A las 11:30 de la
mañana, la calle Mesones está muy concurrida de gente, aunque la mayoría son
mujeres que van de compras, o algún funcionario despistado que viene de tomar
café, o puede que algún mozo de cuerda que lleva unos paquetes en un antiguo
carrillo de mano. La mañana se presta a dar un garbeo, pues luce un sol
primaveral después tantos días de frío, nubarrones y chubascos. Sin querer, uno
se fija en un folio que está pegado en la cristalera de unos almacenes. Poca
cosa. Nada del otro mundo. Se ve que es un aviso a los clientes. Dice así: “Las Américas: las prendas pendientes de
recoger, serán entregadas en la portería de la calle Portón de Tejeiro, número…
Perdonen las molestias. Gracias”.
La persiana metálica
de la puerta de entrada a los almacenes está echada y, cuando miro hacia el
interior, a través del vidrio, el alma se me viene a los pies. Donde hace unos
días había un tradicional establecimiento de ropa y de géneros de punto –a
veces te lo encontrabas atiborrado de gente–, ahora ves un gran salón vacío:
antiguos maniquíes de mujer han quedado allí de pie, como si los hubieran
olvidado, pero ellos parece que se han erigido en los guardianes del negocio; unas cuantas cajas vacías de
sábanas y mantelerías, cajones de madera, pequeños cristales apilados en un
rincón, multitud de perchas desparramadas por el suelo y unos grandes carteles
amarillos, donde se anuncia “Todo al 50%”. Mejor hubiera sido poner: “Todos a
la calle”. Al fondo, y pegadas a la pared, hay unas estanterías de cristal
vacías, donde no hace mucho estarían a rebosar de jerséis y de pantalones; y
los mostradores, donde los dependientes atendían amablemente al público, están
prácticamente desmantelados.
En el techo de
escayola destacan los huecos de las luces, pues se han llevado hasta las
bombillas. En fin, el panorama es desolador. Entretanto, la lotera ciega, que
está sentada a la puerta de los almacenes Las
Américas, parece ajena a todo esto, mientras va pregonando la suerte:
“Vendo iguales para hoy, que tengo el 36 para esta noche… ¡Vamos, que hoy es el
Día de la Mujer Trabajadora! Tengo un ‘premillo’ para esta noche…”. Dos músicos
sudamericanos acaban de ponerse en la esquina de enfrente, con un acordeón y un
violín. ¡A ver, hay que comer todos los días! Entonces la cosa se anima: es una
música pachanguera, embriagadora y rítmica, que le sube los ánimos al personal
que pasea a estas horas de la mañana por la tradicional calle del comercio de
Granada (antiguamente, de los mesones).
Pero anímense, pues,
según los entendidos y economistas, con la globalización los precios serán más
competitivos y todos tendremos mayor poder adquisitivo y, asimismo, los
granadinos nos dedicaremos a venderles claveles a los guiris. Recuerdo que en Las Américas me compré una cazadora y
algunas prendas de vestir. Pero, ahora, en medio del reguero de parados que va
dejando el cierre de estas históricas y tradicionales empresas, estamos
asistiendo, sin duda, a los funerales del pequeño comercio granadino. Se ruega
una oración por su alma.
Posdata: este artículo salió publicado el 15 de
marzo de 2006, en La Opinión de Granada.
Carta
abierta al presidente de la Federación Provincial del Comercio de Granada, y
Vicepresidente de la Confederación Empresarial de Comercio de Andalucía
En primer lugar,
gracias por su atenta Carta abierta
que me dirigió al periódico La Opinión de
Granada, el día 17, en respuesta a mi artículo de días anteriores, Réquiem por el comercio granadino. Como
usted comprenderá, yo no exageraba nada, es más, creo que me quedaba corto en
lo que escribí: “El pequeño comercio tiene los días contados y,
desgraciadamente, está cerrando el negocio y echando las persianas, en medio de
la indiferencia general, debido a lo que han dado en llamar la globalización
(…) Pero por cada comercio granadino que cierra –y ya van unos centenares–, se
abre un bazar chino o árabe. Y si no, dense una vuelta por la Calderería, por
la calle Elvira o bien por el Polígono de los Ogíjares, donde han entrado a
saco”. ¿Acaso no es cierto que la Unión Europea tuvo que frenar hace unos meses
las exportaciones textiles chinas, por la sencilla razón de que estaban
hundiendo con sus bajos precios el mercado europeo? ¿Acaso no es cierto que ya
han hundido la industria del calzado español, y todos recordamos los violentos
sucesos de Alcoy? Primero se cargan la competencia, y luego imponen sus
precios. China es ya la quinta potencia mundial.
Sin embargo, usted
mismo reconoce en su carta que es “cierto que cierran establecimientos
comerciales, más de los que quisiéramos reconocer” (se le olvidó decir cuántos
centenares de empresas granadinas han tenido que cerrar, mientras se abren
bazares chinos y árabes por doquier), y que “no estamos para lanzar cohetes, nos
gustaría que la situación fuese menos difícil, pero eso no es, de ninguna
manera, para cantar un réquiem”. Finalmente, señalaba que “los comerciantes ni
siquiera pensamos en arrojar la toalla”. Les animo a que sigan luchando, y yo
estaré con ustedes en esa lucha desigual. Precisamente, mi artículo era una
llamada de atención a los granadinos y a la Administración para que, entre
todos, intentemos salvar al pequeño comerciante, que bien poco puede hacer
frente a la avalancha de precios más baratos y de sueldos mucho más bajos.
Y no diga, en
referencia a mi artículo, que “se hacen afirmaciones y se lanzan mensajes que
duelen a quienes desde hace muchos años venimos luchando para hacer frente a
las continuas amenazas…”. A mí me duele la cruda realidad que está pasando –y
que vemos todos: las cifras de cierres
salieron en la prensa–, pero silenciando o tapando el tema, o bien, como usted
afirma “con atención personalizada, experiencia en las ventas, atractivos
escaparates…”, no va a conseguir que, bastantes de aquellos a quienes
representa, echen las persianas al negocio. Por ese camino, mucho me temo que
no vamos a vender ni una escoba. Ya lo anunciaba en la tele Camps, aquel
empresario valenciano: “Busque, compare y, si
encuentra algo mejor, cómprelo”.
Nota: No he conservado la carta del presidente de
la Federación Provincial del Comercio de Granada, mientras que mi carta salió publicada
el 19 de marzo. A partir del 2008 vino la crisis que padecemos y ya vemos cómo
está el comercio granadino. En las rebajas de enero apenas hubo ventas, a pesar
de los grandes descuentos. Me comentó la propietaria de un comercio, de la
calle Mesones, que no se notaron las ventas y la afluencia de público era
escasa por esos días. Y si nos damos una vuelta por el centro de Granada, los
carteles de se vende, se alquila y se
traspasa, lo dicen todo. Señalar que, más de la mitad del comercio de las provincias de Madrid y Barcelona, lo tienen los chinos, que utilizan a España como plataforma para introducirse en el mercado de la Unión Europea.
Copio un dramático resumen de
AndalucíaNoticias, del 30 de enero pasado:
“El
pequeño comercio granadino experimentó entre un 35 y un 40% de caída en sus
ventas en 2012 y ya acumula 30 meses consecutivos de descensos, una
circunstancia que extiende el pesimismo entre los comerciantes y les sitúa en
un momento “crítico”, agravado incluso en determinados sectores. La Federación Provincial de Comercio de Granada hace un
balance “bastante regular” del año pasado, en el que la caída de las ventas fue
incluso superior a la media nacional (situada en el 25%). En algunos sectores,
como el de los muebles o la decoración, las ventas llegaron a descender hasta
un 50%, lo que la federación de comerciantes achacan a la caída en el sector de
la vivienda. En líneas generales, los comerciantes explican esta situación en
la crisis económica, que ha provocado desconfianza en los consumidores. El
incremento del paro, la reducción de créditos bancarios a los empresarios, la
supresión de la paga extra a los funcionarios, el incremento del IVA, el
elevado endeudamiento de las familias y la “falta de medidas estructurales y
financieras eficaces” por parte de la Administración son los factores que han
provocado esta “crítica” situación del comercio granadino.
“SITUACIÓN
LÍMITE”
Los
comerciantes se han visto obligados a reducir sus márgenes comerciales para
poder ofrecer una oferta más atractiva al consumidor, vendiendo incluso al
coste del producto, según explica el presidente de la Federación, Enrique
Oviedo, que ha reconocido que el sector padece una “situación límite”.
En 2012, hasta 70 establecimientos asociados a la federación de
comerciantes cerraron sus puertas como consecuencia de la crisis. Algunos
empresarios, incluso, tuvieron que adelantar el momento de su jubilación y
clausurar sus negocios".
No hay comentarios:
Publicar un comentario