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Huerta de San Lázaro, en Bailén |
Hace
un mes me di una vuelta por la ciudad renacentista
de Úbeda, pero, cuando llegué a la
plaza, comprobé que ya no estaba la estatua agujereada del general –el Ejército Republicano disparó contra ella
durante la Guerra Civil–, y que
inmortalizó Antonio Muñoz Molina en su novela El jinete polaco: … y caminar
abrazado a ella bajo los soportales de la plaza del General Orduña. Ahora
es una plaza cualquiera, sin historia, y sin nadie que le escriba. Uno se
sorprende del aparcamiento subterráneo y de un solitario árbol que la preside.
Hay alcaldes que son capaces de construir unas catacumbas, con tal de quitar de
en medio aquello que les estorba a su ideología, sin darse cuenta de que están destruyendo
la memoria del pueblo, nuestro pasado reciente. Un jubilado, que estaba tomando
el sol en la plaza, me explicó que desgraciadamente,
quitaron la estatua del general, pero hubo bastante gente que protestó. Le pregunté por la librería Adán y me
dijo: Hace ya muchos años que la cerraron.
Se encontraba al volver esa calle, al lado de una zapatería. Todavía guardo
en mi casa pequeñas novelas con el sello de aquella librería, a la que mi padre
hacía pedidos allá por los años sesenta: Genoveva
de Brabante, El soldado desconocido…
Mi
afición a la lectura me viene de los tebeos y de aquellas novelillas de mi
infancia, en Castilléjar, un pueblo del
noreste de la provincia de Granada, donde las emisoras de la capital no
llegaban. Y sin embargo, se oía perfectamente Radio Nacional de España en Jaén, con sus anuncios de Gaseosa La Revoltosa, Muebles en Villacarrillo y el
parte de las tres. ¿Quién me iba a decir a mí, que, cuarenta años después,
me iba a encontrar en Úbeda con un recuerdo
de mi pasado? El 13 de enero me acerco a Bailén
y, después de mucho preguntar, cuando creo que he llegado al glorioso campo de
batalla, un viejo me dice amablemente: En
octubre hicieron aquí una conmemoración, con los soldados luchando. Pero la
batalla tuvo lugar allí abajo, donde se ven aquellas casas, y que antiguamente le
decían la Huerta del Sordo. En realidad aquello se llama ahora la Huerta de San Lázaro y, en el diario ‘JAÉN’, he visto fotos
recreando la gesta con trajes de época, así como que el alcalde de Bailén quiere institucionalizar aquel evento histórico.
Donde me indicó el anciano, encontré un solar que está vallado con alambre: un
pequeño montículo, junto a unas paredes de piedra, es cuanto se puede
contemplar. A la antigua noria le han echado una capa de cemento, y una especie
de chapa de hierro –oxidada por los años– recuerda
el lugar donde fue derrotado el ejército invencible del general Dupont.
Pero, ¿cómo es posible tanto abandono?, me pregunto. En cambio, el verano pasado los ingleses celebraron la
Batalla de Trafalgar por todo lo alto, donde también participaron Francia y
España. ¡Ésta es la diferencia! En Bailén
hay un paseo con un monumento conmemorativo, pero esto no justifica que el
lugar sagrado donde murieron miles de españoles y de franceses parezca un
corral de cabras. Los españoles no hemos sabido conservar nuestros monumentos
históricos, mientras que han sido los
extranjeros quienes han escrito la Historia de España y, para nuestra
desgracia, nos han arrebatado hasta nuestras victorias más sonadas. Baste
decir que la batalla de Bailén
figura en el Arco del Triunfo de París,
como una victoria más del ejército francés. Napoleón engañaba al pueblo francés
a conciencia y hoy los franceses siguen con el engaño.
Unos
kilómetros más arriba de Bailén, en el pueblo de Las Navas de Tolosa,
pregunté a un aldeano por el lugar donde se desarrolló la histórica contienda contra los almohades de
Miramamolín. Ahí, en el campo,
fue cuanto supo decirme. Crucé el prado y llegué hasta el hotel que hay cerca
de la carretera, pero aquí tampoco supieron darme razón. Camilo José Cela, como no era historiador, se pasó tres pueblos en
su novela Primer viaje andaluz, al decir
que los moros tuvieron doscientos mil
muertos, y los cristianos, cincuenta mil mal señalados, incluido su jefe de
estado mayor, el caballero don Dalmacio de Creixell… Sin embargo, se calcula que en Las Navas combatieron
cien mil musulmanes contra ochenta mil cristianos, en julio de 1212.
El agente forestal Antonio me informa que
la batalla tuvo lugar en la Mesa del Rey,
unos kilómetros más allá de Santa Elena. Observo que en una loma están construyendo
el Museo de la batalla de Las Navas,
pero la obra está paralizada, a pesar de que un cartel anuncia la terminación
para junio de 2005. Lo de siempre. Cuando recorro estos bellos parajes, llama
mi atención un cabritillo recién nacido, que está colgado de la rama de un
chaparro. Sin duda debió de morir anoche y el pastor lo ha dejado aquí. También
me dio lástima ver a un perro canela que deambulada por el campo, pero con el
cuerpo comido por la sarna. Ocho siglos
después de la batalla de Las Navas de Tolosa, sigue habiendo perdedores por
estos montes de Jaén –Xauen, que
en árabe significa tierra de paso–, donde
tanto abundan las leyendas. A los españoles, que vivimos de espaldas a nuestra
Historia, no nos vendría mal recordar los
versos que el poeta Francisco Villaespesa le dedicó a Alahmar, el Rojo, el fundador de
la Alhambra, y el varón más insigne de la casa de Nasar: No temas las injurias del Tiempo ni las
veleidades de la Fortuna, porque tu ardor desmesurado se eternizó en el
portento de estos recintos. Jaén, 2 de junio de 2006.
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Grabado de los desastres de la guerra, de Goya |
Posdata. El
artículo lo escribí en esa fecha y le he hecho algunas correcciones. La Huerta
de San Lázaro, llamada también de don Lázaro, que fue alcalde de Bailén, tenía
una noria que canalizaba el agua para el riego. La batalla de Bailén (en esa
época tenía unos 3.000 habitantes) tuvo lugar el 19 de julio de 1808, con una
temperatura de 45 grados, de manera que muchos soldados franceses desertaron
para ir a beber agua mientras decían que preferían morir en Bailén y resucitar
en París, ya que estaban sedientos, mientras que los españoles tuvieron acceso
al agua gracias a la noria, que hacía de línea divisoria. La batalla la describe Benito Pérez Galdós, en su
novela Bailén, y el pintor Francisco
de Goya dejó constancia de la Guerra de la Independencia, en su colección de
grabados Los desastres de la guerra.
La noria fue restaurada y la Huerta de San Lázaro fue declarada Bien de Interés
Cultural, en 2015. España debería invitar a Francia, en la conmemoración de la batalla
de Bailén, pues son países amigos.
IDEAL EN CLASE
http://en-clase.ideal.es/2022/06/03/leandro-garcia-casanovalas-injurias-del-tiempo/?fbclid=IwAR3Di6MCNp3VJ2jRIMT8j1vGKYIt_LhSWSC84W7w4eQGxCg7VnDGRobshOY
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