El escritor accitano, José Asenjo Sedano, obtuvo su mayor éxito literario con la novela ‘Conversación sobre la guerra’, con la que ganó el Premio Nadal en 1977. Como dijo en su día, “es una obra complicada
y auténticamente mía, en la que trato de rememorar la Guerra Civil española,
desde la perspectiva de un niño –yo mismo–, que fue testigo de la contienda sin
saber con exactitud qué era lo que pasaba, y que no cesa de hacer preguntas que
muchas veces se quedan sin responder”. La obra fue premiada recién estrenada la
Transición –Adolfo Suárez acababa de ganar las elecciones generales, el 15 de
junio de 1977– y no entra en ideologías ni partidismos. Hay que recordar que la
familia de José Asenjo Sedano abandonó
Guadix, debido a los bombardeos, durante la Guerra Civil y se refugió en la
localidad de Alcudia. Entonces eran siete hermanos y el mayor tenía doce años.
‘Conversación
sobre la guerra’ es una de las
mejores novelas que he leído, su lectura te engancha y cautiva, y está muy bien
construida e hilvanada. El autor es todo un maestro, incluso el final de la
novela es parecido al comienzo de ‘Madame
Bovary’, de Gustave Flaubert. El
niño es el personaje central de la novela y es complicado construirla, debido a
sus limitaciones, pues él permanece siempre al lado de su madre y de la abuela.
Otro protagonista, en cambio, hubiera estado en el frente y al regresar a Guadix nos contaría los acontecimientos
de primera mano, en fin, hubiera tenido más movilidad geográfica y más sucesos que
contar. Sin embargo, José Asenjo Sedano describe a los personajes con cuatro trazos, va narrando lo que la
gente cuenta en la retaguardia y los escasos acontecimientos que ocurren en la
ciudad,
a la vez que va utilizando los recuerdos de la abuela y del niño.
Al escritor hay
que recordarlo y reivindicarlo, porque esta novela es un testimonio fiel de la
penosa y miserable situación de Guadix,
durante la Guerra Civil. Se notaba en el paso de camiones y de soldados
republicanos, que venían de Almería y se dirigían al frente de Granada (estaba
por Huétor Santillán), mientras la
gente los saludaba con vítores y con el puño en alto. Precisamente, mi padre
pasó por Guadix, con destino a Almería, cuando fue llamado a filas en 1938. Otras
veces eran los relámpagos de los cañonazos, que se veían a lo lejos, o bien, lo
que contaban los refugiados que llegaban a la ciudad huyendo de la guerra. Por
lo demás, en la novela parece que no ocurre nada trascendente y que todo está
tranquilo.
Entre el nieto
y la abuela hay una especie de cordón umbilical, había una relación especial.
El niño la recuerda así: “Había cambiado mucho, en estos pocos años, aquella
abuela mía. Ni su sombra era. Hastiada de tantas cosas como habían pasado.
Traspasada y más que herida por el pago de aquellas dos hijas de su sangre que
andaban perdidas por ahí. Dolorida por ese olvido de mi madre, quien había
preferido morirse viva a quedarse muerta de verdad… Y ese hijo en el que ella
tenía cifradas sus esperanzas…”. En otro capítulo del libro, leemos: “Muerto…
Lo fusilaron… Ha desaparecido… Está en la cárcel… No se sabe nada de ellos…”. Y
entonces el lector descubre que la abuela está pensando, pero en un solo
renglón José Asenjo nos define todo
el horror y el espanto que la Guerra
Civil produjo en España: casi medio millón de muertos y otro tanto de
exiliados.
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El escritor José Asenjo Sedano |
En cambio, la
madre del niño está completamente ida, como ausente: “Mi madre se sentó junto a
la mesa. Ni advirtió nuestras palabras. Sacó de alguna parte un estuche con
fotografías y, en silencio, las fue remirando una a una, a la busca de
instantes y tiempos perdidos…”. De esta forma describe el niño a su tío Miguel,
cuando aquella lúgubre noche lo trajeron del frente, en un coche. Estaba sin
piernas y venía montado en una silla de ruedas: “Luego los gritos y los lloros
de mi madre y de la abuela, como si nos hubieran traído un muerto. Y es posible
que fuera eso, lo que realmente nos trajeron a casa aquella noche…”. Eran los
estragos de la guerra.
“Para los niños la guerra era salir a la
carretera. Al Este nos encontrábamos siempre con los presos que trabajaban en
la calzada, transportando grava y derritiendo bidones de alquitrán en las
calderas, bajo la vigilancia de los guardias de asalto… “. Esta frase me llama poderosamente
la atención, porque mi abuelo materno estuvo trabajando precisamente en esa
carretera, durante la Guerra Civil, como preso. En cambio, mi tío abuelo
paterno me dijo que pasó gran parte de la contienda en la Catedral, pues los
‘rojos’ la convirtieron en un cuartel.
En esos años mis ascendientes eran jóvenes y seguramente se vieron en Guadix (donde todos se conocían), pero no
llegarían a tratarse porque estaban en bandos contrarios ni podían sospechar
que serían parientes pocos años después.
Casi al final
de la novela, el niño recuerda aquellos días tristes de la guerra con la
persona que más había querido y admirado: “La abuela, que ya no tenía fuerzas
para nada, se quedó dormida ya de madrugada. Nunca me hubiera figurado que ese
sueño era la muerte. Ha pasado mucho tiempo y todos esos recuerdos parecen
flotar en alguna parte. Y yo me digo: ¿Pasó todo eso? ¿Ocurrió alguna vez?
(...) No lloré, sino que estuve mucho rato viéndola así, recién muerta, tendida
en el suelo frío, mientras alguien iba desnudando de cosas la habitación como
si, con ella, también se hubieran muerto todos aquellos recuerdos que allí
vivían…”. Estas frases tan sentimentales y vívidas impresionan a cualquiera.
Dicen que José Asenjo no fue un hombre mediático
–confieso que yo no llegué a
conocerlo, a veces he hablado con su hermano Carlos Asenjo– y puede que por eso esté casi olvidado, pero, después
de Pedro Antonio de Alarcón, es el
escritor más importante que ha tenido Guadix. Si ambos escritores hubieran
nacido en Granada o en Sevilla, seguramente tendrían más renombre. Los niños,
sobre todo los de Guadix y su comarca, tenían que leer esta novela en la
escuela siquiera para conocer aquella época tan oscura y miserable que vivieron
sus abuelos. “Y ahora, estoy seguro, muchos sabían que la derrota, que el fin
de aquella guerra que había pasado por la tierra y por el aire, significaba,
también, la muerte. Por eso había como un chirimiri, una nubecilla invisible
que nos calaba y que era simple anuncio del desastre”.
Este breve
diálogo, entre el niño y la abuela, nos da una idea de cómo estaba la
situación:
-Abuela, se
están yendo los refugiados.
-¿Estás seguro?
No se oía nada.
-Las ratas
abandonan el barco.
Y es que los
refugiados se marchan de Guadix,
porque todos barruntan que la República está perdiendo la guerra. En otro
pasaje, el autor critica duramente el carácter guerracivilista de los españoles: “Aquel día mi padre me abofeteó
delante de la abuela… Puede que mi padre tratara de hacer de ese modo su
pequeña guerra pendiente, esa guerra que tenemos y tenemos que hacer siempre
los españoles, porque, si no la hacemos, ni nos sentimos libres, ni vivos ni
muertos, ni nada. Sin entender ni comprender, de alguna manera me di cuenta de
que yo simbolizaba el otro bando de mi padre”. La novela
‘Conversación
sobre la guerra’ –a veces hay frases
que me recuerdan a Gabriel García
Márquez– son los recuerdos de la infancia de un niño y, se puede
decir, que es un homenaje de José Asenjo a
Guadix, su ciudad natal. Ya quisieran otras ciudades tener esta novela, que es la memoria viva y sentimental de una
familia y de un pueblo. Por eso no puede permanecer en el olvido.
El escritor,
periodista y abogado José Asenjo Sedano
nació en Guadix, en 1930, y falleció el 12 de agosto de 2009, en Almería. Era colaborador habitual de IDEAL
en sus páginas de opinión, y su firma también se podía leer en 'la tercera' de ABC. Su mayor éxito
literario lo obtuvo con 'Conversación
sobre la guerra', con la que ganó el Premio
Nadal en 1977. José Asenjo despolitizó
la contienda española al ser mirada desde los ojos de un niño y lo presentó en
plena efervescencia de la Transición a la democracia. Aquel niño era él mismo y
el galardón literario de la Editorial
Destino colocó su nombre en lo que se denominó la nueva narrativa andaluza,
de manera que el escritor accitano destacó ante el nutrido grupo de autores
andaluces.
Estudió en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid y
Derecho en la Universidad de Granada. Sus comienzos literarios están
relacionados con la vida cultural accitana. Es en Guadix, donde tras regresar de sus estudios madrileños, crea junto
a su hermano Carlos, historiador, y otros amigos, la tertulia El sombrero de tres picos. En 1960
marcha a Cádiz, donde ejerce de
abogado, ingresando, cuatro años más tarde, en el Instituto Social de la Marina, como funcionario. En esta ciudad
permanece hasta que, en 1977, es destinado a la Delegación del mismo organismo
en Almería. Aquí se integró en la vida cultural y literaria de manera que el Ayuntamiento de Almería le concedió en 1988 el Escudo de Oro de la
Ciudad y le dedicó una plaza pública en 1996. Años más tarde, Guadix también reconoció la valía literaria
de José Asenjo Sedano al ponerle su nombre a la Biblioteca Pública.
Sus obras
siempre estuvieron relacionadas con su ciudad natal, de forma que su paisaje y
paisanaje están presentes tanto en los artículos, poemas, relatos y novelas,
como señala el crítico y escritor
Antonio Enrique. A esta influencia accitana pertenecen las novelas 'Los guerreros' (Barcelona, 1970), 'Crónica' (Barcelona, 1974), 'El ovni' (Barcelona, 1976), 'Conversación sobre la guerra'
(Barcelona, 1977) y 'Eran los días
largos' (Barcelona, 1982). En cuanto a las obras ambientadas o relacionadas
con la ciudad de Granada, se
encuentran las novelas 'Joan de Dios'
(Granada, 1988) y 'Memoria de Valerio'
(Madrid, 1999), además de 'Yo, Granada'
(Granada, 1979), de prosa poética.
Al entorno de Almería se adscriben la novela 'Oeste' (Almería, 2003) y las novelas
cortas 'Indalecio el gato' (Barcelona,
1983) y 'Mayo del 93' (Almería,
1995). Merecen ser destacados aparte los libros de paisajes y de carácter humano
'Impresiones, recuerdos de un paisaje'
(Sevilla, 1973) y 'Vuelo de zancudas'
(Almería, 1988), así como los libros de relatos cortos 'Historias del exilio' (Almería, 1995) y 'Cuentos meridianos' (Almería, 1999). Sin embargo, 'El mirador de San Fandila' (Guadix,
2001) es una miscelánea de corte periodístico que reúne recuerdos de Guadix, Granada, Cádiz y Almería, también
artículos diversos sobre pintura y comentarios literarios, según la opinión de Antonio Enrique, que define así su
obra: “Entrar en las novelas de Asenjo Sedano es penetrar en una densa
atmósfera sensitiva, donde sabemos que algo acaba de ocurrir, que se nos
desvelará en su momento, de forma dosificada; o bien, por determinados
síntomas, no por imperceptibles menos patentes, que algo puede ocurrir
inminentemente; algo que transmuta el rumbo argumental”.
Antonio Enrique añade finalmente: “Morosidad,
hondura y misterio son tres de los rasgos distintivos de la siempre emotiva
obra de este escritor, el más relevante nacido en Guadix desde Pedro Antonio de
Alarcón. Una honda palpitación de los seres y las cosas infunde a su obra la
atmósfera de intimidad, densa de sugerencias y presagios, que le es
característica, en consecuencia con una vida que él ha procurado retirada y
lejana a todo brillo social”.
Copio algunos diálogos
breves de ‘Conversación
sobre la guerra’:
-Abuela –le
dije–, los pájaros, nuestros pájaros, ¿tú crees que ahora estarán con Dios?
Esta vez no
pudo decir qué estupidez más gorda. No pudo decirme tú estás loco, qué cosas
dices…
Otra vez me
volaban por la mente aquellas dudas extrañas: si los hombres pueden salvarse o
condenarse… (y continúa pensando, pero se dirige a la abuela como si hablara en
voz alta).
-¿Me oyes,
abuela?
Yo, desde el
suelo, callado, sólo veía, como un péndulo, la cabeza de la abuela que a cada
sí de aquella, contestaba qué más quisiéramos nosotras, hija mía, qué más
quisiéramos…
Fue en ese diálogo
de cabezas cuando a mí se me ocurrió decir, abuela, abuela, tenemos las patatas
de esta mañana…
-¿Lo ves?
(contestó la parienta)
(La abuela le
había dicho a la parienta que no tenían nada para comer, pero el niño dijo la
verdad).
Publicado en
el Boletín del Centro de Estudios Pedro Suárez, número 34. 2021
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