“Para mí Granada lo es todo. Me podría definir como un amante que siente a su ciudad muy metida en la sangre, en el corazón”.
El pasado 30 de septiembre hizo cuatro años que murió el escritor José
Fernández Castro, en medio del mayor olvido. ¡Quién lo diría! Él no andaba en
los cenáculos literarios y eso, a la larga, se paga. La coherencia y el ir de
independiente por la vida tienen su precio. Francisco Izquierdo, recientemente
fallecido, decía que fue un gran enamorado de Granada, a quien le dolían los
atropellos que se cometían en ella. “La pena es que aquí nunca fue reconocido
literaria ni políticamente”. Arcadio Ortega opinaba que siempre quiso ser la
conciencia de la historia reciente, y eso le acarreó muchos malos ratos. “Fue
un francotirador que siempre estuvo solo, muy solo”. Y Antonio Enrique se
deshacía en elogios: “Fernández Castro es el escritor mas honesto y la persona
más decente que he tenido ocasión de conocer”.
Escribió 16 libros, pero se quejaba de que en Madrid –ese rompeolas– no
se acordaran de él. En realidad la culpa fue suya, porque tuvo la oportunidad
de irse y no lo hizo: “Estaba muy anclado en Granada y pudo más mi sentido
realista de la vida”. Tuvo muchas dificultades para publicar en los años sesenta,
en tiempos de la Dictadura de Franco. Las mismas que tuvo años después con la
democracia, debido a su espíritu crítico. Nada más leer su nombre, sus mismos
compañeros del PSOE que estaban en el consejo editorial lo rechazaban, y aún
hoy se le sigue ninguneando. En aquel entonces, publicó unos artículos a favor
de la conservación de la Vega y en contra de la circunvalación, que promovía el
alcalde Antonio Jara.
“Desde tiempo inmemorial, Granada, herida por insaciables especuladores
con cara de ‘progreso’, lanza gritos que pocos oyen… Y una vez más, Granada,
muchos, apenados, tiraremos nuestra pluma inútil”. La frase lo dice todo –¡cuánto
me recuerda a Villar Yebra!– de este defensor y guerrillero, que no podía ser
otra cosa, remaneciendo de La Peza. Fue un intelectual comprometido, un
escritor decente, un hombre honesto y sencillo; y en estos amarillentos días otoñales
sus libros rezuman humanidad. José Moratalla le prometió dedicarle una calle,
pero ya han pasado cuatro largos años. Es sabido que los políticos leen poco, se
desgastan mucho y sobre todo se les llena la boca cuando hablan de Lorca,
mientras las promesas se las lleva el frío viento de los aniversarios. Pero
tampoco vamos a ir de pedigüeños por la vida, porque la mejor calle de un autor
son sus obras y los lectores.
Baste recordar que, en La Peza, lo nombraron hijo predilecto y le
dedicaron una calle. Y otra de sus calles lleva el nombre de su primer libro:
‘La sonrisa de los ciegos’, fruto de su contacto con ellos, ya que fue
interventor-delegado del Consejo Superior de Ciegos. “Nunca imaginé –decía– que
a mí, Joseíco para mis paisanos, me nombraran hijo predilecto de mi pueblo
natal. Resisto a creerme un escritor profesional, o que nací para espigar
laureles. Siempre me consideré un narrador atípico, un guerrillero literario,
ansioso de testificar los gestos humanos dignos de salvarse del olvido…”. Como
digo, sus libros fueron el testimonio de un hondo deseo de comunicación humana,
más que de afán literario. Y él mismo confesaría que “ha vivido intensamente,
superó peligros, amó y fue amado”. Rafael Guillén escribió que “Fernández
Castro fue en Granada el punto exacto en el que se encontraron la generación
que padeció la Guerra Civil y la generación nuestra, la de los desamparados
niños de esa guerra”.
Fue además un autor fecundo, pues escribió poesía, novela, ensayo,
teatro, artículos… Entre sus libros destacan la novela ‘La tierra lo esperaba’
–quizá su mejor obra–, que fue publicada en la colección Austral y le abrió
muchos caminos; ‘Balada de amor prohibido’ recibió el premio Ángel Ganivet; el
intenso poemario ‘Antes del último instante’; las biografías de ‘Alejandro
Otero’ y ‘Juan José Santa Cruz’; la obra de teatro ‘A la sombra del árbol de
los besos’… De ahí que su familia se queje del poco interés de los movimientos
culturales y de los organismos oficiales: Ayuntamiento, Junta de Andalucía y
antiguo Gobierno Civil, donde trabajó de funcionario. Olvidando la lucha de
Fernández Castro por el patrimonio artístico y cultural de Granada, hay que destacar su ayuda a
personas de cualquier signo político, su honradez y trato humano.
Siempre habrá algún voluntario de la ‘cofradía de la mesa camilla’, quien
cada 30 de septiembre, como siempre, escriba unos versos. Cuesta poco recordar,
aunque uno no tuvo el placer de conocer a este ilustre lapeceño; pero Benjamín,
cual hijo más pequeño, me pidió que escribiera algo sobre la olvidada figura de
su padre. ¡De sobras sabía este incansable quijote que la tierra lo estaba
esperando! Y sin embargo, no puedo evitar imaginarme a Fernández Castro
subiendo por la cuesta de San Gregorio, a eso del mediodía, en busca del carmen
del Alba, con su gorra terciada y su andar cansino. Y en su recuerdo, vaya esta
frase de su libro ‘El hombre al que mató la música’, precisamente publicado
unos meses antes de morir: “Las cumbres de Sierra Nevada brillan sobre la
neblina de la mañana. Y más cerca, tras la cenefa oscura de la Vega, se divisan
las colinas de la Alhambra. Un pájaro aletea en su pecho”.
Posdata: este artículo salió publicado en Ideal, el 12 de octubre de 2004. Hace unos años, el alcalde de Granada, José Torres, le dedicó una calle en la ciudad de los periodistas al escritor lapeceño. José Fernández Castro falleció en el 2000.
Comentario: Antonio, como no me deja el blog, te contesto por aquí. Miguel Ríos tuvo que marcharse porque en Granada no hubiera conseguido triunfar
Comentario: Antonio, como no me deja el blog, te contesto por aquí. Miguel Ríos tuvo que marcharse porque en Granada no hubiera conseguido triunfar
Buena historia tiene este hombre sin ser reconocido ni nada, pero esto siempre pasa, hay quien se va de este mundo sin ser reconocidos, para muestra un boton
ResponderEliminarEl artículo ha tenido treinta y tantos comentarios, pongo los principales:
ResponderEliminarJuan Rodríguez Titos Me agrada este recuerdo. Tuve la suerte de conversar con José Fernández Castro.
Me gusta • Responder • 24 de octubre a las 19:18
Leandro Garcia Casanova Yo no llegué a conocerlo, pero lo imaginaba así por la cuesta de San Gregorio. Escribí el artículo en una mesa camilla, de un piso de alquiler, el caso es que el artículo gustó bastante
Pili Fernandez Garcia Esta muy bien su historia la pena que no se haya reconocido su labor
Leandro Garcia Casanova Esto es normal en Granada. Recuerdo que Muñoz Molina no estaba bien visto cuando empezó a triunfar, tuvo que marcharse
Antonio Martinez Lorente En todos los campos pasa lo mismo
Leandro Garcia Casanova En las ciudades de provincias hay oligarquía y caciquismo
Antonio Martinez Lorente Dímelo a mi que cuando emigremos fue por que nos quitaron las tierras y pusieron álamos y tuvimos que emigrar varias familias del pueblo, y no se a hablado jamas de eso buenos días Leandro Garcia Casanova
Jesus Valenzuela Ruiz Su hijo un gran amigo mio.....hicimos cosas con su Padre
Leandro Garcia Casanova Creo que te refieres al hijo mayor, no a Benjamín
Leandro Garcia Casanova Tenía que haber sido el PSOE granadino, sus compañeros, quien le pusiera una calle a nombre de José Fernández Castro, pero no fue así