Fuente de las Batallas |
A Luis lo encontré de casualidad hace un año tomando el sol en una placeta. No nos veíamos desde hacía más de cinco años, cuando coincidimos una mañana en el hospital donde trabajaba. Nos conocíamos de niños, pues éramos vecinos aunque no amigos, cuando su padre trabajaba en el Ayuntamiento de… Recuerdo que a finales de los años cincuenta, falleció una hermana mía, a los quince días de nacer. Aquella tarde, cuando regresamos del cementerio de enterrarla, Luis tuvo el detalle de invitarme a jugar con él en su terraza, donde tenía los juguetes, mientras que yo apenas tenía. Como es natural le dije que no. Unos años después, sus padres se marcharon del pueblo y se vinieron a Granada. Un paisano me lo presentó cuando ya éramos cuarentones (yo no lo hubiera conocido), él trabajaba en un hospital y yo en la Biblioteca de Andalucía, de manera que nos veíamos de tarde en tarde. Pero esa mañana de primavera lo noté algo cambiado. Me dijo que hacía un año, cuando iba por la calle, sintió que el brazo izquierdo se le paralizó: Cogí un taxi y fui a Urgencias, pues me di cuenta que era un infarto. Estuve yendo a rehabilitación durante meses y ya puedo mover el brazo, me he recuperado bastante. Pero Luis sigue fumando porque el vicio le puede y cada vez que nos vemos recordamos anécdotas y personajes de la infancia, el caso es que nos reímos pues es campechano y sano. Me doy mis paseos, me cuido lo que puedo y así voy tirando, me dice.
El
pasado 28 de diciembre nos vimos por la Acera del Darro y Luis dijo de
sentarnos en un banco de la Fuente de las Batallas, pues posiblemente
necesitaba descansar del paseo. Le
conté que varios paisanos habíamos hecho un sendero por Guadix y luego comimos
por allí. Ya no estoy para esos trotes,
pero a diario hago mi recorrido por las calles de Granada. Apenas me acuerdo de
la gente del pueblo, pues mi familia se vino cuando yo tenía tres años para
Granada, y aquí es donde ha transcurrido mi vida, me dijo Luis. Yo le confesé mi temor: Estamos en la edad de merecer, en la edad de
los médicos, como dicen algunos. Y así cada año que pasa vamos a peor. En
esto, apareció de casualidad su hermano pequeño y nos despedimos. Antes de la Navidad llamé a Luis por
teléfono (tener un detalle con los amigos cuesta poco), pero estaba en Almería,
y cuando pasen las fiestas me pasaré a echar un rato de charla con él.
Plaza del Campillo |
Cuando
íbamos por la calle de Recogidas, Julio
me dijo que no tenía teléfono móvil, pero le noté algunas lagunas en la memoria
y entonces le pedí que llamara a su familia, a ver lo que decía. Me dio un
número equivocado y después me dio otro número con el prefijo de Granada, pero
de diez cifras. A continuación me confesó que la memoria le fallaba y, como
llevaba el cheque en la mano, le aconsejé
que lo guardara en el bolsillo, donde llevaba además otro cheque. En diez
minutos llegamos al banco, en el Camino
de Ronda, y una mujer joven me explicó: Julio
perdió la tarjeta de crédito y le hemos enviado otra a su domicilio, pero esta
sucursal es una oficina y no tiene caja para pagar. Seguidamente, llamó por teléfono a la sobrina de Julio y le explicó el
tema de la tarjeta. Después, hablé
con la joven aparte y me dijo que la mujer de Julio padecía el parkinson mientras
que los hijos no querían saber nada de él, porque en ocasiones se ponía
agresivo. Como yo no quería dejarlo solo en la calle, le pedí a la joven que me diera el teléfono y se puso la esposa de Julio.
Le expliqué la situación y le dije que lo iba a acompañar hasta el autobús para
que regresara a casa: No pueden dejar
solo a Julio por Granada, está desmemoriado y lo puede atropellar un coche en
cualquier momento al cruzar una calle. La mujer asintió y poco después lo acompañé
hasta la parada, donde le di algunos consejos:
Carrera de la Virgen |
Julio,
tú no puedes ir solo por la calle pues la memoria te falla, no te acuerdas de
los teléfonos y estás desorientado, tampoco te acuerdas del número de autobús
para ir a tu casa. Tienes que apoyarte en tu familia y te va a ayudar, le dije como amigo.
En la familia todo son problemas, fue
la respuesta que me dio Julio,
mientras observé que tenía la mirada perdida en los edificios de enfrente y que
apenas oía por el oído izquierdo. Con su
abrigo largo, su sombrero de ala ancha y su aire decidido y taciturno, parecía
un personaje de película. Humphrey Bogart no lo hubiera interpretado mejor.
Aquello parecía una despedida de amigos,
pero esta vez en el Camino de Ronda. Julio
sacó de la cartera un billete de diez euros y se dirigió a una tienda cercana
para que se lo cambiaran, para el autobús. Yo iba a dejarle unas monedas pero
él encontró dos euros en su bolsillo. Con
esto tengo, me dijo. Cuando el autobús venía a lo lejos, le di un abrazo de
despedida y el correspondió, lo acompañé y le dije al conductor: Está desmemoriado, tiene que bajarse en la
Caleta. El hombre lo entendió: No te
preocupes. Poco después me reuní con mi mujer y mi hija, que habían ido a
hacer unas compras por el centro de Granada y me estaban esperando. En unos años, yo estaré como mi amigo Julio,
pensé.
IDEAL
EN CLASE:
Antonio Arenas. Muchas gracias, Leandro Garcia Casanova y desearte que sigas teniendo encuentros con paisanos y amigos, y si son más agradables, mejor.
ResponderEliminarMuchas gracias, Leandro Garcia Casanova y desearte que sigas teniendo encuentros con paisanos y amigos, y si son más agradables, mejor.
Leandro. Voy a dejar de salir un tiempo, no vayamos a p…