jueves, 20 de diciembre de 2018
jueves, 13 de diciembre de 2018
ENRIQUE VILLAR YEBRA, SIEMPRE
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Retrato de Villar Yebra |
Hace un año que murió Enrique Villar Yebra y recuerdo que, al día siguiente, cuando lo llevaron a enterrar, estaba lloviendo a cántaros. En Granada caía el agua a cántaros. Pero de su muerte callada, apenas si se enteró la ciudad a la que tanto quiso. La pianista Esperanza Gálvez me enseña, con orgullo, un dibujo a lápiz que le hizo el pintor en la terraza de su casa, con la iglesia de San Matías al fondo. Esperanza vio a Villar Yebra unos días antes de morir: “Estaba de mal humor y algo rabioso, porque tenían que llevarlo en una silla de ruedas. Me lo encontré sentado en la cama, muy derecho, y le dije: ‘¿Qué haces, Enrique?’. Le di muchos besos y a él también le dio mucha alegría. ‘Estoy perdiendo mucho con esto de estar sin el saxofón’. Y no hablaba de otra cosa que no fuera que le habían quitado el saxofón”. Pasó los últimos días de su vida en la residencia de ancianos de la Casa de los Pisa: “Allí tenía su cama y su silla”, cuenta con pesadumbre Esperanza.
lunes, 26 de noviembre de 2018
EL LABERINTO DE LA CÁRCEL
domingo, 11 de noviembre de 2018
EL PASO DE LOS AÑOS
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Jesús Valenzuela en campaña. Granada Hoy |
Jesús Valenzuela falleció en la madrugada de ayer, 30 de enero, de un infarto, cuando se había jubilado en octubre pasado. Descansa en paz, compañero. Esta palabra se la oí muchas veces y es que somos compañeros en la vida y en la muerte.
Publicado en Wadi-as, periódico de la comarca de Guadix, octubre-noviembre de 2018
domingo, 28 de octubre de 2018
EPISODIOS HOSPITALARIOS II
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Madrugada en Hospital Virgen de las Nieves |
domingo, 21 de octubre de 2018
EPISODIOS HOSPITALARIOS I
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Madrugada en Hospital Virgen de las Nieves |
El 8 de junio de 2009, a las 17:40 horas, estoy citado en el Hospital Clínico de Granada, para que me hagan una colonoscopia. Un joven, de unos veintitantos años, también está esperando, acompañado de su mujer, para que le hagan una endoscopia. Lo llaman pero sale en un par de minutos. “Cuando me meten el tubo por la boca, me entran ganas de devolver y les he dicho que no quiero hacerme la endoscopia”. Entre unos y otros intentamos convencerlo, pero el joven no cede y al final se marcha. Seguidamente, entro en una habitación pequeña –como una sala de curas– para que me hagan la colonoscopia. Siguiendo las instrucciones de la enfermera, me desnudo, me pongo una bata abierta por atrás y me tumbo de lado en una camilla. La enfermera me pincha varias veces en el dedo pulgar para ponerme el suero y, acto seguido, el facultativo me introduce el endoscopio por el ano. El aparato consta de una pequeña cámara y al mismo tiempo va soltando aire en la tripa para que se vaya abriendo, aunque de todo esto me enteré después. Conforme avanza el endoscopio en el intestino, los dolores son atroces y en mi vida he gritado tanto como esa tarde. Me armé de valor y le dije al médico de digestivo que aquello parecía un matadero, pues ni siquiera me habían anestesiado, y que prefería dejar la exploración para más adelante. El facultativo me explicó que el Servicio Andaluz de Salud no tenía dinero para pagar a un anestesista y ni siquiera para la anestesia. “Pero, sí tienen dinero para costear operaciones de cambio de sexo”, le respondí secamente. Entonces, intervino la enfermera diciendo que ya no se hacen estas operaciones (siguen haciéndolas). “No te preocupes, que te ponernos la sedación”, me dijo el médico tratando de tranquilizarme. La enfermera me puso en la muñeca una inyección, pero al poco sentí un dolor fuerte. “La sedación duele un poco al principio, pues la vena de la muñeca es estrecha…”, me advirtió. Sin embargo, el dolor era cada vez más insoportable, peor aún que el de la colonoscopia, hasta que le dije: “Pero, no se da cuenta que tengo la muñeca hinchada”. Y es que me había inyectado él sedante fuera de la vena.
domingo, 7 de octubre de 2018
LA VIEJA ENCINA DE MONTEVIVE
Recuerdo que una fría mañana de enero de 1996 llegué con mi familia a Las Gabias. Pero, antes de tomar posesión de la nueva casa, entre tanto follín del traslado y antes de que llegara el tío del camión con los muebles, nos dio por comernos unos churros en el quiosco que había en la plaza de Armilla. En medio de tanta bulla, siempre es bueno hacer un alto en el camino para echar un bocado. El caso es que los churros, a las siete de la mañana, nos sentaron bastante bien y hay gente que tiene arte con los palillos en la sartén de aceite. Hace unos meses repetímos la misma operación pero el lugar y el precio ya no eran los mismos, pues el quiosco ha cambiado de lugar: “¿A cómo son?”, pregunté. El del mandil no supo decirme a ciencia cierta a cuánto salía el kilo de churros, aunque los churreros tienen salida para todo: “¡Hombre, nosotros siempre aconsejamos una rosca para cuatro personas!”. “Bueno”, le dije, con resignación. El caso es que me vine para Las Gabias con mi rosca de churros y con dos euros y medio menos en el bolsillo. En algunos sitios –como en una churrería que había por el Gran Eje de Jaén- te servían las roscas de churros atadas con un junco, si eran para llevar. Y la verdad es que quedaban la mar de bien.
sábado, 22 de septiembre de 2018
LOS ALUMNOS DE DON EMILIO CARMONA
Me encanta
esta foto del maestro don Emilio Carmona, rodeado de sus alumnos de
Castilléjar, a comienzos de los años sesenta, por la naturalidad con la que han
salido. Yo no llegué a tenerlo de maestro pero, cuando tenía siete u ocho años,
iría atrasado en la escuela y mis padres decidieron que me diera algunas clases
particulares en su casa, durante el verano. Don Emilio era amable y paciente, las
clases resultaban amenas aunque apenas recuerdo algunas anécdotas. En una
ocasión me preguntó: ¿De qué color es el caballo blanco de Santiago?, incluso
me repitió la frase pero yo no supe responderle porque la pregunta tiene su
truco. Otro día, don Emilio me habló de Cascorro, un poblado de Cuba, donde se
encontraba un fuerte español. En 1896, el soldado español Eloy Gonzalo se
arrastró con una lata de gasolina hasta la casa donde se encontraban los
insurrectos que les atacaban, le prendió fuego y regresó a su posición. Esto
hizo que la prensa española de entonces lo convirtiera en el héroe de Cascorro.
En la Enciclopedia Álvarez recuerdo que venía un dibujo del soldado, con su
lata de gasolina, y una reseña de su hazaña. Desde entonces, nunca he oído
hablar de este héroe en los libros de historia, los historiadores españoles aún
hoy pasan de puntillas sobre el Desastre de 1898, con la pérdida de las últimas
colonias de Cuba, Filipinas y Puerto Rico. España ya no se recuperó y se encerró
sobre sí misma. Pero ahí está su obra, su cultura y su lengua en diecinueve países
de Hispanoamérica.
Los alumnos que aparecen en la fotografía con el maestro creo que tienen entre once y doce años. En aquellos años, los pueblos y las casas estaban llenos de niños, pues los matrimonios solían tener cuatro o más hijos. Hoy, en cambio, la situación se ha invertido, pues los pueblos se han cargado de pensionistas –precisamente, estos chavales de la imagen han llegado o están llegando a la edad de la jubilación–, mientras que escasean los niños, pues en España ya hay más defunciones que nacimientos.
Manolo Martínez Puerta colgó la fotografía en junio pasado y escribió en Facebook: Bueno, os pondré los nombres de los que me acuerdo empezando por arriba, a la izquierda: José Maeras, Andrés de Vicentón, Juan Fresneda, ?, Carlos Durán, Manolo Gómez, Miguel Morenilla, Antonio el de Iluminada, Miguel el Coscón, José Lózar y Serafín Encinas. Sentados, por la derecha: José Luis el del herrador, Carpintero de Juan, ?, Quico el Moro, Manolo Rodríguez, el de Antonio el barbero, Tomás Pinteño, Manolo Martínez y Ramón Martínez, y por supuesto el maestro es Don Emilio, un gran maestro. La interrogación quiero decir que no me acuerdo del nombre, el 1º sé que vivía en la Sacristía, y el 2º vivía en el molino del Duque. Carlos Durán hace este comentario: Hola, Manolo. Una reliquia, cuántos recuerdos evoca, los niños de nuestra generación, la clase de Don Emilio, prácticamente los recuerdo a todos. Y Don Emilio, el mejor maestro que tuve. Recuerdo cuando algunas tardes nos leía la novela de ‘Lassie’ el perro cazador. Un hombre inteligente y humano.
He leído los nombres y, al observar sus caras, he reconocido a veces con dificultad a algunos de aquellos compañeros de colegio (han cambiado bastante, pues aquí está su imagen original). A muchos de ellos no los he visto desde la infancia y a otros me los he encontrado en algunas ocasiones, en el pueblo, pues la inmensa mayoría tuvieron que emigrar a Cataluña y a otras regiones. Da vértigo pensar que la mayoría de estos niños son ya abuelos. Carlos Durán me dice que la foto es de 1965 y que posiblemente está hecha en el patio de las antiguas escuelas públicas. Con anterioridad, allí se encontraba la Tercia, donde antiguamente almacenaban el grano para pagar los diezmos. El edificio de las escuelas fue derribado y hoy se encuentra el Ayuntamiento en el mismo solar. En Zújar pasó igual, el antiguo edificio de la Tercia fue destinado a escuelas públicas.
No me canso de mirar esta foto, aunque yo no aparezco, pues creo que estaba internado en el colegio. A Andrés, el de Vicente, lo he saludado en las fiestas de agosto (no lo veía desde que éramos niños), tiene el mismo semblante y parece que los años no han pasado por él. También he estado con Manolo Martínez, que se conserva bastante bien, lo mismo que Carlos Duran al que saludé el año pasado. Sin embargo, José Lózar falleció hace dos años, y Ramón Martínez hace más tiempo. Varios niños han salido sonriendo, pero llama la atención la naturalidad con la que posan todos, la misma que se aprecia en el maestro –apoya el codo en un alumno, mientras posa la mano en el hombro de otro–, pues les infundía confianza. En las fotografías de aquellos años, los maestros solían salir con cierto empaque y los niños con el gesto serio. A don Emilio le envié esta imagen y le pedí que me diera sus impresiones, o contara algo para el artículo que yo quería escribir, pero no me ha contestado.
En cuanto a la imagen de las Escuelas creo que no es de 1940 (se construyeron por esos años), pues los vestidos de las mujeres, con sus mandiles, y de las niñas que aparecen, indican que es de los años sesenta. A la derecha, y a continuación de las Escuelas, se aprecia colgado en la pared el anuncio circular de Teléfonos, que era de color azul e indicaba que allí se encontraba la centralita. En aquella época, en Castilléjar, habría unos diez teléfonos, de dos cifras: la farmacia tenía el número 16. La fotografía de los alumnos la hizo mi padre Leandro (la de las Escuelas posiblemente también), pues era el único fotógrafo del pueblo en aquellos años y se nota la mano de un profesional.
Recuerdo una
anécdota con Pepe Lózar. Yo tenía unos 16 años y el tendría un año más, aquel
domingo habíamos bebido más de la cuenta en el bar del Totovío y Pepe me propuso,
cuando ya estábamos achispados, que fuéramos a comer cerezas a un bancal que
hay cerca de la Fuente del Cuco. Era ya de noche y, por las Eras Bajas, fuimos
al Puntal de San Juan y luego andamos por la carretera, que entonces era de
tierra, podía habernos atropellado alguno de los pocos coches que circulaban.
En el camino íbamos riendo y diciendo tonterías, pero, cuando llegamos nos
dimos cuenta que las cerezas estaban verdes... Quiero recordar que nos
escurríamos por un ribazo y caíamos al suelo, aunque nosotros no dejábamos de
reír. Poco después, emprendimos el camino de regreso. Cuando llegué a mi casa,
todos estaban acostados y yo no atinaba a subir por las escaleras.
Nota: Isabel, la esposa de don Emilio, falleció hace más de un año.
sábado, 8 de septiembre de 2018
LA VERDAD SOBRE LOS INDEPENDENTISTAS
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Sánchez y Torra en la Moncloa |
domingo, 22 de julio de 2018
EL TRÁGICO VERANO DE 1936
En los días previos a la Guerra Civil (18 de julio), el diputado y jefe de la Oposición José Calvo Sotelo visita las Escuelas del Ave María, acompañado del obispo Manuel Medina Olmos y de don Pedro Manjón. La foto es todo un presagio y nadie podía imaginar la tragedia que se estaba tramando en España. Calvo Sotelo fue asesinado el 17 de julio y el obispo Medina Olmos, el 30 de agosto. Sin embargo, el uno de julio de 1936 aparece en el periódico Ideal este refrescante anuncio: “Pruebe la mejor chufa en café bar Suizo. Nevería mostrador. Horchata de chufa, blanco y negro, leche rizada..., a 0,50 pts. Merengada y turrón napolitano, a 0,70”. Este otro anuncio ofrece al público las legítimas tortas: “Última novedad: torta valenciana a 0,5 y 1 peseta pieza. Pastelería Bernina”. Un viajante ofrece el último grito en bragueros: “A los herniados. El conocido ortopédico ‘Hernius’ en Granada, con el famoso ‘super comprensor Hernius automático’ (patentado). No lleva trabas ni tirantes, bajo nalgas, no oprime...”. Otros anuncios de entonces solían utilizar como gancho nombres como los de los actores de Hollywood: “Será usted hermosa conservando sano su cutis. El tratamiento de Elizabeth Arden... Para detalles e instrucciones pida ud. el folleto, ‘En pos de la belleza’. Perfumería la Victoria. Zacatín, 51”. Pero liarse un cigarro, darle un lametón al papel y encenderlo con el ‘mataconejos’, seguía siendo cosa de hombres, así como llevar la colilla apagada colgando del labio: “Almacén de papeles de fumar al por mayor. Ventas en firme. José Costales. Mesones, 22”.