sábado, 17 de diciembre de 2022

EL RINCÓN DE LOS TEBEOS

 


El rincón donde mi padre tenía los tebeos 



Estos días me he acercado a las casetas de la Feria del Libro de Granada y, llevado un poco por la nostalgia, he comprado algunos tebeos de mi época. Debo a estas sencillas historietas la afición por la lectura y en ellas aprendí a escribir mejor, a desarrollar la imaginación y a evadirme de la realidad, mientras conocía remotos países. En fin, fueron una de las primeras fuentes donde bebí y estoy en deuda con todos aquellos maestros anónimos del tebeo. ¡Cuántas veces soñé que yo abría aquella caja llena de tebeos –que de vez en cuando la desaparecida Editorial Bruguera le enviaba a mi padre para venderlos– y me quedaba asombrado contemplándola, viendo a todos los héroes y mitos de mi infancia! ¡Aquello era la mayor alegría que yo podía recibir! Y cada vez que descorría aquella cortina del hueco de las escaleras, yo entraba en el fabuloso y mágico mundo de los tebeos de caballerías (porque ése era entonces el medio de transporte más usado). Allí, en aquellas viejas estanterías, estaban mis mejores amigos y yo me pasaba tardes enteras con ellos.

 Desde que salí de la infancia –en ese viaje sin retorno–, habían pasado demasiados años que no experimentaba esas sensaciones; pero de nuevo volví a sentirlas el otro día cuando vi al duendecillo charlatán de mi niñez, que me decía sonriendo: ¿Te acuerdas de mí?. ¿Cómo no iba a acordarme?, le respondí, sorprendido. ¿A que no sabías que llevo esperándote todo este rato? Al decir esto, con su voz infantil de siempre, yo no pude menos que emocionarme. ¡Vamos a ver!, me dijo. Mira, para que tú puedas de nuevo introducirte en el mundo de los tebeos y jugar con los muñecos de las viñetas, tienes que volver a ser un niño como entonces, porque, si no, nunca podrás entrar. También has de saber que los mayores se complican la vida y por eso cronometran el tiempo: entonces los días se les pasan volando, siempre van como locos corriendo de un lado para otro y la vida se les consume en un soplo. Esto de medir, clasificar y abarcarlo todo es un  error muy grande, pues al final el ser humano se convierte en un esclavo del tiempo y de las medidas, cuando tenía que ser al revés, éstos deben estar al servicio del hombre. En cambio, como verás, el tiempo de los niños es más lento y verdadero, cada día que pasa es diferente y la vida es más intensa; y si me apuras, el sufrimiento es menor. En fin, que para nosotros no existen las razas ni las clases sociales, ni todos los prejuicios que tenéis los mayores. Por último, te diré que para que puedas ser admitido en el Club de los Amigos de los Tebeos tienes que cerrar los ojos, hacer palmas con las manos y cantar tres veces conmigo esta fórmula mágica: ¡Pum, pum, pum! ¡Cata pum! ¡Chin pum!...

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Al instante yo me encontré en el mundo de las viñetas, lleno de fantasías, de colores, de personajes y hazañas inimaginables. Y lo primero que vi fue a Fideo de Mileto, con su lira y una corona de laurel en la cabeza, que más parecía una cresta, y una especie de mono orejudo que se aferraba a su hombro. Estaba bastante asustado y con los brazos en alto le hacía señas al Jabato: ¡Por las musas...! ¡Pe... pero si son flechas! Y uno oye el chasquido de las flechas –¡chas! ¡chas!–, que pasan rozando al poetastro y terminan clavándose en la cubierta del barco; entonces, en medio de una lluvia de flechas, los dos salimos corriendo y nos ponemos a cubierto. En la siguiente viñeta, los soldados malos –posiblemente árabes o mongoles– tiran una flecha incendiaria contra el barco, que al final se hunde... Yo entonces los acompañaba en sus peripecias tebeíles, sufría y me divertía a la par que ellos, porque me habían demostrado que eran mis amigos.

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 ¡Por las barbas de Senaquerib!, oía que decía a mis espaldas el bruto de Taurus, sorprendido sin duda por un suceso imprevisto o por alguna fechoría de algún mentecato. Pero aquellas aventuras de encrucijadas –a peseta el tebeo– se acababan pronto: Poco después nuestros amigos se perdían en el horizonte... ¡Una vez más habían actuado con nobleza y desinterés, dando un ejemplo capaz de hacer mella en los corazones más duros! Así se despedía el autor de los niños hasta el miércoles, en que salía el siguiente número. Este otro autor comienza así la historieta: Después de sus extraordinarias aventuras, el Capitán Trueno y sus amigos construyeron un nuevo globo. ¡Por el gran batracio verde...! ¿Qué hacemos, capitán?, pregunta en medio de la confusión el fornido Goliath, mientras el globo se desinfla y comenzamos a caer irremisiblemente en picado.    

  Sin duda, las historietas de el Capitán Trueno, acompañado del extravagante Cascanueces y del alegre Crispín, eran las más logradas. ¡Hurra, Goliath!, le dice, sonriendo, Crispín después de que el tuerto le lanzara una red a unos cuantos malasombras. ¡Toma, canalla! ¡Esta vez no escaparás!, dice Roberto Alcázar, sin despeinarse siquiera, mientras le va dando su merecido al malhechor de turno. ¡Rómpele las muelas!, exclama, divertido, el travieso y rubio Pedrín, con sus pantaloncillos cortos. Siempre está al quite y dispuesto a repartir manteca. Y yo, que también tengo ganas de briegas, la emprendo a palos con la albarda. Tengo grabada de aquellos años la frase –creo recordar que es de Pedrín–, que le dice a uno mientras le rompe un botijo en la cabeza: ¡Toma del frasco, Carrasco! Y otro que decía: ¡No huyáis, bellacos!

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En definitiva, eran historietas de aventuras contadas en un lenguaje sencillo y ameno, donde era fácil identificarse con los protagonistas y quedar prendado del colorido de las viñetas: uno se quedaba enganchado desde el primer tebeo que cayera en sus manos. Hoy, desgraciadamente, creo que están viviendo su peor aventura. Pero ¿sobrevivirán nuestros héroes y amigos a la acometida feroz de los alienantes videojuegos? ¡Hasta siempre, amigos!

 Publicado en Ideal el 22 de mayo de 2001 y en mi libro Artículos del Altiplano y de Granada, 2014

  Posdata: El Capitán Trueno fue una colección de historietas de aventuras, creada en 1956 por el guionista Víctor Mora Pujadas y el dibujante Miguel Ambrosio Zaragoza (Ambrós), se puede decir que fue el tebeo que obtuvo más éxito en España. El Jabato también fue una famosa serie de historietas creada por el mismo guionista y, el dibujante Francisco Darnís, en 1958, ambas series las publicó la Editorial Bruguera. Roberto Alcázar y Pedrín (en sus orígenes, se llamaba Roberto Alcázar, el intrépido aventurero español) fue otra serie de historietas, creada en 1940 por el guionista y editor Juan Bautista Puerto, que era el propietario de la Editorial Valenciana, y el dibujante Eduardo Vañó Pastor. Es la historieta más antigua de la historia del tebeo español.

viernes, 16 de diciembre de 2022

EL DESCONOCIDO AMANUENSE DE RAFAEL CARAYOL

 







Rafael Carayol Gor nació en Huéscar y ejerció de párroco en Ferreira, Puebla de Don Fadrique y Almaciles, Orce y finalmente en Galera; donde murió en la madrugada del 24 de diciembre a consecuencia de un infarto cerebral, a los 61 años. También estuvo unos años de formador en el Seminario Menor de Guadix y fue profesor en el Instituto Técnico ‘Padre Poveda’. Lo vi por última vez el 9 de diciembre pasado. Estaba tomando café en el bar ‘Cirilo’ de Galera y ya nos liamos a hablar de todo un poco: de las gentes y de la tierra, de la política... “Hay veces que cuando quiero acordar, se me ha hecho de día buscando algún nombre entre los archivos, hasta que lo encuentro”, me dijo, y luego me confesó sus temores: “Hoy la juventud lee poco y los ordenadores terminarán acabando con los libros”. Me comentó que en febrero iba a dar una conferencia sobre los moriscos en Castilléjar... Este ensayo –publicado en la revista Úskar de 2001-, curiososamente, lo dedica pero a la vez te deja con la miel en la boca: “Este trabajo quiero dedicarlo a las gentes de Castilléjar. A ellas, por cuestión que no viene al caso, les debo la razón del sentido gozoso de mi vida”.

 Pero la ‘Madre Tierra’ ha querido que regrese a ella, precisamente el día de la Nochebuena, para que celebre con las almas de nuestros antepasados la ‘Misa del Gallo’, al son de villancicos, zambombas, carracas y panderetas. Cuando llamé por teléfono a Galera, la maestra, Ángeles Domingo, me dijo: “Ahora mismo están tocando las campanas por él. Aquí la gente lo quería mucho”. Y me estoy acordando de sus amigos Jesús Fernández, Jesús María García y tantos otros. No sé porqué lloro. Debe ser por estos emotivos días o quizá porque uno echa de menos a los buenos maestros. Lo recuerdo cuando decía que “el amanuense lejano y desconocido le iba contando cada noche páginas y páginas de la historia de Orce”. ¡Gracias, Rafael! ¡Muchas Gracias! Con tus historias de moriscos y cristianos nos has enseñado a amar nuestra tierra y a saber un poco más de nosotros mismos, a reencontrarnos con nuestro pasado y a mirar con esperanza lo por venir.



 Hay unas frases suyas que reflejan la pasión que tenía este ‘buen cura’ por la historia de aquellos pueblos tan queridos: “Yo les he preguntado. Quería conocer sus ancestros... y siempre escuchaba un murmullo de silencio... He dedicado a la vez miles de horas a buscar la otra palabra, la que fue vida en la vida de vuestros abuelos...”. Y finaliza con cierta ironía: “Y es que no está todo lo que me ha contado el amanuense. Quizá en otro momento...”. Pero los momentos los elige Dios y parece que esta vez lo ha escuchado. Ahora va a conocer y a oír de primera mano todo aquello que él siempre buscó en nuestros antepasados: quiso sacar a la luz la vieja historia de la comarca del Altiplano, enterrada por el olvido y el polvo de los siglos pasados. ¡Y ya no habrá más silencios ni murmullos, Rafael! Me despido con una cita de tu libro, ‘Galera. Moriscos y cristianos’: “Y el agua trajo la vida. Y con la vida vino la muerte”. ¡Era, qué duda cabe, el ‘párroco de la Historia’ y el mejor ‘cura morisco’ que teníamos por aquellos pagos! Ahora andará ronroneando por el archivo celestial de San Pedro, preguntando a nuestros seculares ancestros.

 Publicado en Ideal el 26 de diciembre de 2001

 Posdata. Este cura, apasionado por la Historia, era de lo mejor que teníamos por aquella comarca. Al entierro en Huéscar asistió el obispo, hermandades y multitud de gente.

 



viernes, 25 de noviembre de 2022

RECUERDOS DE LA INFANCIA

 


Al fondo, el Cortijo del Cura




Mi esposa y yo pasamos los días 9 y 10 de septiembre de 2019, con mi primo Manolo y su esposa Mari, en Galera y en el Cortijo del Cura. El primer día, pasadas las 19 horas, me subí al cerro de la cueva de Manolo para ver el paisaje. Al Sur se ven las luces de Castilléjar y, más allá, a la derecha, el inmenso Cerro de Jabalcón, que se asienta perezosamente sobre el Altiplano; en medio, se distinguen las pequeñas luces rojas de las torres, de los molinos de viento. La ciudad de Baza no se ve porque está más abajo. Al Este, aparece en perspectiva la cadena de cerros que forman los Barrancos, que se extienden hasta Benamaurel y El Margen, y enfrente se encuentra el Cerro del Águila. Al Oeste se alzan los montes de la Sierra de Castril y, hacia el Norte, la montaña rojiza de Marmolance y la montaña de la Sagra, que se alza majestuosa dominando el Altiplano. La carretera de Huéscar a Benamaurel cruza el Cortijo del Cura (la antigua carretera de tierra pasaba por la Cuesta de las Yeseras, famosa por sus curvas cerradas y peligrosas) y los vehículos se ven venir a lo lejos, en ambas direcciones. Al otro lado de la carretera, se encuentra lo que queda de la vega, apenas cultivada por los cerca de diez habitantes de el Cortijo del Cura. Hacia el Noreste, en dirección a Galera, se ve a lo lejos el Cortijo de San José, que tiene dos habitaciones agujeradas en la planta de arriba. El histórico cortijo, que en el siglo XIX levantara el cura que le dio nombre a la aldea, José Sánchez del Barco y Barnés, se está derrumbando. Un poco más allá se encuentran las cuevas de la Eugenia y de mis abuelos, excavadas en mitad de los cerros, en el Camino del Río de Castilléjar. Así son estos parajes tan hermosos que contemplo, desde este mirador tan privilegiado.


 El 25 de septiembre de ese año, hizo cien años que nació mi padre y este es el paisaje que él vio en su infancia, pues apenas ha cambiado. En 1919, la aldea tendría unos 400 habitantes, la epidemia de la ‘Gripe Española’ hacía estragos en Europa y en todo el mundo, y un año antes había terminado la Gran Guerra, que más tarde bautizarían como la I Guerra Mundial, mientras que la Revolución Rusa, llevada a cabo por los bolcheviques, había triunfado en 1917. Pensar todo esto me daba vértigo: En esta aldea se crió mi padre y, como era el primer nieto, iba al Cortijo de San José a ver a su abuelo Leandro, un hombre bueno y querido. La cueva de mi primo, junto a la de su hermano, fueron las primeras cuevas que compró y años más tarde los cortijeños solían hacer aquí los bailes. Encima de aquel cerro, donde titilan las luces, está asentada Castilléjar, allí me crié y correteé. El caso es que sentía una sensación agradable al contemplar aquellas vistas a la vez que recordaba el pasado.


Calle de Galera y la ermita de la Virgen 

 



En Galera saludé a Ángel García, el fragüero, hacía años que no lo veía, nuestros abuelos eran primos, me recordó alguna vez. También saludé a Pilar Guijarro, la maestra, no la veía desde 2010, que coincidimos en la boda de la hija de mi primo Manolo. Pilar se acordaba de cuando ambos íbamos a la escuela en Castilléjar. Pilar Sánchez es del barrio de la Cruz, de Castilléjar, vende telas en los mercadillos y me habla del reparto de cartas que hacía mi padre Leandro por las tardes, a eso de las siete: Fulano de tal, dámela que yo se la llevo… Allí se congregaba mucha gente, en espera de noticias de los centenares de emigrantes que habían tenido que marcharse por la miseria. Ya no es que recogiera cartas de algunos vecinos, es que luego tenía yo que contestarlas porque no sabían escribir, me dice Pilar

Mercado en calle Nueva, 1912. Huéscar



El 10 de septiembre nos pasamos por el mercadillo de el Jueves, de Huéscar, de frutas y de telas, que nada tiene que envidiar a los de las comarcas vecinas. Viene mucha gente a comprar de los pueblos cercanos y da gusto recorrerlo, desde la plaza de Santa Adela a la Plaza Mayor, aunque luego te cruzas con conocidos varias veces. Me encontré con cinco o seis paisanos de Castilléjar, allí venden de todo y es un espectáculo. Antiguamente, los hombres venían y compraban sus buenos trozos de tocino y se los llevaban a la mujer, para que hiciera sus buenas ollas y caldos para la tropa. También compraban tripas de manteca para untarla en el pan, en la merienda de los críos. Todavía no se había inventado el colesterol. Al mercadillo venían a vender campesinos de Castilléjar, Galera, Orce y el Cortijo del Cura, montados en las caballerías, y solían poner la fruta del tiempo en el suelo o en las espuertas, a la vista de los compradores. 

 

Castilléjar, desde los Barrancos





El 13 de octubre nos pasamos por Castilléjar, a la misa de la patrona, la Virgen del Rosario, donde tomé unas fotos para el recuerdo. Uno se siente feliz al visitar los lugares de la infancia y de la juventud, que traen recuerdos lejanos, a la vez que saludamos a los conocidos, aunque a la mayoría de la gente ya no la conoces. Son muchos años fuera y la vida ha seguido su curso.


sábado, 19 de noviembre de 2022

FRAUDE EN EL SEGURO


 





Esto me contaron unos amigos y así lo expongo. El 20 de agosto de 2020, enviamos este escrito (que resumo) al Servicio de Reclamaciones de la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones, en Madrid.

Señalar que tenemos contratado en Generali, el seguro de decesos, a nombre de ambos, desde el año 2015, y le exponemos lo siguiente: El 7 de agosto de 2020, enviamos al Departamento de Reclamaciones de Generali, una reclamación de dos folios (documentos 1 y 2). Aportábamos también el (documento 3), donde le pedía al mediador M que me enviara las coberturas individuales y los elementos que integran el servicio fúnebre del seguro de decesos; y en el (documento 4), le enviaba escaneadas las coberturas que tiene mi hermano R en Seguros Meridiano. El 10 de agosto, tres días después de enviar la reclamación, recibimos la Resolución del Departamento de Quejas y Reclamaciones de Generali, en Madrid, por correo electrónico.

1. La Resolución de 2 folios (documento 5) no viene firmada y tampoco consta el nombre, apellidos y cargo de quien resuelve. Al imprimirla, resulta que desaparecen las Condiciones Particulares 02 y 03 en el folio, aunque sí pueden leerse en el correo electrónico (…). Esto da una idea de la poca seriedad que se han tomado con nuestra reclamación.

 

2. Entre las Garantías de la póliza, ambos asegurados tenemos en la hoja 2: Libre elección del lugar de inhumación INCLUIDO. En el párrafo quinto de la reclamación, nos quejamos: “Cuando hicimos la póliza, hace cinco años, le dijimos a M que queríamos ser enterrados en el cementerio de Granada, sin embargo, ahora dice que no, que será en el cementerio de G, el domicilio que figura en la póliza, cuando un nicho vale aquí la mitad que en Granada”. Y en el penúltimo párrafo de la reclamación, decimos: “… y nos ha asignado forzosamente el cementerio de G, todo ello en contra de nuestra voluntad”. En cambio, la  Resolución nos remite al apartado 03 de las Condiciones Particulares, en la hoja cuatro de la póliza: El capital asegurado en la garantía de gestión y gastos de sepelio se ha establecido teniendo en cuenta el domicilio de residencia declarado en la póliza (…).

3. En el párrafo tercero, de la reclamación, expongo: “Yo desde el principio he optado por la inhumación y mi esposa por la incineración, pero tú (el mediador) me dijiste que, cuando ocurra el deceso, se hacen cuentas y se devuelve lo pagado de más. Sin embargo, si mi esposa elige la incineración, no le pueden aplicar la sepultura y la lápida (puesto que no las necesita) por lo que el seguro saldría más económico (...). El seis de agosto, M me llamó por teléfono insistiendo en que, yo no puedo elegir la inhumación ni mi mujer la incineración, porque él no puede reformar ahora la póliza”. Y en el penúltimo párrafo de la reclamación, nos quejamos: “M no nos ha permitido elegir ninguna opción Inhumación/Incineración…”.

 

4. Copio el primer párrafo, de la página dos de la reclamación: “Entonces, le pregunto a M si me puede dar la dirección del Defensor del Cliente de Generali, me contesta que no lo sabe, que puede estar en Madrid o Barcelona (…). También he tenido que buscar por Internet el Servicio de Atención al Cliente de Generali, por lo que realmente nos sentimos engañados, por no decir estafados, con la póliza suscrita, produciéndose un incumplimiento de contrato. La dirección del correo electrónico del Departamento de Quejas y Reclamaciones me la facilitaron en la oficina de Generali en Granada… La Resolución no dice nada sobre este hecho, el derecho del asegurado a ser informado a qué servicio dirige la reclamación (...). Y ¿por qué no nos aplican las coberturas individuales, que vienen recogidas en la ley, como hace Seguros Meridano, o cualquier seguro, con sus asegurados? Copio algunas coberturas (vienen en el documento 4) : "En caso de fallecimiento, si se tiene contratada la opción “Inhumación/Incineración, los asegurados podrán elegir entre una de las dos. … Igualmente, los elementos Tipo Sepultura y Lápida serán aplicables sólo en la opción Inhumación".

La prueba del fraude del mediador es que la póliza no recoge el lugar del entierro ni la opción inhumación/incineración a ninguno de los asegurados, cuando deben de venir expresamente reflejados al estar garantizados, de esto nos hemos enterado al compararla con el Seguro Meridiano. De manera que llevamos pagando durante cinco años dos nichos y dos lápidas cuando sólo vamos a necesitar un nicho y una lápida.

 

5. En las Condiciones Generales, (documento 7), artículo 4º. Garantía de gestión y gastos de sepelio, en el segundo párrafo del apartado 4.4.a) Actuación en caso de siniestro, dice: “Con objeto de ofrecer en todo momento la calidad del servicio, el asegurador se reserva el derecho a designar la funeraria o las funerarias que realizarán el servicio fúnebre” (...). Estamos ante otra práctica abusiva de Generali. En definitiva, la Resolución de Generali, que nadie firma, se dedica a tapar y a justificar el fraude, la mala fe y la desinformación del mediador (...). Por todo ello, como nuestros derechos de asegurados han sido vulnerados claramente –a elegir entre incineración o inhumación, a ser enterrados en el cementerio de Granada, a que nos devuelvan el exceso de prima cobrado de más y a elegir la funeraria–, nos dirigimos al Servicio de Reclamaciones esperando que atienda estas peticiones.

 

Por fin, el 28 de septiembre de 2022, dos años y un mes después de enviar la reclamación, los asegurados reciben el informe de la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones, cuando los seguros hay que renovarlos cada año por lo que hacía casi año y medio que se dieron de baja en Generali. Contrataron con otra aseguradora, pagando lo mismo pero con derecho a ser enterrados en Granada y con las coberturas individuales por escrito. Al final del punto 3 del informe, dice así: “Se informa a los interesados que se ha superado el plazo de resolución debido al elevado número de expedientes…". En varios párrafos resume lo que exponen los reclamantes y lo que alega la entidad aseguradora, para concluir: En los últimos párrafos del punto 4, señala: "Estas cuestiones deberían dirimirse ante los Tribunales de Justicia puesto que este Servicio de Reclamaciones no tiene competencia para resolver competencias sobre determinados hechos cuya prueba únicamente pueda ser realizada en vía judicial ni sobre la cuantificación de daños y perjuicios”. No hacen falta los tribunales para comprobar que, “entre las Garantías de la póliza, ambos asegurados tenemos en la hoja 2: Libre elección del lugar de inhumación INCLUIDO”. Este documento lo aportaron mientras que la póliza no indica expresamente el lugar de la inhumación (cuando es obligatorio, es como si en el seguro del hogar no viene escrito el domicilio de la vivienda asegurada), sino que viene camuflado en una condición particular. Sin embargo, en el informe han preferido mirar para otro lado. 


Y en el último párrafo, el informe le da un repaso a la entidad: “... se garantiza por Ley que los asegurados puedan realizar el sepelio por medios distintos a los proporcionados por la entidad aseguradora, así como a que la aseguradora garantice la libre elección del prestador de servicio”. Esto es, la entidad ha incumplido la ley, pero recuerdan que “el presente informe no tiene carácter vinculante”. Después de esperar más de dos años y de enterarse que el informe no es vinculante, los asegurados creen que tenían que haber denunciado los hechos en el juzgado y pedir daños y perjuicios. El mediador los tuvo engañados durante cinco años y han pagado el seguro durante ese tiempo para nada. Pero, ante este fraude evidente, Generali no tiene nada que decir.



Sacado de Internet

Elementos y coberturas que puede tener el servicio

sábado, 12 de noviembre de 2022

IN MEMORIAM LEOVIGILDO GÓMEZ AMÉZCUA

 

Leovigildo y la Catedral de Guadix

Ha sido un ejemplo para todos nosotros



Ayer, Leovigildo Gómez Amézcua (Benalúa, 1932) se cayó en la residencia donde se encontraba internado, lo llevaron al hospital de Guadix, donde comprobaron que tenía un derrame interior y ha fallecido esta mañana, a la edad de noventa años. Conocí a Leovigildo  en 1968, cuando fue nombrado rector del Seminario de Guadix, pero al año siguiente me trasladé a la Casa Madre del Ave María, en Granada, para cursar quinto de bachiller. Apenas lo conocí y en 1969 los jesuitas fueron sustituidos por sacerdotes diocesanos, que se hicieron cargo del Seminario. En estos últimos años ha sido cuando he tratado más a Leovigildo y he descubierto su vida sencilla, callada y humilde, así como sus buenas obras. En 2012, escribió la biografía Rafael Álvarez Lara, obispo de Guadix y Mallorca. Un hombre de Dios. Cuando el obispo se marchó a Mallorca, Leovigildo lo acompañó como su secretario personal: Era bondadoso, inteligente, humano, religioso, fundó el Patronato del Sagrado Corazón (que sigue hoy día) y dio trabajo a centenares de personas durante muchos años, en el Polígono de La Espartera, haciendo alfombras de esparto. Está enterrado en un convento, en Jerez de la Frontera. Elevó el nivel de vida y la decencia en Guadix. Leovigildo también me habló de las obras del obispo que, según Gerald Brenan, creó más puestos de trabajo que cualquier otra institución de Guadix, en la posguerra (pero Guadix se olvidó completamente de Rafael Álvarez Lara). El antiguo rector también publicó, en 2020, el libro Obispos accitanos del siglo XX y debo señalar que ambos somos miembros del Centro de Estudios Pedro Suárez, de Guadix, donde se fue fraguando nuestra amistad.

 El 13 de junio de 2020 voy a Zújar, junto a un antiguo amigo del Seminario, José María Laguna, a la casa del sacerdote jubilado, Salvador Olivares, que es amigo y eterno compañero de Leovigildo, para que me cuente cosas de él.

–Nos conocimos en 1947, cuando yo estaba haciendo Preparatoria en el Seminario mientras que Leovigildo cursaba quinto de Bachiller. Años después, estuvimos juntos en el Seminario Mayor de San Torcuato, en Granada. En 1968, Leovigildo fue nombrado rector y yo vine al año siguiente, como formador. En 1977 dejamos el Seminario, a mí me nombran párroco en la Estación de Guadix hasta 1980, y él se viene a la parroquia conmigo siendo vicario general de la diócesis. Me marcho un tiempo a Roma y más tarde me nombran párroco en Moreda, pero más adelante vivimos cada uno en pisos  diferentes, en los bloques María Ángeles, de Guadix. Recuerdo que estaba de obispo don Juan García Santacruz, cuando el médico le dijo a Leovigildo que tenía Mal de Pot y, como estaba muy grave, le aconsejó el internamiento en el Hospital el Neveral, de Jaén. Y le dio dos opciones: “Tienes que estar escayolado durante seis meses, o bien estarte quieto, sin moverte en la cama”. Leovigildo optó por lo segundo y así estuvo casi once meses. Yo iba con frecuencia a visitarlo al  Neveral. A mí me nombran párroco de Cristo Redentor (en el Polígono de La Espartera) y, cuando Leovigildo se recupera me sucedió en este cargo. Varios años antes había participado en la Asamblea Diocesana, en la que participan unas siete mil personas.

Leovigildo y Salvador Olivares

 


Salvador Olivares es un cura amable y campechano, con él no hay liturgias ni protocolo sino que te da la confianza y dice lo que piensa:

–Leovigildo es cercano, humilde y puntual, un trabajador incansable que lo llevaba todo para adelante. Alguna noche llegaba tarde al piso y, como siempre, se levantaba a las 7. Lee mucho, es bastante culto y ve poco la televisión. El teatro le gustaba bastante, hizo algunos papeles principales de autos sacramentales, en el Teatro Mira de Amescua, de Guadix. Creó un grupo de teatro con los seminaristas y representaron sainetes y algunas obras de los hermanos Álvarez Quintero. En el Seminario de Verano, de Jérez del Marquesado, se hacían concursos al estilo del “Un, dos, tres, responda otra vez”. En la Estación de Guadix creó el grupo de teatro Raíl, con los jóvenes, entre los años 77 y 80. A principios de los años sesenta comenzaron los Cursillos de Cristiandad, en la diócesis de Guadix, y en cada uno participábamos dos o tres curas. Leovigildo participó en muchos como director espiritual y con el tiempo fue Consiliario diocesano. Leovigildo también llevó el Movimiento Familiar Cristiano, eran encuentros con grupos de padres para la formación humana y cristiana, así como los cursillos prematrimoniales para la preparación al matrimonio… Por esos años, yo organicé un coro mixto en el Instituto Pedro Antonio de Alarcón y ensayábamos en el Hospital Real,  Leovigildo enseñó canciones en gregoriano a las voces graves del coro.

 Yo conservo una foto de mi padre con los compañeros y curas, en el Seminario de verano de Jérez, en julio de 1964, incluso conservo el libro de cursillista que le entregaron, con las dedicatorias de los compañeros. Salvador hace un inciso y me enseña un libro de tamaño folio, con fotografías de las numerosas ciudades españolas donde actuó la coral y los premios que recibió. En esos momentos, no me di cuenta de la nostalgia de Salvador al pasar las páginas y contemplar aquellos alegres y lejanos recuerdos. Ahora todo son achaques, sin embargo transmite cierta alegría.

–Mira, hay gente a la que Leovigildo ha ayudado de forma permanente, le entregaba una parte de su sueldo, todos los meses, y nunca se ha aprovechado del cargo de vicario para beneficiarse de algo. El piso de los bloques María Ángeles era del sacerdote oscense Tomás Casaubón (cuando falleció lo donó a la diócesis) y estuvo residiendo con él varios años. Entonces yo me trasladé al piso y Leovigildo echaba mano de mí cuando tenía cualquier problema. Yo he sido fumador y me ha aguantado siempre, nunca me dijo nada. Aquello era pequeño pero nos hemos llevado siempre bien, es verdad, han sido muchos años juntos. Leovigildo es muy metódico y no puede ver algo desordenado. Ahora lleva dos años internado en el ‘Hogar Santa Teresa Jornet’ y sé que no tiene nada en la cartilla.

 

Leovigildo y José María Laguna, a la derecha

El logopeda, José María Laguna (Angustias, su mujer, es prima de Leovigildo y los tres han pasado muchas tardes jugando a las cartas), dirige en Guadix la ONG Solidaridad Honduras y colaboró con Salvador Olivares en la parroquia de Cristo Redentor, realizando obras de beneficencia. José María me dijo esto:

–Leovigildo es consecuente con sus ideas, con la vida real y con el Evangelio y ha atendido siempre las necesidades de la gente. Estando de párroco en Albuñán, dio dinero a una familia para que comprara alimentos y a veces los sobrinos de Leovigildo le ayudaban porque no tenía para acabar el mes. En otra ocasión, le pagaron el arreglo del coche porque había repartido el sueldo. Yo tuve que anularle el pago de la cuota de la ong. Leovigildo ha sabido adaptarse a los tiempos y estar en su sitio, es un cura de verdad.

 Yo visité al ahora canónigo emérito cuando estaba en el piso y después en la residencia, andaba entonces con las muletas por la fractura de cadera que tuvo en diciembre de 2018. De él destacaría su ejemplo y generosidad, y me transmitió el cariño por el obispo Rafael Álvarez Lara. El artículo lo he titulado Leovigildo porque Salvador, su compañero y amigo de siempre, lo llama así y porque suena más cercano. Las visitas a la residencia han estado prohibidas, durante dos largos años, por los contagios, y me lo imagino con el andador por los pasillos, cumpliéndose lo que decía el general Charles de Gaulle, la vejez es un naufragio. Hace unos seis meses, hablé con el presidente del Centro de Estudios Pedro Suárez porque los residentes no podían salir ni a los jardines, hizo algunas gestiones y por fin pudieron salir y permitieron las visitas de los familiares.

 Copio un fragmento de Poemas desde el Neveral, que salió publicado en el opúsculo Nieve y cieno, de Guadix, el 2 de enero de 2018:

En abril de 1996 tuve que ser internado en un hospital… para curarme del llamado ‘Mal de Pot’. Allí permanecí 11 meses en reposo absoluto. A lo largo de este período tuve tiempo de leer, de escuchar la radio y ver la televisión. Pero también pude escribir y de componer poesía, a la que yo sentía cierta afición desde mi infancia. Y así, poco a poco, fui redactando hasta 20 poemas cuya temática fue surgiendo desde la experiencia de una larga enfermedad hasta la nostalgia del recuerdo que sentí de mi vida familiar y pastoral. Los primeros poemas fueron 5 sonetos, que reflejan los sentimientos que entonces experimenté, desde la sorpresa hasta la aceptación.

En el Centro Diocesano de Benalúa


   







Soneto 2. La duda

¿Por qué, Señor, me has elegido

para llevar la cruz de esta dolencia

y meter en mi vida una experiencia

que, confieso, jamás había sentido?

¿Qué culpa cometí que ha merecido

esta dura y amarga penitencia?

¿Qué lesión he causado en mi conciencia

hasta el extremo de sufrir tu olvido?

–No es castigo, no. Tú me has contestado,

lo que sufres y sientes, hijo mío.

Es señal de lo mucho que te he amado,

pues quiero hacerte ver que yo me fío

de quien toma la cruz que yo he tomado

y abraza como suyo lo que es mío.

Con los exseminaristas de Guadix, 19-10-2016

Posdata: él me pidió que lo llamara Leovigildo. El 5 de julio de 2021, lo llamo a la residencia y me dice: Yo tengo 89 años y me queda poco de vida. Hace poco tuve una caída en la habitación y estoy bastante condolido, aunque no tengo fractura me condiciona los movimientos. En noviembre me escribe un correo con este texto: El tiempo que me queda de vida espero que sea para ayudar a los demás. Guadix, sin olvidar su pueblo natal de Benalúa, se queda sin uno de sus mejores hijos y, para los antiguos seminaristas, fue uno de los mejores sacerdotes que pasaron por el Seminario. Descanse en paz.

Miembros del CEPS, en Huéneja. 15/10/15

Antonio García Gómez

Ayer, 13 de noviembre, me acerqué al tanatorio del ‘Hogar Santa Teresa Jornet’, poco después de las 9:30 horas, y allí estaban cuatro sobrinos velando el cadáver de Leovigildo. No había nadie más. Me dicen que mi nombre les suena porque se lo han oído a su tío. Su sobrino Antonio García Gómez se dedica a la enseñanza y me explica que el difunto era el último que vivía de los seis hermanos, mientras que ellos son dieciséis sobrinos. Nos sentamos en el sofá y me va contando:

Fue el único sacerdote que atendió a los tuberculosos en el Hospital Real de la Caridad y aquí fue donde cogió la tuberculosis. Cuando tenía el Mal de Pot, se vino a mi casa y el caso es que no paraban de venir visitas, hacía reuniones, venía el obispo… Le hicieron unas pruebas y al final se lo llevaron al Hospital el Neveral, de Jaén hasta que se recuperó. Poco antes de irse de Guadix, el obispo Gabino Díaz Merchán (falleció hace unos meses) le dijo a mi tío: ’Tú serás nombrado obispo dentro de poco’. El caso es que los años pasaron, pero Antonio coincide conmigo en que le faltó ambición, pues era humilde, generoso y vivía entregado a los demás. Siempre estaba trabajando, le gustaba mucho hacer teatro con los jóvenes, sobre todo en las parroquias donde estuvo. Yo soy uno de los albaceas, a mi tío le quedan unos 3.000 euros en la cartilla, la mitad será para Manos Unidas y la otra mitad para la ong… Este dinero es del coche que tenía, pero como lo vendió. Lo repartía todo. Los libros de su biblioteca los ha donado a la Biblioteca de Benalúa y al Centro de Estudios Teológicos de la diócesis. A los sobrinos nos ha dejado algunos libros y discos.

Antonio a veces se emociona y las lágrimas empañan sus ojos:

Yo llegaba a la residencia los domingos y le ayudaba a decir misa, hasta que prohibieron las visitas, ni siquiera podían salir a los jardines. En la residencia ha tenido varias caídas, hasta que le quitaron el andador porque apenas podía moverse. También tuvo que dejar el móvil, pues le temblaban las manos. Él protestaba y decía: ‘Pero si escribir es lo que me da la vida, envío mis escritos por correo electrónico’. Su último artículo salió publicado en la revista comercial Guadix a mano, con el título Un adiós razonado, de 22 de octubre-5 de noviembre.

Y así pasaron los últimos días de Leovigildo, casi sin poder moverse y poder sin escribir. Poco después, mi mujer y yo nos despedimos en el tanatorio de Antonio García Gómez y de los cuatro sobrinos, que allí se encontraban: todos ellos hablan con orgullo de su tío.

Se despide de los lectores. Foto Antonio García

El último adiós en la Catedral. Foto Miguel Cascales

Video Hermanos Fossores de la Misericordia, donde aparece Leovigildo