
Rafael Carayol Gor nació en Huéscar y ejerció de
párroco en Ferreira, Puebla de Don Fadrique y Almaciles, Orce y finalmente en
Galera; donde murió en la madrugada del 24 de diciembre a consecuencia de un
infarto cerebral, a los 61 años. También estuvo unos años de formador en el
Seminario Menor de Guadix y fue profesor en el Instituto Técnico ‘Padre
Poveda’. Lo vi por última vez el 9 de diciembre pasado. Estaba tomando café en
el bar ‘Cirilo’ de Galera y ya nos liamos a hablar de todo un poco: de las
gentes y de la tierra, de la política... “Hay veces que cuando quiero acordar,
se me ha hecho de día buscando algún nombre entre los archivos, hasta que lo
encuentro”, me dijo, y luego me confesó sus temores: “Hoy la juventud lee poco
y los ordenadores terminarán acabando con los libros”. Me comentó que en
febrero iba a dar una conferencia sobre los moriscos en Castilléjar... Este
ensayo –publicado en la revista Úskar de 2001-, curiososamente, lo dedica pero
a la vez te deja con la miel en la boca: “Este trabajo quiero dedicarlo a las
gentes de Castilléjar. A ellas, por cuestión que no viene al caso, les debo la
razón del sentido gozoso de mi vida”.
Pero la
‘Madre Tierra’ ha querido que regrese a ella, precisamente el día de la
Nochebuena, para que celebre con las almas de nuestros antepasados la ‘Misa del
Gallo’, al son de villancicos, zambombas, carracas y panderetas. Cuando llamé
por teléfono a Galera, la maestra, Ángeles Domingo, me dijo: “Ahora mismo están
tocando las campanas por él. Aquí la gente lo quería mucho”. Y me estoy
acordando de sus amigos Jesús Fernández, Jesús María García y tantos otros. No
sé porqué lloro. Debe ser por estos emotivos días o quizá porque uno echa de
menos a los buenos maestros. Lo recuerdo cuando decía que “el amanuense lejano
y desconocido le iba contando cada noche páginas y páginas de la historia de
Orce”. ¡Gracias, Rafael! ¡Muchas Gracias! Con tus historias de moriscos y
cristianos nos has enseñado a amar nuestra tierra y a saber un poco más de
nosotros mismos, a reencontrarnos con nuestro pasado y a mirar con esperanza lo
por venir.

Hay unas
frases suyas que reflejan la pasión que tenía este ‘buen cura’ por la historia
de aquellos pueblos tan queridos: “Yo les he preguntado. Quería conocer sus
ancestros... y siempre escuchaba un murmullo de silencio... He dedicado a la
vez miles de horas a buscar la otra palabra, la que fue vida en la vida de
vuestros abuelos...”. Y finaliza con cierta ironía: “Y es que no está todo lo
que me ha contado el amanuense. Quizá en otro momento...”. Pero los momentos
los elige Dios y parece que esta vez lo ha escuchado. Ahora va a conocer y a
oír de primera mano todo aquello que él siempre buscó en nuestros antepasados:
quiso sacar a la luz la vieja historia de la comarca del Altiplano, enterrada
por el olvido y el polvo de los siglos pasados. ¡Y ya no habrá más silencios ni
murmullos, Rafael! Me despido con una cita de tu libro, ‘Galera. Moriscos y
cristianos’: “Y el agua trajo la vida. Y con la vida vino la muerte”. ¡Era, qué
duda cabe, el ‘párroco de la Historia’ y el mejor ‘cura morisco’ que teníamos
por aquellos pagos! Ahora andará ronroneando por el archivo celestial de San
Pedro, preguntando a nuestros seculares ancestros.
Publicado en Ideal el 26 de diciembre de 2001
Posdata. Este cura,
apasionado por la Historia, era de lo mejor que teníamos por aquella comarca.
Al entierro en Huéscar asistió el obispo, hermandades y multitud de gente.
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