Aquella mañana de mediados de diciembre, fui
a hacer unas fotocopias a la librería. Al entregárselas, le dije a la librera.
–¿Tú
eres de Castril?
Ella me respondió:
–Ya
decía yo que tu cara me sonaba.
–Yo soy
de Castilléjar y me acuerdo de Juan, el cobrador del ‘coche correo’, compró un
piso en el edificio donde vivían mis padres, en Granada.
–Ahora
allí viven sus hijos –respondió la librera.
–Mi
padre era el cartero y llevaba la saca con las cartas todos los días al ‘coche
correo’. También me acuerdo del conductor Bartolo. Precisamente, hace dos meses estuve con Miguel y Juan Manuel en una
manifestación, en Benamaurel… Ya ves si conozco a gente de por allí.
Y así fue discurriendo la conversación. Esa
mañana, forzado por las circunstancias, no me que quedó otra opción que ir a
esa librería a la que no iba desde hacía unos veinte años, a comprar los libros
de la escuela de mis hijos. Pero se ve que un día tuvimos algún atranque, que
ni siquiera recuerdo, y ya no me pasé más. Me despedí de la librera deseándole
una feliz Navidad y la encontré amable, después de tanto tiempo. Y es que los
años nos van haciendo madurar y entonces utilizamos la diplomacia con las
personas.
–¿Usted es Pepe…?
–Sí,
¿de qué me conoce? –respondió, extrañado.
–Yo soy…
–le dije.
El anciano se quedó unos instantes pensando.
– Pues,
no caigo y apenas veo.
–Yo lo
entrevisté a usted y salió publicado en un libro, me dijo que estuvo de secretario
en Zújar…
–La
verdad es que no me acuerdo –respondió, con amabilidad–. También estuve en Orce, en Castilléjar y en
Cúllar.
La memoria también me fallaba a mí, pues
habían pasado dos décadas desde que lo entrevisté, pero me quedé alucinando con
su respuesta:
–Mi
madre era de Orce, yo soy de la familia de…, y en Castilléjar precisamente me
crié –Lo dije un tanto emocionado al recordar aquellos pueblos de la infancia,
tan queridos, mientras que ambos vivíamos ahora en Las Gabias.
–Yo
residía en Cúllar y me desplazaba a Castilléjar en la moto...
Estábamos tan enfrascados en la conversación,
que parecíamos viejos amigos que se habían encontrado de casualidad al cabo de
los años. Me hablaba con sencillez y confianza. En esto paró un taxi al lado y
me dijo:
–Es el
taxista, que ha venido a recogerme.
–¿Dónde
vive? –acerté a preguntarle.
–En la
calle… –y repitió el nombre quizá para que yo lo memorizara.
–¡Trátalo
bien, que es de confianza! –le dije al taxista, un joven de unos
veintitantos años.
Instantes después el taxi desapareció al fondo
de la calle, con Pepe al que yo había visto en más de una ocasión andando por
la calle y, aunque me resultaba indiferente, alguna vez pensé: Seguro que ni se acuerda de mí. Pero este
día me llamó poderosamente la atención la imagen de un anciano con aspecto de invidente
parado en la acera. Y se me quedó grabada. Con el tiempo uno se hace más
sentimental pero lo sorprendente es que, en cuestión de horas, saludé a dos
personas que no trataba desde hacía más de veinte años. Lo hice casi sin
pensarlo, como si una fuerza externa me empujara hacia ellos, y ese día me
sentí alegre, posiblemente como ellos.
El 22 de diciembre, el día de la suerte, me di una vuelta por Granada para despejarme un poco. Crucé el barrio Fígares, donde vivieron mis padres sus últimos años, pasé por Puerta Real, que estaba muy concurrida de gente haciendo las compras y cuando llegué a la Plaza de Bibrrambla era un espectáculo. Filas de niños, de colegios privados, guiados por los maestros, contemplaban el enorme árbol de Navidad y las casetas, con figuras de pastores y belenes, y salían en fila poco después. La plaza estaba atestada de paseantes, de turistas y sobre todo de niños. Pasé por la Plaza Pescadería, con los puestos de frutas, y fui al Mercado de San Agustín. Esa mañana Granada estaba como para filmar una película, no hacía frío y era sorprendente la aglomeración de gente, en medio del colorido de las calles y plazas engalanadas de luces navideñas. En el Mercado pregunté a una pescadera por una carnicería que había a la entrada y me dijo que no estaba por lo menos desde hacía cuatro años, en que reformaron el Mercado. El tiempo que yo no me pasaba por allí. Me indicó una carnicería donde compré una morcilla con cebolla, que es una delicia. Al salir del Mercado pasé por una mercería, me detuve unos instantes recordando y al final decidí preguntarle a la mujer que atendía:
–No sé si te acuerdas de mí.
–El caso es que tu cara me suena –respondió.
Cuando le dije mi nombre y apellidos,
exclamó:
–¡Claro, tú eres familia de mi marido! Ya
ves, estos días va a hacer seis años que murió.
Más o menos el tiempo que yo no me había
pasado por la mercería. Le di el pésame y le dije:
–Ahora recuerdo que la última vez que saludé
a tu marido me dijo que había estado enfermo, pero que ya se encontraba mejor.
–Cogió una bacteria en el hospital y murió al
poco, desde entonces vivo con mi hijo.
Ella me hablaba como si fuera de la familia,
cuando yo me había pasado por la tienda varias veces y apenas si cruzamos unas
palabras. Decidí contarle cómo encontré
a Encarna, la tía de su marido.
Poco después me despedí de la tendera, porque
tenía prisa, y seguí mi paseo por Granada. En
mis viajes al Altiplano visité a Encarna
varias veces, ella estaba viuda desde hacía veintitantos años y tenía dos hijos,
pero tras una fractura de cadera falleció hace unos diez años. Encarna me explicó que la foto se la
hicieron en Tíjola (Almería), cuando
estaban haciendo la vendimia en las tierras de un familiar suyo. Ella aparece
sonriendo, detrás del muchacho sentado de la primera fila, y calculo que no
tendría los veinte años. Fue de lo mejor
que encontré en mi familia materna.
Me
despido
deseando a todos una feliz Navidad, en
medio de dos guerras cercanas que tanto nos afectan, pero el mundo libre parece
ajeno a ellas.
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ResponderEliminarLeandro. La fotillo pequeña es una joya, ese grupo familiar haciendo un alto en el trabajo, las ropas de los niños, los zagales, los peinados de las mujeres
Lola Fuentes. ! Señores... ésto sí eran familias !!
Leandro. En los pueblos había muchos niños, muchos jornaleros y mucha pobreza y solidaridad
José Reyes Gallego. Muy bonita foto, gracias por compartirla.
Leandro. La familia de Encarna procede de Orce, donde también tengo buena familia
José Ramal. Yo he nacido en Orce y vivo en Valencia
Dolores García Baca. Bonita foto y gracias por la información
Leandro. Es una fotillo, que ha salido mal enfocada, pero es una reliquia
Nina Pérez. Me gusta orce sus bonitas cuevas, pronto quiero pasar