sábado, 30 de diciembre de 2023

ENCUENTROS EN LA NAVIDAD

 




Aquella mañana de mediados de diciembre, fui a hacer unas fotocopias a la librería. Al entregárselas, le dije a la librera.

¿Tú eres de Castril?

Ella me respondió:

Ya decía yo que tu cara me sonaba.

Yo soy de Castilléjar y me acuerdo de Juan, el cobrador del ‘coche correo’, compró un piso en el edificio donde vivían mis padres, en Granada.

Ahora allí viven sus hijos –respondió la librera.

Mi padre era el cartero y llevaba la saca con las cartas todos los días al ‘coche correo’. También me acuerdo del conductor Bartolo. Precisamente, hace dos meses estuve con Miguel y Juan Manuel en una manifestación, en Benamaurel… Ya ves si conozco a gente de por allí.

Y así fue discurriendo la conversación. Esa mañana, forzado por las circunstancias, no me que quedó otra opción que ir a esa librería a la que no iba desde hacía unos veinte años, a comprar los libros de la escuela de mis hijos. Pero se ve que un día tuvimos algún atranque, que ni siquiera recuerdo, y ya no me pasé más. Me despedí de la librera deseándole una feliz Navidad y la encontré amable, después de tanto tiempo. Y es que los años nos van haciendo madurar y entonces utilizamos la diplomacia con las personas. 

Después, me fui a Granada a entregar unos documentos en el registro de una administración, hice varios encargos y sobre las doce horas regresé al pueblo. Entonces me pasé por la panadería, pero no tenían barras gallegas. Al ir y venir de la panadería, me llamó la atención un anciano parado en la acera, hacia la mitad de la calle, con gafas oscuras y un bastón en la mano. Al salir de la panadería, no pude evitarlo:


–¿Usted es Pepe…?

Sí, ¿de qué me conoce? –respondió, extrañado.

Yo soy… –le dije.

El anciano se quedó unos instantes pensando.

Pues, no caigo y apenas veo.

Yo lo entrevisté a usted y salió publicado en un libro, me dijo que estuvo de secretario en Zújar…

La verdad es que no me acuerdo –respondió, con amabilidad–. También estuve en Orce, en Castilléjar y en Cúllar.

La memoria también me fallaba a mí, pues habían pasado dos décadas desde que lo entrevisté, pero me quedé alucinando con su respuesta:

Mi madre era de Orce, yo soy de la familia de…, y en Castilléjar precisamente me crié –Lo dije un tanto emocionado al recordar aquellos pueblos de la infancia, tan queridos, mientras que ambos vivíamos ahora en Las Gabias.

Yo residía en Cúllar y me desplazaba a Castilléjar en la moto...

Estábamos tan enfrascados en la conversación, que parecíamos viejos amigos que se habían encontrado de casualidad al cabo de los años. Me hablaba con sencillez y confianza. En esto paró un taxi al lado y me dijo:

Es el taxista, que ha venido a recogerme.

¿Dónde vive? –acerté a preguntarle.

En la calle… –y repitió el nombre quizá para que yo lo memorizara.

¡Trátalo bien, que es de confianza! –le dije al taxista, un joven de unos veintitantos años.

Instantes después el taxi desapareció al fondo de la calle, con Pepe al que yo había visto en más de una ocasión andando por la calle y, aunque me resultaba indiferente, alguna vez pensé: Seguro que ni se acuerda de mí. Pero este día me llamó poderosamente la atención la imagen de un anciano con aspecto de invidente parado en la acera. Y se me quedó grabada. Con el tiempo uno se hace más sentimental pero lo sorprendente es que, en cuestión de horas, saludé a dos personas que no trataba desde hacía más de veinte años. Lo hice casi sin pensarlo, como si una fuerza externa me empujara hacia ellos, y ese día me sentí alegre, posiblemente como ellos.


El 22 de diciembre, el día de la suerte, me di una vuelta por Granada para despejarme un poco. Crucé el barrio Fígares, donde vivieron mis padres sus últimos años, pasé por Puerta Real, que estaba muy concurrida de gente haciendo las compras y cuando llegué a la Plaza de Bibrrambla era un espectáculo. Filas de niños, de colegios privados, guiados por los maestros, contemplaban el enorme árbol de Navidad y las casetas, con figuras de pastores y belenes, y salían  en fila poco después. La plaza estaba atestada de paseantes, de turistas y sobre todo de niños. Pasé por la Plaza Pescadería, con los puestos de frutas, y fui al Mercado de San Agustín. Esa mañana Granada estaba como para filmar una película, no hacía frío y era sorprendente la aglomeración de gente, en medio del colorido de las calles y plazas engalanadas de luces navideñas. En el Mercado pregunté a una pescadera por una carnicería que había a la entrada y me dijo que no estaba por lo menos desde hacía cuatro años, en que reformaron el Mercado. El tiempo que yo no me pasaba por allí. Me indicó una carnicería donde compré una morcilla con cebolla, que es una delicia. Al salir del Mercado pasé por una mercería, me detuve unos instantes recordando y al final decidí preguntarle a la mujer que atendía:

–No sé si te acuerdas de mí.

–El caso es que tu cara me suena –respondió.

Cuando le dije mi nombre y apellidos, exclamó:

–¡Claro, tú eres familia de mi marido! Ya ves, estos días va a hacer seis años que murió.

Más o menos el tiempo que yo no me había pasado por la mercería. Le di el pésame y le dije:

–Ahora recuerdo que la última vez que saludé a tu marido me dijo que había estado enfermo, pero que ya se encontraba mejor.

–Cogió una bacteria en el hospital y murió al poco, desde entonces vivo con mi hijo.

Ella me hablaba como si fuera de la familia, cuando yo me había pasado por la tienda varias veces y apenas si cruzamos unas palabras. Decidí contarle cómo encontré a Encarna, la tía de su marido.

–Cuando murió mi madre, entre sus cosas encontré una foto pequeña con esta escueta dedicatoria: Recuerdo de tu prima Encarna... Cúllar 19-6-52. Me llamó la atención la fecha lejana y de cómo se hacían las escasas fotografías en aquella época, se reunían todos como si fuera un día de fiesta en el campo. Un tiempo después, busqué el apellido de la prima de mi madre en la guía telefónica y llamé a un teléfono de Cúllar. De esta manera encontré a Encarna, a la que yo no conocía.

Poco después me despedí de la tendera, porque tenía prisa, y seguí mi paseo por Granada. En mis viajes al Altiplano visité a Encarna varias veces, ella estaba viuda desde hacía veintitantos años y tenía dos hijos, pero tras una fractura de cadera falleció hace unos diez años. Encarna me explicó que la foto se la hicieron en Tíjola (Almería), cuando estaban haciendo la vendimia en las tierras de un familiar suyo. Ella aparece sonriendo, detrás del muchacho sentado de la primera fila, y calculo que no tendría los veinte años. Fue de lo mejor que encontré en mi familia materna.

Me despido deseando a todos una feliz Navidad, en medio de dos guerras cercanas que tanto nos afectan, pero el mundo libre parece ajeno a ellas.

IDEAL EN CLASE. https://en-clase.ideal.es/2023/12/28/leandro-garcia-casanova-encuentros-en-la-navidad/?fbclid=IwAR1vuI8DqsQuTiCWm796UDb_ulXPBLm-F0Z6tVdGp2mgKGwtMRgTbV4-r8g


sábado, 23 de diciembre de 2023

LOS BELENES DE RAMÓN RIVERA

 




Hace unos días, me acerqué a la casa de Ramón Rivera Tubilla, en el barrio accitano del Cristo de los Favores, me llevó al sótano donde ha instalado el belén artesanal y le hice varias fotos. Aquí tiene su estudio, con sus portales y sus pinturas, y me fue contando un poco de todo.



Belén en teja




–Hace unos veintidós años empecé a construir los belenes en teja, un diseño exclusivo que yo he inventado: el portal de belén (como el que ves en la cornisa), enclavado en unos cerros y la teja hacia arriba (la compro) que destaca al fondo. Hace varios años monté un belén en el Acyda (un polideportivo privado con piscinas) y otro en la iglesia de Nuestra Señora de Gracia, en el barrio de la Ermita Nueva. Allí está expuesto en la iglesia con otros belenes. Al elaborarlo me inspiré en la barriada, en los cerros y en las cuevas. También monté otro belén en el Colegio Público Medina Olmos. En 2019 expuse un belén, en una maqueta, en la Oficina de Información y Turismo, en la Plaza de las Palomas, donde se ve el Cerro de la Bala (el mejor mirador de Guadix) y el Cerro del Pingurucho, en el barrio de la Ermita Nueva. Me llevó hacerlo ocho meses. El belén artesanal lo hago de porexpan (que decimos el corcho blanco), mientras que los cerros los monto con espuma de poliuretano, pues tiene el color de la arcilla. Después le doy una mano de escayola a las paredes, las repello y finalmente les aplico pintura acrílica. Los ladrillos los hago cortando con un cútex el porexpan y en las paredes suelo hacer un desconchón para que parezca real. Doy escayola en la pared, pero dejo un pequeño hueco donde coloco como tres piedras y da la impresión que se ha caído la pintura (la escayola). Con los cartones de tetrabrik hago los cuerpos de los pastores, luego los visto, mientras que con cajas de cartón, las que tiran en el Colegio Público Adelantado Pedro de Mendoza, hago las casas de tipo árabe. Como verás, este belén artesanal tiene una casa con su letrina. Lo empecé el pasado año, después de san Antón, y me ha llevado once meses de trabajo, echándole muchas horas, aunque no todos los días he trabajado. Primero lo voy imaginando en la cabeza y después lo elaboro.

Belén artesanal

Ramón se levanta y me trae un paso de Semana Santa, con el nazareno, en miniatura.

–Le faltan algunos remates y ahí lo tengo. En este cuadro pinté a mi hija, ella quiere que se lo dé pero a mí me encanta –me dice, señalando en la pared–. De joven fui solista del grupo accitano Arboleda y grabamos un long play (como se le llamaba entonces a un disco grande), de doce canciones, en 1974, de la

casa de discos Fonogram S.A. Pero por unos y otros se disolvió pronto el conjunto musical. En esa época también empezó el grupo onubense Jarcha, pero a ellos les ayudaron. Después trabajé en Endesa (la antigua Compañía Sevillana) hasta que me jubilé. Mi belén artesanal de la iglesia de Gracia recibió el primer premio del Ayuntamiento de Guadix. Y el año pasado me concedieron el segundo premio por el belén que monté en este sótano, aunque ocupaba la mitad de espacio que este. Y ahora estamos pendientes del resultado del concurso de este año, que saldrá en una semana. En Guadix hay mucha tradición por los belenes y es raro que un escolano no monte un belén, y esto se lo he transmitido a mis hijos. Don Carlos Ros (fue el director y el alma del coro de la Escolanía de Guadix) montaba, con ayuda de los alumnos, el belén todos los años y de aquí me viene la afición. La Navidad me trae muy buenos recuerdos. Desde hace muchos años, el Ayuntamiento convoca durante la Navidad un concurso de belenes, con tres categorías: artesanal, familiar e infantil. Creo que se han presentado al concurso más de cincuenta belenes. Están además los belenes de los escaparates de los comerciantes y los de los particulares en sus casas.


Guadix tiene ganada fama de hacer zambombas en las alfarerías, que luego se venden en Granada y en otras localidades. Destacar que hay un puesto de zambombas en la avenida de Medina Olmos, desde mediados de mes, y también se venden en el Mercadillo de los sábados. Guadix sigue fiel a sus tradiciones de antaño y hay imágenes que te trasladan a los años sesenta, como si el tiempo se hubiera detenido: el tío vendiendo zambombas en la calle, el gitano paseando con su bigotazo y su vara de mando, o la afición por los belenes. Desgraciadamente, en España se va perdiendo esta tradición, porque al Papá Noel lo publicitan en todos los medios.


Las cuevas de Guadix y el Cerro de la Bala

https://en-clase.ideal.es/2023/12/22/leandro-garcia-casanova-los-belenes-de-ramon-rivera/?fbclid=IwAR2Qi56pRB1Op0IsxMWoNxwFGN0qZmTdnhcjrE3_iRGxVtLK11x07rqXJXs


viernes, 15 de diciembre de 2023

EL CACHORRO ABANDONADO

 





El diez de octubre de 2015 mi mujer y yo llegamos a Guadix sobre las nueve horas y, al llegar a la cueva, lo primero que llamó nuestra atención fue un cachorro negro de un mes, con una mancha blanca, al lado de un montón de arena. Al bajarme del vehículo vi que estaba en la sombra y tiritando de frío, pues hacía una temperatura de unos siete grados. Cogí al perrillo y lo puse al sol, sobre un saco de cemento vacío, pero se venía detrás de mí y no hacía más que gemir. Seguramente, alguien lo abandonó ahí a propósito y el chucho había pasado la noche al raso. No quise entrarlo en la vivienda, pues hacía seis meses (en abril) que se había muerto Balto, un perro inolvidable que estuvo viviendo con nosotros durante catorce años y no queríamos volver a encapricharnos de nuevo. Poco después nos fuimos al Mercadillo de los sábados y le pregunté a un policía local si conocía alguna sociedad protectora de animales. Me proporcionó un teléfono y la encargada de la sociedad me dijo que se encontraba en Madrid, pero, por la noche se pasarán a recoger al perro. Me pidió que le diera de comer y que lo guardara.

Después de hacer las compras, regresamos con el temor de que alguien se hubiera llevado el cachorro. A mi mujer le costó localizarlo, pero estaba echado en un matorral y se puso contento al vernos, dando gemidos. Lo dejamos en la placeta de la cueva pero venía detrás de nosotros, pues no quería estar solo. Le di de beber agua y bebió bastante, posiblemente llevaba más de doce horas sin probarla. Sin embargo, no quiso comer unos trozos de jamón cocido. La hija de la vecina lo cogió en brazos y el chucho parecía otro, al menos ahora se encontraba acompañado y con gente que estaba pendiente de él. Una hora más tarde, una mujer nos llamó por teléfono, nos pidió la dirección de la vivienda y dijo que se iba a pasar a recogerlo. Aprovechamos y nos hicimos unas fotos con el perrillo, pero ignoro dónde estarán.

Sobre las trece horas, llegaron tres mujeres en un turismo a recogerlo. Carmen Serrano era una de ellas, nos dijo que tiene un puesto en el Rastro de los domingos y, con el dinero que saca, paga los gastos de los perros que recoge en Guadix. Hace de intermediaria y entrega los animales abandonados a las sociedades protectoras. Tengo que pagar el veterinario, la vacuna, el chip…, y luego se los llevan a Bélgica. Aquí en Guadix hay muchos animales y se abandonan bastantes. Carmen nos contó que la madre, una perra blanca podenca, tuvo tres cachorros, ayer les llevaron de comer y hoy habían desaparecido todos. Alguien se los llevó y nos enseñó las fotos que les hizo y que las iba a colgar en Facebook, para ver si alguien los había visto. El cachorro lo cogió en brazos la hija de una amiga de Carmen y se le veía muy feliz, pues no chistaba. No hace falta decir que, en las dos horas que estuvimos con el cachorro negro abandonado, le habíamos cogido cariño.

Ocho años después, en Guadix se siguen viendo perros abandonados por las calles, aunque menos. Es cuestión de cultura y de humanidad, si alguien no quiere tener el cachorro o la mascota en casa, lo puede llevar a las sociedades protectoras, a una perrera municipal o anunciarlo a través de las redes sociales para quien quiera adoptarlo, antes que abandonarlo en la calle.

Ideal en Clase. https://en-clase.ideal.es/2023/12/14/leandro-garcia-casanova-el-cachorro-abandonado/?fbclid=IwAR1rfFLguKQ30E--elOZajAThXWQImvVlWqNjnpTl6YHx3Ls7AH5uEfEyWw


domingo, 3 de diciembre de 2023

LA PENOSA VIDA DE NUESTROS PADRES Y ABUELOS


La Alpujarra querida

La Alpujarra la recuerdo
como algo singular
y mucho más a mi pueblo
que nunca pude olvidar
ni triste y menos contento
aunque me digan pesado
siempre hablo de mi tierra
me siento muy afortunado
de nacer frente a la sierra…

 

Esta fotografía la ha publicado José Montero, en Facebook, en noviembre (también he copiado un fragmento de su poesía), y ha sido bastante comentada y compartida. He recogido los comentarios que he considerado interesantes y he corregido algunas faltas de ortografía. No he querido poner los nombres y apellidos de los que intervienen y me he limitado a indicar si es un hombre o una mujer.

 Comentarios en Facebook.

Hombre. Un buen recuerdo a la anterior generación y más aun a la de los años de lucha sin recompensa en mi caso a la de mis abuelos

Mujer. Así se vivía y éramos felices

M. Se añora todo aquel tiempo cuando nos muestran fotos como esta. Pero... ¿Quién volvería a vivir aquella vida? 

M Que recuerdos tantas veces fui así en la burra y qué buena era.

M. …Qué a gusto y felices vivimos hoy día, no nos damos cuenta que pena esa pobre gente cuanto sufrió

M. Pues sí se ha perdido la humanidad y los amigos verdaderos todos éramos una familia ahora es mucha abundancia de todo, aquellos años eran más sufridos pero había más unión y no tanta libertad y había más educación que ahora, preciosa la foto gracias por compartir desde Valencia un saludo

H. Lamentablemente con tanto avance tecnológico, lo rudimentario, sano y artesanal quedó atrás, solo queda el recuerdo.

H. No nos confundamos, la agricultura y la ganadería nunca mueren y estos pueblos están muy vivos todos, la gente emigra buscando medios de vida, pero si tienes propiedades y las haces rentables nadie las cambia por una gran ciudad donde no se conocen ni los vecinos d escalera

H. Mucho trabajo pasaban estos grandes abuelos. Un homenaje. Bravo por ellos

M. Pues sí, si se piensa bien éramos ignorantes de ciertas cosas, pero al final éramos felices con lo que teníamos poco. Pero al final sano y bueno y poco o ningún STRESS

H. …tuvimos que emigrar a las capitales grandes ó al extranjero durante años, como es mi caso, 3 años en Paris y así fuimos levantando España y después en la industria y no por nadie más. Conozco la Alpujarra yo también soy andaluz, la añoranza es lógica éramos jóvenes y podíamos con todo, pero la música va por dentro, saludos paisanos

H. La progresión de los tiempos, con tan poco que se tenía esos matrimonios fueron capaces de criar seis, siete, ocho y más niños que aportaron a la riqueza de país que somos ahora y que en muchas reuniones familiares eran dignas de admirar con el ejemplo de los padres: por nada del mundo no riñas con un hermano, ahora por una miseria dejan de hablarse

M. Ahora nos multarían por montarnos en la burra tampoco verían bien la cabra atada

H. Que recuerdos me trae esta foto, cuando veía a la gente pasar a los mercaos por mi pueblo .que felices vivíamos con tan pocas cosas .a mí esto me llena de ilusión y me emociono. Me gustan mucho estas fotos y estos recuerdos

H. Tiempos pobres pero buenos en todo orden de cosas, los valores eran reales

H. Desde Argentina comparto todo esto, siendo de Uleila del Campo tuvimos que emigrar como se decía antes hacer la América había prácticamente muy poco trabajo así que hacer las maletas y emprender un rumbo totalmente desconocido, decía mi tía hacia las Antípodas en el fin del mundo

H. Este ha sido mi vehículo desde los 6 años hasta los 15 que me fui a Barcelona, amo a las bestias, burros, mulos, caballos, etcétera

H. Hoy sería maltrato animal

M Una foto preciosa!! Soy de Argentina, y los campos han quedado vacíos, la gente se ha ido a vivir a los pueblos o a las grandes ciudades. En las ciudades estamos llenos de gente que vive en situación de calle. Pero los campos se trabajan, lo hacen sin vivir en ellos.

H. Jamás serás pesado por presumir y estar orgulloso de tu tierra, conozco muchos andaluces que renuncian a sus raíces por vivir en Cataluña, eso sí que es una pena moral

H. Era una agricultura de subsistencia prácticamente no había industria, cuando crecía la población había que emigrar no había oportunidades pero los recuerdos son bonitos. Hoy está mejor que nunca pero solo para domingos y vacaciones, económicamente esta KO. (Se refiere a la Alpujarra)

H. Así es, es que tampoco llueve, pero que le vamos hacer yo si puedo el año que viene iré a despedirme si estoy vivo, un saludo amigo

H. En esta zona de España llueve muy poco, peros las plantas crecen con el relente, así estoy yo que no soy muy alto

H. Son recuerdos de niñez. Y buenos son. Pero quién puede negar que se quedaron despoblados por necesidades básicas. Lo peor, muchos se han olvidado de sus orígenes y ni en fiestas ni en vacaciones vuelven, al principio sí, ya algunos son mayores o no están entre nosotros y los nietos se han vuelto de ciudad. Una pena porque la Alpujarra por muchos siglos fue un lugar privilegiado, comparado con otros lugares.

H. Si tienes razón pero ya sabes que en el mundo habemos de todo, yo si Dios me da salud este año el día del patrón San Marcos iré a despedirme antes de morir, un saludo amigo

H. Yo tengo 80 me vine con 18 y no he dejado de visitar a mi tierra ni un año

M. Bonita foto eran otros tiempos más tranquilos con más humanidad, respeto y educación

M. Que hermosa fotografía, eran otros tiempos pero no peores que estos, eran más trabajados, pero mucho más sanos y muy humanos, de esto último, ahora, andamos más bien escasos, debemos retomarlos.

M. Falta mucho respeto y mucha educación. Una foto muy bonita me recuerda mi niñez.

H. No sería tan buena la vida, cuando los pueblos se han quedado desiertos

H. Gracias a la política de progreso de los políticos, que son los únicos que progresan

H. El mundo evoluciona, no era ni buena ni mala vida era la que había, y en aquellas épocas en el campo siempre había algo que llevarse a la boca

       En la imagen, que nos lleva a los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, unos abuelos van montados en una borrica y tras ellos llevan a una cabra. La abuela, con el pelo blanco, lleva el pañuelo en la cabeza echado hacia atrás y un chal negro le cubre los hombros, mientras que el abuelo, con gorra, va montado detrás, estas eran las prendas típicas en aquella época. Ambos van abrigados y montan de lado sobre el animal de carga, mientras la anciana mira de frente al fotógrafo, un tanto extrañada, el hombre mira hacia adelante y con la boca abierta parece como si estuviera diciendo algo a su compañera. Posiblemente el fotógrafo y los ancianos se conocían, pero si por algo destaca la imagen es por la espontaneidad y la frescura que destila, a la vez que refleja la dureza de la vida en el campo, tanto en La Alpujarra como en cualquier pueblo de España. Entonces, las caballerías abundaban mucho en el mundo rural pues eran imprescindibles en las laboriosas faenas del campo, mientras que los automóviles y las motos escaseaban. En vez de las aguaderas, con los cántaros, llevan una vieja y rudimentaria caja de madera a lomos del animal, donde posiblemente va encerrado algún ave de corral, y un cesto de mimbre colgando. El animal, a pesar de la carga, camina con el paso firme y las orejas levantadas mientras que la cabra sigue a sus amos. Van por un camino de tierra y al fondo se divisa una tapia alargada, por donde sobresalen los grandes cipreses (cupressus sempervirens) del cementerio, del pueblo.

Los ancianos puede que fueran al mercadillo del pueblo, pues entonces eran muy concurridos y se podían encontrar los mejores precios, en las frutas, legumbres, ollas, sartenes y toda clase de utensilios para la casa. Allí acudían los vecinos del pueblo y de las aldeas cercanas, de los cortijos y de las casas aisladas aunque solo fuera para llenar los cántaros de agua en las fuentes, pues en muchos lugares carecían hasta de agua potable. Es una imagen típica de la España rural, de la gente  humilde y callada, que vivía del campo y de los animales, que trabajaba de sol a sol y muchas veces se alumbraba con un candil de aceite, como hacían mis abuelos en la cueva, porque el agua no llegó a la aldea hasta los años sesenta y la luz llegaría unos años después. Entonces se vivía con los cuatro muebles imprescindibles y no se tiraba ninguna comida ni siquiera había recogida de basura por las calles. No se tiraba nada, por eso a los nietos incluso a los hijos les resulta difícil comprender a sus ascendientes, porque no vivieron la pobreza y la escasez de aquella época.

La fotografía me recuerda a mi tía con mi prima, tendría tres años, en el día de San Juan. Ese día venían de Galera al Cortijo del Cura, unos cinco kilómetros, montadas en el burro. En la cueva se reunían los cuatro hijos y los ocho nietos (en unos años vendrían cuatro más), para celebrar la fiesta del patrón de la aldea y la onomástica del abuelo. Como recuerdo ha quedado una fotografía de mis abuelos con los nietos junto a la noguera que había por debajo de la cueva, al lado de la acequia del Botero. Mi abuela iba toda vestida de negro, la falda le llegaba hasta los pies, y un pañuelo negro le cubría la cabeza, mientras que el abuelo llevaba la chaqueta y la camisa blanca de los domingos. Ambos están sentados a los lados y cada uno sostiene a un nieto pequeño en sus piernas. Los dos nietos mayores posan la mano sobre los hombros del abuelo, como era costumbre en aquellos años, mientras que otra de mis tías, vestida con ropa oscura y con un pañuelo estampado en la cabeza, aparece detrás. Mis abuelos tendrían unos sesenta años, pero están envejecidos y aparentan diez o quince años más pero el retrato ha quedado como una reliquia para la familia. Sobre todo en las aldeas, las mujeres a partir de los cincuenta años vestían de negro, como si ya fueran viudas.

Sobre los comentarios de Facebook, tengo que añadir que después de la Guerra Civil vino la represión, las penurias, el hambre, las cartillas de racionamiento, el estraperlo, por lo que nuestros padres y abuelos conocieron la peor época y la más oscura del siglo XX. En los años sesenta llegó el desarrollismo y cierta apertura al exterior del régimen, de manera que el nivel de vida y las comodidades que disfrutamos hoy se lo debemos al sacrificio de ellos y al mayor período de paz que ha habido en los países democráticos. A comienzos del siglo XX, cuando aparecieron los automóviles y las motos en las ciudades, decía el escritor vasco Pío Baroja: Lo que el progreso te da con una mano, te lo quita con la otra. Y llevaba razón. Antes los vecinos eran más solidarios, puesto que había escasez de alimentos y de todo lo necesario, de manera que se necesitaban unos a otros (en algunos pueblos de Extremadura y en otras regiones todavía se ayudan los vecinos en las matanzas), pero hoy somos más autosuficientes y por tanto más insolidarios. Antes estaba el autoritarismo de los padres, mientras que las mujeres apenas tenían derechos (mi padre tuvo que darle permiso a mi madre para que pudiera vender unos bancales que heredó de sus padres), había abusos de los señoritos con los criados (así se les llamaba), de los empresarios con los trabajadores, pues no existían los derechos ni libertades que tenemos hoy. Había mucho analfabetismo y pobreza, en un país donde mandaban la oligarquía y el caciquismo. Miles de españoles tuvieron que emigrar, cuando hoy los inmigrantes vienen a España a trabajar en el campo o en otros oficios, que no quieren los españoles. Hoy en cambio tenemos más derechos y libertades, pero más delincuencia, hoy puede ir a la universidad el que quiera estudiar, cuando antes solo iban los hijos de la clase media. En fin, la fotografía de los abuelos nos trae la nostalgia de la infancia y de nuestros padres (conforme discurren los años, los recordamos más), pero cada época tiene su lado bueno y su lado oscuro. Por eso, no debemos confundir el recuerdo sentimental con la penosa realidad de aquellos años.