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Monumento a la Constitución, en el Paseo del Violón |
Aquella mañana de junio de hace dos años tuve que coger el autobús del pueblo a Granada y, una vez aquí, coger otro autobús que iba al otro extremo de la ciudad para recoger mi coche en el servicio oficial, pues le habían estado revisando los frenos del pie durante dos interminables días, ya que habían fallado últimamente. Cuando fui a coger el segundo autobús, crucé una avenida en medio de la circulación, le silbé al conductor de lejos haciéndole señas con las manos, pero cuando llegué a la puerta de entrada no la abrió, me hizo un gesto con la mano y se marchó. Lo comprendí poco después, cuando una revisora me dijo que tenía que sacar previamente el billete de la máquina. El siguiente autobús vino unos minutos más tarde, de manera que me entretuve viendo los comercios de la calle Reyes Católicos y de la Gran Vía de Granada, por donde no pasaba desde hacía casi dos años. Ya no estaban la farmacia Zambrano, quizá la más antigua de Granada (está expuesta de forma permanente en el Hospital Real), ni el Banco Santander, de la Plaza Isabel la Católica. En los años noventa era el Banesto y recuerdo que el cajero apuntaba los movimientos de la cartilla con una máquina de escribir. ¿Cómo pasa el tiempo?, pensé.
Al día siguiente, por la tarde, tuve
que ir a la Alhambra donde había
quedado con unos compañeros, de manera que dejé el coche en las afueras, más abajo
del Hospital de la Inmaculada, subí andando
por la calle Ribera del Genil y luego me
desvié por el Paseo del Violón,
donde montaban el ferial en los años setenta, con el atronador ruido de los coches eléctricos. Al paseo también le llamaban el Tontódromo porque los jóvenes solíamos
ligar por aquí. En los años cincuenta y sesenta celebraban aquí el mercado
del ganado. Cerca del Puente Romano,
me detuve unos momentos delante del monumento
al cante flamenco, que el alcalde Torres
Hurtado inauguró en 2013. Sin embargo, en los primeros años de la
democracia, en la década de los ochenta, en este mismo lugar se inauguró el monumento a la Constitución de 1978. Se
asemejaba a un templete con columnas, sobre un pedestal, estaba construido con mármol
gris y con esta frase: Granada a la
Constitución Española, 1812-1978. En el lateral venía reproducido el Preámbulo de la Carta Magna: La Nación española, deseando establecer la
justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran,
en uso de su soberanía… En los otros
laterales se reproducían frases de algunos artículos de la Constitución. El
monumento estaba coronado por una granada y a veces me paraba nada más que para
contemplarlo. Sin embargo, resulta incomprensible que quitaran el monumento a la Constitución, con
motivo de las obras del metro, y con posterioridad en su lugar colocaran el monumento dedicado al cante flamenco.
Con los sitios que hay en Granada
para colocar uno y otro, pero más sorprende que no se alzaran voces protestando
cuando en la inauguración del monumento
a la Constitución, asistieron cientos de personas acompañando al alcalde de entonces, Antonio Jara.
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Biblioteca Municipal del Salón |
Seguidamente, pasé por los jardines y por
la Biblioteca del Salón –tengo el carné de lector desde los años
setenta y mi padre también solía utilizarlo para sacar algún libro–, la
visité hace unos meses después de muchos años. Esta biblioteca era un salón de
baile, a comienzos del siglo XX, pero el ayuntamiento lo embargó al propietario
y más tarde lo convirtió en biblioteca
municipal. Sería en los años cincuenta, cuando el portero de la biblioteca tenía unas gallinas y durante el día
las dejaba en la ribera del rio para que picotearan, y las recogía al atardecer.
Desde el muro, el portero bajaba las gallinas metidas en un cesto y luego las
subía.
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Iglesia de santo Domingo |
Crucé el Paseo del Salón (un bulevar como los del París, que fue diseñado por el general napoleónico Sebastiani, a comienzos del siglo XIX) y me metí por la calle de Enriqueta Lozano (una escritora granadina casi desconocida, del siglo XIX), seguí por la Cuesta de Aixa (la madre de Boabdil el Chico), crucé por la plaza de la iglesia de Santo Domingo, donde impresionan sus columnas y espadaña, así como la estatua de fray Luis de Granada, que preside el recinto. Seguidamente, crucé por el antiguo bar El Sota y subí por la Cuesta del Realejo (el barrio judío, que es el más antiguo de Granada) con 38 grados de temperatura a las 19 horas. En los años sesenta, al comienzo de la cuesta, montaban un pintoresco mercadillo de frutas, y cuando subes las escaleras te encuentras el pilar del convento de las monjas, donde el agua sale muy fresca por sus dos caños. Se me hicieron interminables las escaleras con el calor sofocante, pero al final divisé el histórico Hotel Alhambra Palace (construido en 1910 e inaugurado por el rey Alfonso XIII), por donde han pasado toda clase de celebridades mundiales. Contemplar la puesta de sol en Granada o las luces del anochecer, desde sus balcones, es todo un espectáculo, lo mismo que oír el tañido de las campanas desde el Carmen Blanco, a la hora del angelus. Pocos minutos después, llegué la Alhambra.
Posdata. Granada está a años luz del Monumento a la Constitución de 1812, de Cádiz
Publicado en Ideal en Clase
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