viernes, 6 de junio de 2025

TRABAJANDO DE CAMARERO

Postal de Cambrils, años setenta

             



Hace una semana estuvimos cinco amigos durante seis días en el Circuito Cultural de Murcia (con visitas a Cartagena, Mazagón, Águilas, Caravaca…), por el Imserso, con un grupo de cincuenta granadinos de diferentes pueblos de la provincia. Granada podía hacer también un Circuito Cultural por varios pueblos de la provincia pero creo que no está por la labor. Estuvimos alojados en el mejor hotel de Águilas y al irnos le di las gracias a la encargada de recepción, por el buen servicio que habíamos recibido. Después caí en la cuenta de que me olvidé de los camareros del comedor (la mayoría eran chicas jóvenes), que no tendrían los veinte años. Como era autoservicio, se encargaban de retirar los platos de las mesas y de atendernos. Eran discretos y serviciales, de manera que escribiré una reseña del hotel destacando su amabilidad. Yo había pasado por la Comunidad de Murcia en diferentes ocasiones: en una furgoneta pirata, en 1970, para ir a trabajar de camarero a un restaurante de la bella localidad de Cambrils, en la costa de Tarragona, durante dos meses en el verano; hasta cruzarla con mi turismo, en dirección a Barcelona, doce años después. El conductor de la furgoneta hacía el viaje ilegal una vez por semana, de Castilléjar a Cataluña,  lo mismo que un autocar, lo que da idea de la fuerte emigración que hubo en las décadas de los sesenta y setenta, en la provincia de Granada y en general en Andalucía. La furgoneta salía durante la noche y echaba por Jumilla tratando de evitar a la Guardia Civil de Tráfico. Como llevaba una carga de cerezas, mi paisano Jesús y yo apenas podíamos movernos en los asientos. El conductor hizo dos paradas en bares de la carretera para descansar, hasta que llegamos a Cambrils amaneciendo. Aquí nos llevó a un restaurante con fonda, que se encontraba al lado de la carretera nacional Valencia-Barcelona, estuvo hablando con el dueño, un catalán bastante serio (nunca lo vimos sonreír), y nos quedamos a trabajar más de doce horas diarias: yo de camarero y Jesús sirviendo cafés en la barra mientras que el de la furgoneta se marchó al mercado de Cambrils, a vender las cajas de cerezas. A mí me correspondía servir a diez mesas de dos personas, la mayoría eran matrimonios franceses jubilados que no podían disfrutar de unas vacaciones en Francia, pero sí en España.

También había camioneros españoles que dormían en unas casuchas anexas al restaurante. Recuerdo a un español exiliado, que había sido soldado republicano en la Guerra Civil, como tenía la nacionalidad francesa, decía que le pagaban una parte de la pensión en francos antiguos y otra en francos nuevos. Por aquellos años gobernaba en Francia el general De Gaulle cuando se produjo el famoso Mayo Francés de 1968: la mayor revuelta estudiantil a la que se unió la mayor huelga general de trabajadores que ha padecido el país galo. Trabajando de camarero al principio me daba alguna vergüenza mirar hacia las mesas, pero esto desapareció pronto porque tenía que ponerles y quitarles platos, conforme iban comiendo, y no había tiempo para florituras. La comida empezaba a las 12:30 horas y terminábamos rendidos cerca de las cuatro de la tarde, y de nuevo a las ocho de la tarde hasta las diez y media de la noche. Aquello era no parar, entraba y salía de la cocina cargado de cinco platos en las manos, pero como el trabajo era intenso, apenas teníamos noción del tiempo. El dueño, al que yo apodé Demetrio (en venganza porque no teníamos ningún día libre), era calvo, delgado y de escasa estatura, vestía camisa blanca y pantalón negro (llevaba una servilleta que le colgaba del bolsillo del pantalón y le servía para todo) pero, cuando había mucho trabajo, lo sentía a mis espaldas metiéndome bulla: Vamos achicando, que traducido era, vamos sacando los platos vacíos. En la barra atendía también una mujer soltera catalana, algo mayor que el dueño, y convivían juntos. 


Restaurante Montserrat. Tripadvisor

La mujer del cocinero (ambos catalanes) era camarera, una morena simpática con buen tipo, le gustaba ponerse una falda corta de volantes y se movía contoneando el cuerpo. Tenía la gracia de una mujer andaluza, por lo que era un espectáculo verla salir de la cocina cimbreándose y cargada de platos. El marido era un hombre templado y agradable, pero trataba de disimular los nervios cuando veía que las miradas de los comensales se posaban en su mujer. De ayudante de cocina trabajaba una catalana soltera, de unos sesenta años, regordeta y de baja estatura pero como nosotros éramos dos pipiolos de dieciséis años, a veces nos decía con cariño, ¡fill meu! ¡fill meu! (hijo mío). Le cogimos afecto y guardo un grato recuerdo de ella, en una ocasión al abrir la cámara frigorífica la sorprendí comiendo melocotón en almíbar de una lata grande. Yo también solía abrir algún que otro botellín de cacaolat cuando estaba en el patio, como me recuerda Jesús. Había que aprovechar la ocasión para comer o beber lo que estaba reservado a los clientes, aunque tenías que hacerlo a escondidas. El restaurante se encontraba al lado del matadero de reses, de forma que desde las ventanas del comedor se veía como introducían a la res entre un laberinto de palos. En cuestión de segundos, el matador le arreaba con el mazo de madera un golpe seco en la testuz, de manera que el animal caía de bruces al suelo y luego lo arrastraban. Eso de estar comiendo y ver el espectáculo de cómo sacrificaban a los animales sin contemplaciones, a escasos metros, no era lo más apropiado para el estómago de los turistas y de los camioneros. Otro día recuerdo que, cuando quedaban pocos comensales por la tarde en el restaurante, oímos un fuerte estruendo en los servicios. Después de largos minutos de espera, se abrió la puerta y salió un español, que era cliente habitual de allí. Se ve que el hombre era bastante curioso y tenía la costumbre de subirse encima de la taza del váter, de esa forma evacuaba o hacía de vientre, que se dice de las dos formas. Hasta que la taza se rompió por el peso. Demetrio estaba enfurecido y le echó una bronca de muy señor mío, yo nunca lo había visto así con esa voz gutural. En otra ocasión un viajante llegó tarde a comer, pero el dueño donde hubiera una peseta no le hacía asco. Al final, el viajante pidió de postre melocotón en almíbar pero yo le puse melocotón con almíbar de piña. El hombre se dio cuenta del cambio y me lo dijo buenamente, pero no se quejó al jefe. Cada dos tardes, teníamos dos horas libres y aprovechábamos para irnos a la playa a bañarnos, mientras que algunas noches salimos a ligar a las discotecas de Salou. Como el baile agarrado no se me daba bien y tampoco sabía idiomas para ligar con las extranjeras, me bebía un par de cubatas y sobre las dos de la madrugada nos recogíamos en un cuchitril del jefe, donde casi no podíamos movernos: el dormitorio era un poco más grande que la litera donde dormíamos. 

Cambrils, años setenta


A veces nos encontrábamos por Cambrils a un paisano que iba de repartidor de cervezas y gaseosas en un camión pequeño. A pesar de que el trabajo era duro y se le veía cansado, él no perdía el buen humor: Noche que salgo, pichuchazo que doy. Al restaurante también iban a comer algunos catalanes y, cuando entraban, decían: Com va aixo? (¿cómo va esto?). Solían pedir ensalada de primero y filetes de ternera algo crudos, mientras que en Andalucía solíamos comer un plato único de cuchara. Recuerdo una tarde que un español le decía a un francés, convencido de que nuestra industria era mejor: Los automóviles Renault que se fabrican en Valladolid tienen la chapa más gruesa que los que se fabrican en Francia, lo que da idea de hasta dónde llegaba la estupidez. Después de dos meses de trabajo intenso, julio y agosto de 1970, el dueño me pagó cuatro mil pesetas que un día después le entregué en mano a mi padre, a la vez que encendía un cigarrillo mientras que mi madre protestaba en vano: ¡Pero, es que no ves que tu hijo está fumando…! Con el dinero de las propinas le compré a uno un tocadiscos de pilas, varios discos pequeños y el disco grande (longplay se decía entonces) del conjunto musical Fórmula V: Tengo tu amor, Cuéntame, En la fiesta de Blas y otras canciones que sonaban en aquellos días de verano. En julio de 1970 hubo una huelga de la construcción en Granada y, cuando se manifestaban en la Caleta, la policía nacional disparó y murieron tres albañiles. Un monolito recuerda el trágico suceso. He ido recordando anécdotas del restaurante (lo tenía completamente olvidado) y de los compañeros de trabajo, que eran buena gente, por eso algún día me pasaré por allí. Un conocido me dijo que el restaurante lo llevan ahora dos sobrinos de la ayudante de cocina, la que cariñosamente nos llamaba ¡fill meu!, mientras que Jesús y yo conservamos la amistad de entonces. Cambrils, en los años cincuenta, vivía de la agricultura y de la pesca, era sobre todo un pueblo marinero. Comenzó a ser destino turístico en los años sesenta y setenta, pero hoy padece un turismo masivo como tantas ciudades españolas y europeas. El turismo de masas, como lo calificaría Ortega y Gasset.


Artículo publicado en Ideal en Clase

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viernes, 23 de mayo de 2025

MI PRIMERA COMUNIÓN

 

Primeras comuniones, Castilléjar,1959. Mercedes Domínguez




Cuando hice mi primera comunión, en mayo de 1961, yo tenía ocho años. Recuerdo que unas semanas antes mi madre, Dora, me llevó a Baza y allí en una tienda me probé el traje. Aquel escaparate de maniquís con trajes de primera comunión de niños y vestidos blancos de niñas era todo un espectáculo, era lo más grande que un niño de mi edad podía observar, pues tenía mucha ilusión después de estar un año yendo al catecismo en la iglesia y preparándome para ese día. Era como un sueño.

 Entonces, Baza era para mí la ciudad más grande que había visitado, pero lo que más llamaba la atención al pasear por sus calles céntricas era el enorme zapato de cartón, que estaba colgado en la fachada de un edificio, y que anunciaba Calzados Castillo, con el sobrenombre de el Zapato Grande. Dos años antes yo había ido a Baza con mi madre a la consulta de un radiólogo, que me observó por Rayos X, pero no recuerdo ahora la enfermedad que yo tenía. De regreso al pueblo en el coche correo (así llamaban al autocar de los hermanos Simones, que salía de las cocheras de la plaza de San Francisco, un antiguo edificio que con anterioridad había sido un convento), que hacía el trayecto Baza-Castilléjar-Castril (ida y vuelta), recuerdo que me entretuve jugando con un cochecillo de plástico que me compró mi madre, del tamaño de un euro, en el cristal del autocar. Pero ahora era ya un hombrecillo y estaba ilusionado porque iba a recibir la primera comunión. El caso es que mi madre prefirió comprarme un traje blanco, cuando en aquellos años de comienzos de los sesenta los niños solían llevar trajes de marineros.

Para entender cómo el traje de primera comunión se convirtió en un clásico hay que remontarse al siglo XIX, cuando comenzó la costumbre de que los niños que fueran a comulgar por primera vez se vistieran con un traje nuevo para presentarse dignamente ante el altar, según relata el historiador Juan Eslava Galán: A principios del siglo XX se va imponiendo el traje de color blanco, símbolo de inocencia y pureza, y poco a poco la vestimenta se va complicando. Del traje de calle sin distintivo alguno se pasa a llevar un adorno con una medalla o un brazalete distintivo. Pero en 1954, Galerías Preciados anunciaba en su publicidad  los trajes de fantasía: caballeros de ilustres órdenes militares, almirante… El traje de marinero fue el que más se impuso a partir de los años 50, quizá por ser en su mayor parte de color blanco y más sencillo y accesible para todos. Costaba entre 350 pesetas y 550 pesetas en grandes almacenes, en 1954.

Doña Natalia era la maestra que daba clases en la aldea de Los Carriones y, cuando llegaba al pueblo montada en el remolque del motocarro, de un vecino suyo (ella y dos mujeres venían sentadas en sillas de anea como si tal cosa, por aquella carretera de tierra), solía acercarse a la casa de mis padres pues tenía amistad con ellos. Pero un día me cogió del brazo y me preguntó: A ver, Leandrín, ¿tú a quién vas a recibir? La pregunta me cogió de sopetón y yo no sabía a qué se refería, así que le contesté lo primero que se me vino a la cabeza. Pues, a mis padres, le dije con toda naturalidad. Entonces, doña Natalia (era de lo mejor que he conocido, un alma sencilla) me dijo: ¡No!, tú vas a recibir al Señor, cuando hagas la primera comunión. Yo me pondría colorado, como de costumbre, mientras observé la cara de decepción de mis padres. También recuerdo que en la clase de catecismo, que nos daba Ramona en los bancos de una capilla de la iglesia, había un cuadro siniestro al fondo de la pared donde los pecadores se asaban vivos en el Infierno. Sobrecogía ver sus caras descompuestas en medio de las llamas y aquellas imágenes, en la penumbra de la capilla, surtía efecto entre los penitentes que estábamos allí. Algunas tardes los niños salíamos de las escuelas en fila, en dirección a la iglesia, para ir a la clase de catecismo, entonces algunos pedíamos permiso para ir a orinar y aprovechábamos la ocasión para escaparnos por el callejón de la iglesia.


                                                 Recordatorios


                                                       


La noche de la víspera mi madre me advirtió que, después de cenar ya no podía comer hasta que comulgara al día siguiente, pasadas las doce horas. El caso es que los niños llegábamos a la misa medio mareados: de dormir mal, de tener el estómago vacío por el ayuno, de las advertencias de nuestros padres, de los nervios de unos y de otros... El caso es que alguno se mareaba con tanto trajín. En la iglesia nos colocaron a los niños en las primeras filas de los bancos, de manera que parecíamos unos angelitos con nuestros trajes y vestidos blancos, allí reunidos (los niños a un lado y las niñas a otro, como mandaban los cánones). Mientras tanto, nuestros jóvenes padres nos miraban de reojo y se sentían orgullosos de nosotros porque ya parecíamos unos niños más formales, les dábamos menos disgustos y estábamos más guapos. Seguramente, los niños cantaríamos esta canción en la larga ceremonia, que me ha venido a la mente mientras escribía estas líneas y que tantas veces he oído:

Cantemos al amor de los amores,
cantemos al Señor,
Dios está aquí, venid adoradores adoremos
a Cristo Redentor.

Gloria a Cristo Jesús,
cielos y tierra bendecid al Señor;
honor y gloria a Ti,
Rey de la gloria, amor por siempre a Ti,
Dios del amor.



En la foto de mi primera comunión llevo la cruz de Santiago, bordada a la altura del pecho, junto al crucifijo de mi madre colgado de una cadena (lo he encontrado estos días), de manera que con la guerrera abotonada y las hombreras con hilos de oro, yo parecía un caballerito de la Orden de Santiago, como el pintor Diego Velázquez, el novelista Francisco de Quevedo y tantos otros personajes célebres. En las manos tengo el misal y al fondo aparece enmarcada la foto de mis abuelos paternos. Aquel día vendí pocas estampas pues me daba corte pedir, a pesar de que siendo monaguillo pedía por el pueblo, con la hucha, en el Día del Domund. Quiero recordar que recaudé en propinas 2,50 pesetas, esto es, diez reales de entonces, lo que valía la entrada al cine. Al aperitivo que mis padres dieron en casa asistieron doña Natalia y el maestro don Emilio Carmona, y las vecinas Nati e Isidora. Hace unos meses, mi paisana Dorita me envió esta copia de la estampa de mi primera comunión: La encontré en el misal de mi madre, me dijo. Seguramente tu madre me compró una estampa y la guardó, le respondí, agradeciéndole el detalle. Al año siguiente, a mi madre se le ocurrió lavar el traje de primera comunión y como es natural encogió, de manera que ya no pude ponérmelo más (yo había crecido), pero aprovechó para la primera comunión de mi hermano Carlos. Quiero tener un recuerdo para aquellos niños que celebraron la primera comunión, pero sus padres no pudieron comprarle un traje como a nosotros. 



Publicado en Ideal en Clase 

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viernes, 16 de mayo de 2025

RECUERDOS DE LA FERIA DEL LIBRO, DE 2009

 

Noticias. Feria del Libro de Granada

He encontrado estos apuntes que tenía olvidados de la Feria del Libro, de Granada, en el año 2009, por eso creo que merece la pena recordarlos porque el tiempo no pasa en vano.

“Me paso por la Feria del Libro y saludo al presidente de CajaGranada, Antonio María Claret y, sin más preámbulo, le digo que el Teatro Isidoro Maíquez –un poeta de Cartagena y paisano suyo–, no es el nombre más apropiado para el Centro Cultural Memoria de Andalucía. Antonio me explica los motivos que ya expuso en su artículo de opinión y me dice convencido que el poeta vivió en Granada los últimos días. Un nombre ideal –le replico– hubiera sido Max Estrella, el personaje de ‘Luces de bohemia’, de Valle-Inclán, donde cuenta la última noche del desdichado poeta Alejandro Sawa. Antonio María Claret tendrá sus razones pero ya me dirán ¿qué hace un poeta de Cartagena en el Centro que representa la memoria de todos los andaluces? Como lo tengo a mano, saludo a Rafael Escuredo que está sentado en la Caseta de Firmas con su libro Te estaré esperando. Le digo a modo de entradilla: No todos los días puede uno saludar al que fue el primer presidente de Andalucía. Entonces me cuenta que ya no escribe la columna en El Mundo, que eso de escribir todas las semanas un artículo ata mucho. Le informo que en la Delegación de Gobernación hay una exposición de las primeras elecciones autonómicas andaluzas, con fotos de los políticos y con las listas electorales de los partidos. ¡Cómo ha cambiado el rostro de Escuredo desde los años ochenta, cuando lo veías tan joven y con los pelos rizados!

Recuerdo aquellos comienzos de los años ochenta, con la Reforma Agraria que nunca se llevó a cabo, a pesar de la presión de los jornaleros de Sánchez Gordillo. Manuel Manaute era aquel consejero de Agricultura que parecía tener la culpa de todo (también fue alcalde de El Arahal, pero falleció hace varios años). Recuerdo la figura ilustre del ministro de Cultura, del Gobierno de Adolfo Suárez, Manuel Clavero Arévalo, autor de la famosa frase café para todos (autonomía para todos). También al abogado granadino, que fue Defensor del Pueblo, Manuel Jiménez de Parga (ambos fallecidos), y de tantos otros políticos a quienes tanto debemos.

Feria del Libro de 2019. Granada Digital


En las casetas de la Feria del Libro saludo también al pintor David Zaafra, que firma su libro ilustrado Leyendas de Nueva York, al Defensor del Ciudadano, Melchor Sáinz-Pardo, y al periodista de Ideal, Enrique Seijas. Por la tarde llamé por teléfono a Jesús Valenzuela y me respondió como siempre: ¡Hombre, compañero! Y es que ambos estudiamos el bachiller en el Seminario de Guadix. Luego me pasé por el Bar Las Tapas de Valenzuela y ya me contó que está intentando localizar a los que pasamos por el Seminario en los años sesenta para reunirnos y celebrarlo. Me recuerda a muchos compañeros, varias veces descuelga de la cornisa del bar una foto, donde aparecemos los seis cursos del bachiller con los curas, y se la enseña a varios conocidos que están tomando copas en el bar, y hasta llama por teléfono a un cullarense que está en Melilla de juez. Cuando hablo con éste, me recuerda que hace cuarenta y tantos años que no nos vemos. ¡Qué barbaridad! Jesús Valenzuela está nostálgico, pero yo no me doy cuenta en esos momentos. Hablamos de los jesuitas de Guadix, algunos han muerto ya y otros tienen ochenta y tantos años. El internado en el Seminario era bastante duro pero a casi todos nos sirvió para sacar una carrera, pues entonces era el más barato al estar subvencionado por el Estado. Jesús Valenzuela siente también nostalgia de la política y le aconsejo que no vuelva, pues no merece la pena, pero tiene el gusanillo royéndole las tripas. La política le ha dado más de una corná y ya vemos cómo los va dejando tirados en las cunetas. Me despido de este guerrillero de pelo arisco y sonrisa afable, y quedamos en ir localizando al personal para reunirnos. Le conté esta anécdota, de cuando estaba de concejal de Cultura y Deporte: Un día le dije al alcalde José Moratalla, ‘a ver si tratas bien a Jesús Valenzuela, pues estuvimos estudiando juntos…’. No recuerdo cuál fue su respuesta, pero sí que me puso la mano en el hombro. Noto que nos vamos haciendo viejos a pasos largos mientras que en la cornisa del bar también tiene prendidos sus recuerdos de la política”.

David Zaafra, Melchor Sáinz-Pardo y Enrique Seijas fallecieron hace varios años. En octubre de 2016, unos sesenta exseminaristas conseguimos reunirnos en Guadix, sin embargo Jesús Valenzuela falleció en 2018. Y de los padres jesuitas que tuvimos en el Seminario de Guadix, solo viven los más jóvenes. Los años pasan rápidamente, casi sin darnos cuenta, mientras que van desapareciendo de la escena amigos y conocidos. Nadie podía pensar que compañeros de mi edad iban a fallecer en unos años, por eso al final solo nos quedan los recuerdos marchitos y la mirada nostálgica.

 Publicado en Ideal en Clase

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jueves, 8 de mayo de 2025

EL DÍA DEL APAGÓN

Una vela para el apagón




El lunes, 28 de abril, se produjo el apagón en España, desde las 12:30 horas hasta las 2 de la madrugada, en el Área Metropolitana de Granada. A todos nos cogió de improviso y gran parte del día me lo pasé pegado al transistor, oyendo varias emisoras. Cerca de trescientas personas se quedaron encerradas en los ascensores, en la Comunidad de Madrid, mientras que en las calles de Madrid, decía el locutor, se veían ríos (mejor sería decir riadas) de ciudadanos esperando el autobús pues el metro no funcionaba por falta de luz. Muchos otros caminaban a pie para ir al trabajo o en busca de su vivienda. Una mujer hizo doce kilómetros andando para ir a recoger al hijo en la guardería, mientras que las calles estaban colapsadas por el tráfico de vehículos, lo mismo que la M-30 y la M-40, ya que los semáforos no funcionaban. En los aeropuertos se cancelaron cientos de vuelos y miles de pasajeros tuvieron que dormir tirados en el suelo, con mantas que les proporcionaron, o entre cartones. Unas 35.000 personas durmieron en las estaciones de trenes de España y la Cruz Roja les prestó la ayuda que pudo. Miles de familias comieron el almuerzo y la cena sin calentar al no tener cocina de butano, los hospitales funcionaron con grupos electrógenos mientras que cinco personas fallecieron en sus domicilios por incendios con las velas o por falta de oxígeno… Nos habíamos acostumbrado al transporte público y a nuestros vehículos para desplazarnos, pero todo estaba colapsado: las calles de las ciudades taponadas y muchos conductores desesperados abandonaron sus vehículos en las carreteras. Tampoco funcionó la red telefónica, por lo que no era posible hacer llamadas ni tener información del móvil. Sin corriente eléctrica, nuestro mundo se derrumbó como un castillo de naipes y, salvando las distancias, muchos nos acordamos de los años cuarenta y cincuenta, del tiempo de nuestros padres y abuelos, aquella época de escasez y de penurias. Precisamente, el progreso y las comodidades que disfrutamos hoy se los debemos al sacrificio y al trabajo de ellos, que levantaron a España, completamente arruinada y devastada por la guerra fratricida, que duró tres años.

Yo daba las gracias porque, cuando regresé a mi casa, un vecino me dijo que hacía un momento que se había ido la luz, de manera que la puerta abatible de la cochera tuve que subirla y bajarla con la mano. Por la tarde me acordé del Golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, al que recordaron después como la tarde de los transistores, ya que Televisión Española no ofreció imágenes del suceso al estar secuestrada por los golpistas. Sólo las radios ofrecían noticias con cuentagotas, pues la información era escasa mientras que los rumores abundaban. Me acordé también de mis padres y de paso de mi infancia, en los años cincuenta. Del quinqué que mi madre tenía a mano porque la luz se iba con cierta frecuencia en el pueblo y más de una noche cenamos en la mesa camilla a la luz del quinqué. Un día estaba yo encima de una cueva y los cables de la luz pasaban por el cerro, entonces se me ocurrió tocarlos y sentí el cosquilleo en las manos de la descarga de la luz, pero entonces iba a 125 voltios. En las calles principales de Castilléjar había alguna que otra bombilla y, en el centro de la plaza, un foco pendía colgado de unos cables. La fábrica de la luz se encontraba por debajo del molino, al lado de la carretera de tierra. El agua de la acequia Descartes la utilizaba durante el día el molino para moler y por la noche iba para la fábrica. A veces la luz se iba o apenas alumbraba, entonces el encargado quitaba la broza que había taponado la rejilla de la acequia, al lado del molino, y la luz venía de nuevo al pueblo. Pero los cortes de luz se producían de vez en cuando y estábamos acostumbrados.

Tapa de los plomos e interruptor de la cama de mis padres

 

Interruptor y enchufe, de los años cincuenta




Recuerdo a mi padre poniendo varios hilos de cobre a los plomos, pues a veces se rompían por la sobrecarga de luz y tenía que cambiarlos por otros nuevos. Los plomos estaban al lado del contador de la luz, en la pared de las escaleras que había a la entrada de la casa. Con la ayuda de una vela, mi padre quitaba la tapa de porcelana de los plomos, donde estaban los hilos de cobre enrollados en los cuatro tornillos (dos en un lado y dos en el otro). Quitaba con un destornillador los que estaban rotos por la sobrecarga y ponía hilos nuevos. En cada habitación de la casa había una bombilla de luz y otras dos en las escaleras y en la entrada. Por Radio Murcia o Radio Jaén (las radios de Granada no llegaban al noreste de la provincia y siempre estuvo abandonada de la mano de Dios) escuchábamos el programa de la mañana Protagonistas nosotros y el parte de las tres de la tarde, como decía mi padre (las noticias), que se anunciaba con una especie de música militar, como si fuera al trote. El nombre venía de los partes de guerra que solían dar por la tarde los bandos enfrentados, durante la Guerra Civil, dando las novedades en el frente. Las radios de válvulas de entonces tenían una lámpara en el interior y, cuando se fundía, se cambiaba por otra por lo que apenas tenían averías. Como entonces no había frigoríficos, el consumo de luz en las viviendas era escaso. Mis abuelos entonces vivían en una cueva y, a pesar de que tenían tierras, se alumbraban con un candil pues la luz, el teléfono (había cinco o seis en Castilléjar) y el agua corriente llegaron al medio rural en los años sesenta, pero a las aldeas llegaron años más tarde.

Radio antigua de válvulas


El día del apagón me acordé también de las guerras de Gaza y de Ucrania, allí miles de hombres, mujeres, niños y ancianos están sin luz, sin alimentos, entre las ruinas y temiendo los bombardeos, mientras que a nosotros no nos afectan sus desgracias ni los muertos a causa de la guerra. Hace precisamente unos días, hablando del apagón con unos amigos, les comentaba esta anécdota que Ángel Ganivet escribió en Granada la Bella (1896), pues desconfiaba de los nuevos inventos: El antiguo hogar no estaba constituido solamente por la familia, sino también por el brasero y el velón o candil, que con su calor escaso y su luz débil obligaban a las personas a aproximarse y a formar un núcleo común. Poned un foco eléctrico y una estufa que ilumine y caliente toda una habitación por igual, y habréis dado el primer paso para la disolución de la familia. Imaginen los estragos que han hecho la televisión y el teléfono móvil en las relaciones con la familia y con la sociedad, aunque también nos han acercado más. Un locutor de radio decía en la tarde del apagón que vio a un grupo de jóvenes que hablaban más entre ellos. Cada vez hablamos menos y nos aislamos más, no es como antes que toda la familia pasaba las noches alrededor de la mesa camilla o de la estufa, hablando o jugando a las cartas. Otro detalle que observé ese día aciago fue que al ir al acostarme, sobre las doce de la noche, las estrellas titilaban como nunca en el firmamento, era un espectáculo en medio de la más absoluta oscuridad mientras que los perros ladraban a lo lejos en medio de las sombras. Pero la pregunta que muchos nos hacemos es: ¿cuándo vendrá el próximo apagón? Pa cuando venga, ya estamos vacunados, me dice el tío Mínguez.

Artículo publicado en Ideal en Clase.

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sábado, 3 de mayo de 2025

¡UN CHAVICO 'PA' LA CRUZ!

 

Foto Ideal

Cuentan que los romanos dedicaron el mes de mayo en honor de la diosa Maya, la cual era hija de Atlante y madre de Mercurio. Con el Cristianismo, el mes de mayo fue dedicado a la Virgen María y concretamente el día tres, a la Invención de la Santa Cruz. Sin embargo, allá por el año 1883, el gobernador de Granada prohibió que las mayas –majas que presidían los festejos- pidieran en las calles para las cruces. Y a partir de aquí, la Fiesta de la Cruz comenzó a decaer. Por aquellos años, J. Giménez-Serrano escribe sobre Granada: Allí como hay tantas flores se celebra la venida de las flores, y cuando llega mayo repartiendo alegría se festeja á tan deseado señor con una función de lo más bueno, eligiendo para tan laudable objeto el día de la Cruz. Y prosigue diciendo: Muchas he visto... ¡Ay! pero ninguna como la celebrada en casa de la tía Tarasca, flor y nata de las viejas de buen temple.

Luego cuenta que todos se lanzaron al jaleo y puesto el baile á cuatro. Y lo describe como el tumultuoso ruido de tanta desenfrenada castañuela, el rasgueado de las guitarras, la agitación de los danzantes y las armoniosas voces de los cantores: Con ese cuerpo garboso / y esa cara de zandunga / tiene osté muertos más hombres / que manda Isabel Segunda. Años más tarde, en 1924, el Ayuntamiento de Granada concede diferentes premios a los altares levantados. El primer premio, de 125 pesetas, se lo lleva la cruz de la calle Solares. Y el segundo premio va para la placeta del Ochavo y la calle del Reñidero. El tercero, para la Casa de la Lona. Y el séptimo consiste en un vestido donado por los almacenes La Paz para la calle Jarrería. Con la Dictadura de Franco, las Cruces dejaron de celebrarse. Pero, en 1964, resurgen si cabe con más brío y entusiasmo. Y ello fue debido a que Antonio Gallego Morell          –quiero tener un recuerdo para él–, entonces delegado provincial de Turismo, dio el  pregón de las Cruces a través de la radio. Y de paso, se levantó una cruz en la Casa de los Tiros.

Recuerdo que, en los años sesenta, mi padre me daba una paguilla de dos reales a la semana. Ahora bien, si era una festividad grande como el Día de la Cruz, la paga era doble. Entonces dos reales eran cinco perras gordas, pero con aquella moneda agujereada en el bolsillo de mis pantalones cortos, yo me sentía alguien. Si, un poner, era sábado, me iba a la plaza del Caudillo –en donde tenía lugar el mercadillo de quita y pon–, a echar una ración de vista. Y así, dentro de lo que cabe, podía elegir entre comprarme dos caramelos o unos trozos de palo dulce. Pero lo normal era que me acercara al puesto de la tía Maria la Garbancera, una vieja vestida de luto que siempre me preguntaba lo mismo: ¿Cómo te ñamas, nene? Y cuando le decía mi nombre: ¿Y qué te pongo, nene? Póngame asté dos reales de garbanzos torraos. Y me llenaba un cajoncillo de madera hasta los bordes, y luego yo me metía los garbanzos torraos en el bolsillo. Y así me pasaba la tarde royendo.

Pero recuerdo que las Cruces de Mayo era una fiesta especial, pues en cualquier rincón te encontrabas un altarico, como surgido por encanto. Al principio, las cruces empezaron en los patios y casas de vecinos. Éstos levantaban sus altares y los coronaban con una cruz de claveles rojos y blancos, y los adornaban con mantos de encajes y mantones de manila, velos y cintas. Alrededor, ponían macetas de geranios, cacerolas de cobre y platos bonitos. Pero, más tarde, pasaron de los patios de las viviendas a las calles y a los escaparates de las tiendas. Incluso los balcones se engalanaron con claveles. Y en los años setenta, era obligado visitar la cruz de Plaza Larga, mientras que eran afamados los caracoles de la Plaza Aliatar.

Lo mismo ocurría con las cruces del Campo del Príncipe y la Plaza de Bib-Rambla, a la vez que sacaban a la calle aquellos destartalados y sucios mostradores: ¿Qué va a ser? Y te ponían un puñado de habas, tu bacalao o una salaílla. Y con la pandilla, uno se pasaba toda la madrugada andando para arriba y para abajo, dando vueltas, porque treinta duros no daban para mucho. Allí algunos andábamos enamoriscados, pero el amor raramente era correspondido. Sin embargo, hoy Granada amanece sembrada de hermosas y altivas cruces, que florecen, cual campos de mayo, en cualquier patio, rincón o placeta. Después de las intensas nevadas del diez de enero pasado, y de las fugaces imágenes dolorosas de la Semana de Pasión, Granada tiene otro color. Se asemeja a una estampa de la primavera gracias al trabajo de esas mujeres y hombres anónimos. La albaicinera Berta Tarifa canta esta vieja canción que aprendió de su madre: ¡Cruz de mayo sevillana, / que en mi patio levanté! / Yo te echaré muchas más flores, / si consigo tu querer.

Hermandad de la Cruz, Castilléjar



Los barrios del Albaicín y del Realejo continúan con la tradición de entonces –están a reventar de flores–, pero hay que darse un garbeo por las plazas del Carmen y de las Pasiegas, la Corrala de Santiago y tantas otras cruces, de rosas y claveles ¡Qué vistosas son las cruces de mayo! Y con ellas viene el jaleo, el jolgorio y el alboroto, las guitarras y las castañuelas, el zapateo y las palmas, y los vestidos de gitana bailando al son de las sevillanas. ¡Y qué bonitas son las mujeres salerosas y los quereres! Estos días, Granada es una fiesta en un marco incomparable de belleza, colorido y griterío, mientras que una marea humana inunda sus imposibles calles.

Hace unos años, un muchacho tenía puesto el altarico por debajo de la plaza de San Nicolás, con sus tijeras clavadas en una manzana: ¿Qué significado tiene esto? Y va y me responde: ¡Las ‘estijeras’ son por si alguien le pone algún pero a la cruz! El pasado mayo subía yo con unos amigos por la calle Varela del Realejo. Pero un niño vestido para la ocasión y, con su cruz y su cara de pillo a cuestas, nos decía alargando la mano: ¡Un chavico ‘pa’ la cruz! Y es que son días de claveles y mayas, de vino e ingenio.

Publicado en IDEAL, el 3 de mayo de 2003

Casa Madre del Ave María
Hospital de Neurotraumatología



sábado, 26 de abril de 2025

DEMASIADAS QUEJAS AL IMSERSO

Por las calles de Madrid

 


El 21 de enero pasado recibí un correo electrónico de Turismo Social, Programa del Imserso, con este texto: Desde Turismo Social, con domicilio en Gremi de Fusters, 23, 07009 - Palma, Illes Balears y datos fiscales: AVORIS RETAIL DIVISION, S.L.U. Y VIAJES HALCÓN, S.A.U., U.T.E., LEY Nº 18/82" UTE TURISMOSOCIAL - perteneciente al grupo ÁVORIS, le enviamos esta comunicación (…), queremos saber su opinión sobre su experiencia de viaje con el objetivo de mejorar los servicios prestados. La encuesta es anónima y no se solicitan datos de carácter personal. Los resultados de las encuestas anónimas serán compartidos con el IMSERSO.

Más o menos contesté así, pues el texto desaparece al enviarlo: El hotel Equo de Aranjuez, donde estuvimos hospedados, tenía un buen servicio (le puse una reseña favorable), mientras que el autocar era antiguo y la calefacción no funcionó para la mitad de los pasajeros (los de la parte trasera), cuando las temperaturas en la Comunidad de Madrid estaban aquellos días por debajo de cero grados. Y en el viaje de regreso, el autocar se averió por Santa Elena, teniendo que venir otro de Jaén a recogernos.

Como no incluí el pésimo y vergonzoso servicio que recibimos los jubilados en el Hotel Miranda & Suizo, en San Lorenzo de El Escorial (previamente le escribí una reseña negativa), decidí poner una reclamación al Imserso, el 28 de enero. En el formulario de queja, que viene en la web del Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, https://sede.imserso.gob.es/sugerencias-quejas, mi esposa Antonia y yo expusimos los hechos y firmamos:

Del día 12 al 17 de enero, Antonia y yo hicimos un viaje cultural por el Imserso, a Aranjuez, Madrid, El Escorial…, con un grupo de 55 pensionistas de Granada. El día 16, después de visitar el Monasterio de El Escorial, sobre las 14 horas, fuimos a comer al Hotel Miranda & Suizo, que está al lado (la comida estaba programada por el guía), unos 50 del grupo y habría comiendo en el restaurante otras tantas personas. Como ningún camarero nos atendía, ocupamos las mesas vacías donde solo había servilletas, de manera que muchos pensionistas tuvimos que coger los cubiertos y los vasos de otras mesas, y echar mano de botellas de vino, medio vacías, o de los bollos de pan sobrante de los comensales. Mientras que un camarero atendía las quejas de los clientes, vi que una camarera le traía dos cervezas de pago a un matrimonio del grupo. Como había que ponerse en la cola para el autoservicio, yo cogí las últimas habichuelas de un recipiente, un trozo de merluza y los últimos trozos de sandía. Poco después, los camareros fueron repartiendo pan y reponiendo la comida que faltaba. Esta fue la increíble situación que nos encontramos, pero con dos camareros es imposible atender a tanto comensal. Unos compañeros del grupo, que se habían hospedado por su cuenta en el hotel hace unos diez años, nos contaron que entonces les ocurrió lo mismo. Incluso oí decir al guía que siempre que iba allí, ocurría lo mismo. El objeto de esta reclamación es para que no lleven a los mayores a restaurantes como este, donde no hay personal suficiente para atendernos, mientras  tuvimos que servirnos de las sobras de otros comensales, porque el propietario quiere ahorrarse gastos. No hay más que leer las malas reseñas que tiene el Hotel Miranda & Suizo.

Asimismo, una copia de la queja en word se la envié al correo electrónico buzon@imserso.es. Una hora después, recibí la siguiente contestación: Buenas tardes, En atención a su correo le informamos de que hemos abierto una incidencia y trasladado su queja al departamento correspondiente para su estudio y gestión. Deseando que la información facilitada le sea útil para solucionar su duda, le saluda atentamente, Centro de Atención a Usuarios IMSERSO. Tels: 912 667 713. buzon@imserso.es.

Sin embargo, este teléfono comunica pero no atienden. El mismo día 28 recibí otro mensaje del Imserso: Su correo ha sido recibido. Será contestado a la mayor brevedad posible.

El 29 de enero recibí este mensaje del Dpto. Atención al Cliente (Ávoris) calidad@avoris.zendesk.com: Apreciado cliente, A través de la presente ponemos en su conocimiento que estamos trabajando en el expediente con la voluntad de darle respuesta antes de 15 días. Muchas gracias.

El 3 de febrero recibo un nuevo mensaje del Imserso: Buenos dias, En atención a su correo le informamos de que cualquier gestión relacionada con las reservas, compras, anulaciones y detalles concretos de cada viaje, ha de dirigirla a la empresa organizadora de dichos viajes, ya que desde el IMSERSO sólo se gestionan las acreditaciones y las valoraciones de los expedientes. Le facilitamos los contactos de la empresa adjudicataria para que resuelvan sus dudas: Turismo Social 900 33 65 65 / 971 22 08 22 de lunes a viernes de 08.00 a 19:00 horas… En la web www.turismosocial.com con su DNI y su clave, podrá consultar y gestionar todos los datos de sus reservas.

Pero llamar a estos móviles no sirve de nada, porque comunican y no atienden. En todo este tiempo no se han tomado la molestia en contestar la reclamación: ni el Imserso, ni Turismo Social ni el Dpto. Atención al Cliente (Ávoris).


Con paraguas, por las goteras del autocar, hace unos meses


Para que se hagan una idea, copio estos titulares del periódico digital Preferente (en la portada se anuncia como líder mundial de audiencia turística), del 4 de octubre de 2024: Imserso, oleadas de quejas de los jubilados con el inicio de las ventas. Vuelven a denunciar que las plazas más demandadas se agotaron casi de inmediato, lo que ha dejado a numerosos usuarios sin viajeAlgunos aseguran haber accedido al sistema de reservas incluso minutos antes de la hora fijada, y, aun así, las mejores opciones ya no estaban disponibles. Así, vuelven a acusar a las agencias de viajes de reservar plazas antes del inicio oficial de las ventas, algo que estas siempre han negado con rotundidad.

Reproduzco este titular de Preferente, el 14 de febrero de 2025: Innumerables quejas de los jubilados con el servicio. Mientras la temporada de viajes del Imserso sigue su curso, los jubilados continúan expresando numerosas quejas sobre el programa, señalando deficiencias en la gestión y calidad de los servicios ofrecidos (Los viajes del Imserso sufren “una severa crisis de calidad”) (…).Cabe recordar el caso de un grupo de 40 madrileños que describieron su estancia en un hotel de Cambrils como “infernal”. Según relataron, el establecimiento presentaba problemas de higiene, con presencia de cucarachas y comida de baja calidad, lo que afectó significativamente su experiencia.

Las comidas también son otro de los aspectos que preocupan a los pensionistas. En numerosas ocasiones han compartido testimonios alertando de la baja calidad de los alimentos De hecho, el año pasado se produjo un brote de vómitos y diarreas entre un grupo de viajeros en un hotel de Playa de Palma (…). La consultora Tirant eGob ha elaborado diferentes informes para el Gobierno advirtiendo de que el menguante presupuesto destinado por el Gobierno al programa de turismo social, y la baja remuneración que perciben las empresas participantes, se ha traducido “en una severa crisis de calidad de los viajes”. De hecho, la situación ha llevado al Imserso a tomar medidas, incluyendo la apertura de un procedimiento sancionador contra Turismo Social (Ávoris) por incumplimientos detectados en la pasada temporada. La directora del Imserso, Mayte Sancho, reconoció problemas en la ejecución del programa y anunció la intención de no renovar el contrato con la empresa adjudicataria tras la finalización de la presente edición.

La crónica de Preferente viene con 111 comentarios y copio este del usuario Enrique: Como hagan reclamaciones o quejas al IMSERSO, sepan Uds. que toman buena nota y para el próximo año no recibirán la carta de acreditación, así se las gastan Yo tuve motivo suficiente para haber denunciado ante el juzgado en Palma de Mallorca, con una intoxicación alimentaria más de 300 personas, el médico contratado por el hotel lógicamente no dió importancia alguna, es más tuvieron que hospitalizar a cinco personas y tuvieron que cerrar las cocinas del hotel durante dos o tres semanas por una inspección de sanidad, por el mal estado y deficiencia en que se encontraba, los cocineros carecían de carnet de manipulador, en fin esto es lo que en algunos sitios se puedan encontrar (…).Esperemos que en la siguiente convocatoria, la ganen Mundiplan y Mundosenior, ellos están más experimentados y saben negociar con buenos hoteles.

https://www.preferente.com/noticias-de-agencias-de-viajes/imserso-innumerables-quejas-de-los-jubilados-con-el-servicio-341853.html

 Titulares de El Español, el 17 de junio de 2024: Cambios en los viajes del Imserso tras las denuncias de los jubilados: precios y fechas para 2024-2025. Mismas plazas, mismo presupuesto y misma empresa (Avoris). Los organizadores prometen mejoras tras un año de quejas de los usuarios.

https://www.elespanol.com/invertia/empresas/turismo/20240617/cambios-viajes-imserso-denuncias-jubilados-precios-fechas/862414083_0.html

Diario Preferente


 Reproduzco esta noticia de El Español, del 6 de agosto de 2024: La actual temporada de los viajes del Imserso (2023-2024) no ha sido lo que se dice un ‘camino de rosas’ para muchos de los usuarios del Programa de Turismo Social. Las quejas y denuncias han estado a la orden del día al considerar los jubilados que el servicio no estaba siendo el adecuado. Recopilemos: Cambio de planes a última hora, llevándoles a un destino que no era el acordado; brote de gastroenteritis en el hotel donde estaban alojados; autobuses sin baños; retrasos en los vuelos; falta de información y de atención; hoteles de tres estrellas cuando habían contratado de cuatro estrellas... ¿Resultado? Un aumento de las denuncias por estos usuarios ante lo que considera, una menor calidad tanto de los alojamientos como de los servicios ofrecidos. Por eso, desde el Imserso están trabajando “en una serie de mejoras para renovar la calidad del servicio atendiendo a las peticiones de los usuarios”.

Estas denuncias se producen en periódicos digitales y apenas aparecen en la prensa nacional, sin embargo, esperamos que el Imserso cumpla la promesa de mejorar el servicio y que no tome represalias contra quienes denunciamos las numerosas deficiencias que se están produciendo. Pongo algunos ejemplos, el coste diario con el Imserso en un balneario andaluz, el pasado año, me costó 356 euros durante diez días (a 35,6 euros diarios): comida, habitación, piscina con agua caliente, masajes o chorros de agua caliente, con buenos servicios en conjunto. El balneario cierra en los meses de invierno. Este año hice un viaje cultural a Madrid, Alcalá, Aranjuez…, durante seis días en un hotel de tres estrellas en Aranjuez y me costó 293 euros. Sin embargo, no me importaría pagar diez euros o más diarios y de esta manera se pueden conseguir varios objetivos: con una mayor remuneración, los hoteles pueden costearse los gastos y no se ven obligados a despedir a personal o tener que cerrar, durante la temporada de invierno; y tampoco tienen que recurrir a la baja calidad en las comidas y en el alojamiento En resumen, saldríamos ganando todos.

Publicado en Ideal en Clase:

  https://en-clase.ideal.es/2025/04/25/leandro-garcia-casanova-demasiadas-quejas-al-imserso/?fbclid=IwY2xjawJ5Q6RleHRuA2FlbQIxMABicmlkETA3TGdYZ1RER2hnbndrMk9IAR7_MNbyIt-GQEnkSf0cQ9D--T6EogIo7U2cDPlk1UkYp3B_IMPpA3M5dHSufg_aem_jyjmmMKV9arZcDsy26hbNQ