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Antiguos carteros de Madrid |
Dedicado a los carteros
Quien no ha vivido en un pueblo, no
puede saber el significado de esta frase tan simple. Con qué ansias le preguntaban
al cartero, a cualquier hora del día, aunque estuviera comiendo en la mesa: “¡Rafael,
que me han dicho que tengo carta…!”. La carta, más o menos, decía así: “Querida
madre: Al recibo de la presente, espero que usted se encuentre bien. Por aquí nosotros
andamos bien, a Dios gracias… ‘El Pesca’ se pasó el otro día con un paquete de
chorizos, no tenía usted que haberse molestado… Y sin nada más que decirle, se
despide su hijo que la quiere…”. Quizá todo empezó en 1835, cuando Samuel Morse
cambió la historia de las comunicaciones con aquel cacharro del telégrafo, aunque
fue nueve años más tarde cuando envió el primer telegrama desde Washington a
Baltimore, ciudades que distan entre sí unos sesenta kilómetros: “¡Qué cosas
tan grandes hace Dios!”, escribió Morse en el telegrama mientras el mundo se
quedó asombrado con el invento.
“Pero, ¿cómo pueden viajar esas
tiras de papel por los hilos?”, se preguntaban unos y otros. Y eso que Marconi
estaba aún por llegar, con las imágenes debajo de su chistera. El caso es que los
mensajes viajaban, como por encanto, a través de los postes de madera y los cables
del telégrafo, de manera que la ‘Western Union’ tardó poco en enviar al paro a los incansables
mensajeros del ‘Pony Express’, que recorrían los Estados Unidos de costa a
costa a base de relevos de caballos. Con el caballo de hierro y los postes de
telégrafos, el paisaje cambió radicalmente en los Estados Unidos, al mismo
tiempo que, desde los trenes en marcha, los aventureros disparaban a capricho contra
los bisontes y casi exterminan a los indios, confinándolos en reservas.
En España, a principios del siglo
XX, los escritores ya se quejaban de que los hilos del telégrafo afeaban el
paisaje de los campos y ciudades, mientras que las diligencias y los servicios
de postas se abrían paso por aquellos tortuosos caminos carreteros. El primer
telegrama se envió desde Guadalajara a Madrid en 1854 y, al día siguiente, la
noticia apareció en la ‘Gaceta de Madrid’, el actual ‘Boletín Oficial del
Estado’ que ya no se imprime en papel para ahorrar costes. Los artículos se
omitían en los telegramas y, en vez de los signos de puntuación, se ponía ‘stop’,
porque esta palabra salía gratis. De manera que han deformado el lenguaje, como
los SMS de ahora: “Viaje bien stop Saludos stop”. Aquellas románticas tiras de
papel blanco, pegadas sobre una octavilla azul, llevaban casi siempre una mala
noticia: muerte o enfermedad grave de un familiar, y de ello nos han quedado
abundantes testimonios en el mundo del celuloide. En cambio las buenas noticias
escaseaban, de manera que recibir un telegrama en los años sesenta era como
para echarse a temblar.
Sin embargo, los tiempos cambian
que es una barbaridad y, el dos de febrero de 2006, la poderosa ‘Western Union’
dejó de prestar el servicio de telegramas. Aquí, en España, en el 2005, se
enviaron solamente 51.766 telegramas, es decir, un 140% menos que el año anterior.
Pero es que un telegrama costaba entonces como mínimo 7,28 euros, aunque daba
derecho a escribir hasta 50 palabras. Demasiado caro. La red de telégrafos decayó
mucho en 1980, pues los robos de los hilos telegráficos de cobre eran
frecuentes por lo que fueron sustituidos por los radioenlaces. En los noventa llegaron
las comunicaciones por satélite de manera que agilizaron mucho la transmisión
de datos. Al comienzo del siglo XXI la red de postes e hilos había desaparecido
por completo.
La culpa de todo este desastre también
hay que achacársela al correo electrónico –que todavía es gratuito– y sobre
todo a los mensajes de wassap por el teléfono móvil. Éstos son los avispados nietos
del telégrafo y, por tanto, tataranietos de la carta. Y como es natural, las cartas
también han acusado el casi monopolio de los mensajes por los móviles. En el
2004, según Correos, los granadinos enviamos cuarenta millones
de cartas y, a cambio, recibimos algo más de cien millones. Casi nueve millones
más que el año anterior. Esto supone que, en los buzones granadinos, se repartieron
409.000 cartas diarias quitando los días festivos y feriados, como se decía
antiguamente. Correos se privatizó, creo que en 2003, porque no era rentable aunque
aseguraba que una carta tardaba un día en llegar a la misma localidad, dos días
si iba dirigida a un pueblo de la misma provincia, y tres días a cualquier
lugar de España.
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Felicitación navideña |
“¿Para qué vamos a esperar varios
días en recibir una carta, si el correo electrónico y el wassap son casi instantáneos?”,
es la pregunta que nos hacemos todos. Pero la ilusión que nos hace abrir una
carta de un amigo o de un familiar, con su sello matado, no nos lo da el
impersonal y frío correo electrónico del ordenador. Ya nos lo advertía Pío
Baroja, cuando al comienzo del siglo pasado los vehículos iban sustituyendo a
las viejas caballerías: “Lo que el progreso te da con una mano, te lo quita con
la otra”. Siempre recordaré a aquella mujer, con su chal y toda vestida de
luto, a quien Rafael, el cartero le había entregado una carta. La pobre no sabía
hacer la o con un canuto, pero se acercó a la cueva de su vecina y le dijo:
“¡Hazme el favor, ‘mujé’, que he tenido carta de mi Quico!”. Nos queda el
pequeño consuelo de que, todos los años, la Biblioteca de Cúllar celebra el
‘Certamen Literario de Cartas de Amor y Desamor’.
Posdata: este artículo lo publiqué en marzo de 2016.
Comentarios:
ResponderEliminarAntonio Martínez Lorente. Bonita historia que se esta viendo afectada por la tecnología y puestos fuera, eso a los empresarios los pone de contentos que no veas, y lo paga siempre , nosotros claro, me a gustado y disgustado al mismo tiempo. buenos dias Leandro Garcia Casanova .
Me gusta • Responder • 2 de marzo a las 9:00
Antonio Medina Guevara Muy interesante...
Leandro Garcia Casanova Las cartas se van a convertir en una pieza de museo
Leandro Garcia Casanova Gracias, Antonio Martinez Lorente. La tecnología destruye puestos de trabajo, lo mismo que el maquinismo en el siglo XIX
Carmen Martinez Lorente Cuantos recuerdos encierra ese artículo. Me ha gustado
Leandro Garcia Casanova La mujer de la foto de la calle del Rosario siempre la asocié a que venía de recoger una carta, de cuando mi padre era el cartero. De ahí viene el artículo. Es un recuerdo a esa época
Carmen Martinez Lorente Seguramente. No recordaba que ese era el nombre de la calle pero si el lugar. La señora ha dejado tu casa y se encuentra a la altura de la de Nati
Leandro Garcia Casanova La foto me trae muchos recuerdos y así vestían las mujeres entonces
Me imagino a mi padre echando la foto por la espalda, a la mujer vestida de negro. La calle aparece con el barro de la lluvia de aquel invierno de los setenta.
Este es el comentario que me envía Carlos Mesa, el día 26 de diciembre : Fabuloso trabajo. Me ha encantado. Lo único que Correos aún en la actualidad no está privatizado. Es una empresa pública estatal. Al igual que RTVE, agencia EFE, etc.
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