En los primeros días de las rebajas de enero, fui a la pequeña tienda de un antiguo compañero de colegio. Me convenció de que los pantalones de pana abrigaban, en el invierno, me enseñó el forro que llevaban por dentro y al final me llevé unos parecidos a los que él llevaba puestos. A continuación le dije que me sacara cazadoras y, entre ellas, me enseñó una de color azul parecida a los anoraks, aunque me dijo que el tejido es diferente. No me gustaba por eso, pero me la puse, me miré en el espejo y vi que aquella prenda de abrigo no estaba mal. El caso es que, mirándome por delante, por la espalda y de perfil vi que era mi talla, y se produjo lo que se dice el flechazo.
A la semana siguiente estaba pensando en
pasarme por el Corte Inglés, para comprarme unos jerséis, pero decidí darme una
vuelta por la tienda del compañero del alma. “Yo quiero que el jersey sea un
poco recio, pues los que tengo son finos y no me abrigan”, le dije, pues cada año
que pasa soy más friolero. Me sacó de varios colores y modelos, de los que
abrigan como a mí me gustan, con el cuello de pico y otro con el cuello alto, y
no se habló más. Con el descuento, me cobró setenta euros por dos jerséis y una
camisa de franela, y entonces me dijo: “En el Corte Inglés te hubiera costado
setenta euros, un solo jersey, allí lo que pagas es la marca y a lo mejor lo
han fabricado en un país asiático. En cambio, esta camisa de franela está hecha
en Córdoba”. También me dijo que hacían el arreglo en la tienda, “en un par de
días, cuando el pantalón no queda bien”, y me enseñó la máquina de costura. Te
quedas alucinado. Zara es una multinacional española –lo mismo que el Corte
Inglés–, pero quitando a los empleados españoles, todo lo demás está hecho en el
extranjero, sobre todo en los países asiáticos donde la mano de obra es más
barata. Como el caso de una conocida marca de balones de fútbol, están cosidos por
niños de la India a los que les pagan cuatro perras y a veces sin contrato.
El amigo del colegio lleva bastantes
años con la tienda de ropa, en Guadix, después de experimentar en otros oficios
y negocios, y le va bastante bien. Sabe convencer y vender. Hace unos días
entré en una pequeña tienda de deportes de Guadix, donde el empleado te habla
de la marca Chiruca para hacer senderismo, lo mismo que los bastones, y se
fabrican en España. “Vas a Decathlon, en Granada, y encuentras bastones de doce
euros, pero no son buenos. Y las botas de senderismo son de marcas extranjeras
y más baratas, pero más malas. Estas gorras de hombre que tengo son
tradicionales, valen trece euros y las vendo bien. Traje unas boinas a treinta
euros, pero me tiré diez años para venderlas. No me trae cuenta”. Al final acabamos
hablando del pellet para la estufa y me aconseja que lo compre en un comercio
determinado, porque el que compro en Leroy Merlin es más barato, pero de más
baja calidad y de menor poder calórico. “El pellet barato echa humo negro y te
atora los tubos, no trae cuenta porque al final te va a costar más limpiarlos”,
me dice.
En una tienda de electrónica de Guadix
compré un programador: señalas los días, horas y minutos, y se enciende una
bombilla en tu casa, en las horas programadas. Era un aparato fabricado en
China y las complicadas instrucciones a veces no las entendía, de manera que el
propietario de la tienda me atendió muchas veces, para solucionarme el problema.
Antes del año, el aparato falló y el comerciante me devolvió el importe, diez
euros. Le dije que me lo cambiara por otro programador, pero no le quedaban. Lo
que trato de decir es que, las veces que el comerciante me atendió y me sacó del
atolladero chino, valían más que el precio que pagué. Esta atención personal al
cliente no la hacen en Media Markt ni en ningún supermercado.
Guadix es un ejemplo del pequeño
comercio, donde sobrevive con dignidad, a pesar de que ya tiene supermercados
como Mercadona, Dani, Lidl, Día y algún otro, así como el Mercadillo de los
sábados, que abarata los precios bastante. La gente de la comarca se acerca a
comprar aquí, por la calidad y el precio. Sin embargo, en Las Gabias, distante a
ocho kilómetros de Granada (un pueblo dormitorio con 19.000 habitantes, cuando
en los años noventa tenía 6.000), ocurre todo lo contrario: el comerciante apenas
vende, porque los vecinos se van a comprar a Granada, sea a Kinépolis o al
Centro Nevada. Posiblemente esto sea debido a la cercanía de Granada, mientras
que Guadix se encuentra a cincuenta kilómetros de distancia y para aparcar en
el centro de la capital tienes que pagar. Esto disuade bastante al personal. Esta
anécdota me la contó un amigo: antiguamente, los vecinos de Jéres del
Marquesado se acercaban a Guadix a vender los sacos de trigo, pero, de regreso venían
diciendo que los habían engañado. No sabrían mucho de cuentas o esperaban otro
precio.
En
Granada recuerdo a Loli, atendiendo en la Librería Estudios, en la calle
Mesones. Siempre la veías con clientes y te atendía de una forma especial, me decía
que su padre la enseñó a atender al cliente así. Esta librería cerró hace un
año, por la tremenda subida de los alquileres antiguos en los locales
comerciales (había que actualizarlos de acuerdo con la ley), pero el local
todavía permanece cerrado. El caso es que la calle Mesones se quedó, por
primera vez, sin librerías, y esto da idea de por dónde va el consumo y por
dónde la cultura. Cada día se lee menos y se teclean más los aparatos
inteligentes, que a su vez generan una sociedad cada vez más idiotizada y
narcotizada.
Lo que quiero destacar es que el
comercio pequeño se está perdiendo, debido a las multinacionales y
supermercados, sobre todo en Granada. Es el pequeño comerciante, que te atiende
con cortesía, te aconseja y al final te convence de que lo que te ofrece es lo
mejor. Sin duda lo mejor del pequeño comercio es el precio, la calidad y el
trato personal, aunque los supermercados tengan más variedad, publicidad y
atractivo. Es una pena, vamos a la globalización y el pequeño comerciante
tendrá que especializarse en lo que le dejan las multinacionales, los bazares chinos
y los comercios extranjeros, si quiere sobrevivir. Los españoles tendremos que
decidir, aunque ya parece decidido, si compramos en Carrefour, Alcampo,
Decathlon, Leroy Merlin, Brico Depot, Aldi (multinacionales francesas), Día y
Media Markt (multinacionales alemanas) o en el Corte Inglés, Zara y Mercadona,
que son españolas, pero la mayoría de los productos que venden los fabrican en
el extranjero. Es el comercio internacional, el liberalismo rampante que paga
sueldos míseros en países pobres (a veces sin contrato y en unas condiciones
miserables), por lo que las ganancias son rápidas y seguras. Vamos a la
desigualdad y la injusticia: el 1% de la población del mundo posee el 99% de la
riqueza. El pequeño comercio va en retroceso en las capitales de provincia,
pero se mantiene en ciudades como Guadix.
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