viernes, 4 de marzo de 2022

CONVERSACIÓN SOBRE LA GUERRA, de JOSÉ ASENJO SEDANO


 





El escritor accitano, José Asenjo Sedano, obtuvo su mayor éxito literario con la novela Conversación sobre la guerra’, con la que ganó el Premio Nadal en 1977. Como dijo en su día, “es una obra complicada y auténticamente mía, en la que trato de rememorar la Guerra Civil española, desde la perspectiva de un niño –yo mismo–, que fue testigo de la contienda sin saber con exactitud qué era lo que pasaba, y que no cesa de hacer preguntas que muchas veces se quedan sin responder”. La obra fue premiada recién estrenada la Transición –Adolfo Suárez acababa de ganar las elecciones generales, el 15 de junio de 1977– y no entra en ideologías ni partidismos. Hay que recordar que la familia de José Asenjo Sedano abandonó Guadix, debido a los bombardeos, durante la Guerra Civil y se refugió en la localidad de Alcudia. Entonces eran siete hermanos y el mayor tenía doce años.

 ‘Conversación sobre la guerra’ es una de las mejores novelas que he leído, su lectura te engancha y cautiva, y está muy bien construida e hilvanada. El autor es todo un maestro, incluso el final de la novela es parecido al comienzo de ‘Madame Bovary’, de Gustave Flaubert. El niño es el personaje central de la novela y es complicado construirla, debido a sus limitaciones, pues él permanece siempre al lado de su madre y de la abuela. Otro protagonista, en cambio, hubiera estado en el frente y al regresar a Guadix nos contaría los acontecimientos de primera mano, en fin, hubiera tenido más movilidad geográfica y más sucesos que contar. Sin embargo, José Asenjo Sedano describe a los personajes con cuatro trazos, va narrando lo que la gente cuenta en la retaguardia y los escasos acontecimientos que ocurren en la ciudad, a la vez que va utilizando los recuerdos de la abuela y del niño.

 Al escritor hay que recordarlo y reivindicarlo, porque esta novela es un testimonio fiel de la penosa y miserable situación de Guadix, durante la Guerra Civil. Se notaba en el paso de camiones y de soldados republicanos, que venían de Almería y se dirigían al frente de Granada (estaba por Huétor Santillán), mientras la gente los saludaba con vítores y con el puño en alto. Precisamente, mi padre pasó por Guadix, con destino a Almería, cuando fue llamado a filas en 1938. Otras veces eran los relámpagos de los cañonazos, que se veían a lo lejos, o bien, lo que contaban los refugiados que llegaban a la ciudad huyendo de la guerra. Por lo demás, en la novela parece que no ocurre nada trascendente y que todo está tranquilo.

 Entre el nieto y la abuela hay una especie de cordón umbilical, había una relación especial. El niño la recuerda así: “Había cambiado mucho, en estos pocos años, aquella abuela mía. Ni su sombra era. Hastiada de tantas cosas como habían pasado. Traspasada y más que herida por el pago de aquellas dos hijas de su sangre que andaban perdidas por ahí. Dolorida por ese olvido de mi madre, quien había preferido morirse viva a quedarse muerta de verdad… Y ese hijo en el que ella tenía cifradas sus esperanzas…”. En otro capítulo del libro, leemos: “Muerto… Lo fusilaron… Ha desaparecido… Está en la cárcel… No se sabe nada de ellos…”. Y entonces el lector descubre que la abuela está pensando, pero en un solo renglón José Asenjo nos define todo el horror y el espanto que la Guerra Civil produjo en España: casi medio millón de muertos y otro tanto de exiliados.

El escritor José Asenjo Sedano


 En cambio, la madre del niño está completamente ida, como ausente: “Mi madre se sentó junto a la mesa. Ni advirtió nuestras palabras. Sacó de alguna parte un estuche con fotografías y, en silencio, las fue remirando una a una, a la busca de instantes y tiempos perdidos…”. De esta forma describe el niño a su tío Miguel, cuando aquella lúgubre noche lo trajeron del frente, en un coche. Estaba sin piernas y venía montado en una silla de ruedas: “Luego los gritos y los lloros de mi madre y de la abuela, como si nos hubieran traído un muerto. Y es posible que fuera eso, lo que realmente nos trajeron a casa aquella noche…”. Eran los estragos de la guerra.

  “Para los niños la guerra era salir a la carretera. Al Este nos encontrábamos siempre con los presos que trabajaban en la calzada, transportando grava y derritiendo bidones de alquitrán en las calderas, bajo la vigilancia de los guardias de asalto… “. Esta frase me llama poderosamente la atención, porque mi abuelo materno estuvo trabajando precisamente en esa carretera, durante la Guerra Civil, como preso. En cambio, mi tío abuelo paterno me dijo que pasó gran parte de la contienda en la Catedral, pues los ‘rojos’ la convirtieron en un cuartel.  En esos años mis ascendientes eran jóvenes y seguramente se vieron en Guadix (donde todos se conocían), pero no llegarían a tratarse porque estaban en bandos contrarios ni podían sospechar que serían parientes pocos años después.

 Casi al final de la novela, el niño recuerda aquellos días tristes de la guerra con la persona que más había querido y admirado: “La abuela, que ya no tenía fuerzas para nada, se quedó dormida ya de madrugada. Nunca me hubiera figurado que ese sueño era la muerte. Ha pasado mucho tiempo y todos esos recuerdos parecen flotar en alguna parte. Y yo me digo: ¿Pasó todo eso? ¿Ocurrió alguna vez? (...) No lloré, sino que estuve mucho rato viéndola así, recién muerta, tendida en el suelo frío, mientras alguien iba desnudando de cosas la habitación como si, con ella, también se hubieran muerto todos aquellos recuerdos que allí vivían…”. Estas frases tan sentimentales y vívidas impresionan a cualquiera.

 Dicen que José Asenjo no fue un hombre mediático –confieso que yo no llegué a conocerlo, a veces he hablado con su hermano Carlos Asenjo– y puede que por eso esté casi olvidado, pero, después de Pedro Antonio de Alarcón, es el escritor más importante que ha tenido Guadix. Si ambos escritores hubieran nacido en Granada o en Sevilla, seguramente tendrían más renombre. Los niños, sobre todo los de Guadix y su comarca, tenían que leer esta novela en la escuela siquiera para conocer aquella época tan oscura y miserable que vivieron sus abuelos. “Y ahora, estoy seguro, muchos sabían que la derrota, que el fin de aquella guerra que había pasado por la tierra y por el aire, significaba, también, la muerte. Por eso había como un chirimiri, una nubecilla invisible que nos calaba y que era simple anuncio del desastre”.

 Este breve diálogo, entre el niño y la abuela, nos da una idea de cómo estaba la situación:

-Abuela, se están yendo los refugiados.

-¿Estás seguro?

No se oía nada.

-Las ratas abandonan el barco.

 Y es que los refugiados se marchan de Guadix, porque todos barruntan que la República está perdiendo la guerra. En otro pasaje, el autor critica duramente el carácter guerracivilista de los españoles: “Aquel día mi padre me abofeteó delante de la abuela… Puede que mi padre tratara de hacer de ese modo su pequeña guerra pendiente, esa guerra que tenemos y tenemos que hacer siempre los españoles, porque, si no la hacemos, ni nos sentimos libres, ni vivos ni muertos, ni nada. Sin entender ni comprender, de alguna manera me di cuenta de que yo simbolizaba el otro bando de mi padre”. La novela ‘Conversación sobre la guerra’ –a veces hay frases que me recuerdan a Gabriel García Márquez– son los recuerdos de la infancia de un niño y, se puede decir, que es un homenaje de José Asenjo a Guadix, su ciudad natal. Ya quisieran otras ciudades tener esta novela, que es la memoria viva y sentimental de una familia y de un pueblo. Por eso no puede permanecer en el olvido.

 El escritor, periodista y abogado José Asenjo Sedano nació en Guadix, en 1930, y falleció el 12 de agosto de 2009, en Almería. Era colaborador habitual de IDEAL en sus páginas de opinión, y su firma también se podía leer en 'la tercera' de ABC. Su mayor éxito literario lo obtuvo con 'Conversación sobre la guerra', con la que ganó el Premio Nadal en 1977. José Asenjo despolitizó la contienda española al ser mirada desde los ojos de un niño y lo presentó en plena efervescencia de la Transición a la democracia. Aquel niño era él mismo y el galardón literario de la Editorial Destino colocó su nombre en lo que se denominó la nueva narrativa andaluza, de manera que el escritor accitano destacó ante el nutrido grupo de autores andaluces.

 Estudió en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid y Derecho en la Universidad de Granada. Sus comienzos literarios están relacionados con la vida cultural accitana. Es en Guadix, donde tras regresar de sus estudios madrileños, crea junto a su hermano Carlos, historiador, y otros amigos, la tertulia El sombrero de tres picos. En 1960 marcha a Cádiz, donde ejerce de abogado, ingresando, cuatro años más tarde, en el Instituto Social de la Marina, como funcionario. En esta ciudad permanece hasta que, en 1977, es destinado a la Delegación del mismo organismo en Almería. Aquí se integró en la vida cultural y literaria de manera que el Ayuntamiento de Almería le concedió en 1988 el Escudo de Oro de la Ciudad y le dedicó una plaza pública en 1996. Años más tarde, Guadix también reconoció la valía literaria de José Asenjo Sedano al ponerle su nombre a la Biblioteca Pública.

 Sus obras siempre estuvieron relacionadas con su ciudad natal, de forma que su paisaje y paisanaje están presentes tanto en los artículos, poemas, relatos y novelas, como señala el crítico y escritor Antonio Enrique. A esta influencia accitana pertenecen las novelas 'Los guerreros' (Barcelona, 1970), 'Crónica' (Barcelona, 1974), 'El ovni' (Barcelona, 1976), 'Conversación sobre la guerra' (Barcelona, 1977) y 'Eran los días largos' (Barcelona, 1982). En cuanto a las obras ambientadas o relacionadas con la ciudad de Granada, se encuentran las novelas 'Joan de Dios' (Granada, 1988) y 'Memoria de Valerio' (Madrid, 1999), además de 'Yo, Granada' (Granada, 1979), de prosa poética.

 Al entorno de Almería se adscriben la novela 'Oeste' (Almería, 2003) y las novelas cortas 'Indalecio el gato' (Barcelona, 1983) y 'Mayo del 93' (Almería, 1995). Merecen ser destacados aparte los libros de paisajes y de carácter humano 'Impresiones, recuerdos de un paisaje' (Sevilla, 1973) y 'Vuelo de zancudas' (Almería, 1988), así como los libros de relatos cortos 'Historias del exilio' (Almería, 1995) y 'Cuentos meridianos' (Almería, 1999). Sin embargo, 'El mirador de San Fandila' (Guadix, 2001) es una miscelánea de corte periodístico que reúne recuerdos de Guadix, Granada, Cádiz y Almería, también artículos diversos sobre pintura y comentarios literarios, según la opinión de Antonio Enrique, que define así su obra: “Entrar en las novelas de Asenjo Sedano es penetrar en una densa atmósfera sensitiva, donde sabemos que algo acaba de ocurrir, que se nos desvelará en su momento, de forma dosificada; o bien, por determinados síntomas, no por imperceptibles menos patentes, que algo puede ocurrir inminentemente; algo que transmuta el rumbo argumental”.

Antonio Enrique añade finalmente: “Morosidad, hondura y misterio son tres de los rasgos distintivos de la siempre emotiva obra de este escritor, el más relevante nacido en Guadix desde Pedro Antonio de Alarcón. Una honda palpitación de los seres y las cosas infunde a su obra la atmósfera de intimidad, densa de sugerencias y presagios, que le es característica, en consecuencia con una vida que él ha procurado retirada y lejana a todo brillo social”.

 Copio algunos diálogos breves de Conversación sobre la guerra’:

 -Abuela –le dije–, los pájaros, nuestros pájaros, ¿tú crees que ahora estarán con Dios?

Esta vez no pudo decir qué estupidez más gorda. No pudo decirme tú estás loco, qué cosas dices…

Otra vez me volaban por la mente aquellas dudas extrañas: si los hombres pueden salvarse o condenarse… (y continúa pensando, pero se dirige a la abuela como si hablara en voz alta).

-¿Me oyes, abuela?

Yo, desde el suelo, callado, sólo veía, como un péndulo, la cabeza de la abuela que a cada sí de aquella, contestaba qué más quisiéramos nosotras, hija mía, qué más quisiéramos…

Fue en ese diálogo de cabezas cuando a mí se me ocurrió decir, abuela, abuela, tenemos las patatas de esta mañana…

-¿Lo ves? (contestó la parienta)

(La abuela le había dicho a la parienta que no tenían nada para comer, pero el niño dijo la verdad).

 Publicado en el Boletín del Centro de Estudios Pedro Suárez, número 34. 2021


No hay comentarios:

Publicar un comentario