domingo, 20 de febrero de 2022

LA CUEVA DE LA EUGENIA


 


Mis bisabuelos, con sus hijos, y la Eugenia





Este verano me pasé por la cueva de la Eugenia, pues hacía por lo menos treinta y cinco años que no iba, se encuentra enclavada en un cerro y con una extensa era que le sirve de mirador. Es un paraje abandonado, a medio kilómetro del
Cortijo de San José, en el Camino del Río de Castilléjar, y en el anejo del Cortijo del Cura. Cuando me acerqué a la cueva, el seis de julio de  2004, tuve la impresión de que el tiempo había arrasado con todo. Las tapias del corral estaban derribadas y sus restos eran ya montones de piedras. Un baúl vacío, en medio de la era, era fiel testigo de que allí no quedaban ni las aldabas, pues se habían llevado hasta la puerta de entrada a la cueva, que sería del siglo XIX. Encontré dentro un zapato tirado en el suelo, una vieja aguadera colgada en la pared y unas tablas, que eran restos de muebles antiguos. Esto escribí entonces. He buscado aquella foto que nos hicimos entonces, en los años setenta, pero no la he encontrado. A la puerta de su cueva aparece la Eugenia, toda vestida de negro, con su pañuelo en la cabeza y su falda larga, que le llegaba hasta los pies. Vestía igual que las mujeres de principios del siglo XX. A su lado estamos mi hermana y yo, que llevo unas estrafalarias gafas de sol.

Cueva de la Eugenia, en mayo 2022


Pero lo que realmente me llamó la atención, fueron las paredes cubiertas de nieve, pues el salitre se había adueñado completamente de las habitaciones y les daba un aspecto fantástico, como Giuliati, la mansión de la película Doctor Zhivago. Copio este párrafo del pregón de las Fiestas del Cortijo del Cura, que leí el 24 de junio de 2002: Otras veces, mi hermana me traía montado desde Castilléjar en el sillín de la bicicleta, y siempre íbamos a ver a la pobretica Eugenia, una viuda que vivía sola con la única compañía de un perrillo, muy escandaloso y atado siempre con una cadena, a la puerta de su cueva. Eugenia siempre tenía en su arca algunos panes redondos de Huéscar, que tanto nos gustaban. Ella nos daba un trozo de pan con una jícara de chocolate y aquello nos sabía a gloria bendita. El cariño que nos demostraba y la alegría que le daba al vernos llegar, nunca se lo podremos agradecer, porque era tan inmenso como la soledad de su alma.

Censo del Río de Castilléjar, en 1935


 Recuerdo que tenía un almanaque colgado en la pared, con una foto del papa Pío XII, que falleció en 1958, por lo que yo tenía cinco o seis años. Tengo una foto suya en la pared de mi escritorio y se puede decir que la Eugenia nos recibía como si fuéramos sus nietos. Por eso, cada vez que paso por el Camino del Río de Castilléjar, se me cae el alma cuando veo los restos del viejo almiar, con los palos de la techumbre volcados sobre el cerro, como si fueran los restos de un viejo galeón español. Hace unos días, mi amigo Jesús María García me envió una fotocopia del censo de población de Galera, de 1935, correspondiente al Camino del Río de Castilléjar, derecha. Saliendo de Galera, por la margen derecha del rio, comienza el Camino del Río de Castilléjar y finaliza al llegar al Cortijo del Cura. Según el censo, residían entonces 16 familias que sumaban un total de 88 personas y en el número 33, vivían mis bisabuelos Leandro García-Fresneda Rayón y Mercedes García Gómez, con su hijo Bonifacio, la nuera Matilde, la nieta Ángeles y, como sirvienta, figura Eugenia Valero Gómez, que nació el 12 de julio de 1895, en Castilléjar. Su juventud la dedicó a la familia de mis bisabuelos y, cuando se casó, le regalaron la cueva y algunas tierras.

Tumba de la Eugenia, en Castilléjar




En lo alto de ese solitario cerro vivió como pudo
Eugenia, que enviudó al poco de casarse, y sólo tuvo la única compañía del perrillo. Según me contó mi tía Mercedes, Eugenia quería a mi padre Leandro como si fuera su hijo y de ahí su cariño hacia nosotros. También me dijo que sus últimos días fueron bastante penosos, moriría en los años ochenta y creo que no tenía ningún familiar que le echara una mano. Yo pensaba que había nacido en Huéscar, por eso me gustaría saber si queda algún familiar de Eugenia en Castilléjar. En la fotografía se encuentran mis bisabuelos, acompañados de sus cuatro hijos, de izquierda a derecha: Ángel, mi abuelo Juan, Justo y Bonifacio. La fiel Eugenia aparece en medio y calculo que tendría unos diecisiete años. La imagen será alrededor de 1912 y se hizo en la fachada del Cortijo de San José, por algún fotógrafo, puede que la hiciera Juan Antonio Avilés con su cámara de cajón. El párroco de Galera, José Sánchez del Barco y Barnés, construyó el Cortijo de San José (mandó colocar unos azulejos con la figura del santo, encima del dintel de la puerta de entrada) y, años después, en 1795, construyó algunas cuevas y lo llamó Cortijo del Cura.

El Cortijo de San José, años sesenta (1)

La cerámica de San José


 






El histórico cortijo de San José es propiedad de una familia de Huéscar, los Crisnejas, se ha derrumbado el tabique de la pared lateral como puede observarse en la fotografía de 2015 y su estado es ruinoso, pero sus paredes han sido testigos de la historia de mi familia paterna, que me han ido contando mi padre y mis tíos Mercedes y Bonifacio. Mi bisabuelo Leandro llegó en 1902 al cortijo de San José, procedente de Huéscar, para administrar las tierras de la familia oscense. Durante la Guerra Civil sufrió toda clase de maltratos y amenazas, en numerosas ocasiones, por la patrulla roja que pasaba por la aldea hasta que un dirigente galerino le dio un culatazo en el vientre, falleciendo tres días después, tras padecer fuertes dolores, el 18 de diciembre de 1937. Sin embargo, en el certificado de defunción figura que falleció a consecuencia de parálisis, según resulta de la certificación facultativa presentada. Tuvo una muerte natural, según el parte médico, por lo que no figura que fue asesinado ni está considerado como una víctima de la Guerra Civil.


Lateral en ruinas del cortijo San José, 2015


 

Era un anciano con 76 años, sin filiación política, y fue echado por los rojos en la fosa común que hay en el cementerio de Galera, debajo de la carrasca. No participó en ningún acto delictivo ni tuvo oportunidad de defenderse en un juicio. Sin embargo, era una persona querida por sus buenas obras, recordado por mi familia y hoy completamente olvidado. Y de la inolvidable Eugenia, decir que en su triste soledad de ermitaña, en aquel cerro, consiguió hacer felices a unos niños. Ciento veinte años después de la llegada de mis bisabuelos al Cortijo del Cura, los bisnietos tenemos repartidas las cuevas y las tierras que les pertenecieron, en aquellos parajes tan entrañables del Camino del Río de Castilléjar. Por eso, en la primavera, quiero visitar el Cortijo de San José, lo que queda del refugio donde estuvo escondido mi padre, al final de la guerra, en la ladera de la cueva de mis abuelos, y la cueva de la Eugenia, para recordar la historia de mi familia paterna.

 (1) Detrás se ven las cuevas del Cortijo del Cura y, al fondo a la izquierda, Castilléjar. Foto de Bonifacio García-Fresneda. La foto de los bisabuelos es de su nieta, Encarna García.

Publicado también en Ideal en Clase. Leandro García Casanova: «La cueva de Eugenia» https://bit.ly/3BxWyUO



12 comentarios:

  1. Que bonito,a mi mi padre(Manolo, todavía sigue con el cortijo) me ha hablado mucho de la Eugenia.
    La foto es muy bonita, ver a mi abuelo de pequeño y ponerle cara a Eugenia.
    Matilde García-Fresneda Carricondo.

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  2. Tu padre Manolo (Leandro de nombre) fue el que me contó la muerte del bisabuelo, y la foto original de los bisabuelos la tiene Encarna García, hija del tío Justo y nieta del bisabuelo Leandro

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  3. Querido amigo Leandro:
    Los que ya pintamos algunas canas, echamos de menos escenas tan entrañables como las que pintas, por eso es un placer leerlas.
    Gracias a Dios no conocimos los horrores de la guerra, horrores que hoy ciertos "politiquillos" se empeñan en ensalzar los de uno de los bandos, mientras ponen en la picota los del otro bando; como si el horror de un tiro en la cabeza a una buena persona esté justificado según quien dispare.
    ¡Qué pena!
    Un abrazo.

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  4. Amigo, Roberto. El artículo iba a ser breve sobre la Eugenia, pero Jesús María me envió el documento del Censo y ya metí la historia oculta de mi bisabuelo. En la guerra se cometieron toda clase de atrocidades, en los dos bandos, mi bisabuelo a veces dormía en el campo por temor a que viniera la patrulla, nuestros hijos o nietos serán los que olviden al cabo de un siglo

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  5. Una conocida del Cortijo del Cura me dice que la Eugenia (en los pueblos se llama así a las personas, con el artículo por delante del nombre, me lo recordó Antonio Arenas) está enterrada en el Cementerio de Galera, su tumba en el suelo tiene una cruz de hierro, sin fecha. Tenía dos sobrinas en Castilléjar, ya fallecidas, y una se llamaba Paulina

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    1. Tengo que rectificar, su tumba está en el Cementerio de Castilléjar, cerca de la entrada

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  6. Mi primo Ángel Gómez comenta en Facebook que la otra sobrina se llamaba Anatolia. Eugenia, por su carácter afable y servicial, estaba considerada como si fuera de la familia. Su cueva estaba situada casi a igual distancia entre el Cortijo de San José y la cueva de mis abuelos

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  7. Una amiga me ha escrito esto al leer el artículo: "Tantos y tantos recuerdos que cuando veía las fotos sin haber vivido en esa época, sentía nostalgia. Muy buena la crónica. Siempre me ha gustado mucho que me contaran historias sobre ellos mismos y sobre los antepasados". Yo le he respondido: "Las fotos y lo que te cuentan traen estas historias de los bisabuelos, y de ahí venimos nosotros. Hay que recordar y reivindicar ese pasado".

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  8. Grupo de Facebook, Galera. Pueblo de Granada. 33 comentarios, entresaco algunos.
    21/2 Yogui Monge. Impresionante relato !!
    Ángel Gómez. Ya hace muchos años de eso yo me acuerdo bien de la Eugenia
    Pedro Luis Rueda Arjona. Entrañable historia, gracias Leandro por compartirla
    Emilia López Monjón. Leandro es un placer leer historias como ésta me recuerda a mi tía abuela materna, muy querida tanto por la familia de sangre como la que la acogió para trabajar en el Margen y Galera con doña Patricia, hasta que la llevaron a una residencia de Huéscar porque ya mi abuela era muy mayor para cuidarla. Con respecto a la guerra nadie mereció la muerte fuera del bando que fuese. Ya comenté en alguna ocasión que mis abuelos fueron de bandos contrarios. El paterno de izquierdas y lo asesinaron y el materno de derechas le hirieron en un brazo y murió al poco tiempo según mi abuela era regador y falleció de neumonía.
    Leandro. El artículo es un regreso a la infancia y un recuerdo a la humilde Eugenia, después metí la trágica muerte de mi bisabuelo, en esos parajes donde vivió y sufrió la familia de mi padre. estamos en la edad de ellos y podemos comprenderlos
    Pepi Martínez Heras. Me gusta mucho esta foto ver gente de esa época me fascina
    Dolores Iruela. Hermoso relato!!!
    Lola García. Que historia más Bonita y yo la conozco
    Leandro. lo sé y te estoy agradecido. A veces, bajaba la Eugenia al mercadillo de Castillejar, creo que montada en su burra, y se pasaba por la casa de mis padres
    Carmen Palacios. Precioso y triste… muy bien narrado, pues lo has bordado
    Leandro. Me ha costado elaborarlo
    Lleva 698 lecturas

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  9. Manolo García-Fresneda, nieto de Leandro, se crió en el Cortijo de San José. Esta es su versión: “Uno le da al abuelo con la culata del mosquetón en la boca del estómago y a mi madre le dan un empujón y la tiran al suelo. El abuelo fallece a los tres días mientras que mi padre estaba en la guerra. Eugenia se fue con sus sobrinas a Castilléjar y falleció en el 80 u 82. Está enterrada en el cementerio de Castilléjar”.

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  10. La tumba de Eugenia la encontré por las indicaciones que me dio Lola García (se ofreció a acompañarme al cementerio), pues al lado tiene un familiar enterrado y el ramo de flores que se ve, lo coloca ella cada año cuando visita el cementerio. También he añadido una foto de la cueva de la Eugenia

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