Puesto en el Mercadillo de Guadix |
A principios de agosto me paso por una franquicia
de electrodomésticos, en Granada. Una dependienta me informa sobre un lavavajillas y, al final,
me dice que se encuentra en período de prácticas y que no le pagan nada; que entró
a las diez de la mañana, son las trece horas y todavía no ha podido ir al
lavabo, y del bocadillo de la mañana para qué hablar: “Mi jefa no me ha dicho
nada”. Así andan los derechos de los trabajadores y eso que la franquicia es
francesa. Hace poco venía en la prensa que, un 30% de los trabajadores suelen
echar una media de ocho horas extras a la semana, pero no se las pagan. Al
haber mucho paro, los empresarios se aprovechan de la mano de obra. Con la
reforma laboral, los trabajadores que ganaban mil euros pasaron a ganar
seiscientos y, donde había un trabajador fijo de cincuenta años, metieron a un
joven de veintitantos, con un contrato temporal o a tiempo parcial, por cuatro
perras. De abonar cuarenta y tantos días al año por despido, se pasó a veinte
tantos… Y es que el empresario sólo invierte cuando barrunta ganancias.
Esta reforma laboral también la hicieron en
Alemania, de manera que, abaratando el salario, es cómo el empresario se anima
y hace el agosto. De manera que reduce el paro –el presidente socialista Hollande
ha copiado la reforma laboral de Rajoy y la ha aplicado en Francia– pero
produce más desigualdad en la sociedad, pues unos pocos ganan mucho mientras
que muchos ganan poco. Desgraciadamente, no se han inventado otras medidas económicas
mejores para aliviar el desempleo. Un conocido asesor de Pedro Sánchez
reconocía que la economía funciona así y que, la única diferencia entre la
política económica del PSOE y la del PP estaría en subir los impuestos a unos o
a otros. “Pues, como se entere Pedro Sánchez de lo que usted está diciendo…”, le contestaba el periodista Carlos
Alsina. Cuando hay muchas viviendas o tomates en el mercado, el precio baja; si
es al contrario, sube: así funciona la ley de la oferta y la demanda. Y lo
mismo ocurre con los trabajadores.
Al comprar un calentador de gas butano, por 210
euros, me ocurrió esto. El empleado sólo me dio un tique, entonces le pedí la
factura pero me dijo que tenía que meter mis datos en el ordenador y que le
llevaría tiempo… “A este tique, al cabo de un año, se le ha borrado la tinta”,
le contesté. “Pues, le sacas una fotocopia…”, fue la solución que me dio el
cajero. Al día siguiente, hablé por teléfono con la oficina de la tienda y la
empleada me dijo que el tique tenía el mismo valor que la factura. “Vamos a ver
–le repliqué–, si yo quiero presentar una reclamación, a tu empresa o a la
Administración, ¿en el tique no figuran mis datos? ¿O tengo que ir a Hacienda
para denunciar que estáis vendiendo a los clientes sin entregarles una factura?”.
La joven encima se reía. Entonces me acerqué a la empresa y me hizo la factura,
pues de lo contrario les hubiera puesto una reclamación. Una cosa es que
compres una radio por veinte euros y te den un tique, y otra que compres un
calentador y no te entreguen la factura… Aquí vienen los datos del comprador y de
su domicilio, el producto adquirido, la garantía…, por lo que puedes reclamar
en cualquier sitio.
Un amigo me contó su aventura: alquiló el piso a
una pareja de estudiantes para el curso y estaba contento con ellos, de manera
que los quince días de julio no se los pensaba cobrar. Los estudiantes se iban
dos meses de vacaciones, les guardaba el piso y volvían de nuevo en septiembre.
Cuando se marcharon, el propietario vio que el yeso se había desprendido,
alrededor del marco de la puerta de entrada a la vivienda. Y que también existía
una mancha de humedad, en el techo del cuarto de baño, pero la pareja de
estudiantes no le había comentado nada de esto. Entonces llamó por teléfono al
chaval y este le contestó: “El yeso de la puerta ya estaba despegado, cuando
entramos, y la mancha de humedad del cuarto de baño también estaba”. El dueño
se quedó asombrado por el descaro del estudiante y, viendo que negaba como un
bellaco lo que era evidente, le dio una rápida solución al problema: “¿No has
podido avisarme de la mancha de humedad del baño, en todos estos meses, para
decírselo a la vecina o a la comunidad, y lo hubiera pagado el seguro de una u
otra? Ahora me van a decir que la mancha está seca…”. Como el estudiante no se
bajaba del burro, le espetó: “Mira, no me gustan los malos rollos, así que como
el 15 de julio termina el contrato de alquiler, cogéis vuestras cosas y os
marcháis”.
El joven no era de los que se callaban, y le respondió:
“Se lo diré a mi abogada y a la inmobiliaria”. Y así hizo. La abogada, después
de pedirle al dueño que se acercara al piso para dialogar, le dijo que “no tiene
pruebas de que los estudiantes hubieran roto el yeso con los portazos y que no
tienen que pagarle nada por la limpieza del piso”. No contenta con esto, tuvo
la desfachatez de echarlo de la vivienda. En el contrato venía recogido que
debían de pagar los gastos de limpieza, si no lo dejaban en el mismo estado en
que encontraron el piso. Sin embargo, cuando finalizó el contrato y se
marcharon los estudiantes, el dueño cambió la cerradura y estuvo negociando la
devolución de la fianza, por correo electrónico. “Me cuesta poco enviaros un
presupuesto de una empresa, con los desperfectos que vosotros negáis haber causado,
con la excusa de no pagar, así como los gastos de la limpieza”. Al final llegaron
a un acuerdo, los estudiantes pagaron y le entregaron las llaves del piso.
He visto en Granada cerrar y abrir el mismo
bar, en tres o cuatro ocasiones y de
forma consecutiva. Los locales del centro de la ciudad tienen mucha demanda,
por lo que no es raro ver cómo echan el cierre a un negocio y vuelven a abrir
con otro dueño, pocos días después, tras hacerle unas reformas. En la plaza del
Doctor… hay cuatro bares: uno ha echado el cierre hace poco porque, como es
natural, no hay olla para todos. Es más, si cuando había tres bares tuvo que
cerrar uno (aunque lo volvieron a abrir otros, pero bajando los precios), no se
explica que pongan otro bar. En Francia apenas se ven bares, más bien son
restaurantes donde se puede también tomar unas copas, de manera que los
franceses no tienen la costumbre de los españoles, aparte de que allí las
bebidas alcohólicas son muy caras. Recuerdo que en París entré a un bar, para
ver al Real Madrid, que jugaba contra el París Saint-Germain. Allí me encontré
con unos estudiantes españoles de Erasmus (algunos eran del Barça), que les
gustaba el fútbol, pero dos cervezas creo que me costaron seis euros.
A la hora de montar un negocio, los expertos
recomiendan hacer un estudio previo de los comercios de la misma rama que hay
por los alrededores. Si en la calle hay una ferretería, no es aconsejable
montar otra por allí cerca. Esto tan simple muchas veces no se tiene en cuenta,
por lo que están predispuestos al fracaso y al cierre del negocio, aunque lo
peor son las pérdidas. Recientemente, me ocurrió esto: en el mercadillo de un
pueblo grande, un frutero vendía los melocotones a 1,20 euros el kilo y te
decía que eran de Guadix, aunque en la furgoneta figura un pueblo de Almería.
Al lado del frutero había un matrimonio que vendía los melocotones a 1,80: eran
mucho más grandes y la furgoneta ponía la dirección de un pueblo cercano a
Guadix. Mientras estos melocotones desprendían un olor dulce, los otros apenas
olían. Sin embargo, el frutero de Almería se hinchaba de vender melocotones y
hortalizas, mientras que el matrimonio apenas tenía clientela. Entonces les
dije: “El de al lado los está vendiendo como melocotones de Guadix, aunque no
lo son, y más baratos. Mientras que ustedes…”. “Es que mis melocotones son
mejores y más gordos…”, me respondió la mujer. “Mire –le interrumpí–, usted
está compitiendo con el frutero de al lado, que vende el kilo de melocotones a 60
céntimos más barato. Le está quitando la clientela, por lo que a usted no le
queda más remedio que bajar el precio si quiere vender la mercancía”. Vi que el
matrimonio no se quedó conforme con mi razonamiento, pues no entendía esta
regla tan simple de economía. A la
semana siguiente, pude comprobar que había bajado el precio del melocotón a
1,50 euros y ahora tenía más clientela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario