jueves, 26 de diciembre de 2024

DON MIGUEL Y EL LIBRO DEL CATASTRO

Don Bartolomé, don Miguel y don Emilio con alumnos. Años 60

 

Ocho de marzo de 2003. He quedado con don Miguel Lozano en un lugar céntrico de Granada. Llego unos minutos tarde, pero él está allí esperándome como un clavo. Últimamente, he tenido ocasión de charlar varias veces con él y tengo que decir que ha sido ahora cuando he visto la cara amable de este hombre: sencillo, humilde y afectivo. Porque, cuando era maestro en Castilléjar -allá por los años sesenta-, lo recuerdo serio y con fama de duro. Él reconoce que ha sido un hombre con genio, porque le viene de su abuelo; pero ahora, cuando le faltan un par de años para jubilarse, se hace de querer. En la cafetería, le recuerdo lo que dijo en su pregón de la Feria de la Candelaria de Castilléjar, sobre la Hermandad de Ánimas; cuando ésta se pasaba por las casas del pueblo pidiendo el aguilando: “¿Se canta o se reza?”. Lo normal era que se cantara, salvo algún imprevisto. También es digno de mención cuando recordó las dos pagas anuales que entonces recibían los concejales: por la Virgen de la Candelaria se les gratificaba con una vela; y “la otra paga la recibían el Domingo de Ramos, en forma de palma”. Luego, cuando entramos en harina, don Miguel pasa a contarme una conocida anécdota de los años de la posguerra:

 –El Grupo Escolar “Francisco Franco” se construyó estando de alcalde el tío Nicolás Martínez, ‘el Morgano’, en los años cuarenta. Pero resulta que, al final, el albañil no sabía dónde iban las comillas dobles junto al nombre de las escuelas, en la fachada del actual edificio del Ayuntamiento (he suprimido dos renglones, pues uno se quejó que su familiar quedaba en mal lugar). Recuerdo que, a principios de los sesenta, la prueba de Ingreso se hacía en el Colegio Libre Adoptado ‘Nuestra Señora del Pilar’, de Huéscar; en la calle Morote. Pues era una sección filial del Instituto ‘Padre Suárez’ de Granada. Ten en cuenta que, en aquellos años, Huéscar era un pueblo de señoritos y terratenientes; como que a las ocho de la mañana ya estaban jugando al dominó en el casino de la plaza Mayor. Y los demás pueblos de la comarca, pues intentaban imitar al modelo. En fin, que aquel examen de Ingreso era durísimo, más que un 3º de Bachiller de hoy. El tribunal lo componían tres profesores y, entre ellos, la cuñada de doña Paquita Bustos –ésta me enteré que murió en enero de 2003–. La cuñada se permitía el lujo de preguntarle a un niño de diez años, con tal de ‘quedarse’ con los maestros que estábamos allí: “Me vas a decir las preposiciones que rigen ablativo”. ¡Ya me dirás tú quién iba a saber aquella pregunteja! Entonces, la mayoría de los alumnos que se presentaban al examen iban por libres, porque en Granada solamente había dos institutos: el ‘Padre Suárez’ para niños, y el ‘Ángel Ganivet’ para niñas. Y tengo que decir que algunas madres, como las de Felipe y Pepe Pinteño, se merecen un monumento por su sacrificio. 

Don Miguel en clase


Los años han ido abriendo surcos en el rostro de don Miguel –como diría el poeta campesino Miguel Hernández; pero a veces cuando cuenta alguna anécdota le brillan los ojos. Yo temía que pusiera algunos reparos a la entrevista, o a lo que yo pudiera escribir. Pero no. No me dijo nada. Él me hablaba de todo, con franqueza y sin tapujos; aunque de vez en cuando me decía, “esto te lo cuento, pero no quiero que lo escribas”. O bien me insistía: “Yo lo que no quiero es que alguien se pueda sentir herido”. Tengo que decir que, en las dos horas que hemos estado juntos –él como dicente (el que dice), y yo como oyente–, han sido semejantes a otro dictado de los suyos. Pero con la diferencia que ahora los nervios en los hígados los tenía él, y que a veces parecía un alumno a quien fueran a examinar. Yo solamente me limitaba a copiar, pero él sabía que ahora lo iban a examinar en el pueblo. ¡Precisamente él que siempre ha ejercido de examinador!... ¡Pero la vida a veces tiene estas  paradojas!

 Sin embargo, he disfrutado oyéndolo; y creo que a él le ha pasado otro tanto contando anécdotas. Tenía muchas ganas de hablar de Castilléjar, porque habían quedado muchas cosas en el tintero. Y se nota que esa época la lleva dentro, muy dentro del alma. Y todos esos recuerdos de sus años jóvenes, los ha tenido ‘guardados’ nada menos que durante veintisiete años –la tercera parte de una vida. Porque, al cabo de tanto tiempo, uno ya no espera nada y menos aún que reconozcan tu labor. Pero dicen que los pueblos tienen la memoria larga y a las personas todavía les quedan sentimientos: “¿Usted quiere pronunciar el pregón de la Feria de la Candelaria?”. “¿Cómo dice? ¿Que si quiero qué...”. Bastó una simple llamada telefónica del entonces concejal de Cultura, Andrés Jiménez, para que el corazón le diera un vuelco, mientras los recuerdos se agolpaban en la mente. Por eso, sus dieciséis años en Castilléjar –muchos de ellos como director del Grupo Escolar no podían caer en el olvido, habían dejado huella: centenares de alumnos pasaron por su clase, toda una generación de castillejaranos, algunos ya con cincuenta y tantos años. Porque dieciséis años no son nada, pero es mucho al mismo tiempo, como diría Carlos Gardel. Ahora, mientras habla, don Miguel se va entreteniendo en las anécdotas y en los pequeños detalles:

Los tres maestros


 Alguna que otra vez, Jesús Martínez –el marido de la maestra, doña Carmen Montero me preguntaba: “¿Cuánto te han subido de sueldo este año?”. Y cuando satisfacía su curiosidad, me respondía: “¡Eso suponen dos álamos míos!”. En febrero, cuando estuve en el pueblo, se me acercó una mujer y me dijo, “yo fui alumna suya”. Y entonces le pregunté: “¿Influí algo en ti?”. Y va y me responde: “Sí. Recuerdo que una vez dijo en clase, ‘vengo indignado porque acabo de escuchar el asesinato del Himno a la alegría de Beethoven (se refería a la versión que por entonces cantó Miguel Ríos y que de paso lo lanzó a la fama)’”. Mira, el día del pregón hacía mucho frío en el colegio, y me fijé en uno que estaba por allí preparando la cuerva: “¡A ti te tengo yo en una foto!”. Y sorprendido, me responde: “Y ¿cómo es que me ha recordado?...”. Más tarde, se acercó Luis ‘el Sotero’ y se puso a mi lado: “¡Anda, pero si tú eres el alumno más malo que yo tenía!”. Y luego le pregunté por la edad: “Tengo ya 53 años... Mi hermano Antonio está allí, lo que pasa es que le da vergüenza acercarse”.

 El antiguo director de las escuelas de Castilléjar va desgranando los recuerdos, pero lo cierto es que ha venido impresionado del pueblo. La gente se ha volcado con él, y no esperaba este recibimiento por la puerta grande. Ambos llegamos a la conclusión de que el castillejarano es sencillo y hospitalario. La primera vez que me encontré a don Miguel por Granada –creo que en enero pasado, le dio mucha alegría porque mi artículo de Ideal ‘Las viejas escuelas’ le había gustado. “Escritos como éste le llegan a uno”, me dijo. A mí también, porque unos meses más tarde lo premió el Colegio de Gestores Administrativos y la Asociación de la Prensa de Granada, Jaén y Almería. A esto hay que añadir que dos niños del Colegio Público ‘Los Ríos’ lo leyeron el 23 de abril, en el ‘Encuentro de Escritores’ de Castilléjar. El caso es que don Miguel me invitó a un café, pero al final pagué yo: “A cuenta de la deuda histórica que los alumnos tenemos con los maestros”, le recordé. Allí me pidió que lo  tuteara y el caso es que me ha costado mi trabajo.

Maestros del Colegio Los Ríos, de Castilléjar. 1974
 Esta profesión tiene su briega, pero luego quedan los recuerdos. Yo llevo cuarenta y tantos años en la enseñanza, y te puedo decir que es una profesión hermosísima –y puntualiza: en la medida que tienes éxito o te sientes más identificado. En cambio, ahora ser maestro es más difícil porque los niños reciben más influencia de la calle y de los medios de comunicación. ¡Pero merece la pena! Está en función de cómo te identificas y, también hay que tener ‘auctoritas’; es decir, la capacidad de influir moralmente, sin imposiciones. Y sobre todo, motivar a los alumnos. Es un problema de comunicación y, por eso, tiene que haber una corriente afectiva. Sin embargo, más de uno se preguntará: ¿De qué depende que un alumno aprenda? En primer lugar, están los factores intelectuales. Luego, juega mucho la voluntad y el esfuerzo personal. Pero, básicamente, va a depender de los valores afectivos, porque a lo mejor el niño se ha identificado con un determinado profesor... Yo siempre digo que ha habido tres personas que han influido en mi vida: mi primer maestro fue mi abuelo, don Manuel Lozano; y es probablemente la persona que yo más he querido. Fue maestro en Castilléjar durante la guerra y aquí acabó por quedarse ciego; porque, entre otras cosas, daba las clases de adultos sin apenas luz. Luego está don Miguel Peinado, que fue párroco de la iglesia de El Salvador en el Albaicín; y murió siendo obispo de Jaén. Recuerdo que le escribí una carta y me respondió de su puño y letra. Y por último, está el inspector de enseñanza, Amando Francés, que más tarde fue el agregado cultural de la embajada española en Londres. Él fue quien tiró de mí para dirigir un colegio en Londres. La segunda vez que me llamó por teléfono, me dijo: “La suerte no llama dos veces en la vida”. Mi nombre era conocido porque hicimos algunas actividades en Castilléjar y esto me catapultó a Inglaterra... Mi padre era practicante en Baza durante la guerra, pero se vino a Castilléjar ya enfermo de tifus. Lo encerraron en la cárcel de Huéscar y luego lo trasladaron al Hospital de San Lázaro en Granada, donde finalmente murió.

 A este hospital llevaban a  los tuberculosos y creo que lo cerraron en los años sesenta. Me dice que apenas le queda tiempo para nada, mientras que en el pueblo tenía tiempo para todo. Aquí, además de las clases en las escuelas, dirigió algunas obras de teatro y un coro infantil. Y me recita de memoria y en latín ‘El canon infantil’ (compases que se repiten): “Laudate pueri dominum. / Laudate nomen domini (Alabad niños al Señor. / Alabad el nombre del Señor). / A un niño pequeñito se lo llevó la muerte / y los niños cantaban de esta suerte: / Kyrie eleison”.

 En el pueblo, yo temía no tener otra preocupación intelectual que estar esperando a ver si llovía, o tener que irme al casino. ¡Eso era lo que más me preocupaba! Pero creo que conseguimos entonces crear un cierto ambiente cultural. Estuve en Castilléjar desde 1960 a 1976 y enseñaba Lengua y Francés. Recuerdo que a los de 8º de E.G.B. les daba ‘Técnica de dinámica de grupo’, que era cómo saber participar en una mesa redonda. Pero lo que yo enseñaba en la escuela era interpretado (por las autoridades locales) como algo subversivo o como una crítica. En fin, que eran años difíciles..., y me fui a Inglaterra por salir del pueblo. 

Grupo Escolar "Francisco Franco", años 50



No quiere que yo escriba esta última frase porque puede ser mal interpretada, pero pienso que cada cual está en su derecho a progresar en la vida. Y en este plan, cualquiera se puede imaginar el ambiente asfixiante del pueblo, en aquellos años de miseria, represión e incultura. Por aquel entonces, don Pedro, el cura, hizo una ‘limpieza general’ de santos y de pinturas en la iglesia, y quitó las dos columnas salomónicas que estaban junto al sagrario. Sin tener en cuenta las costumbres y las tradiciones de siglos, o el patrimonio del pueblo. Lo cierto es que el cura tuvo sus más y sus menos con don Miguel, y el caso fue bastante sonado. Pero éste no quiere hablar del asunto, alegando que don Pedro murió hace tiempo. Sin embargo, estas ‘crónicas de un pueblo’ ya forman parte del anecdotario o de la intrahistoria local. Don Miguel fue, lo que se dice, un testigo fiel y privilegiado de su tiempo; pero, desgraciadamente, entonces corrían malos tiempos para la cultura y para todo.

 En su pregón recuerda que, recién llegado al pueblo, encontró un libro de la época de Carlos III. Estaba en las dependencias de la antigua Hermandad de Labradores –por detrás del antiguo Ayuntamiento, “y en el que aparecía un pequeñísimo dibujo de lo que entonces era el perfil de nuestro término municipal... Tal vez se tratara del Catastro del Marqués de la Ensenada”, que data de 1752.[1]Y añade que, un tiempo después, cuando quiso revisar el libro, “ya había desaparecido, junto con algunos papeles y legajos”. Alguien debió de tirar aquellos viejos e inservibles papeles de los archivos, que reposaban en aquel cuartucho de la Hermandad de Labradores. Y de una tacada, Castilléjar se quedó sin Historia y sin la memoria de siglos: ya no sabremos nunca de dónde vinieron ni cómo se llamaban los repobladores. Quiénes fueron nuestros padres, ni las clases de suertes (lotes de tierras) que les tocaron entonces. Y esos apellidos que se repetían, como Zambudio, ¿eran quizá de Zamudio, en Vizcaya? ¿Y los Abellán, Ibar, Iriarte, Vergara, Uribe, Navarro, Carasa...? No hay nada más que coger la Guía Telefónica.

Y de nuevo, como tantas otras veces, nos dejaron con el Alzheimer, lo que se dice con una mano atrás y otra delante. Peor aún que huérfanos de padre y madre: sin papeles y sin pasado. Pero de seguro que el libro diría: “Y dicho término linda por Lebante con la villa de Galera, por el Sur con la de Benamaurel, digo...”. ¿Tendremos que esperar a que algún día un estudioso o castillejarano avispado, de casualidad, descubran unos viejos papeles donde menos se lo pueda uno imaginar; o bien en algún archivo parroquial o en el de Simancas...? Mis ojos no lo verán y hasta el buen cura Rafael Carayol –su último trabajo fue precisamente ‘Castilléjar: moriscos y cristianos’– se nos fue para siempre, en la Navidad del 2001. La luz del día le sorprendía descifrando el castellano antiguo en los archivos. Pero aquí saquearon el asentamiento argárico de la Balunca y las cuevas de la Morería; luego tiraron los papeles de lo archivos municipales, y luego siguieron con los santos de la iglesia...

En el Cine Teatro de Castilléjar, años sesenta


 –Los alumnos han sido mi vida, a veces voy por la calle y de pronto me para alguien. ¿Se acuerda usted de mí? ¡Pues, claro que me acuerdo!...  Aunque, a lo mejor, no caigo quién es. ¿A qué te dedicas?, le pregunto mientras voy recordando algo. En fin, he tenido a miles de alumnos y de algunos me acuerdo más que de otros. Pero uno los evoca con cariño, porque  han sido mi vida. ¡Desde que tenía 21 años! Al final, lo que me importa es pensar que he podido ayudar a alguien a sentirse más persona... En cuanto al reconocimiento que he tenido en Castilléjar me hace sentirme como un chico con zapatos nuevos. Pero ya ves que en el pregón cito a la mayoría de mis compañeros, porque la obra es del conjunto. Y cuando veo a los que han sido mis alumnos, siento una humana satisfacción. Los psicólogos dicen que, al final, la memoria actúa con un sentido selectivo; y por eso tiende a recordar las cosas agradables. Mira, cuando terminé de leer el pregón, se me acercó la madre de un antiguo alumno mío y me regaló una bolsa de mantecados y una botella de licor –como la mujer de los denarios, que prácticamente daba todo lo que tenía–. También, Javier, ‘el de la Nati’, me regaló un llavero de la policía. En fin, que son cosas que no se pueden olvidar –y como reflexionando, me dice–: Pero ahora hay que estar preparado para la jubilación...

 Don Miguel es un hombre que transmite energía y he de confesar que, después de entrevistarlo, me he sentido con más moral para escribir el libro. Uno a veces se pierde en medio de todo este laberinto de letras y páginas –un inmenso campo de letras, que te come la moral, pero quizá ahora le encuentro más sentido, porque el libro merece la pena. A veces, conforme don Miguel me iba contando las cosas, yo las iba anotando de prisa. Pero me las decía como si en realidad las estuviera reviviendo, y entonces se reía y buscaba en mis ojos la complicidad. Yo veía que disfrutaba contando cosas, anécdotas y viejas historias que llevaba guardadas desde Dios sabe cuándo. Don Miguel siempre fue pequeño de estatura, pero grande de alma; y creo que este albaicinero se ha reencontrado con la ‘patria de su juventud’, es más, ha regresado a ella. De la que tuvo que hacer las maletas y emigrar hace 27 años. Al igual que Machado en Baeza. Hoy, en cambio, se ha dado cuenta que los padres y los viejos del lugar se acuerdan de él, y que por allí le quieren.  Por eso, cuando nos despedimos, me dice: “¡Ahora sé que voy a ir al pueblo con más frecuencia!”.

 En la siguiente ocasión que lo vi me contó la costumbre de que, el Sábado Santo era el día en que el párroco bendecía el agua de la pila bautismal para todo el año. Para ello se utilizaba el agua del río Galera porque se conservaba muy bien, debido al ácido sulfuroso de la fuente ‘Dionda’, que se encuentra cerca de Galera. Pero más tarde, quizá debido a razones de higiene, se utilizaba el agua del Guardal cada vez que había un bautizo. “Por eso te digo que la mitad de mi familia está bautizada con agua del río Galera y la otra mitad con la del Guardal”. De esta época quiero destacar a don Andrés Fernández, que fue mi primer maestro; a don Pedro, que estaba algo sordo; a don Bartolo, del que recuerdo su humanidad; a don Gabriel y tantos otros... Alguna que otra vez, don Miguel nos regaló a los alumnos de su clase unas carpetas con libros. Todavía conservo algunos de ellos, como ‘Haces de luz’, que se define como un “compendio de actividades escolares de Cuarto Curso Elemental (9 a 10 años). Preparación para Ingreso en institutos de enseñanza media...”. Y un pequeño libro, ‘Ahora’, que era “la actualidad en lecturas formativas para escolares de 10 a 12 años”. Al final, don Miguel me deja unas cuantas fotos del Grupo Escolar.

Obra de teatro en Castilléjar, años sesenta 


Posdata. A finales de los noventa le dio un ictus y salía a pasear con su hija por el barrio Fígares, donde vivía. A veces me lo encontraba por las calles del barrio, donde mis padres vivieron sus últimos años. El 25 de enero de 2023, me encontré a don Miguel saliendo de la plaza de Bib-Rambla, por el Arco de las Orejas, sobre las 10 horas, iba con una carpeta en la mano y harían unos seis grados de temperatura. Lo saludé y exclamó: Hombre, Leandro. Voy para mi casa que hace mucho frío. Intercambiamos unas palabras y se despidió pues llevaba prisa. Cientos de castillejaranos pasamos por su clase, recuerdo sus dictados, en la lectura de textos nos ponía a unos ocho alumnos haciendo corro alrededor de su mesa y sobre todo cuando nos regalaba una carpeta con varios libros del Ministerio de Educación. Anoche, Pepe Pinteño me comunicó su fallecimiento. Sobre las 8:40 horas de hoy llamo a su casa, se pone su esposa Lola y después hablo con su hija Lola. Me dice que el lunes le dio un ictus a su padre, lo ingresaron en el hospital y ayer falleció. “Todo ha sido muy rápido. El entierro será esta tarde en el tanatorio del Cementerio de San José en Granada, a las 16:30 horas. Te agradezco que hayas llamado”. “El que está agradecido a tu padre soy yo”, le digo y ya me emocioné. Descanse en paz don Miguel. 

Foto de los maestros del Colegio Los Rios, en 1974: doña Luisa, Luis Díaz, Carmen Martín, Carmen Zambudio, Manolo Marín, Jesús Carricondo y Lola Valero. Agachados: Antonio Sánchez, Miguel Lozano y Juan Antonio.

La entrevista viene en mi libro Diálogos en la tierra de los ríos (2003).

Posdata. Le pedí a Lola Lozano, hija de don Miguel, que me enviara una foto de su padre para que encabezara el artículo, y el 27 de febrero me contestó: “Hola, Leandro. Como te comenté a mediados de febrero estuve en Granada y encontré en casa de mis padres fotografías de cuando estuvo en Castilléjar. Dos de ellas corresponden a actividades realizadas en el teleclub: una representación de una obra de teatro y un coro formado por chicas vestidas con trajes regionales. Alguien hizo en los comentarios alguna referencia a esta actividad del teleclub y me dio mucha alegría encontrarlas. Hay otras dos en las que aparece mi padre con don Emilio Carmona y otra persona que no sé quién es. En una de ellas están los tres, mi padre de espaldas. En la otra, mi padre ya de frente con un grupo de niños. No conozco a ninguno pero seguramente alguien los reconocerá. La última foto ya es en color y está tomada por Don Luis en las escuelas nuevas. Las fotos en blanco y negro llevan en el reverso el sello de tu padre. Espero que lleguen bien y que sean de utilidad. Yo, con todos los comentarios y la evocación a la figura de mi padre, he abierto la caja de pandora de una época muy remota y feliz. Un saludo. Lola”.

Gracias por las memorables fotos de los maestros, con los alumnos,  y del Cine Teatro de Castilléjar (de los años sesenta, que hizo mi padre), que ahora ilustran aquella larga entrevista que le hice a tu padre en 2003, hace veintidós años. Las fotografías nos traen recuerdos de la infancia y tanto don Bartolomé, como don Emilio y tu padre forman parte de la historia de Castilléjar. Da recuerdos a tu madre Lola y a tus hermanas. Leandro

Don Bartolomé Gallego Gómez era de Tabernas (Almería). Fue uno de mis primeros maestros y es la primera vez que veo una foto suya. Don Emilio Carmona Carranza era de Benamaurel y falleció en 2018. 

 



Felicitación de Navidad, que me envió don Miguel en 2021













[1] Sería un dibujo parecido al del Catastro de Santa Fe, que data de aquel año: se ven las cuatro calles con algunas manzanas de casas. Y el pueblo rodeado de secanos, vega, viñas, etc. Es lo que se hizo entonces por los pueblos. Las tierras más productivas eran las del ‘ruedo’, que daban una cosecha al año. Las restantes de regadío producían ‘de año y vez’ (un año de siembra y otro de barbecho). Mientras que las de secano producían ‘al terzio’: un año de erial, otro de barbecho y el tercero de siembra.

viernes, 20 de diciembre de 2024

RECORDANDO A LOS AMIGOS

 



No hace un mes que recibí este whasapp de un amigo: Muchas felicidades en el día de tu santo. Que pases un buen día. Un fuerte abrazo. Veo un whasapp tuyo de 26 de septiembre en el que me preguntabas si iba a ir al pueblo. Ya sólo estoy para pasear; el neurólogo me dijo que no hiciera esfuerzos. Ya sabes que padezco Alzheimer, aunque en fase inicial. Es por esto por lo que tengo que evitar los ajetreos. Y llevar una vida serena y tranquila. Esta fue mi contestación: Gracias por acordarte, a mí se me pasa felicitarte. Siento lo que dices del Alzheimer, pero nos va a coger a más de uno. Nuestros padres, como no vivían tantos años, no les afectó y nosotros ya no estamos para muchos trotes, como decían ellos. No dejes de enviarme whasapps.

Recuerdo la anécdota con un matrimonio amigo de la Alpujarra, hace poco más de un año. Él tenía principio de Alzheimer y la esposa lo traía un día a la semana a Granada, para hacer ejercicios con la memoria. Quedamos mi mujer y yo con este matrimonio en la cafetería de una gasolinera para vernos y él me regaló una botella de vino de su cosecha. En un momento dado, le dice la esposa: No me digas que no te acuerdas del pueblo donde estuvimos. Él se quedó con la mente en blanco y se le notaba bastante indeciso. Entonces le eché una mano: Te quieres creer que hace unos días mi vecina me saludó en una calle de Granada y no sabía quién era. Su cara me sonaba, pero al pronto no la reconocí. La memoria a nuestra edad falla bastante, a veces no te acuerdas de un nombre y hay quienes se desesperan, pero más pronto que tarde te viene a la memoria. El caso es que el amigo se tranquilizó, mientras que a su mujer le faltó tacto.

Otro amigo me confesó hace unos dos años, recién jubilado: En un análisis de heces, han comprobado que tengo cáncer de colon. Fíjate que hace tres años me enviaron el sobre a mi domicilio para hacerme el análisis, pero no me lo hice. Se lamentaba de esto. Estuvo yendo a quimioterapia y se recuperó, pero cuando nos vimos lo encontré más delgado. Un pariente lejano, que había sido un cargo de la Junta de Andalucía, me contó una tarde la pena que llevaba dentro: recién jubilado le diagnosticaron cáncer de próstata. El caso es que se operó en una clínica privada, con los mejores adelantos, y ahora llevaba una vida de ermitaño, con medicamentos y privaciones en la bebida, pero se iba manteniendo. El cáncer de próstata en los hombres viene a ser el equivalente del cáncer de pecho en las mujeres.

Otro amigo, que es médico, se dio cuenta de que tenía el PSA algo elevado, lo consultó con una doctora amiga y le aconsejó que se hiciera una ecografía. Tenía cáncer de próstata y los riñones se le llenaban de orina, por lo que podía darle una peritonitis. Al poco le extirparon la próstata y al menos el cáncer no se le había extendido a los riñones, pero le dieron demasiados puntos por lo que estuvo un mes hospitalizado. Pasó unos meses recuperándose en su casa y hoy se encuentra bien.

Hace dos años, un amigo me escribió esto: Buenas noches. En mi caso tenía dos tumores dentro y aún estaba a tiempo, antes de que hicieran metástasis, de inyectar quimio, radiarlos o extirpar la próstata, así que elegí quitar la próstata y se terminó el mal. Un abrazo. A otro amigo le dieron quimioterapia en la próstata y se va manteniendo, hace poco más de un mes tomamos café en un bar y lo vi algo desmejorado, pero me dijo que la recuperación era lenta. Se le notaba en el ánimo. No se lo he oído decir a ninguno, pero el caso es que están vivos y pueden contarlo. Mi padre falleció en 1977, con 58 años, de un carcinoma (cáncer de estómago). Un año antes le extirparon las tres cuartas partes del estómago, pero un médico me dijo en privado que viviría un año. Y así fue. Hoy la medicina ha adelantado mucho (mi padre hubiera vivido más años) y las generaciones de hoy viven veinte años o más que las de sus padres y no sabemos apreciarlo. A otro amigo le ha extirpado la próstata un robot, en una clínica privada, y me ha confesado que le va bastante bien. Es lo más adelantado en esta clase de operaciones.



B. es una amiga de mi mujer, desde los años ochenta. Es octogenaria y, tras varios achaques y una caída, apenas puede andar. Estuvo varios días acostada en la cama y apenas podía moverse porque le dolía el estómago, sin embargo no quiso ir al hospital. Hablamos con ella a través del móvil tratando de convencerla y después de ir al hospital se recuperó. Queremos ir a visitarla un día de estos. Una amiga me escribe un whasapp: Te mando esta canción para recordar cuando éramos jóvenes, entonces teníamos a nuestros padres, todos los hermanos, primas, amigos. Yo que nunca pensé en esta etapa de la vida, nunca me paré a pensar como sería. Ya nuestros padres estaban en esa etapa y nosotros en el limbo, pero ahora la estamos pasando… Pero ya lo dijo alguien y no se equivocó, "juventud divino tesoro", pero, cuando te das cuenta ya no la tienes. Yo no me quejo, solo siento que ha pasado la vida en un suspiro, no ando con la espalda encorvada, ni arrastrando los pies, soy una persona activa, y la verdad que para la edad que tengo, ni achaques ni nada y, cuando nos reunimos mis hijas y yo, soy una más, lo que me falta es mi apoyo que se fue hace ya once años. Yo le contesto: La soledad come mucho el tarro, pero piensa que hay millones de jubilados que viven solos. Y me responde: Yo no me siento sola ni me como el tarro, mi casa es mi paraíso y porque no quiero pero por mis hijas ya estaría con alguna de ellas, pero quiero mi casa y me siento muy a gusto en ella. Mi etapa la llevo bien pero, eso sí, siento nostalgia del tiempo que se fue.

Hace unas semanas, una amiga de mi mujer la llamó por teléfono: A P. lo han operado ya y le han extirpado el uréter y un riñón. Una semana después, tenía puesto el oxígeno, pues respiraba mal a consecuencia de un pulmón dañado, le ponían sangre pero le salía por la herida, era diabético y tenía anemia. Tuvieron que operarlo de nuevo porque no le habían cerrado bien la herida. Hace unos días lo llamé y me dice la esposa: Ayer le dieron el alta y apenas come, esta mañana le hice una tostada y solo le dio un bocado. Está adormilado, abre los ojos y los cierra, la cara la tiene amarilla y respira que apenas se le oye. Ha adelgazado bastante, pues en el hospital apenas comía, los ojos ya no los tiene azules… No hizo falta que me contara más, le dije que llamara a Urgencias porque, si no comía podía ocurrirle cualquier cosa, pues tiene varios órganos dañados. No lo dejes, le insistí varias veces. Al poco llamó para decirme que venían los de Urgencias y lo ingresaron de nuevo en el hospital. Le habían dado el alta sin oxígeno y estando en una extrema debilidad. En esta última etapa de la vida ya no tienes prisa por llegar a ninguna parte, mientras te preguntas, atónito: ¿Cómo he llegado hasta aquí? Sin embargo, muchos otros se quedaron en el camino

Quiero tener un recuerdo para Eduardo Caracuel, que falleció el 8 de diciembre con setenta años. La última vez que lo encontré fue en el Carril del Picón, hace unos seis meses, siempre que nos veíamos le soltaba un chascarrillo y nos reíamos. Eduardo iba con su sombrero y su sonrisa a todas partes. Os deseo una feliz Navidad. 

Publicado en Ideal en Clase:

https://en-clase.ideal.es/2024/12/19/recordando-a-los-amigos/?fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTAAAR18UKqp5h54rCatlMin4qLktDgO7xRW58RB1M3Oa5vpxyFhGK5-KoetGE8_aem_inI7j-pvokPmjq-gYvtROw

martes, 17 de diciembre de 2024

LAS MISAS DE LOS GOZOS, DE GALERA

Ermita de la Virgen, al fondo

 


LAS MISAS CANTADAS DE TRADICIÓN POPULAR

CON MOTIVO DEL INICIO DE LAS MISAS DE LOS GOZOS DE GALERA

Introducción

Es grato, y sorprendente, que en los primeros años del siglo XXI aún permanezcan vigentes, o al menos recuperables, ciertas manifestaciones religiosas populares -o de otro tipo- que alcanzaron su esplendor  varias centurias antes y permanecieron vivas, incluso centenares de años, entre las gentes que las habían creado. Una explicación a esta continuada permanencia podría ser que el efecto del paso del tiempo, en lo que a innovaciones de cualquier índole se refiere, era apenas perceptible. Ello contribuía a que los modos de vida se perpetuasen décadas y décadas, de manera que pasaban de una generación a otra prácticamente sin modificaciones. La sociedad actual, por el contrario, está inmersa en una dinámica muchísimo más veloz que aquella otra. Si hubiese que destacar una característica propia de nuestros tiempos, no hay duda de que deberíamos referirnos a  la celeridad con que se producen los cambios en casi todos los órdenes de la vida. Esta particularidad ha incidido directamente sobre aspectos no solo religiosos, como es el caso que nos ocupa, sino sociales, políticos y económicos. 

Dicho de otra manera: Las circunstancias que concurrieron para la consolidación de ciertas costumbres, manifestaciones, modos de vida de épocas anteriores,  han cambiado y han sido sustituidas por otras diferentes. Ello ha provocado, como es lógico, la desaparición progresiva de todas aquéllas, incluyendo las que parecían inmutables. Es evidente que un hombre, pongamos del siglo XVIII, sometido a una influencia tan directa como podía ser la religiosa; inmerso en una sociedad de horizontes tan concretos como era la de la época; bajo la autoridad absoluta de las monarquías gobernantes y normalmente acuciado por carestías, hambrunas, epidemias, elevadísima mortalidad y otros gravísimos problemas… tenía una visión de la vida muy alejada de la que tiene el hombre actual. Aquellos condicionantes fructificaron, por ejemplo, en la creación de verdaderas joyas músico-religiosas, como pueden ser las tradicionales misas populares cantadas que, según  su área de dispersión, las fechas en que se ejecutaban o las composiciones que se cantaban, podían denominarse misas pastorelas, misas de inocentes, misas de aguinaldo, misas de gozos…o misas de ánimas, como es el caso de ésta de Pozo Iglesias a la que tenemos la suerte de asistir a su recuperación.

Contexto histórico

Naturalmente, las misas cantadas populares no surgen de la noche a la mañana de manera espontánea. Detrás de ellas hay una considerable base histórica en la que se amalgaman los elementos ya citados como determinantes. Sin duda alguna, las misas populares no hubiesen llegado a ser tales de no haber tenido una estructura sobre que edificarse, como eran -y lo siguen siendo aún- las distintas hermandades religiosas que proliferaron desde finales de la Edad Media y llegaron con considerable pujanza hasta los siglos XVII y XVIII. Con la celebración del Concilio de Trento (1545-1563), las teorías luteranas son rebatidas en prácticamente la totalidad de Europa y más concretamente en los países meridionales como es el caso de España. Para evitar la tentación protestante, la jerarquía católica determina una “hoja de ruta” -como se diría hoy- para uso de los fieles, como puede ser la multiplicación de las hermandades y la potenciación de manifestaciones externas -caso de las procesiones-, que responden a una decidida atención a la expresión de todos los cultos y rituales. Es muy elocuente este párrafo tridentino referido a las ceremonias católicas:

«Dado que la naturaleza del hombre es tal que no puede fácilmente, sin ayuda exterior, elevarse a la meditación de las cosas divinas, la Iglesia… ha establecido… ceremonias como las bendiciones, las luces, la incensación, los adornos y otras diversas cosas semejantes… que tienen por objeto realzar la majestad del gran sacrificio de la misa y estimular los espíritus de los fieles con estos signos visibles de piedad y de religión…»

Plaza Mayor, de Galera

Esta idea de hacer más «visible» el mensaje cristiano, católico, tal vez respondiese a la urgente necesidad que se daba en algunas zonas del recién reconquistado territorio nacional donde permanecía un considerable número de moriscos, como puede ser el Reino de Granada. La evangelización de este territorio se presentaba difícil y había que jugar con elementos asumidos previamente por los cristianos nuevos. Como ejemplo de ello, baste el testimonio de Francisco Núñez Muley, influyente personaje morisco bautizado como cientos de miles de ellos. Éste pretendía evitar la expulsión de sus hermanos señalando en un famoso documento la armonía que existía entre los unos y los otros. En  él refiere la consideración que tenía con los recién convertidos el primer arzobispo de Granada, fray Hernando de Talavera, con estas palabras:

«Holgaba (el arzobispo) que acompañasen al Santísimo Sacramento en las procesiones del día del Corpus Christi y de otras solemnidades, donde concurrían todos los pueblos a porfía unos de otros, cual mejor zambra sacaba, y en la Alpujarra, andando en la visita, cuando decía misa cantada, en lugar de órganos, que no  los había, respondían las zambras y le acompañaban en su posada a la iglesia. Acuérdome que cuando en la misa se volvía al pueblo, en lugar de “Dominusvobisqum”, decía en arábigo “Y baraficum”, y luego respondía la zambra».

¿No puede ser  éste un directo antecedente de lo que son las misas cantadas populares que nos han llegado mejor o peor conservadas?  ¿No se trata, en ambas situaciones, de acceder de manera más efectiva al sentimiento religioso, y su posterior conversión, de los asistentes a la ceremonia utilizando sus propias formas musicales? Volviendo al primer párrafo de este artículo, nos congratulamos de lo que vimos la noche del día 15 de este mes de diciembre de 2024, cuando el coro de la iglesia parroquial de Galera se juntaron 21 músicos, acompañados de un nutrido coro de cantantes, para iniciar una año más la Misa de los Gozos de Galera que, tal vez desde hace más de cuatro siglos, resuena bajo el artesonado que «tiene la culpa» de que este templo tenga el merecido título de Bien de Interés Cultural (BIC) desde 1983.

Jesús Mª García Rodríguez.

Miembro del Centro de Estudios «Pedro Suárez”, de Guadix.

Cronista Oficial de la Villa de Galera


Hermandad de Ánimas, de Galera

domingo, 15 de diciembre de 2024

CURSOS DE FORMACIÓN CON ENGAÑO

 




El 15 de marzo de 2009, salió publicada esta carta mía al director de La Opinión de Granada

Entre abril y mayo de 2008, doce mujeres realizaron en Armilla (Granada) el curso de ‘Camareras de piso’ y les entregaron el diploma. Lo organizó la empresa..., con el compromiso de que, el 70% de las alumnas serían contratadas por la empresa como camareras de piso, por un periodo de seis meses. Pero la realidad fue muy diferente. A Antonia le ofrecieron trabajar cuatro horas de limpiadora, en dos centros bastante alejados: “Si no aceptas este trabajo, tienes que firmar la renuncia”, le dijo la encargada y, ante las protestas de Antonia, la amenazó, “pues, si no firmas, te voy a denunciar”. A María… le ocurrió otro tanto y le ofreció un trabajo de limpieza en el Hospital de San Rafael: “Esto es lo que hay y, si no te gusta, tienes que firmar que renuncias al trabajo del hospital”. Ambas mujeres se negaron a firmar. A Mercedes… le ofreció limpiar en el hotel Los Abades, pero el uniforme y los zapatos que le entregaron estaban rotos. Lo pasó tan mal ese día, que ya no volvió más al trabajo. La empleada de la empresa...,  le dijo que se pasara a recoger los papeles del paro y allí tuvo que oír: “Si no me firmas la renuncia del puesto de trabajo en el hotel, no te doy los papeles para que puedas cobrar el paro”. Mercedes al final firmó la renuncia.

A Luisa… también la llamaron como limpiadora en el Hospital de San Rafael, con la consigna de que, si no le interesaba el trabajo, que se pasara por la oficina para firmar la renuncia. Pero no acudió a firmar. En cuanto a las mujeres restantes que realizaron el curso: dos trabajaron en el hospital, otras dos firmaron la renuncia al trabajo y a cuatro no las llamaron. Pero las cuatro trabajadoras –citadas por su nombre– reclamaron a la empresa..., y recibieron contestación por carta ordinaria. El escrito, dirigido personalmente a cada una de ellas, lleva el anagrama de la empresa..., y sus delegaciones en Andalucía, pero no está firmado ni lleva sello del registro. La empresa reconoce que el "curso pertenece al programa de Formación Profesional Ocupacional, financiado por el Fondo Social Europeo y la Junta de Andalucía”, y que se comprometió “a contratar al 65% de los alumnos participantes, en trabajos relacionados con la formación recibida en el curso (…). Es cierto, que algunos de ellos no eran para desempeñar el puesto de camarera de piso, pero sí estaban dentro de nuestro sector, la limpieza. Desde la empresa..., no pensamos que esto fuese a significar un problema, pues lo que las alumnas expresaron de manera reiterada en el curso fue sus ganas de trabajar”. Y continúa diciendo: “Como entidad debemos contar con un documento firmado por la persona que rechaza el contrato. En efecto, no están obligadas a firmarlo (…). Lamentamos, que como reflejan en el escrito se hayan podido sentir ‘engañadas, vejadas y amenazadas’”. Y tras las justificaciones, la carta finaliza: “Queremos expresarles que sentimos profundamente este gran malentendido”.

Como la empresa no se comprometía a nada, en julio de 2008, tres trabajadoras pusieron una reclamación en el Servicio Andaluz de Empleo: “Estas prácticas, además de constituir un fraude, ofenden a la dignidad de las trabajadoras y son contrarias a la libertad y seguridad en el trabajo. De manera que, con doce mujeres trabajadoras, ‘organizaron’ un curso de camareras de piso, para ofrecernos al final un trabajo de limpiadoras. Pero, cuando nos negamos a aceptar este trabajo, no dudaron en utilizar amenazas y coacciones, para que firmáramos la renuncia”. Y el jefe de servicio de Formación para el Empleo les dio ésta contestación: “El compromiso de contratación al que está obligada la citada entidad es del 70% de las alumnas finalizadas y aptas. Esta Dirección Provincial del S.A.E. comprobará el cumplimiento del compromiso de contratación de la empresa..., a efectos de la liquidación económica del curso, y en su caso, para iniciar el correspondiente procedimiento de reintegro”. Ante la pasividad de la Administración, Antonia y Mercedes pusieron una reclamación en octubre al Defensor del Ciudadano, Melchor Sáinz-Pardo. Tras hacer una mediación personal, la respuesta que recibió por escrito de la Delegación Provincial de Empleo fue prácticamente la misma que dio el jefe de servicio, siete meses antes. La empresa no ha sido sancionada por fraude en el curso de camareras de piso (casi un año después), con el agravante de amenazar a las trabajadoras para que firmaran la renuncia al trabajo de limpiadoras. Y tampoco ha devuelto la subvención del Fondo Social Europeo y de la Junta de Andalucía.

 He omitido el nombre de la empresa. Posteriormente, informé del fraude al corresponsal de El Mundo en Granada, de manera que unas semanas después salió publicada una crónica sobre los cursos de Formación Profesional en Andalucía, en el citado diario. El sindicato denunció al corresponsal de El Mundo por la crónica, de manera que meses después tuvo lugar un juicio en un juzgado de Plaza Nueva, al que asistieron también una mujer denunciante y yo. Hace casi un mes, el 28 de noviembre de 2024, El Mundo publicó este editorial del que copio tres párrafos.

Una sentencia histórica contra la corrupción y para el periodismo libre

En vez de rendir cuentas, UGT-Andalucía quiso sentarnos en el banquillo. Hoy la verdad periodística se hace verdad judicial

(…) La Audiencia Provincial de Sevilla considera probada esta gigantesca trama de financiación, que se desarrolló en paralelo al caso ERE: al menos entre 2009 y 2013, los dirigentes del sindicato hermanado con el PSOE crearon una «mecánica defraudatoria» para financiar su estructura, sus fiestas, sus comidas, sus regalos... La Justicia confirma ahora las prácticas vergonzosas que desvelamos. El hecho de que UGT saqueara a los parados de la que por entonces era la comunidad autónoma con mayor índice de paro de la UE, aquellos cuyos intereses debía defender, añade un componente moral ignominioso.

(…) Las informaciones que empezamos a publicar hace 11 años fueron numerosas. Desvelamos episodios surrealistas: cenas con barra libre en la Feria de Abril a cargo de la Consejería de Empleo; los ya famosos 700 maletines falsificados que se regalaron en el IX Congreso de UGT-A en Sevilla y que dejaron una factura de más de 100.000 euros que se sufragó con fondos de la UE; o la existencia de un manual interno en el que figuraba la «gestión de botes», un elemento clave en el entramado. Los botes se generaban precisamente con las facturas que pagaban las administraciones públicas y en las que se multiplicaba el precio real del servicio.

EL MUNDO no cejó en su compromiso con la verdad pese a que incomodara profundamente tanto a UGT como al entonces todopoderoso PSOE andaluz. Esa resistencia tuvo su coste. Desde el primer día, en lugar de rendir cuentas y asumir responsabilidades, el sindicato empeñó sus esfuerzos en desprestigiar y atacar a quien denunciaba las ilegalidades. Incluso intentó sentar en el banquillo a este diario y a nuestros compañeros Silvia Moreno y Manuel Becerro. Asaeteó con denuncias a unos periodistas que cumplieron escrupulosamente con su deber y los sometió a una persecución infame, poniendo sus nombres en una diana.

https://www.elmundo.es/opinion/editorial/2024/11/28/67477c54e9cf4a3f378b4590.html?fbclid=IwY2xjawHI1_RleHRuA2FlbQIxMAABHUHWbivYG3YNT3QnGICdSImqXvyEtEcpifesHUklJy0MiMNzHca7vqUCfg_aem_G7rWxc5Tj74JKO7DGoizTQ

 Posdata. Aunque el editorial no menciona el caso de Granada, quiero mostrar mi agradecimiento a las citadas mujeres y al entonces corresponsal de El Mundo, todo un ejemplo para el periodismo, porque tuvieron el valor de denunciar el fraude. Sin olvidarme del director de La Opinión, por publicar la carta.

martes, 10 de diciembre de 2024

LOS VIEJOS AMIGOS


Es necesario escuchar al amigo o al otro y entonces

comprobamos cuán equivocados estábamos

Me encontraba ojeando el periódico en el quiosco, cuando me dio una palmada en la espalda. Era Paco, a quien no veía desde hace un año. Me contó que había tenido un desprendimiento de retina, por lo que tuvieron que operarlo de urgencia y, últimamente, había estado recuperándose en su casa. Paco es de lo mejor que he conocido por estos pagos, aunque a veces la política nos ha dividido. Un día me pasé con él, pues le hablé bruscamente, cuando pude decirle las cosas de otra manera. El caso es que perdí a un amigo, al que debía de estar agradecido. Me lo imagino en su sencillez –recientemente perdió a su padre y le dedicó un emotivo artículo en una revista, evocando los recuerdos de la infancia–, enseñando a los niños los valores y principios y, sobre todo, su afición ecologista. Dejó de dar clases porque apenas veía, pero él sigue ahí, con sus ideales y su lucha política. Las adversidades de la vida no han conseguido doblegarlo –cualquier otro se hubiera derrumbado–, y esta mañana del domingo hablamos de política como dos viejos amigos y sin que las consignas y la desidia de los partidos interfieran entre nosotros. He comprendido al fin que son más fuertes los lazos y afinidades que nos unen, que los malentendidos que puedan surgir.

Con este otro amigo de la infancia, las diferencias surgieron a causa de una carta que a mí no me sentó bien. Los verdaderos amigos te dicen la verdad, porque te aprecian, pero la verdad pelada y mondada nadie la quiere. Es mejor el envoltorio. Me leí su carta bastantes veces, y es cierto que no hería, pero yo necesitaba en aquellos momentos que mi amigo Manuel fuera algo más imparcial. Y esto fue lo que me dolió. Luego vino de vacaciones a Granada y temía que ya no nos viéramos más, por lo que eché mano de un amigo común para que nos reconciliara. Pero como si la cosa saliera de éste. Manuel había sufrido un infarto y andaba casi de milagro, pues lo suyo era para estar postrado en una cama. A su edad había que ponerse en lo peor, por lo que no perdí el tiempo. Me ha dicho que está deseando que lo llames, me dijo el mediador. Esto lo sabía yo de sobra, pero esperaba que Manuel diera el primer paso. Aproveché precisamente el momento crucial en que me asaltaban las dudas, aunque el cuerpo no me lo pedía, y descolgué el teléfono... El caso es que nos vimos y reconciliamos al día siguiente, que era el último de sus vacaciones. En el fondo los dos ansiábamos aquel reencuentro, donde hablamos como siempre, y donde cada uno expuso su punto de vista. Aquel enfado no podía romper nuestra amistad. Conocí a Manuel cuando yo tenía doce años y, desde entonces, me había ayudado en los momentos clave, por lo que no me hubiera perdonado que se fuera de esta vida sin haberle tendido la mano o sin hablarnos. La otra mañana mientras paseábamos nos sentimos felices, a pesar de que lo encontré bastante envejecido. Pero ahora teníamos toda la vida por delante.

A Juan lo había visto varias veces, cuando estaba tomando café en la terraza de un bar, y sin embargo yo pasaba de largo. Él le había dicho a un compañero de vernos y tomar una cerveza juntos, pero yo todavía recordaba algunas cosas que no me gustaron. Conforme pasaban los días la carcoma del olvido iba surtiendo sus efectos, pues el tiempo ya se encarga de solucionarlo todo. Fue un día, de regreso al trabajo, cuando debió de encenderse alguna bombilla en mi cerebro. El caso es que, sin pensarlo demasiado, me acerqué por detrás de la silla de Juan. Lo saludé y me invitó a sentarme: Prefiero fijarme en el conjunto, que en los pequeños detalles, fue lo primero que le dije. Y ya estuvimos hablando de todo durante un buen rato mientras que los malentendidos se deshacían, como el azucarillo en el café con leche. Se despidió dándome un abrazo y, a los pocos días, lo invité a comer a mi casa. Muchas veces las cosas pasan, pero no como uno cree o imagina, sino que es necesario escuchar al amigo o al otro y entonces comprobamos cuán equivocados estábamos. Se atribuye a Alfonso X el Sabio este proverbio: Quemad viejos leños, bebed viejos vinos, leed viejos libros, tened viejos amigos”. Sin embargo, el ambicioso Napoleón pudo comprobar el valor de la amistad en su largo cautiverio, en la isla de Santa Elena: Nunca sabréis quienes son vuestros amigos, hasta que caigáis en la desgracia.

 


jueves, 5 de diciembre de 2024

CASTILLÉJAR, AÑOS SESENTA


 


Esta perspectiva, desde la casa donde vivía Ángeles Navarro, es nueva para mí, pues parece tomada desde un mirador. En primer lugar destacan los bancales y la arboleda de Alfredo, el alcalde, donde tenía una piscina para bañarse. También era suya la casa solariega que hay a la izquierda. Todavía no se había construido la casa del cura, que levantaron más tarde casi enfrente de la de Alfredo. En las tapias de los corrales, de las Casas Baratas, yo me sentaba a leer tranquilamente, con el sol de la mañana, y aquí era donde los sábados tenía lugar la feria del ganado. Llama la atención el resto del caserío, que aparece escalonado y sin un orden aparente, así como los antiguos palos y los cables de la luz. Foto de Fernando Triguero. 

Leandro: Castilleja de los Ríos en blanco y negro (1920), edición de autor.