lunes, 18 de agosto de 2014

LA LEYENDA DEL POETA



“Mis más lejanos recuerdos de niño tienen sabor de tierra... Mis primeras emociones  están ligadas a la tierra y a los trabajos de campo”. F.G.L.

Monolito en el Barranco de Víznar







Alguna vez le dije a Juan de Loxa que, “a Lorca le hubiera gustado la muerte que tuvo”. Él no podía imaginar que su vida iba a terminar en tragedia, como sus dramas de Yerma, Bernarda Alba o Bodas de sangre. Es más, creo que el fusilamiento y entierro de Federico servirían de  título para su mejor obra no escrita: ‘La leyenda del poeta de Granada’. Comienza en la Colonia de Víznar (aquí se encontraba el molino de ‘las Pasaeras’ y, unos metros más abajo, puede verse hoy ‘la Casita de Papel’, donde estuvo parando Agustín Penón), con el trasiego de las camionetas descargando a los condenados a muerte, como si fueran ganado. Los conducían a una habitación de la planta baja y aquí permanecían hasta que les daban ‘el paseíllo’: “Y a las nueve de la noche / le cierran el calabozo, / mientras el cielo reluce / como la grupa de un potro”. En un momento dado, el guardia Tripaldi le dijo a Lorca que, si se arrepentía, sus pecados le serían perdonados. A continuación, le ayudó a rezar el ‘Yo pecador’: “Mi madre me lo enseñó todo, ¿sabe usted?, y ahora lo tengo olvidado”, le contestó el poeta.
Hace unos 30 años que, en el Barranco de Víznar, hay una singular cruz en el suelo, hecha con piedras y piñas, y adornada con ramos de flores. Entre las piedras se encuentran algunos papeles doblados, que contienen poesías y frases de las familias de los fusilados. En el 2001, el Ayuntamiento de Víznar construyó en el Barranco como un anfiteatro y, no hará un mes, que la Iglesia ha clavado allí una cruz blanca, de unos 7 metros de altura. “Lorca eran todos”, reza una placa recordando el genocidio. Pero habría que añadir: “Todos eran españoles”, tanto las víctimas como los verdugos. Desgraciadamente siempre ha sido así en España, porque parece ser que todavía no hemos superado el concepto de tribu, que decía Estrabón.

“Por aquí no se podía pasar. Subíamos desde las eras del pueblo y cuando fusilaban se veían las lucecillas de los disparos”, contaba el octogenario Antonio Fernández, que a la sazón tenía 15 años. El rumor que se oye por este lugar se debe a la acequia de Aynadamar, no sin razón llamada ‘Fuente de las lágrimas’, que fue construida hace mil años por los árabes. En el sangriento frente de Badajoz, Pemán le pidió al Caudillo una nota oficial sobre el fusilamiento, pero éste le contestó: “Pero, hombre, José María, ¿qué importancia tiene un poeta, más o menos, cuando está en juego una guerra?”. Franco, en su megalomanía, erigió el monumento al Valle de los Caídos –como Napoleón, el Arco del Triunfo de París– creyendo que, con unos renglones en la Historia, pasaría a la posteridad. Otros excavaron las fosas del Barranco para devolvernos a las cavernas. Pero no sabían que el monumento, las fosas comunes, los nichos de los fusilados y las tapias de los cementerios iban a ser la conciencia de todos los españoles.
Gerardo Ruiz, concejal de IU, de Medio Ambiente, en el Ayuntamiento de Víznar, me dice que su padre le indicó a Agustín Penón el lugar donde podía estar enterrado Federico. En agradecimiento, le regaló los lujosos zapatos que llevaba: “Eran negros, con la suela de cuero resbaladiza, y los llevé puestos hasta los años setenta –recuerda el concejal Gerardo, y añade–. A Penón lo recuerdo de chico, como algo que se me escapa”. La leyenda del poeta continúa por el viejo camino de Víznar a Alfacar –estos días de agosto, los vecinos suelen pasear por aquí al caer la tarde–, y se pierde junto a un solitario olivo, donde dicen que fue fusilado al amanecer. Pero el día que encuentren los restos de García Lorca, iremos a rezarle una oración a su tumba, por donde llora la ‘Fuente de las lágrimas’.
Cuentan que, en las noches de luna llena de agosto, se oye el murmullo de las ánimas por ‘los Pozos’ del Barranco de Víznar. En este triste paraje se echa de menos un monolito y, de aquí a unos años, para cuando los españoles nos reconciliemos con nuestro pasado, habría que incluir en una lápida de mármol los nombres de todos los fusilados. Y ya me despido, con estas frases del poeta en Madrid: “Estos campos se van a llenar de muertos. Está decidido. Me voy a Granada y que sea lo que Dios quiera”. Señor, dales el descanso eterno...

Publicado en La Opinión de Granada, el 18 de agosto de 2006


Posdata: A finales de julio de ese año, me acerqué a ver la Exposición en la Casa de los Tiros, un homenaje a García Lorca en el setenta aniversario de su muerte. Allí se encontraba filmando un equipo de televisión, del programa Informe Semanal, y según me dijeron saldrá el sábado diecinueve de agosto. Grabaron las fotos de la Exposición, sobre todo, la del ‘Grupo de prisioneros en La Colonia de Víznar’. Todos ellos aparecen con el mandil de masones, y con las palas y espuertas para su trabajo de enterrar a los fusilados. Hablando en privado con el jefe del programa, me confesó que Ian Gibson no quiso venir a Granada para entrevistarlo, pues aquí suelen criticarlo. “Sí, le dije, Granada sigue siendo una ciudad provinciana donde la envidia está a la orden del día. Es más, si García Lorca viviera hoy, hubiera tenido que salir de aquí por piernas”. El poeta se quejaba de que en Granada “se encontraba la peor burguesía del mundo”.


El 18 de agosto de 1976, con motivo del cuarenta aniversario de la muerte del poeta, un grupo de escritores subió hasta el Barranco de Víznar para depositar una corona de flores. Copio de Ideal la noticia de entonces: “…al grupo de escritores, unos veinte aproximadamente, se sumaron unos niños. En el lugar había colocada una gran cruz, hecha con piñas por alguna persona que ha querido de esta manera recordar al poeta granadino. En nombre de este grupo, Juan de Loxa leyó un poema al anochecer”. Acompañaron al acto, los poetas José García Ladrón de Guevara y Rafael Guillén, entre otros. También protagonizaron, el cinco de junio, de ese año, el acto “El 5 a las 5”, en Fuente Vaqueros, en recuerdo de la fecha del nacimiento de García Lorca. Franco había muerto en noviembre de 1975 y España seguía siendo una dictadura.

Cuando me encontraba en el anfiteatro, del Barranco de Víznar, sentí como si me llegara un mensaje de alguien, como diciéndome, “que estamos aquí”. Tuve una sensación extraña, pero es que en este paraje sagrado te sientes sobrecogido. El dilema ahora es: ¿buscamos los restos del poeta entre la inmensidad de 2.000 granadinos fusilados? 





'Lorca, el último paseo'

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