Aspecto del Cementerio de Castilléjar, 2013 |
Querido amigo Juanito: Al recibo de la presente espero que te encuentres bien, por aquí, Dios mediante, las cosas andan regular. A los pocos días de tu marcha, se murió mi hermana Angustias, la pobrecita se nos fue, imagínate qué disgusto, pues era lo que yo más quería en este mundo y me pasaba las tardes enteras con ella. El 28 de septiembre, mi madre al despertarme me dio la ropa de los domingos y, cuando me estaba poniendo los pantalones cortos, pensé, pero si hoy no es domingo, fui al dormitorio de mis padres y me extrañó mucho que Angustias no estuviera como siempre en su cuna, bajé corriendo las escaleras y allí estaba en el salón, con la cara tan pálida, que parecía dormida en su pequeño ataúd blanco. ¡No te puedes imaginar cuánto lloré y la tristeza tan grande que yo tenía! Aquella misma tarde, los niños acudieron al entierro y llevaron a hombros el pequeño ataúd hasta el cementerio, pero todavía recuerdo el ruido de la tierra al caer en la caja y, cuando mi padre le puso una cruz de madera y un ramo de flores encima del caballón de tierra, le dije adiós, Angustias. Tenía sólo quince días y mi madre desde entonces no hace más que decir, qué malo hemos podido hacer, Señor, para que Dios nos castigue de esta manera. La noche anterior yo había notado que mi madre estaba muy preocupada, porque la niña tenía hipo y se atragantaba. Entonces llamó a la comadrona, pero no pudo hacer nada para salvar a mi hermana.
Me acuerdo mucho de ti, Juanito, y estoy deseando que
llegue pronto el verano para estar juntos otra vez, nos subiremos en el cerezo
de Pepillo Zambudio y te llevaré a un sitio que nosotros le decimos la “ciudad
de las zorras”, ya verás. El Día de los
Difuntos acompañé a mi madre al cementerio a visitar el nicho de mi padre, le
limpiamos la lápida y luego le rezamos unas oraciones, mi madre dice que es
como un vacío que ya no se puede llenar, pero que las almas de los muertos
regresan durante este día. Luego me entretuve viendo las fotos de las personas
que yo recordaba, muchas de esas fotos las hizo mi padre, ¿sabes?, pero tengo
para mí que ellos no han muerto, y sé que David, el barbero, se llevó las
tijeras y su maquinilla de pelar, porque él sigue pelando a la gente allí
arriba, eso al menos es lo que dice la ‘Lucre’. Cuando mi padre me mandaba a
pelarme, me daba seis reales y siempre me decía la misma cantinela, dile a
David que te trasmonte el pelo. Se me olvidaba decirte que el cementerio de mi
pueblo es muy bonito y es tan recogido y sencillo, que, desde la puerta, lo
estás viendo todo, tiene las calles alineadas y, en la mayoría de sus tumbas,
que son de mármol blanco, se ve la foto del muerto, porque las que no tienen
foto, Juanito, es lo mismo que si estuvieran vacías.
Siempre que voy, aprovecho y le rezo un padrenuestro a
don Eloy, la gente dice que en la guerra había estado con los ‘rojos’, pero
como él no había matado a nadie, le dejaron que diera clases particulares a los
niños, con don Eloy, lo que pasa, es que era muy exigente, porque nos echaba
muchos deberes y a mí me costaba bastante trabajo aprenderme la lección de la
‘Enciclopedia Álvarez’, un día que no me sabía la lección, me dio un capón de
ésos suyos, que todavía me está picando la cabeza. Al lado de don Eloy,
descansa en paz don Eliseo, un médico muy bueno que vivía en Valencia, cuando
él venía al pueblo y yo le llevaba alguna carta, siempre, siempre, me daba una
peseta, fíjate tú que entonces mi padre me daba dos reales a la semana, con los
que me compraba mi buen puñado de garbanzos ‘torraos’, un domingo, a la entrada
de la iglesia, le cedí el paso a don Eliseo, pase usted, don Eliseo, y, ¿sabes
lo que me dijo?, eres el niño más bueno del pueblo, eso me dijo. ¿Te acuerdas
cuando Ramirín te preguntó, oye, Juanito, tu padre es cariñoso, y, como tú le
respondiste que no, el pobre se puso a llorar como una magdalena? ¿Y cuando mi
madre me mandaba a la tienda de Antonio Heredia a comprar un quilo de azúcar en
terrones y nos los comíamos por el camino?
Jesús Martínez también era amigo mío y está enterrado
junto a la tapia del fondo, en el invierno se ponía un enorme chaquetón gris y
un sombrero de ala ancha, y siempre llevaba los bolsillos repletos de golosinas
para los niños y de puros para los viejos, ¿te quieres creer, Andrés, que cada
día me gasto cuatro duros en chucherías?, me dijo un día, y en Navidad, cuando
yo llamaba a la puerta de su casa, Jesús, que tiene usted carta, me sacaba una
fuente de mantecados. El año pasado se murió su mujer, doña Carmen, cuando
vengas, ya te enseñaré una foto muy bonita de doña Carmen con las niñas de su
escuela, vestidas con su uniforme y con un lazo que se anudaban al cuello. Un
poco más abajo, está el nicho del tío Juan ‘Lerenle’, el que te dije que en las
navidades tocaba los platillos en la Hermandad de las Ánimas, y luego iban
cantando por las casas, el “aguilando’ te pido…”.
En estos días de frío, en mi casa nos acurrucamos
alrededor de la lumbre, y no sabes lo que yo me acuerdo de mi padre cuando se
ponía a contarme historias del tiempo de la guerra: “Un día los ‘rojos’ se
pasaron por el cortijo de San José y le cargaron un saco de trigo a las
espaldas de tu bisabuelo Juan, y luego lo obligaron a subirlo hasta la cámara,
esto se lo hicieron varias veces para divertirse. Otro día, resulta que pasó
por el cortijo un mendigo pidiendo limosna y el bisabuelo le dio los pantalones
que llevaba puestos, entonces la madre Mercedes se enfurruñó, pero él le dijo, ‘calla,
que yo tengo otros pantalones que ponerme’, así de brusco y de aparente era el
bisabuelo”, decía mi padre. Mi tía Matilde, que tiene 95 años, dice que lo
enterraron en el 1937 junto al pino que hay en el cementerio, pero que luego
echaron allí a más gente, el caso es que ya nadie se acuerda de mi bisabuelo ni
sabe dónde estará enterrado, esto es una desgracia. Y nada más, Juanito, te
dejo porque mi madre tiene que ir al horno de Vicente a amasar el pan para toda
la semana, y voy a ver si me hace un hornazo, escríbeme pronto...
Posdata: este artículo fue publicado en Ideal el 1 de noviembre
de 2001. La fotos son del antiguo cementerio de Castilléjar. Un inexplicable Decreto
del alcalde –hace unos doce años– ordenó la clausura del cementerio y que los restos de los cadáveres fueran trasladados al nuevo cementerio, donde los familiares tuvieron que pagar
el nuevo nicho. El motivo de todo esto, pues que iban a construir una residencia de ancianos. Las calaveras rodaban por los suelos y algunos ataúdes fueron profanados,
en fin, allí se produjo un paisaje dantesco. Mi hermana Angustias precisamente
fue enterrada en el antiguo cementerio, a comienzos de los años sesenta, por eso he querido tener un recuerdo
para ella. Mis bisabuelos están enterrados en Galera y Orce, mis abuelos en el cementerio nuevo de Castilléjar y en Orce, y mis padres en el cementerio de San José, de Granada. Descansen en paz. Menciono a personas del tiempo de mi infancia, pero que no están enterradas en el viejo cementerio de Castilléjar, sino en el de Granada o en otros sitios.
Comentarios en Facebook:
- Leandro Garcia Casanova Ángeles García-Fresneda Martínez, no te puedes imaginar lo que me dolió que arrasaran el cementerio viejo, con la excusa de que iban a construir una residencia de ancianos. Resulta que es más importante una residencia por construir -para recalificar los terrenos- que el cementerio municipal, donde estaban enterradas generaciones de castillejanos. Las imágenes son impresionantes. Requiem aeternam dona eis domine, así termina el Requiem de Mozart. Dales, Señor, el descanso eterno.
- Leandro: Con el tiempo, mis padres se trasladaron a Granada y la tumba de mi hermana se perdió. Unos años antes de la demolición del cementerio -no hay palabras para calificar esta barbarie-, hablé con el enterrador. Al cabo de unos meses me dijo que no había podido encontrar la tumba, pues no existían documentos sobre la ubicación de los difuntos. En medio del cementerio viejo se quedaron para siempre los restos de mi hermana.
- Creo que mis padres la inscribieron en el Registro Civil de Castilljéjar, pero no lo hicieron en el Libro de Familia, tanto el nacimiento como la defunción. Con un hermano mío de Galera pasó igual, pero viene inscrito su nacimiento y defunción en el Libro. Nació en 1951 y se llamaba Leandro, vivió dos meses.
Muy emotivo el escrito, y si se trata del día de los santos con mas respeto todavía, yo tengo vivencias del cementerio viejo y muchas, estaba muy cerca de el, me a gustado, la forma en que esta las letras puestas son costumbres antiguas, de aquellas cartas de un familiar a otro, tratase de quien se tratase, saludos,Leandro,.
ResponderEliminarAntonio
Gracias, Antonio, por escribir. Es un recuerdo a mi hermana y a los paisanos de mi infancia. No te puedes imaginar lo que me dolió que saquearan el cementerio, con la excusa de hacer una residencia de ancianos. Podías escribir algo de tus vivencias en el cementerio
ResponderEliminarBuena idea me has dado tengo vivencias de el, no son agradables yo e sido algo cagon para estas cosas, pero las contare, cuando llegue el momento esto fue con lo años casi 13 a 15 y muy buenas. Leandro
ResponderEliminarPues, adelante, Antonio. DEbemos tener un recuerdo con los familiares que se fueron
ResponderEliminar