domingo, 21 de febrero de 2016

DOS MUJERES Y EL VOTO FEMENINO













Cuando finalizó la I Guerra Mundial, varios países europeos aprobaron el voto de las mujeres. Fue la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1929) la que aprobó el voto femenino en las elecciones locales. Sin embargo, fue reconocido plenamente en la II República (1931-1936). Dos mujeres fueron precisamente las protagonistas en los debates, para su aprobación en el Congreso: las abogadas y diputadas Clara Campoamor (Madrid, 1888-Lausana, Suiza, 1972), que estaba a favor, y Victoria Kent (Málaga, 1892-Nueva York, 1987), que se posicionó en contra. En 1928, junto a Clara Campoamor, Matilde Huici, ambas políticas feministas, y otras mujeres, fundan el ‘Instituto Internacional de Uniones Intelectuales’. En 1931, Victoria Kent se hace militante del Partido Republicano Radical Socialista y consigue ser elegida diputada, junto a Clara Campoamor, del Partido Radical, y Margarita Nelken, del Partido Socialista. Ellas fueron las tres primeras españolas que entraron en las Cortes.

Con motivo de las discusiones para aprobar el sufragio femenino, Victoria Kent se manifestó en contra de otorgar de forma inmediata el voto a las mujeres. Su opinión era que la mujer española carecía en aquel momento de la suficiente preparación social y política como para votar de forma responsable y que, por influencia de la Iglesia, su voto sería conservador por lo que perjudicaría a los partidos de izquierdas. Victoria Kent decía que, una de las pruebas del alineamiento mayoritario de las mujeres con la derecha antirrepublicana, fue la entrega al presidente de las Cortes de un millón y medio de firmas de mujeres católicas pidiendo el cambio del proyecto de Constitución, para que respetara los derechos de la Iglesia. En el debate que mantuvo en las Cortes con Clara Campoamor, el 1 de octubre de 1931, sobre el derecho al voto de las mujeres, la malagueña pronunció estas palabras:

“Creo que el voto femenino debe aplazarse. Creo que no es el momento de otorgar el voto a la mujer española. Lo dice una mujer que, en el momento crítico de decirlo, renuncia a un ideal (...). Lo pido porque no es que con ello merme en lo más mínimo la capacidad de la mujer; no, señores diputados, no es cuestión de capacidad; es cuestión de oportunidad para la República (...). Cuando la mujer española se dé cuenta de que sólo en la República están garantizados los derechos de ciudadanía de sus hijos, de que sólo la República ha traído a su hogar el pan que la monarquía no les había dejado, entonces, señores diputados, la mujer será la más ferviente, la más ardiente defensora de la República; pero, en estos momentos, cuando acaba de recibir el señor Presidente firmas de mujeres españolas que, con buena fe, creen en los instantes actuales que los ideales de España deben ir por otro camino, cuando yo deseaba fervorosamente unos millares de firmas de mujeres españolas de adhesión a la República”. Y concluyó diciendo: “Por hoy, señores diputados, es peligroso conceder el voto a la mujer”.

Clara Campoamor citó a la escritora gallega Emilia Pardo Bazán y replicó con ironía a Victoria Kent: “Yo y todas las mujeres a las que represento queremos votar con nuestra mitad capaz masculina, ya que no hay degeneración de sexo, porque todos somos hijos de hombre y de mujer, y recibimos por igual las dos partes de nuestro ser”. El discurso de la madrileña fue memorable y convincente ante los razonamientos que exponían los diputados opositores al sufragio femenino. Les recordó la rápida equiparación de la mujer con el hombre, en términos de analfabetismo durante el período 1868-1910, contestó con dureza a los diputados que calificaban a la mujer como un ser incapaz y, citando a Humboldt, aseguró que la única forma de madurar en el ejercicio de la libertad es caminar dentro de ella.  Clara Campoamor siguió diciendo: “Sólo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar, las demás las hacemos todos en común. No podéis venir aquí vosotros a legislar, a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras”. Este discurso fue recogido en su libro ‘El voto femenino y yo’ (Editorial Horas. Madrid, 2006), de manera que su enérgica defensa del voto femenino la convirtió en la defensora de los derechos de la mujer. Acción Republicana, uno de los partidos que votó en contra, propuso el sufragio para los hombres a partir de los 23 años. Sin embargo, fijaba el límite de edad para las mujeres en 45 años, basándose en una supuesta inmadurez tanto en la “voluntad como en la inteligencia”. Otros muchos diputados de la izquierda decían que las mujeres “se dejaban llevar por la emoción y carecían de reflexión y espíritu crítico”. Al final, el debate acabó con la aprobación del sufragio femenino por 161 votos a favor y 121 en contra. Lo apoyaron el Partido Socialista, la derecha y pequeños núcleos republicanos. Y votaron en contra el grupo de Campoamor, el Partido Radical Socialista y Acción Republicana. El artículo 36 de la Constitución de 1931 quedó redactado así: “Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de 23 años, tendrán los mismos derechos electorales conforme determinen las leyes”.







“Una clara victoria”, fue el titular de la revista ‘Gracia y Justicia’, que venía acompañado de un dibujo donde ambas diputadas republicanas aparecen boxeando. Clara Campoamor logró el sufragio para las mujeres pese a la sorprendente oposición de la izquierda, esta victoria causó un gran revuelo en España así como la airada protesta del histórico socialista Indalecio Prieto, que calificó su aprobación como “puñalada trapera a la República”. En las elecciones de 1933, como vaticinaron Victoria Kent y muchos diputados, ganó las elecciones la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), debido sobre todo al voto conservador femenino. De manera que sus detractores culparon de la victoria a Clara Campoamor, que no consiguió renovar su escaño. Al año siguiente abandonó el Partido Radical y pidió ingresar en Izquierda Republicana, pero le abrieron un expediente y votaron en público su solicitud, que fue denegada. La incansable luchadora por el derecho de la mujer a decidir soportó la incomprensión, no solo de sus oponentes, sino también de sus compañeros de partido, incapaces de asumir la independencia política y social del sexo femenino. Tres años después, en febrero de 1936, ganó el Frente Popular (partido que unificó a la izquierda) y el voto femenino también fue decisivo. Pero la carrera como política de Clara Campoamor ya había concluido. Huyó de España al estallar la Guerra Civil y murió olvidada, en Suiza, en 1972.

En mayo de 1931, el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, nombró a Victoria Kent, directora general de Prisiones. Entonces puso en marcha la labor humanitaria que había llevado, en el siglo XIX, Concepción Arenal, otra figura histórica: con el metal de los grilletes y cadenas de las cárceles, erigió una estatua a la ‘Visitadora de las Prisiones’. Mejoró la alimentación de los presos, introdujo la libertad de cultos en las cárceles, concedió permisos por razones familiares y su afán fue recuperar al delincuente para la sociedad. También cerró 114 centros penitenciarios, porque estaban en pésimas condiciones y mandó construir la cárcel de mujeres de ‘Las Ventas’, en Madrid, donde no existían celdas de castigo. Asimismo, creó el Cuerpo Femenino de Prisiones, para las cárceles de mujeres, y el ‘Instituto de Estudios Penales’, que fue dirigido por su maestro, Jiménez de Asúa. El presidente Manuel Azaña calificó en sus Memorias de auténtico desastre el paso de Victoria Kent, como directora general de Prisiones. Era una mujer humanitaria.

Elecciones generales de 1933


Victoria Kent también salió malparada de aquel histórico debate sobre el sufragio femenino, pues le acarreó impopularidad y tampoco obtuvo acta de diputada en las elecciones del 19 de noviembre de 1933. Un año antes, abandonó la Dirección General de Prisiones. Tras la Guerra Civil se exilió de España, en 1949 fue reclamada por la ONU para que colaborara en la Sección de Defensa Social, y le dan el encargo de inspeccionar la lamentable situación de las cárceles hispanoamericanas. Sin embargo, lo abandonó poco tiempo después debido a que, según Victoria Kent, “más bien era un cargo demasiado burocrático”. Con la muerte de Franco y la llegada de la democracia, regresa a España en 1977 pero de nuevo vuelve a Nueva York. Aquí había fundado y dirigido la revista ‘Ibérica’, desde 1954 a 1974, en la que publicaba noticias de España para los exiliados republicanos en Estados Unidos. Al igual que Campoamor, Victoria Kent falleció olvidada en la ciudad de los rascacielos, en 1987. Es el triste destino de los hijos e hijas de España.


http://en-clase.ideal.es/opinion-200/2925-
 
Incluyo los comentarios de Facebook:
Carmen Hernández Montalban Extraordinario artículo!
Marijose Muñoz Rubio También a mi me pareció maravilloso.
Qué pena que el exilio se apoderase de almas tan exquisitas... la lucha incansable por conseguir algo de respeto, independientemente del sexo... la libertad de elegir, el libre albedrío...
Gracias Leandro, me ha encantado conocer a grandes luchadoras de dichos valores!

Leandro Garcia Casanova Fueron dos grandes mujeres, que se adelantaron a su tiempo pero fueron incomprendidas, criticadas, rechazadas... Las dos llevaban razón, a su manera: liberaron a la mujer y escribieron una página en la Historia de España. Ese fue su mérito y el comienzo de todo. Todavía conservo alguna página de periódico, de cuando Victoria Kent regresó a España
Maria Mai Mai grandes mujeres devemos a ellas,parte de la libertad que tenemos hoy
Leandro Garcia Casanova El voto fue el que liberó de las cadenas a la mujer, los discursos que echaron en las Cortes fueron memorables. Y sin embargo, con tanta feminista, ¿cuántas calles hay dedicadas a Campoamor y a Kent?

Maria Mai Mai llevas razon leandro

2 comentarios:

  1. Como siempre hago con los artículos tuyos, me lo he leído de cabo a rabo, me ha parecido extraordinario;cosas como esta son las que en realidad deben circular en un día como este, reivindicar los derechos de la mujer no creo que sea escribir ñoñeces en el muro con felicitaciones absurdas que en realidad no aportan nada, me parece que lo verdaderamente interesante es resaltar actos y comportamientos de las heroínas que nos precedieron. En realidad ellas son las precursoras de estas pequeños avances y libertades que las mujeres de hoy disfrutamos. Gracias por este árticulo amigo Leandro que con tu permiso voy a compartir.

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  2. Puede haber una lucha de sexos o de ideologías, pero no está de más reconocer el mérito de estás dos mujeres que lucharon contra tanta desidia. Son un ejemplo para los españoles. Gracias, como siempre, por leerme, Esperanza Sandoval

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