RFI |
Hace unos días, cuando me contaron esta historia, me
emocioné y así la describo. Un niño y una niña, de tres años, son amigos porque
sus padres viven en la misma urbanización y se conocieron en los jardines de la
misma. Aquí es donde juegan y se les ve juntos, él es rubio (llamémosle G),
tímido y con cara de bueno, mientras que la niña (A) tiene el pelo castaño y
los ojos azules, pero es más espontánea y sociable, a veces, cuando coge a sus
amigos de las mejillas casi les hace daño. Parece como si los papeles
estuvieran cambiados entre ellos. Los padres me enseñaron fotos de los niños y
congenian bastante. En una imagen de hace más de un año, aparecen montados en
una motillo de juguete, él está serio con su casco mientras que ella sale sonriendo.
En otra foto están con otros dos amiguillos sentados junto a un árbol y, en la
siguiente, ambos aparecen sentados en la hierba, sonriendo, mientras que el apacible
gato de la urbanización se pasea delante de ellos. En la última instantánea, de
hace unos meses, los niños están cogidos de la mano, ella con trenzas y con
falda larga, y él con su pelo rizado. Al estar de espaldas, da la impresión de que
tienen más edad y se asemejan a una pareja de novios. Hace un año, ellos y dos
niños más estuvieron varios meses con una canguro, varias horas por la mañana,
y esto les unió más.
En septiembre
pasado ambos fueron a la Escuela Maternal,
al tener cumplidos los tres años, pero la norma es que a los que son amigos
suelen ponerlos en clases diferentes, será para que no se distraigan... La niña
lloró los dos primeros días, incluso le dijo a sus padres que no quería ir a la
escuela. Y así estuvo una semana cariacontecida, con lo sociable y juguetona
que es. G fue destinado a otra clase y su maestra se dio cuenta de que estaba
bastante triste, pero cuando salía al recreo y se encontraba con A entonces jugaban
y charlaban entre ellos. De manera que la maestra decidió ponerlos juntos en la
misma clase. A partir de entonces, A le dijo a sus padres que le gustaba ir a
la escuela y se pueden imaginar lo contento que estaba su amigo G. También me
contaron que, hace un año, la niña le decía a su abuelo, al que ve dos o tres
veces al año: Abelo, vente. Le cogía la
mano mientras que en la otra llevaba un libro con dibujos de animales, se
sentaba en la alfombra y le hacía señas para que se sentara junto a ella. Conforme
iba pasando las páginas, señalaba un dibujo con el dedo y el abuelo le iba
diciendo el nombre de los animales en español: pato, gato, pájaro… Con el abuelo se entiende bien, porque le hace mojigangas
con la cara, le saca la lengua o le dice, con voz gangosa: ¿Tú eres buena? Y yo ¿cómo soy? La niña entonces se ríe y disfruta
imitando al abuelo: haciendo gestos con los ojos y con la boca, mientras repite
sus palabras. Los padres suelen decirle con frecuencia a la niña, doucement (suavemente), para que no
corra o haga las cosas bien, pero el abuelo le ha enseñado a decir despacito, y ella lo repite con gracia,
ambos se ríen con cualquier cosa o se entienden con la mirada. ¡Ay mi culito!, le dice el abuelo mientras
la abraza. El diminutivo lo ha aprendido la niña de su padre.
Los abuelos suelen tener más paciencia con los
nietos y posiblemente los maleducan, pues ellos van de visita y no les regañan,
mientras que los padres tienen que estar bregando a diario con ellos y esto
desgasta mucho, porque los niños pasan de la risa al llanto o hacen una
trastada cuando menos te lo esperas. Hay que tener mucha paciencia, ponerse a su
altura y jugar un poco con ellos. Pero no siempre es así y a veces los padres
no tienen ganas ni tiempo.
Escuela Maternal francesa. El País |
Con tres años, acaban de salir de la casa de sus
padres y están aprendiendo a convivir con otros niños de su edad, en la Escuela Maternal. G ha llegado a
sentirse solo y triste los primeros días, mientras que A lloró algunas veces,
hasta que los pusieron juntos en la clase. A ha tenido un hermanito hace unos
meses y se ha dado cuenta de que ahora el mimado es él y casi siempre está
enganchado a la teta, mientras que ella ha pasado a un segundo plano. Estos
cambios los van asimilando los niños, y a veces los sufren en silencio,
mientras que cada día aprenden cosas nuevas. Por la mañana van a la escuela y
por la tarde juegan un rato en el jardín, algunos días se montan en el
carrusel, y conforme pasan los días van aprendiendo términos nuevos con los que
se expresan mejor o dibujan garabatos en las hojas de un bloc. Un día, A le
soltó a la abuela: Espérate, que estoy
hablando con mamá. Le habían repetido tantas veces la frase, que se había
quedado con la copla.
Hace dos
semanas, unos amigos hicimos un sendero por los campos de Saleres, en el Valle
de Lecrín. Al finalizar fuimos al pueblo y nos llamó la atención una casa que
tenía el zaguán y el patio adornados de fotografías y cuadros antiguos,
colgados de las paredes. Parecía un pequeño museo. Le pregunté a la dueña, una
mujer de unos sesenta años, y nos dijo: Esta
casa era de mis suegros, yo me crié en esta calle, unas casas más arriba, de
manera que conozco a mi marido desde que éramos unos críos.
Sin embargo, no
sabemos el futuro que les espera a estos niños, ni siquiera lo que nos puede
pasar a nosotros mañana. También puede ocurrir que los padres de alguno de
ellos se trasladen a otra localidad y los niños pierdan el contacto, pero al
verlos en las fotografías jugando en los jardines y en la escuela, durante el
recreo, parece que la vida les sonríe. Al abuelo a veces le entraba la
nostalgia y le decía a su hijo: Cuando la
nieta tenga diez años, yo ya tendré ochenta. A mis abuelos apenas los conocí,
pues no vivían en el pueblo de mis padres. Con este aumento de las
temperaturas, cada año, y con la situación que vive el mundo, ¿qué futuro le
puede esperar a estas criaturas? Al final se consolaba pensando que la vida tiene muchas alternativas y
hay que vivirla. Me conformo con que sea feliz el día de mañana, decía el abuelo.
IDEAL EN CLASE:
Isidro G. Cigüenza. Un relato encantador. Real y autentico como la vida misma. Podríamos diseccionarlo y analizar pedagógica socialmente cada situación planteada. El texto da para mucho. Gracias D. Leandro y siga usted plasmando por escrito realidades como la que cuenta. Por ser crítico añadiré que lo único feo y artificial son las imágenes que se ofrecen...
ResponderEliminarLeandro. Gracias por tu comentario pues entiendes el mundo de la enseñanza. Las fotos no he podido ponerlas pues no cuento con el permiso de los padres. Eres, y te tuteo, de lo más auténtico que observo por estos lares
María Rosa Delgado. Que preciosos!!!
Leandro. La aventura de la vida ha comenzado para ellos
Mari Triguero. Qué bonito, Leandro. Me ha encantado
Leandro. Gracias, Mari. A nuestra edad comprendemos mejor a los niños
Yogui Monge. Es realmente enternecedora la historia! los niños se recordarán siempre creo yo. Qué bonito escribes
Leandro. Espero que el artículo lo lea la maestra, a su buena acción se lo debo
José María Laguna. El niño en esa primeras edades se siente desconcertado y yo que he vivido la infancia de los niños a través de la enseñanza, niños reprimidos, asustadizos y desconfiados, porque pierden a sus amigos por desplazamientos de los padres en el trabajo
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