número coincida
con los de la Lotería Nacional-Sorteo de Navidad del día 22 de diciembre de
2014”. En fin, el caso es que nos liamos a discutir y le pedí el Libro de
Reclamaciones, pasando un mal rato.
Sin duda están mal redactadas las
papeletas y confunden al usuario, pues qué trabajo cuesta poner: “A los
poseedores de la papeleta cuyo número
coincida con los cuatro primeros premios de la Lotería…”. Y aquí no hay
equívocos. El sello de la empresa que hace “los regalos” (el gancho) no es el
de la estación de servicio, sino que es una empresa de Los Ogíjares. Pero habría
que preguntarse: ¿Qué empresa se va a poner a regalar un crucero por el
Mediterráneo para dos personas, con pensión completa y durante 8 días y 7
noches, al que le toque el primer premio de la Lotería? ¿O un viaje de cuatro días
a una ciudad europea, para dos personas? Esto no lo hace nadie. Pero, primero confunden
al prójimo para atraer al cliente y quitárselo así a la competencia. Ni más ni
menos. Y el sello, que solo se ve la mitad, pues vaya usted a reclamar al
maestro armero. Es el “timo de la papeleta premiada”, pues prometen lo que no
van a cumplir, pero todo lo tienen calculado. Añadir que algunos clientes se
pusieron de parte de la cajera. El Servicio de Consumo debería de prohibir estas
prácticas engañosas.
También me ocurrió estos días lo
siguiente. He ido varias veces a un peluquero a cortarme el pelo, y siempre andaba por la peluquería un pobre
hombre de unos cincuenta y tantos años que ya ni razona. Ha sido un empresario,
con bastantes trabajadores contratados, al que le iban bien las cosas. Algún
problema gordo surgió –lo ignoro– y el
caso es que ya no tiene conciencia de la realidad, pues se irrita por cualquier
cosa que le dicen y deambula de un sitio para otro. Sin embargo, va bien
vestido pero no toma medicación alguna y me dio pena verlo. El barbero lo deja
que pase un rato en su peluquería, pero para tomarle el pelo y reírse, mientras
que el pobre enfermo coge unos cabreos de miedo. La primera vez que vi cómo se
reían de él, se lo comenté a un psiquiatra conocido y me recomendó que hablara
con su familia, para que lo llevaran a su médico de cabecera, y este ya le
pondría su medicación.
Le comenté esto al barbero, pero me dijo que su familia está harta del enfermo y no quiere saber nada de él. Después le dije que lo alteraba mucho con las bromas y que puede ser agresivo en un momento dado. “Es más, este hombre cualquier día terminará por hacer una locura, tirándose por una ventana porque no está en su sano juicio”, le advertí. El peluquero pareció comprenderlo y me informó que ha tenido varios juicios, pues amenaza a las personas… Al cabo de un tiempo fui a pelarme y, al poco, se presentó este enfermó crónico, tenía la cara descompuesta –propio del que no descansa ni lleva una vida normal– y el otro no desaprovechó la ocasión: “Juan, que la bicicleta no te la van a comprar, así que tú verás”. Acto seguido, Juan salió a la calle y sacó su móvil, y el otro extrañado le preguntó: “Pero, ¿a quién estás llamando?”. “A la Policía”. “Pero, ¿cómo vas a llamar a la Policía por una bicicleta…?”. Y así en este plan. El espectáculo era bochornoso, la cuestión era reírse de un pobre hombre que está completamente enajenado, que se molesta por lo más mínimo que le digan y que no tiene a nadie que se preocupe por su salud mental. Me resulta muy desagradable e indigno ver cómo se divierten de forma cruel de un ser indefenso, que reacciona como un niño de siete años. Pero el barbero se ve que se divierte con un enfermo mental, en vez de ayudarlo.
La familia no quiere saber nada de Juan,
al barbero le encanta tomarle el pelo (se ve que le saca satisfacción, pero si
esto se lo hicieran a su hijo seguro que no le gustaría), y del médico de
cabecera ya me dirán su preocupación. Pero, bueno, ¿es que ya no hay
sentimientos? Yo siento no poder hacer nada por este enfermo, pero ¿es que la
familia (sus hermanos o padres) no se da cuenta de su estado deplorable, para
decírselo a su médico de cabecera o para llevarlo a un psiquiatra y que lo
traten en un centro? No me extrañaría que cualquier día ocurra una tragedia,
porque se excita mucho y da unas voces tremendas. Las bromas le causan una
tremenda agitación.
Conclusión: si las papeletas
especificaran “los cuatro primeros premios de la Lotería”, y si este enfermo
(posiblemente de esquizofrenia) tomara su tratamiento y recibiera un trato
digno, es posible que fuéramos un poco más felices estos días. Pero, así
andamos en este mundo cruel, unos engañando al usuario con las papeletas
regaladas y otros riéndose y abandonando a un enfermo mental a su suerte. Por
eso lo he llamado ocurrencias de Navidad.
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