Carroza fúnebre, entre calle Elvira y Plaza Nueva |
Copio estos párrafos
del libro “Granada, un siglo que se va”
(1996), del escritor Juan Bustos Rodríguez,
que falleció hace varios años. Así estaba el panorama.
“La gripe española. Granada fue una de las provincias
españolas más afectadas por aquella trágica epidemia, que en 1918 y 1919,
alcanzó una gran mortandad (…). El primer telegrama acuciante llega de Freila (1.969 habitantes), rogando el
envío de un médico con urgencia. Hay 250 vecinos con gripe, entre ellos el
único médico. Otro mensaje, simultáneo casi, informa que en La Calahorra los afectados son más de
200 entre los 2.060 habitantes. A partir de aquí se hacen continuas las malas
noticias.
En Orce, el 27 de septiembre de 1918, de
1.000 habitantes, 800 tienen la gripe. Desde el día 15, aparición del primer
caso en el pueblo, ya los muertos eran 45. A finales de mes, el doctor Fidel Fernández Martínez, profesor
auxiliar de la Facultad de Medicina, asegura en “El Defensor”, que la gripe se presenta en tres formas: ‘En Castilléjar (2.538 habitantes
entonces), en pocas horas, había visto enterrar a 18 personas víctimas de la
gripe, la situación era peor y la desolación completa: Han enfermado los
sepultureros, con lo que los enterramientos se hacen dificilísimos. He contado
veintidós cadáveres por enterrar y se carece de cal para cubrirlos, porque los
industriales que se dedican a producirla o han muerto o han enfermado’. El
panorama empezaba a ser trágico. Pero lo iba a ser más. (…). En Baza, un mes después, se sigue
registrando un promedio de 15/20 defunciones diarias a causa de la epidemia (…).
En Pedro Martínez, en el mes de
enero (2019), en tres días se suceden veinte defunciones y hay 500 personas
afectadas… En Guadix fallecieron 41 personas en un día;
en Cúllar, 20 en varios días; en Albuñol murieron 15 enfermos de gripe el 21 de
octubre.
El mundo llevaba una
carrera alocada hacia el precipicio y la destrucción, pues tenemos pendiente el
calentamiento global del que sólo se pueden esperar muchas desgracias, con lluvias intensas y
riadas, la gran contaminación de las ciudades, así como la extinción de miles
de plantas y de especies de animales. Sólo buscábamos el bienestar y el
consumo, todo lo demás no nos importaba. Cuando acabemos con la naturaleza, cuándo
no exista el águila, ¿qué nos quedara?, habrá que decir como el gran jefe indio
al presidente de los Estados Unidos, a finales del siglo XIX.
Se ha juntado la ineptitud de los gobernantes
de hoy (nunca hubo tanto incompetente gobernando, tenemos el ejemplo de Estados
Unidos, México, Reino Unido, España y muchos más) y el afán consumista de
todos. Pero el mundo ha sufrido un parón debido al coronavirus, que nos ha
llegado una vez más de China. No sabemos si es que el virus se le ha ido de las
manos o porque alguien se comió un animal infectado, el efecto de la mariposa
se ha convertido en el efecto del pangolín. Un chino se come un pangolín
contagiado y resulta que contagia a toda la humanidad y nos confina a todos en
los pisos, mientras que los animales toman las calles y el terreno que nosotros
le arrebatamos un día. Los animales están tomando lo que fue suyo y de sus
antecesores no hace muchos años, incluso se ven delfines y ballenas en los
puertos de las ciudades y por el Estrecho de Gibraltar.
Nuestros queridos
seres que han fallecido (unos treinta mil en España) deberían hacernos
reflexionar, ¿qué mundo queremos para nuestros hijos, qué futuro les espera, qué
enfermedades mortales nos acechan…? Pensábamos que lo habíamos conquistado
todo, que lo sabíamos todo, lo queríamos todo, pero no hemos aprendido nada, como
recordaba el verso del poeta José Hierro. Ni siquiera nadie recordaba que en
1918 y 1919 hubo una gripe mal llamada española, que se llevó a 30 millones de personas.
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