jueves, 1 de noviembre de 2012

MI TÍA SOR CARMEN





Sor Carmen con el andador. Sevilla, 5 enero 2009





–“¡Arriba la cuchara, abajo el tenedor!”, recuerdo que decíamos en mi casa... Por eso mi vocación salió de ahí, para defender a los pobres. Sobre todo al ver a esos pobreticos discriminados por los señoritos y que se aprovechaban de ellos. Pero yo no soy comunista, yo quiero que cumplan con su obligación. Todo eso me dio mi vocación de Hija de la Caridad. Yo veía a los pobres comiendo en platos de loza, mientras los señoritos, que vivían al lado nuestro –en la calle del Castillo, la antigua calle del Cuartel de Orce–, comían en su buena vajilla. ¿Tú no te acuerdas de eso? Tu abuelo, el tío Paco, el fragüero, hacía ‘cogeores’ en la fragua para coger esparto y, otras veces, tenía que salir a por una carga de leña, con una papeleta que lo autorizaba.

En agosto de 2003 me paso a ver a mi tía, Sor Carmen Casanova Castellar, en la residencia ‘la Milagrosa’ que las Hermanas de la Caridad tienen en Sevilla. Suelo pasarme cuando voy con la familia, camino de Badajoz, mientras que la superiora siempre tiene el detalle de invitarnos a comer. Mi tía ha pasado, la mayor parte de su vida, cuidando enfermos en la Cruz Roja de la capital hispalense. Ahora está lo que se dice jubilada en esta residencia de monjas, donde unas están con la enfermedad del Alzheimer (o del olvido), y otras defendiéndose en un carrillo de ruedas. De vez en cuando se muere alguna, pues los años no perdonan, pero a mi tía sor Carmen parece que nunca le falta el ánimo. Cuatro meses antes se había caído andando por la calle, rompiéndose la cadera. “No quiero morirme sin verte”, me dijo por teléfono unos momentos antes de que se la llevaran para operarla. Andaba algo decaída, pues a su edad cualquiera se puede quedar en la mesa de operaciones. Días después fui a visitarla a Sevilla y aquella tarde la encontré más animada:

–Al empezar la Guerra Civil, a mi padre lo metieron en la cárcel de Orce y luego lo obligaron a trabajar en la carretera de Huéneja a Abla. Yo tuve que irme a Baza, a casa del tío Sebastián, que estaba casado con la tía María. Tenían nueve hijos y ellos se defendían con la tienda de ultramarinos ‘Liberia’ –estos nombres estuvieron de moda durante la Segunda República, por las ansias de libertad que había entonces–, en la plaza de San Juan, enfrente de la panadería del ‘Tío Lañas’. Luego, durante la guerra, estuve con tu madre en el colegio San Vicente de Paúl, hoy convertido en una residencia de ancianos. El tío Sebastián estuvo destinado en la catedral de Guadix, pues los rojos la convirtieron en un cuartel. Pero cuando terminó la guerra, ellos se marcharon a Tíjola... ¡Parece que fue ayer!, ¿sabes?
Luego pasó a contarme la historia del boticario de Orce: “Al final, lo fusilaron". En Granada, mi tía Carmen estuvo internada en el colegio del General Riquelme, en la calle Tablas. Actualmente, aquí se encuentran el Colegio Público San José y la Delegación de Hacienda de la Junta de Andalucía, donde he comprobado que todavía existen aquella baranda dorada y la cúpula pintada con figuras humanas, de las que tanto me ha hablado mi tía. Más tarde, como postulante, pasó al colegio San Vicente de Paúl, que se encontraba al final del paseo de la Bomba, y aquí fue donde se hizo monja. Estuvo unos años destinada en Lugo, pero ella prefirió irse como misionera a Santiago de Cuba, allí, como digo yo, con los ‘mambises’ (los españoles llamaban así a los cubanos rebeldes, durante la guerra de Cuba, allá por 1898). Pero, en 1959, llegó el camarada Fidel y todos los religiosos fueron expulsados, sin contemplaciones, de la bella isla del Caribe por el Gobierno revolucionario castrista.

En Cuba había estado trabajando en un hospital para españoles, y siempre recordaré aquella foto enmarcada, que mi madre tenía colgada en la pared del comedor, como presidiendo nuestras vidas: mi tía aparecía sonriente y joven, con aquella toca enorme y almidonada, rodeada de sus pobreticos negros y mulatos, en la cocina del hospital. Al morir mi madre en 1995, aquella foto en blanco y negro se perdió. Y con ella, debió de perderse toda una época. En las pocas veces que a mi tía le dieron algunos días de permiso, se venía a Castilléjar o a Orce, y recuerdo que aquellas visitas eran motivo de fiesta para la familia. Ella siempre tenía el detalle de traernos algún regalillo para cada uno de nosotros, y aquello nos hacía mucha ilusión. Mi tía, la monja, era lo más grande de la familia y de niños le teníamos verdadera devoción.

Sor Carmen era el vivo retrato de su madre, Adoración Castellar, con la boca algo prominente que le daba un aspecto serio (yo también lo he heredado de los Castellar). El caso es que, cuando regresó de Cuba, fue destinada a la Cruz Roja de Badajoz, allí con los extremeños: “Ellos venían con sus perrunillas...”, me decía. Hasta que se vino al Hospital de Aviación de Sevilla, que estaba en San Pablo y, unos años después, a la Cruz Roja en el barrio de la Macarena. Yo hice la mili en Sevilla y, más de una vez, me escapé del cuartel a la hora de la comida –durante el rancho, podía pasar perfectamente un elefante por el cuerpo de guardia, que nadie se enteraba–, me andaba mis tres kilómetros y llegaba a la Cruz Roja, con mis arreos y el gorro cuartelero. Mi tía, entonces, me ponía de comer y luego echábamos un rato hablando. En otra ocasión, tuvo que utilizar sus influencias de monja para sacarme del calabozo, porque yo no acababa de hacerme un hombre.

A primeros de septiembre de 2003, me paso de nuevo por la residencia. Encuentro a mi tía Carmen más animada, pero en cuestión de un mes han fallecido dos hermanas. “Tiene el miedo metido en el cuerpo”, anoto en mi libreta de apuntes. Las monjas casi siempre están metidas en el salón o en sus habitaciones, mientras que, unos metros más allá, el vistoso jardín se asemeja a un paraíso del Edén, lleno de tórtolas revoloteando entre las palmeras y de mirlos cantando a la sombra de los naranjos. Una estatua del Señor, con los brazos abiertos –de tamaño natural–, en un claro del jardín, parece dar la bienvenida al forastero como diciendo: “¡Venid y vamos todos!”. Como estamos en septiembre, mi tía no puede evitar acordarse de sus años de infancia: “En Baza, cuando venía ‘el Cascamorras’, salíamos a su encuentro y le tirábamos frutas y tomates ‘podríos’. Y en Orce, ‘el Porrillas’ era quien hacía de ‘Cascaborras’”. ¡Cuántas historias no me habrá contado de su tierra, en los ratos que hemos echado juntos!

En marzo de 2004 iba con sus dos muletas, pues ya no tiene fuerzas para andar debido a la descalcificación de los huesos. La encontré envejecida y se notaba que había dado un bajón. El treinta de abril la llamé por teléfono: “Sabes que siempre me da mucha alegría que me llames... ¿Cómo quieres que esté? Pues voy tirando, llena de achaques...”. El 15 de agosto de 2004 está bastante recuperada, pues ha dejado el andador y utiliza las muletas. A ella ánimos no le faltan, pero en un momento dado le digo que es algo corta a la hora de pedir: “Sí, me dicen que tengo orgullo hasta para pedir”. Mi madre era también orgullosa y por ahí andamos. Aprovecho y le enseño el libro ‘Orce, memoria del siglo XX’, de Antonio Guillén, que me regaló el alcalde José Ramón Martínez. Mi tía pareció resucitar, pues se le iban los ojos detrás de aquellas fotos en sepia. Allí estaban los personajes de su infancia y algunos retratos de mi madre Dora, de su padre y de su tío, ‘el cura de los Carreteros’ –su padre hacía carros–, el inolvidable párroco José María Martínez Ramón, que dejó escrito un librillo, ‘Jérez del Marquesado y su Patrona’ (la Tizná) y unas cuantas poesías. Hoy yace olvidado, como ocurre con todo, en una alta y perdida tumba del cementerio de San José, de Granada.

Vi que aquellas fotos le devolvían la vida a mi tía y por eso le dejé el libro un tiempo. Nadie puede imaginarse cómo se acuerda de sus paisanos y cómo conserva en su memoria esas imágenes del Orce de su niñez, del que salió en 1942 para no volver nunca más. ¡Cuánto amor puede tener esta monja por aquellas tierras altas y cuántas veces habremos aplazado el ansiado viaje a Orce, con la ilusión que tiene!: “Ya no puedo subir las escaleras y no quiero ser un estorbo para nadie. Por eso, este año no voy a ir de vacaciones a Granada...”, me dice, cariacontecida. Y cuando vamos a verla, siempre nos repite, “no dejéis de venir”. Por otro lado, ella sabe que está apurando los últimos días de su vida: “Tengo ya 84 años y ésta puede ser la última visita que me hagas”, dice con cierto pesimismo. Y es que, a esta edad, se añora la patria de la infancia mientras que la memoria retorna, como los salmones, a sus orígenes. Por un momento, mi tía sor Carmen se queda pensativa como tratando de recuperar el pasado, más allá de las tapias de la residencia sevillana, y a continuación nos tararea, a mi mujer y a mí, esta coplilla que aprendió de memoria cuando ella tenía quince años. Entonces, Granada había sido tomada por las tropas nacionales de Franco y, al mismo tiempo, estaba rodeada por las columnas de la República:

La columna de Maroto
está puesta en el Tocón.
  Quieren entrar en Granada
con fusil y mosquetón...
 ¡Ya viene el Jaime I,
 con arroz y bacalao,
      que vamos a hacer una paella
 para todos los refugiaos!


En el Hospital de Santiago de Cuba, 1958

En cuanto a mi madre, sólo decir que, quienes la conocieron, aseguran que era muy traviesa de niña. Todo lo contrario de mi tía. Hace dos años, Sebastián Castellar me contó que había en Orce un labriego que tenía la costumbre de llevar los mulos a la fuente de los Cuatro Caños: “Y aquí era donde tu madre y otras niñas se mofaban de él. Le decían ‘¡Símon!, ¡Símon!’, de manera que le espantaban las bestias mientras bebían en el abrevadero. La cosa es que, al final, fue al Cuartel de la Guardia Civil a denunciar a tu madre”. Pasado un tiempo, un orcerino me confesó que, cuando alguien le preguntaba al tal ‘Símón’ sobre el asunto, decía medio enfadado: “¡Lo que más me jode, es el tonillo que emplean!”. Se me olvidaba decir que la fotografía, donde mi tía aparece joven y sonriente, con su ancha toca, en la cocina del hospital español en Santiago de Cuba, la rescató mi hermana entre los trastos de un armario. Cumpliéndose así la profecía de que no toda aquella época se había perdido.

El antiguo colegio del General Riquelme, en la calle Tablas

https://colegiosanjose4.wixsite.com/inicio/nosotros


Posdata: Este artículo viene recogido en mi libro "Artículos del Altiplano y de Granada", 20014. El día 15 de enero de 2009, me llamaron por teléfono para comunicarme que sor Carmen había fallecido a las 6:30 horas, a causa de un infarto. La última foto se la hice el 5 de enero, agarrada a su inseparable andador y con su cajilla de regalos. "Liberia se llamaba la madre del tío Sebastián y en su recuerdo le pusieron el nombre a la tienda", me aclara mi prima Carmen Martínez Casanova sobre su bisabuela. Estas tres estampas, dirigidas a mi tía, las encontré en el misal de mi madre, Dora. Copio los textos:

La Señora le hablará por mí. Nuestras vidas depositadas en sus manos, (hay dos palabras que no entiendo), para ser frecuentadas al que es nuestra ilusión y orgullo. Inmensamente y hasta el cielo. Milagros. 2-II-57

Sor María del Carmen, que el Señor la bendiga. E. de Estela. 16-7-59

Muchas felicidades y que la Stma. Virgen la colme de bendiciones, le desean los padres de María Isabel. 14/3/63


7 comentarios:

  1. ¡Felicidades, Leandro! Como me imaginaba este blog promete,...

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    1. He visto que no respondí a tu comentario de hace más de un año, se me pasaría. Ahí seguimos en la brecha gracias a ti y a tus lecciones blogueras

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  2. Hola Leandro, he de decirte que soy natural de Orce, y por casualidad me he encontrado con tu bloc. Me han gustado mucho las historias que escribes de personas del pueblo. Enhorabuena por tus artículos. Saludos.

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    1. Gracias, José. He visto tu comentario de casualidad porque últimamente el blog no me avisa de los comentarios pendientes. Habrás visto lo que mi tía Carmen se acordaba de Orce y que no pude llevarla en coche, como quería, en los últimos años a su tierra. Tu comentario me anima a a seguir.

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    2. En el trigésimo aniversario de la muerte de mi tía Sor Carmen, acabo de ver tu comentario, por lo que te pido disculpas orcerino. Su vocación y su humildad fueron muy grandes. Hace unos días he publicado en el grupo de Facebook, Orce se mira, Paseos por Orce, donde recuerdo a mi familia materna.

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  3. Copio los principales comentarios de Facebook. Rocío García-Fresneda:
    Es muy bonito el artículo, de los mejores que te he leído.
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    Leandro Garcia Casanova
    Leandro Garcia Casanova resumo un poco su vida y sus últimos recuerdos. era lo mejor de la familia
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    Emilia Lopez Monjon
    Emilia Lopez Monjon Es muy emocionante y se trata de una mujer incansable y decidida
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    Leandro Garcia Casanova
    Leandro Garcia Casanova nunca la oi quejarse ni hablar mal de nadie. cuando falleció la echaron de menos sus compañeras y me fui cuenta de su valía
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    Josefa Carasa
    Josefa Carasa Se parece bastante a tu madre.
    Es una dicha haber tenido una tía de tan valiosas cualidades.
    "De tal palo, tal astilla"
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    Leandro Garcia Casanova
    Leandro Garcia Casanova Josefa Carasa este artículo me ha servido para recordarla, si no hubiera pasado desapercibida
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    Juli Fresneda Garcia
    Juli Fresneda Garcia que orgullo debes sentir de haber tenido una tía tan buena y generosa
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    Leandro Garcia Casanova
    Leandro Garcia Casanova Juli Fresneda era muy humilde y nunca se salía de la norma
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    Dori Carasa
    Dori Carasa Me encanta tu artículo. Enhorabuena.
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    Leandro Garcia Casanova
    Leandro Garcia Casanova el artículo lleva el encanto de mi tía
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    Cuatro Clavos del Sacromonte
    Cuatro Clavos del Sacromonte Me ha encantado el relato. Que Dios la tenga en su gloria: En esta vida estamos de paso
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    Leandro Garcia Casanova
    Leandro Garcia Casanova Gracias por vuestros comentarios, tienen que morirse las personas para darse uno cuenta de lo que valen. Y esta monja valía mucho, no porque fuera mi tía
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    Emilia Lopez Monjon
    Emilia Lopez Monjon Desgraciadamente es así no se reconocen méritos. Sólo se protesta por todo. Cuando hay y hubo personas que sufrieron y valieron mucho
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    Leandro Garcia Casanova
    Leandro Garcia Casanova Emilia Lopez Monjon esto ocurre con frecuencia con nuestros padres. los echamos de menos cuando ya no existen
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    Emilia Lopez Monjon
    Emilia Lopez Monjon Si por eso digo que desgraciadamente. Creo que los valores hay que reconocerlos en vida. Aunque sea con como decía un hijo de la caridad " No hacen falta regalos caros. Hay que dar regalos sentimentales. Ellos lo agradecen más"
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    Leandro Garcia Casanova
    Leandro Garcia Casanova Emilia Lopez Monjon como no vemos más allá de nuestras narices, no pensamos en que un día han de faltar. el secreto está en los pequeños detalles, e en los sentimientos, como tu dices
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    Leandro Garcia Casanova
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    Maria Luisa Ferrer Mariscal
    Maria Luisa Ferrer Mariscal Muy bonito tu artículo, no sabia qe tenias una tía monja un ejemplo de vida
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    Leandro Garcia Casanova
    Leandro Garcia Casanova gracias, dedicó su vida a los demás lejos de la familia

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  4. José Pinteño Gea: Oye Leandro pues me recuerda a tu madre pero increíble, y a pesar del andador se le ve muy bien. Me alegro. Y oye que debe tener sus años, ja ja
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    José Pinteño Gea
    José Pinteño Gea Oye Leandro que leo sobre tu artículo pero no sé cómo encontrarlo, ya me dirás. Un abrazo
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    Leandro Garcia Casanova
    Leandro Garcia Casanova pincha el enlace
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    Leandro Garcia Casanova
    Leandro Garcia Casanova y ya me dices
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    José Pinteño Gea
    José Pinteño Gea Gracias Leandro, yo es que no manejo mucho este mundo de facebook. Magnífico artículo Leandro, muy bien. Está bien que alguien nos recuerde tiempos y hechos del pasado que merecen ser tenidos en cuenta en estos tiempos. Enhorabuena.
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    Leandro Garcia Casanova
    Leandro Garcia Casanova He querido recordar a mi tía en en décimo aniversario de us fallecimiento, todos tenemos seres queridos que pasaron haciendo el bien
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    · Responder · 1 sem
    Carmen Martínez Casanova
    Carmen Martínez Casanova La tita un cofre de bondad.
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    Carmen Martínez Casanova
    Carmen Martínez Casanova Pero la mama Liberia no tiene el nombre por la república porque nació en el siglo XIX, es un nombre q me encanta 7 me d pena q no la hayamos conservado en la familia, debió ser también una mujer muy valiente.
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    Leandro Garcia Casanova
    Leandro Garcia Casanova nunca había oído hablar de la mama Liberia, Carmen Martínez Casanova
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    Carmen Martínez Casanova
    Carmen Martínez Casanova Es mi bisabuela
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    · Responder · 6 d
    Carmen Martínez Casanova
    Carmen Martínez Casanova Por eso la tienda se llama "Liberia"
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    Leandro Garcia Casanova
    Leandro Garcia Casanova Ya lo he rectificado en el blog, https://blogdegarciacasanova.blogspot.com/.../mi-tia-sor...
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    MI TÍA SOR CARMEN
    BLOGDEGARCIACASANOVA.BLOGSPOT.COM
    MI TÍA SOR CARMEN
    MI TÍA SOR CARMEN
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    Leandro Garcia Casanova
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    Leandro Garcia Casanova
    Leandro Garcia Casanova el nombre de liberia es precioso y yo lo asociaba a la república, viene de un país africano donde liberaron a los esclavos,
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    José Pinteño Gea
    José Pinteño Gea Oye, ya digo que como no entro mucho, desconozco un tanto el mundo facebook, pues escribí que he leído tu artículo y veo que no le he debido dar a publicar. Leandro te decía que creo que es muy bueno que gente como tu que se le da bien eso de unir palabras, escriba sobre estas cosas ya pasadas y que a los que ya hace muchos años peinamos canas nos encanta saber o recordar cosas como las que cuentas en este artículo. Ya te llamaba yo cuando eras un crío Leandro Fernández de Moratín. supongo que lo recuerdas. Muy bien Leandro, sigue con estas cosas.
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    Leandro Garcia Casanova
    Leandro Garcia Casanova Tus respuestas están más arriba, lo que pasa es que Facebook oculta algunas cuando hay batantes comentarios. Las puedes activar. La cosa está en juntar palabras con cierta armonía. En los años noventa, mi mujer y yo fuimos a ver a mi tia cuando trabajaba en el Hospital de la Cruz Roja de Sevilla, pues estaba enferma en la cama. Una mujer le regaló un ramo de rosas y ella lo puso en la mesita. en esto, vino la superiora, cogió el ramo y se lo llevó. A mí aquello me sublevó, es para que hubiera esperado a que nos fuéramos. Entonces mi tía me explicó que eso era así, en fin, yo no comprendí aquello. Claro que me acuerdo cuando me dabas clases particulares, en el verano, para ponerme al día, pero yo no escribo como mi tocayo

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