lunes, 17 de octubre de 2016

EL ENCUENTRO





Foto de los seminaristas en 1967


El sábado, día 15, nos reunimos en el parque de Pedro Antonio de Alarcón, de Guadix, unos sesenta antiguos exseminaristas y sacerdotes, que estuvimos en el Seminario en la década de los años sesenta. Allí se encontraba el antiguo rector del Seminario, Leovigildo Gómez Amézcua, y el padre espiritual Manuel Cantero. Entre los antiguos alumnos había bastantes docentes, tres párrocos de Guadix y el resto dedicados a diferentes profesiones, pues no hay que olvidar que el Seminario era el internado más económico en aquella época, aunque también el más disciplinado, pero los años cursados nos sirvieron para que pudiéramos sacar una carrera en la facultad o dedicarnos a una profesión.

Para la inmensa mayoría de nosotros habían pasado más de cincuenta años desde que no nos veíamos, esto es, desde que éramos adolescentes o jóvenes. La idea de reunimos surgió entre Antonio Montes –se ha jubilado de comandante del Ejército– y yo, pues hacía poco que nos habíamos conocido a través de Facebook y fuimos entablando amistad. Un antiguo alumno colgó una foto del curso, del Seminario, y entonces empezaron a acudir antiguos compañeros con sus comentarios, y aquí empezó todo. Como vi muy animado a Antonio, le dije que buscara algún restaurante por el Marquesado, donde pudiéramos pasar un rato agradable con los antiguos compañeros del Seminario. “Primero contactamos con la gente, aunque seamos diez, y después buscamos un sitio adecuado”, era nuestra idea. En la casa de Antonio, fue donde decidimos que era mejor reunirnos en Guadix, pues muchos iban a venir de ciudades lejanas. Entonces, llamamos a Jesús Valenzuela –candidato en las últimas elecciones a la Alcaldía de Guadix– para que se ocupara de buscar un restaurante. Y Luis Ambel, profesor jubilado y sicólogo, se ofreció para gestionar con el concejal del ayuntamiento la visita al Seminario y a la Alcazaba.

Después de contactar por Wassap, por Facebook y por el móvil con unos y otros para convencerlos, el encuentro tuvo lugar en el parque. Este lugar tan emblemático era, precisamente, al comienzo de cada curso, donde solíamos enjugar las últimas lágrimas, medio escondidos entre los setos, antes de subir las calles que nos llevaban al antiguo Seminario, hoy cerrado y en completo estado de ruina, lo mismo que la histórica Alcazaba, que fue residencia de El Zagal. Pero el tiempo pasa y va arruinando cuanto toca. Algún cura nos decía entonces que teníamos murria, al ver nuestra cara de penitentes. En aquella época solíamos comernos el bocadillo, acompañado de una gaseosa, en la desaparecida Bodega Castañeda, que tenía unas enormes tinajas donde envejecía el vino. La bodega estaba en la calle Baza, donde paraban aquellas destartaladas autedias que iban dando botes en los baches de la carretera. La despedida a la familia, los traqueteos de las autedias (cinco horas duraba el trayecto para algunos) y la entrada al Seminario, durante todo un trimestre, contribuían a que el día del comienzo de curso fuera para nosotros el más triste del año.

Luis Ambel proponía que lleváramos una galleta (como las que usan los militares) en la camisa, para identificarnos después de tantos años sin vernos, mientras que yo le decía de broma que era mejor ponernos el bonete en la cabeza (lo llevaron los seminaristas de años anteriores a nosotros). El caso es que Luis, con buen criterio, compró unas etiquetas adhesivas donde escribimos nuestro nombre para no tener que pasarnos el día pregonando quiénes éramos. No andaba descaminado, pues unos días antes ocurrió que, estando Luis, Antonio, Juan J. Gallego y yo en mi oficina de trabajo, se presentó de improviso un desconocido y no atinábamos quién podía ser, hasta que por la traza le dije: “¡Tú eres Rivas!”, aunque ya no me acordaba de su nombre.

Después de media vida sin vernos no sabías lo que te podías encontrar esa mañana, por eso el encuentro fue muy emotivo. Yo llegué a la puerta del parque a las 11 horas y vi un corrillo de gente, pero como no conocí a nadie seguí para adelante hasta que alguien voceó mi nombre. A muchos compañeros era difícil reconocerlos, después de tanto tiempo. Los años nos habían cambiado tanto la fisonomía, que costaba trabajo reconocer a los chavales de entonces. Éramos unos adolescentes espigados que corríamos como bisontes, pero los años nos han regalado quilos y canas de más, mientras que el trabajo y la familia nos fue desperdigando por diferentes ciudades, provincias o regiones de España. Después de los pertinentes saludos y abrazos, durante una hora, emprendimos la subida al Seminario pasando por el histórico Arco de San Torcuato y ascendiendo a la Plaza de las Palomas (hoy, plaza de la Constitución), donde solíamos quedarnos embelesados, mirando a través de los cristales, los famosos felipes y los ricos dulces de la antigua pastelería La Oriental. Pero aquellos pasteles no estaban a nuestro alcance. 



Subimos por el antiguo Hospital Real para desembocar en la calle Barradas (antiguamente, Puerta Alta). Ante nosotros se ofrecía el vetusto y enorme edificio del Seminario, con su espadaña al cielo y con un portón marrón que conducía a un hermoso patio con arcadas  y ventanales, con su pozo en el centro y entonces poblado de macetas. Las cuidaba Juan, el portero, que solía entonar zarzuelas para matar la soledad. En este entrañable patio –hoy ofrece un aspecto desolador, pues crecen las higueras– era donde nos hacían las fotos de cada curso, donde los sábados formábamos antes de salir de paseo por los alrededores de Guadix y donde recibíamos a los escasos familiares que venían a vernos. Dependiendo de la época del año, el patio era para nosotros la antesala del Seminario o de la calle. Toda aquella época de privaciones y de disciplina forman parte de nuestro pasado, mientras que hoy gozamos de mayor bienestar y comodidad, pero los estudios y la enseñanza que recibimos nos sirvieron para defendernos en la vida.

Jesús Valenzuela, Leandro y sus esposas. 11/2018









Nuestros lejanos recuerdos de entonces se fundieron con la realidad de hoy y, por unas horas, regresamos de nuevo a la ciudad de Guadix: con tristeza vimos el antiguo Seminario, que se encuentra en completo estado de ruina, lo mismo que la Alcazaba (desde que la compró el Ayuntamiento está cerrada) donde jugábamos al futbol, con una especie de botas de tela, mientras sentíamos el tañido cercano y solemne de las campanas de la Catedral. Aquí nos hicimos unas fotos para el recuerdo (en las escaleras de la Alcazaba solían hacernos la foto de todos los cursos) y después comimos en un conocido restaurante, donde tuvieron unas palabras de agradecimiento los antiguos superiores y algunos exalumnos. En media jornada hemos compartido recuerdos entrañables y anécdotas que teníamos olvidadas, con los  compañeros del Seminario que a la mayoría nunca los hubiéramos visto de no reunirnos, por lo que ésta es la agradable sensación que nos ha quedado. Las caras quizá han cambiado,  pero en el fondo seguimos siendo los mismos y el encuentro ha sido como un viaje a aquellos años de la adolescencia. Benito García Liñán, accitano aficionado a la escultura, tuvo el detalle de obsequiarnos, con una lámina diseñada por él, a cada uno de los asistentes. También quiero tener un recuerdo para varios compañeros, profesores y superiores que fallecieron durante estos años.




Reproduzco este escrito, publicado en Accitania, Diario Digital, sobre el 20 de octubre

Por Leovigildo Gómez Amezcua. 

El pasado día 15 de octubre, medio centenar de antiguos alumnos del Seminario Menor de Guadix, procedentes de distintas localidades y pertenecientes a cursos de los años 1960 y 1970, se reunieron en nuestra ciudad para celebrar una convivencia. Y lo primero que hicieron fue visitar el lugar donde había cursado sus estudios. Algunos de ellos eran sacerdotes; la mayoría eran seglares con distintas profesiones: maestros, médicos, escritores, abogados etc. A pesar de la advertencia previa que se les hizo, su impresión fue muy negativa, porque encontraron un edificio en ruinas: muebles destrozados, habitaciones destartaladas, escaleras rotas y mucha suciedad. Peor fue cuando subieron a la Alcazaba, que había sido campo de recreo para los seminaristas. Tras pasar con mucha cautela el endeble puente que la une al edificio, hallaron una gran explanada cubierta de matorral, sin las paredes que las separaban del exterior y con algunos torreones hundidos.
A pesar de ello, disfrutaron recordando sus tiempos de estudiantes y obteniendo innumerables fotografías. Después se trasladaron a la Catedral y desde allí se dirigieron a un restaurante para  culminar su visita a Guadix con una excelente comida. Algunos estuvieron acompañados por sus esposas. La sobremesa se prolongó hasta las 6 y media de la tarde. Durante ella se pronunciaron discursos, se contaron anécdotas y hasta se presentó un libro por su propio autor. La despedida fue muy emotiva. Pero a todos les quedó un amargo sabor de haber encontrado un edificio histórico, que fue adquirido por el Ayuntamiento a principio de siglo, y que ha sido materialmente abandonado por los sucesivos regidores municipales que ha habido desde entonces.

¿Cuándo llegará la hora de que tal situación se solucione? La respuesta está en los que actualmente nos representan democráticamente.







Esta foto desencadenó el encuentro, la colgó Juan Quintana, yo la compartí de J. Valenzuela y aquí empezó todo
Don Rafael Machado, con sus alumnos.Detrás está la Escuela Preparatoria. 
1965. Foto de Roberto Balboa

Verano de 1964, no sé dónde está hecha esta foto, de Hortal Marcos




Se borraron todas las fotos y he añadido dos

Fotos de Carmen Lomas, de Jesús Valenzuela y de Leandro

Respuesta al comentario del padre Manuel Cantero, pues este artilugio tiene sus atranques y sus cosas: 
Me ha costado trabajo describir por encima ese día. Al final decidí meter fotos para que reflejen lo que fue esta emocionante jornada para cada uno de nosotros. Van ya 471 lecturas en el blog y subiendo
Respuesta al comentario de Unknown, Agustín J. Carmona. Según dices pasaste algunos años en el Seminario, incluso plantaste y cuidaste pinos (por lo que deduzco que eres anterior a nosotros) y que te hubiera encantado estar con nosotros. Espero que vengas en caso de que nos reuniéramos de nuevo
Respuesta al comentario de Esperanza Sandoval. Gracias por estar siempre ahí, amiga Esperanza. Siempre te alegras de saludar a un conocido al cabo de los años, imagínate que lo multiplicas por unas cincuenta personas, al cabo de cincuenta años sin vernos. Fue toda una sorpresa y un acontecimiento porque la mayoría no nos reconocíamos. Salió mejor y vino mucha más gente de lo que podíamos esperar y gracias a todos por esas 1662 lecturas. Mereció la pena.
Comentario 21/10/16: Sin duda el Seminario era el colegio más disciplinado en aquellos años de los sesenta, pero también era el que daba la mejor enseñanza en la provincia de Granada, después del Instituto Padre Suárez.
Comentario 25/10/16: Estábamos desperdigados por esos mundos y Guadix ha vuelto a unirnos, unos y otros se han quedado con los teléfonos y direcciones de los compañeros de antaño. Esto nos animará a volver a repetir el encuentro, pues no esperábamos que saliera tan bien. Van ya 2015 lecturas. Jesús Valenzuela se ocupó del Wassap, de la comida y de los pimientos. De Antonio Montes y Luis Ambel sólo decir que son dos buenos elementos.

7 comentarios:

  1. Enhorabuena, Leandro.
    Dejas plasmada una "foto" de lo que fue ese día. Y las fotos ilustran para ver muchas cosas de las que disfrutamos ese día.

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  2. Una pena, no haberme enterado antes. Me hubiese encantado acompañaros. las fotos me removieron muchos recuerdos de los años que pase
    ahí, y algunos de esos pinos que plantamos o cuidamos.

    Gracias y espero asistir a alguna otra reunión con vosotros.

    Un saludo desde Cádiz

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  3. Buen reportaje, me ha gustado leerlo y sobre todo ver que esa buena costumbre de organizar encuentros de esta índole, debía de hacerse a menudo, nada mejor que compartir y rememorar tiempos compartidos. Un abrazo Amigo Leandro.

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  5. Entre los que asistimos a la comida, se ve a buena gente por ahí, por lo que los curas pueden estar orgullosos de su labor a pesar de aquella disciplina

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  6. Yo estuve en ese seminario por el año 1970, pero algunos meses me mandaban a casa porque padecía diabetes y en ocasiones me ponía bastante malo por las subidas y bajadas de azúcar en sangre. Mi nombre es Mariano Martínez Luque, y me hubiese gustado compartir ese día. No sé si habrá fotografías de esos años que estuve allí, en las que yo aparezca. No recuerdo muchos nombres de los muchachos que formaron parte del pelotón de ingreso de alumnos de aquel año. Yo también recuerdo las autedias en las que tuve que viajar desde mi pueblo de Alquife hasta Guadix, y también aquelllas amplias escaleras donde en los rellanos solía siempre haber algún cuadro de óleo pintado, y los pasillos largos y en lo más alto de todo el edificio, además de paso hacia la Alcazaba, estaban las salas amplias, separadas por tabiques, en las que se situaban las camarillas, nuestros dormitorios. Un saludo a todos.

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  7. Mariano, el Seminario es ya una auténtica ruina, lo mismo que la Alcazaba. No conozco a nadie de tu época por lo que poco puedo ayudarte. Ayer comimos unos 50 en el restaurante La Bella, de La Calahorra y hoy hemos subido al castillo. También visitamos Lanteira, pasando por Alquife

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