Cuando finalizó
la I Guerra Mundial, varios países europeos aprobaron el voto de las mujeres. Fue la Dictadura
de Primo de Rivera (1923-1929) la que aprobó el voto femenino en las elecciones
locales. Sin embargo, fue reconocido plenamente en la II República (1931-1936).
Dos mujeres fueron precisamente las protagonistas en los debates, para su
aprobación en el Congreso: las
abogadas y diputadas Clara Campoamor (Madrid, 1888-Lausana, Suiza,
1972), que estaba a favor, y Victoria
Kent (Málaga, 1892-Nueva York, 1987), que se posicionó en contra. En
1928, junto a Clara Campoamor, Matilde Huici, ambas políticas feministas, y
otras mujeres, fundan el ‘Instituto Internacional de Uniones Intelectuales’. En
1931, Victoria Kent se hace militante del Partido Republicano Radical
Socialista y consigue ser elegida diputada, junto a Clara Campoamor, del
Partido Radical, y Margarita Nelken, del Partido Socialista. Ellas fueron las
tres primeras españolas que entraron en las Cortes.
Con
motivo de las discusiones para aprobar el sufragio femenino,
Victoria Kent se manifestó en contra de otorgar de forma inmediata el voto a
las mujeres. Su opinión era que la mujer española carecía en aquel momento de
la suficiente preparación social y política como para votar de forma responsable
y que, por influencia de la Iglesia, su voto sería conservador por lo que
perjudicaría a los partidos de izquierdas. Victoria Kent decía que, una de las
pruebas del alineamiento mayoritario de las mujeres con la derecha
antirrepublicana, fue la entrega al presidente de las Cortes de un millón y
medio de firmas de mujeres católicas pidiendo el cambio del proyecto de
Constitución, para que respetara los derechos de la Iglesia. En el debate que
mantuvo en las Cortes con Clara Campoamor, el 1 de octubre de 1931, sobre el
derecho al voto de las mujeres, la malagueña pronunció estas palabras:
“Creo que
el voto femenino debe aplazarse. Creo que no es el momento de otorgar el voto a
la mujer española. Lo dice una mujer que, en el momento crítico de decirlo,
renuncia a un ideal (...). Lo pido porque no es que con ello merme en lo más
mínimo la capacidad de la mujer; no, señores diputados, no es cuestión de
capacidad; es cuestión de oportunidad para la República (...). Cuando la mujer
española se dé cuenta de que sólo en la República están garantizados los
derechos de ciudadanía de sus hijos, de que sólo la República ha traído a su
hogar el pan que la monarquía no les había dejado, entonces, señores diputados,
la mujer será la más ferviente, la más ardiente defensora de la República;
pero, en estos momentos, cuando acaba de recibir el señor Presidente firmas de
mujeres españolas que, con buena fe, creen en los instantes actuales que los
ideales de España deben ir por otro camino, cuando yo deseaba fervorosamente
unos millares de firmas de mujeres españolas de adhesión a la República”. Y
concluyó diciendo: “Por hoy, señores diputados, es peligroso conceder el voto a
la mujer”.
Clara Campoamor citó a la escritora gallega
Emilia Pardo Bazán y replicó con ironía a Victoria Kent: “Yo y todas las
mujeres a las que represento queremos votar con nuestra mitad capaz masculina,
ya que no hay degeneración de sexo, porque todos somos hijos de hombre y de
mujer, y recibimos por igual las dos partes de nuestro ser”. El discurso de la madrileña fue
memorable y convincente ante los razonamientos que exponían los diputados opositores
al sufragio femenino. Les recordó la rápida equiparación de la mujer con el
hombre, en términos de analfabetismo durante el período 1868-1910, contestó con
dureza a los diputados que calificaban a la mujer como un ser incapaz y,
citando a Humboldt, aseguró que la única forma de madurar en el ejercicio de la
libertad es caminar dentro de ella. Clara Campoamor
siguió diciendo: “Sólo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar, las demás
las hacemos todos en común. No podéis venir aquí vosotros a legislar, a votar
impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y
sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras”. Este discurso fue recogido en su
libro ‘El voto femenino y yo’ (Editorial Horas. Madrid, 2006), de manera que su enérgica
defensa del voto femenino la convirtió en la defensora de los derechos de la
mujer. Acción Republicana, uno de los partidos que votó en contra, propuso el
sufragio para los hombres a partir de los 23 años. Sin embargo, fijaba el
límite de edad para las mujeres en 45 años, basándose en una supuesta inmadurez
tanto en la “voluntad como en la inteligencia”. Otros muchos diputados de la
izquierda decían que las mujeres “se dejaban llevar por la emoción y carecían
de reflexión y espíritu crítico”. Al final, el debate acabó con la aprobación
del sufragio femenino por 161 votos a favor y 121 en contra. Lo apoyaron el
Partido Socialista, la derecha y pequeños núcleos republicanos. Y votaron en
contra el grupo de Campoamor, el Partido Radical Socialista y Acción
Republicana. El artículo 36 de la Constitución de 1931 quedó redactado así: “Los
ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de 23 años, tendrán los mismos derechos
electorales conforme determinen las leyes”.
“Una clara victoria”, fue el titular de la
revista ‘Gracia y Justicia’, que venía acompañado de un dibujo donde
ambas diputadas republicanas aparecen boxeando. Clara Campoamor logró el sufragio para las mujeres pese a la sorprendente oposición de la izquierda, esta
victoria causó un gran revuelo en España así como la airada protesta del
histórico socialista Indalecio Prieto, que calificó su aprobación como “puñalada
trapera a la República”. En las elecciones de 1933, como vaticinaron Victoria
Kent y muchos diputados, ganó las elecciones la CEDA (Confederación Española de
Derechas Autónomas), debido sobre todo al voto conservador femenino. De manera
que sus detractores culparon de la victoria a Clara Campoamor, que no consiguió
renovar su escaño. Al año siguiente abandonó el Partido Radical y pidió
ingresar en Izquierda Republicana, pero le abrieron un expediente y votaron en
público su solicitud, que fue denegada. La incansable
luchadora por el derecho de la mujer a decidir soportó la incomprensión, no solo de sus oponentes, sino
también de sus compañeros de partido, incapaces de asumir la independencia
política y social del sexo femenino. Tres años después, en febrero de 1936, ganó
el Frente Popular (partido que unificó a la izquierda) y el voto femenino
también fue decisivo. Pero la carrera como política de Clara Campoamor ya había
concluido. Huyó de España al estallar la Guerra Civil y murió olvidada, en
Suiza, en 1972.
En mayo de 1931, el presidente de la
República, Niceto Alcalá-Zamora, nombró a Victoria Kent, directora general de
Prisiones. Entonces puso en marcha la labor humanitaria que había llevado, en
el siglo XIX, Concepción Arenal, otra figura histórica: con el metal de los
grilletes y cadenas de las cárceles, erigió una estatua a la ‘Visitadora de las
Prisiones’. Mejoró la alimentación de los presos, introdujo la libertad de
cultos en las cárceles, concedió permisos por razones familiares y su afán fue
recuperar al delincuente para la sociedad. También cerró 114 centros
penitenciarios, porque estaban en pésimas condiciones y mandó construir la
cárcel de mujeres de ‘Las Ventas’, en Madrid, donde no existían celdas de
castigo. Asimismo, creó el Cuerpo Femenino de Prisiones, para las cárceles de
mujeres, y el ‘Instituto de Estudios Penales’, que fue dirigido por su maestro,
Jiménez de Asúa. El presidente Manuel Azaña calificó en sus Memorias de auténtico desastre el paso de Victoria Kent, como directora general de Prisiones. Era una mujer humanitaria.
Elecciones generales de 1933 |
Victoria Kent también salió malparada de
aquel histórico debate sobre el sufragio femenino, pues le acarreó
impopularidad y tampoco obtuvo acta de diputada en las elecciones del 19 de noviembre de 1933. Un año antes, abandonó
la Dirección General de Prisiones. Tras la Guerra Civil se exilió de España, en
1949 fue reclamada por la ONU para que colaborara en la Sección de Defensa
Social, y le dan el encargo de inspeccionar la lamentable situación de las
cárceles hispanoamericanas. Sin embargo, lo abandonó poco tiempo después debido
a que, según Victoria Kent, “más bien era un cargo demasiado burocrático”. Con
la muerte de Franco y la llegada de la democracia, regresa a España en 1977 pero
de nuevo vuelve a Nueva York. Aquí había fundado y dirigido la
revista ‘Ibérica’, desde 1954 a 1974, en la que publicaba noticias
de España para
los exiliados republicanos en Estados Unidos. Al igual que Campoamor, Victoria
Kent falleció olvidada en la ciudad de los rascacielos, en 1987. Es el triste
destino de los hijos e hijas de España.
Como siempre hago con los artículos tuyos, me lo he leído de cabo a rabo, me ha parecido extraordinario;cosas como esta son las que en realidad deben circular en un día como este, reivindicar los derechos de la mujer no creo que sea escribir ñoñeces en el muro con felicitaciones absurdas que en realidad no aportan nada, me parece que lo verdaderamente interesante es resaltar actos y comportamientos de las heroínas que nos precedieron. En realidad ellas son las precursoras de estas pequeños avances y libertades que las mujeres de hoy disfrutamos. Gracias por este árticulo amigo Leandro que con tu permiso voy a compartir.
ResponderEliminarPuede haber una lucha de sexos o de ideologías, pero no está de más reconocer el mérito de estás dos mujeres que lucharon contra tanta desidia. Son un ejemplo para los españoles. Gracias, como siempre, por leerme, Esperanza Sandoval
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