Te he dicho, Platero, que el alma de Moguer
es el vino, ¿verdad? No; el alma de Moguer es el pan. Moguer es igual que un
pan de trigo, blanco por dentro, como el migajón, y dorado en torno –¡oh sol
moreno!– como la blanda corteza. Si uno va a Moguer, podrá leer ésta y otras
poesías de Platero y yo, en los azulejos de las últimas calles, blancas de
cal con sol, porque JRJ fue el andaluz universal. De joven, renunció a seguir
estudiando Derecho y se entregó totalmente a la poesía. Así le expresa su
cariño: Yo tengo escondida en mi casa, por su gusto y por el mío, a la Poesía,
como una mujer hermosa; y nuestra relación es la de los apasionados. En 1900 se
marchó a Madrid, adonde lo llaman Villaespesa y Rubén Darío, para luchar por el
Modernismo. La muerte de su padre le produce una fuerte crisis, por lo que
tuvieron que internarlo en un sanatorio mental en Francia. Sobre esto
escribiría en La colina del alto chopo: Siempre he creído que tengo una
mitad de locura y otra de ponderación. Toda mi obra me parece que refleja esas
dos mitades. La parte matinal: equilibrio, cálculo, medida; la del anochecer:
impresión, romanticismo, exaltación.
En 1905 se traslada a Moguer y durante
seis años escribe su elegía andaluza Platero y yo. En 1911 vuelve a Madrid y
se hospeda en la Residencia de Estudiantes. El escritor conoce entonces a
Zenobia Camprubí y consigue enamorarla a través de las traducciones que
realizaron juntos del Nobel bengalí, Rabindranath Tagore. En 1916 se casa con
Zenobia en Nueva York y, con motivo de su boda, escribe Diario de un poeta
recién casado. Al comenzar la Guerra Civil, el matrimonio abandona España y
reside en varios países americanos: Argentina, Cuba y Florida. En 1951 se
instala en Puerto Rico, donde Juan Ramón da clases en la Universidad de Río
Piedras. En 1956 la Academia Sueca le concede el Premio Nobel de Literatura,
pero esta noticia coincide con la muerte de Zenobia, su compañera ideal. El poeta,
en sus últimos días, le dedicó esta frase: A Zenobia de mi alma, / este último
recuerdo/ de su Juan Ramón/ que la adoró como a la mujer/ más completa del
mundo/ y no supo hacerla feliz. En una foto, se ve a JRJ depositando un ramo
de flores sobre la tumba de su esposa.
Mis días se van río abajo, salidos
de mí hacia la mar, como las ondas iguales y distintas (siempre) de la
corriente de mi vida: sangre y sueños. Pero yo, río a conciencia, sé que
siempre me estoy volviendo a mi fuente. Totalmente deshecho, Juan Ramón
sobrevivió dos años a Zenobia. El 29 de mayo de 1958 murió en Puerto Rico y, el
6 de junio, los restos del matrimonio fueron trasladados a Moguer. En la
revista ‘Montemayor 2007’, Rosario F. Cartes describe así el traslado de los
féretros: El día seis esperábamos el cortejo fúnebre que acompañaba a Zenobia
y Juan Ramón al cementerio de Jesús, del que tanto había escrito el poeta (…).
Lo que debió ser un cortejo ordenado en un principio era, al entrar en la calle
Friseta, muchedumbre, el pueblo desbordado aunque tranquilo; la comitiva era
tan compacta, que no se distinguían ni clero, ni autoridades, ni familiares, ni
las personalidades que habían llegado de fuera, de Huelva, de Sevilla, de
Madrid… Apenas rebasadas las últimas casas, sucedió. Un hombre y su burro en
una quietud de estatua, observaban la comitiva bajo un intenso sol, desde la
altura del vallado. El hombre, en traje de faena y destocado, con un cigarro
como hábito de la boca, permanecía en pie junto al animal…
¡Qué estampa más sentimental –parece
sacada del ‘Bienvenido, Míster Marshall’, de Berlanga– logró captar el fotógrafo,
camino del cementerio! En las fotos se
ven a los hombres llevando coronas de flores, el monaguillo con la cruz de guía
y los féretros en medio de la muchedumbre, que abarrotaba las calles de Moguer.
Y el labriego, junto al jumento, viendo pasar el cortejo fúnebre, como dando la
última despedida al poeta. Rubén Darío lo recordaba así: En la red de tus
versos / está presa, Jiménez, / una gaviota blanca. En 1982 estuve viviendo en
Moguer y los recuerdos que tengo son imborrables. Yo iba con frecuencia a la Casa-Museo de Zenobia y Juan Ramón, en la calle Nueva, la antigua casa del
poeta. El bibliotecario me daba la llave del sótano, abría una puerta y… ¡oh
feliz mortal!, allí reinaba un silencio sagrado de manera que me quedaba extasiado,
contemplando aquellas estanterías repletas de libros.
En la planta baja se conservaba la
biblioteca personal de JRJ, con más de 4.000 libros; y en la planta alta se encontraba
el despacho del poeta, donde escribió sus primeros versos, y el dormitorio con
la cama. En mayo de 2008 se celebró una exposición, en la Biblioteca Pública
Provincial de Granada, dedicada a Juan Ramón con motivo del cincuentenario de
su muerte: en 35 paneles, se recogían sus primeros versos, el expediente
académico, sus obras, la concesión del Premio Nobel, etc. En la Alhambra, hay
una placa donde Juan Ramón dejó el recuerdo de su visita: Se fue a Granada por
silencio y tiempo, y Granada le sobredio armonía y eternidad.
Moguer, en la década de los ochenta,
vivía de la agricultura y sobre todo de la fresa que ya había tomado un gran auge,
por lo que se veían grandes campos de cultivo. Aquella tierra producía, además,
buen vino y un mosto excelente, por lo que en muchas bodegas se podían saborear
tranquilamente estos caldos. Recuerdo que en el mesón El lobito se celebraban
entonces peleas de gallos americanos, donde la gente apostaba dinero. Es
posible que JRJ escribiera estos versos pensando en su muerte: Moguer, Madre y
hermanos. / El nido limpio y cálido… / ¡Qué sol y qué descanso / de cementerio
blanqueado! El célebre Platero fue enterrado en Fuentepiña, en la casa de
campo del poeta.
“Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera que se diría
todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos
son duros cual dos escarabajos de cristal negro”.
http://en-clase.ideal.es/opinion-200/1954-leandro-garc%C3%ADa-casanova-%C2%ABa-juan-ram%C3%B3n-jim%C3%A9nez,-en-el-56%C2%BA-aniversario-de-su-muerte%C2%BB.html
Comentarios, en Ideal en Clase:
Leandro, 1 de junio. Moguer es una joya, blanco como los pueblos andaluces, blanco por dentro, como el migajón, y dorado en torno. Nosotros vivíamos en la calle del Río, paralela a la calle de la Ribera, como dice JRJ, porque a principios del siglo XX era la ribera de las marismas. Borges era el mejor escritor hispano de su tiempo, pero parece que ha caído en el olvido, gracias por tus palabras pero yo soy un aficionado a la escritura
Rocío B. García-Fresneda Romero .Universidad de Granada 30 de mayo
Me ha gustado mucho, gracias por dedicármelo. Nunca me olvidó de que
nací en Huelva, ironías de la vida pues la tengo a escasos kilómetros a
pesar de haber recorrido la mitad de Andalucía. Tienes una prosa mejor
que la de Borges y muchos escritores. Concisa, clara y culta, llena de
citas y conocimientos; momentos que sólo un hombre de mundo y
experiencia a través de los libros puede tener
Juan Ramón decía que no quería ir a Granada en el otoño porque le daba mucha nostalgia. El viaje definitivo:
ResponderEliminar…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas la tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado.
Mi espíritu errará, nostálgico…
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.