El antiguo Hospital Siquiátrico de Granada |
“El pasado 12 de enero, se celebró una mesa redonda en la Delegación del Gobierno sobre los ‘Internamientos involuntarios’ a los enfermos mentales, con estos ponentes: una trabajadora social, el jefe de Policía de Granada, el juez y la forense del Juzgado de 1ª Instancia, número 16 (de Familia), el jefe de Dispositivos y Cuidados Críticos de Urgencias (DCCU: ambulancias que atienden las urgencias) y el jefe de Servicio de Psiquiatría, del Hospital Virgen de las Nieves. Asistieron unos 50 familiares y enfermos, pero no ha salido nada en la prensa, yo tomé unos apuntes y no dispongo de más datos de los ponentes, pues no había programa del acto. La trabajadora social afirmó, entre otras cosas, que faltan información y recursos para los enfermos mentales, así como una mayor sensibilidad por parte de la sociedad. El jefe de Policía explicó la labor que realiza este cuerpo, cuando los jueces y los sanitarios requieren su ayuda para internar a los enfermos mentales, donde a veces es necesario utilizar la fuerza, reducir al enfermo y hasta llevárselo esposado.
Por su parte, el juez
de Familia habló sobre los traslados de los enfermos en crisis, donde la
mayoría de las veces es necesaria la autorización del juzgado, así como cuando se
produce un ingreso involuntario en un hospital psiquiátrico. Cuando el enfermo
mental deja de tomar la medicación –que lo mantiene relajado– o tiene una
crisis, puede mostrarse agresivo, pues en su mente hay una visión distorsionada
de la realidad. La forense se mostró partidaria de que el enfermo debe de saber
lo relativo a su enfermedad y justificó los ingresos involuntarios en personas
amnésicas, en los casos de una depresión grave y de psicosis tóxicas, como viene
ocurriendo durante los fines de semana entre los jóvenes que abusan del alcohol.
El jefe de servicio,
de Psiquiatría, indicó que el 80% de los ingresos involuntarios se dan por
Urgencias, y el 20% restante se hace de forma voluntaria. Dijo que, no hace
muchos años, había tres auxiliares que se desplazaban en una ambulancia,
reducían al enfermo, lo maniataban si era preciso y lo llevaban al hospital. Cobraban
por acto realizado y, si no traían al enfermo, no les pagaban. Hoy, en cambio,
hay un sanitario, un médico y un psiquiatra. Durante el franquismo, también se
daba el caso de que un alcalde podía firmar una “orden de internamiento” de un
vecino –por causas justificadas, o porque quisiera quitárselo de encima– y lo
ingresaban una temporada en el psiquiátrico. Y en la visita de un alto cargo a
Granada, el gobernador civil dio la orden de ingresar a once mendigos para
quitarlos de la circulación. Añadió que el sistema sanitario está organizado
para todos, menos para el enfermo mental –que depende del Servicio Andaluz de Salud
Mental–, los citan cada dos meses, no hay visitas a domicilio de los
psiquiatras y la familia tiene que sortear toda clase de obstáculos.
Un asistente al acto expuso
que su hermano de 44 años estaba siendo maltratado física y psíquicamente, en
una residencia privada, subvencionada por la Junta. Esto lo reconoció el
enfermo, delante del familiar y del psiquiatra del Equipo de Salud Mental, que
pudo comprobar que tenía una herida en la nariz a causa de un golpe que le
propinaron. El psiquiatra prometió hacer un informe para que el enfermo fuera trasladado
a un centro público, pero al día siguiente dijo que no había plazas y que siguiera
en la residencia donde está padeciendo toda clase de vejaciones. El familiar
puso una reclamación y, días después, cuando habló con un alto cargo del hospital,
tuvo que oír esto: ‘Si yo fuera el psiquiatra, te denunciaba en el Juzgado’.
Esto
es un submundo donde está todo por hacer, mientras que los enfermos mentales
están en el mayor desamparo: no hay recursos, no hay medios. La Reforma Psiquiátrica
consistió en cerrar todos los psiquiátricos en Andalucía, mientras echaron a
los enfermos a la calle para que los cuidaran sus familiares. Según
Instituciones Penitenciarias, uno de cada cuatro reclusos españoles padece
alguna enfermedad mental, pero sólo hay dos psiquiátricos penitenciarios: en
Sevilla y Alicante. Creo que hay medio centenar de plazas, para 8.000 familias
granadinas que tienen a su cargo enfermos mentales. Ayer precisamente me decía
la Defensora del Paciente, Carmen Flores: “No descansaré hasta que a los
enfermos mentales los atiendan como a los demás”. Pero, cuando una mujer llama por teléfono a
la Policía, o tiene un moratón, toda la maquinaria se pone en marcha. Sin
embargo, cuando a un enfermo mental lo maltratan física y psíquicamente, la
maquinaria se pone en marcha, pero contra el denunciante, como yo mismo he
podido comprobar”.
Este artículo salió
publicado en La Opinión de Granada, el 17 de enero de 2009, y cuatro años
después se puede decir que seguimos prácticamente en la misma situación. En
otra ocasión, oí a un especialista en enfermos mentales que decía: “Ellos no
pueden pedir más médicos, porque están en la calle al otro día”, se refería a
los psiquiatras y médicos. Pero si los facultativos no denuncian las carencias
del sistema sanitario –ellos lo conocen mejor que nadie–, ¿quién lo va a hacer?
En cuanto a las visitas al psiquiatra, lo normal es que vean a los enfermos
mentales cada seis meses. Ya me dirán el seguimiento que pueden hacer del
enfermo, en una consulta que dura cinco o diez minutos. O que no llega a quince
minutos al año.
El asistente al acto,
que denunció que su hermano de 44 años estaba siendo maltratado física y
psíquicamente, en una residencia privada, era yo. Desde 2009 soy tutor de mi hermano,
un enfermo mental con cierto atraso. Estaba internado en una residencia
geriátrica concertada, en un pueblo de la provincia, y aquí lo único que
recibía eran malos tratos: lo tenían durante el día encerrado entre las
cancelas de la rampa de una cochera, con cuatro radiadores de aire
acondicionado sobre su cabeza, por lo que en el verano soportaba temperaturas
superiores a los 44 grados y, cuando no, le propinaban golpes y patadas. El director
de la residencia me decía que molestaba a los residentes o que lo metía en la
rampa el tiempo de fumarse un cigarrillo. Denuncié estas vejaciones, maltratos
y abandono en la Fiscalía Provincial, pero lo archivaron sin más trámites, con
un informe de la Guardia Civil que dice así: “…no está sufriendo maltrato alguno
por parte del personal laboral que se encuentra en el Centro prestando sus
servicios, sino que por lo contrario se observó le unen lazos de afectividad
por los 15 años que lleva en el Centro”. También puse varias denuncias en la
Inspección de los Servicios Sociales, pero el resultado fue que el director
tomó más represalias mientras archivaban las denuncias por falta de pruebas, sin más contemplaciones. Hasta que, en el verano de 2010, salió una crónica en
Ideal con dos fotos del enfermo: sentado en una silla al final de la rampa y
con varias heridas en los tobillos.
La reacción del director fue echar al tutelado de la residencia geriátrica (tenía a otros dos enfermos mentales y dos denuncias de otros residentes) y ya no tuvieron más remedio que buscarle una plaza, en una residencia para enfermos mentales, en un pueblo de la periferia de Granada. No hace mucho, algunas monitoras de la residencia me han dicho que mi hermano es el que mejor se porta. Hoy va solo a coger el autobús a Granada y anda por las calles, para venir a un centro de enfermos de su clase. Pero había estado prácticamente encerrado en la residencia geriátrica desde 1995 y la única conversación (de forma obsesiva) que tenía era que le racionaban el tabaco porque padece EPOP (enfermedad pulmonar obstructiva crónica). Lo cogió en la residencia al estar tirado en el patio, si sigue allí no sé qué hubiera pasado, porque no lo llevaban al médico. Cuando lo llevé al médico por mi cuenta, en los análisis descubrieron que padecía EPOP. Así que imagínense cómo anda la atención a los enfermos mentales en España.
La reacción del director fue echar al tutelado de la residencia geriátrica (tenía a otros dos enfermos mentales y dos denuncias de otros residentes) y ya no tuvieron más remedio que buscarle una plaza, en una residencia para enfermos mentales, en un pueblo de la periferia de Granada. No hace mucho, algunas monitoras de la residencia me han dicho que mi hermano es el que mejor se porta. Hoy va solo a coger el autobús a Granada y anda por las calles, para venir a un centro de enfermos de su clase. Pero había estado prácticamente encerrado en la residencia geriátrica desde 1995 y la única conversación (de forma obsesiva) que tenía era que le racionaban el tabaco porque padece EPOP (enfermedad pulmonar obstructiva crónica). Lo cogió en la residencia al estar tirado en el patio, si sigue allí no sé qué hubiera pasado, porque no lo llevaban al médico. Cuando lo llevé al médico por mi cuenta, en los análisis descubrieron que padecía EPOP. Así que imagínense cómo anda la atención a los enfermos mentales en España.
Por aquellos días, hasta
una asociación de enfermos mentales me puso un acto de conciliación, pidiéndome
1.000 euros de indemnización, por responsabilidad civil, porque varias personas
denunciamos irregularidades en los medios de comunicación, como que el dinero
de las subvenciones iba destinado a otros fines. No acudí al acto de conciliación
ni les pagué nada. Contrataron a un abogado para denunciar a los disidentes. En cuanto a la Ley
de Dependencia, hay que decir que los recursos están prácticamente
paralizados. No hace mucho me decían que, en Cádiz, dieron la orden de que se
gastaran todo dinero que había para la Dependencia, antes de las elecciones al
Parlamento andaluz, que se celebraron en marzo del pasado año. A partir de
entonces, todo está paralizado, en Cádiz y en Andalucía, mientras que la
Administración andaluza y la central se culpan mutuamente de que no aportan su
parte proporcional de financiación.
El
Defensor del Ciudadano de Granada,
Manuel Martín, dijo ayer en Ideal que en toda España hay un millón de enfermos
mentales, de carácter grave, lo que representa un 3% de la población. De los
20.000 enfermos mentales que hay en Andalucía,
9.000 viven en la provincia de Granada. También ha denunciado el
"desamparo en el que se encuentran las personas con algún tipo de
enfermedad mental grave en Granada y, por ende, sus familias, debido a la falta
de recursos para atenderlos y al desgaste que supone cuidarlos en casa”. El
Defensor ha solicitado "un cambio radical en la atención al enfermo
mental" y, además, que se lleve a cabo por parte de la Junta de Andalucía
"un plan de choque para paliar las carencias en salud mental en Granada,
derivada por la falta de recursos, tanto sanitarios como sociales". Martín
ha denunciado también que las listas de espera para ingresar en un centro es de
"tres a cuatro años", y por eso, además de más recursos específicos
para los enfermos mentales, ha solicitado que "se desbloqueen las listas
de espera". Hoy se celebra el Día
Mundial de la Salud Mental y es de agradecer el interés que el Defensor del
Ciudadano muestra por los más débiles, que esto no se quede en las palabras. Con
dinero se construyen residencias, se crean plazas y se contrata al personal
especializado.
Por
mi parte, he querido dedicar este artículo a los enfermos mentales, pero, como
siempre, en España vamos con un cuarto de siglo de retraso respecto a Europa, más
o menos. Y como digo, queda todavía mucho por hacer.
Posdata: Las directoras de las Unidades de Gestión Clínica de Salud Mental, de los hospitales Virgen de las Nieves y San Cecilio, han cuestionado las afirmaciones del Defensor del Ciudadano de Granada, en Ideal de Granada, del día diez: "¿Cómo van a concentrarse en esta provincia la mitad de los enfermos mentales de Andalucía? No es lógico". Pero ellas no aportan ningún dato para rebatir. El Defensor afirma que hay 9.000 enfermos mentales en Granada y, en mi artículo del 2009, yo escribo que hay 8.000. Más o menos coincidimos. Me pregunto por qué no denuncian las gravísimas carencias en Salud Mental. Cuando puse mi reclamación, el anterior gerente del Virgen de las Nieves me contestó que si fuera el psiquiatra me llevaba al juzgado. Así es cómo llevan el tema de los enfermos. En la noticia de abajo de Ideal, se echan flores.
http://www.ideal.es/diamundial/noticias/centros-sanitarios-atienden-granadinos-201310101548.html
El presidente de Agrafem denuncia que han desaparecido varios enfermos mentales de pisos tutelados, pero nadie los reclama. ¿Por qué no lo denuncia en el juzgado y defiende a los enfermos? Nunca lo hizo
http://www.ideal.es/granada/20131024/local/granada/joven-juan-pedro-garcia-201310241104.html
Faisem lo echó a la calle y lo recogieron en la Unidad de Agudos. De Juzgado
http://www.elmundo.es/andalucia/2013/10/25/526a4e970ab74018308b456a.html
Este es el comentario de Miriam Teruel, como no ha podido insertarlo me lo ha enviado por correo electrónico:
ResponderEliminarMe parece un artículo realista y muy detallado que describe la situación que viven los familiares y enfermos mentales. Es cierto, pasan los años pero la Salud Mental continúa "en pañales". A través de Afemagra, he conocido muchas familias que padecen esta situación. Sus rostros reflejan abandono, soledad, incomprensión, aislamiento; sobre todo, el de los padres de enfermos. En concreto, recuerdo un caso en el que la esposa y el hijo padecen enfermedad mental. El marido me confesó que cuando sale de casa para ir a su trabajo se decía a sí mismo: "Espero que no me pase nada conduciendo, porque ¿qué sería de mi familia entonces?" Con esa triste reflexión, que lo dice todo, me quedo. Gracias por tratar de luchar por cambiar esta situación en nombre de todos los familiares.
El problema de los enfermos mentales es que no dedican recursos para ellos, hace poco me contaba una persona: "Cuando llegaba la delegada de Igualdad a la residencia de ancianos, se gastaban un dineral en aperitivos...". En vez de gastárselo en los ancianos, celebraban la llegada de la delegada con todo el protocolo de personal. Una madre de un enfermo mental me contaba que, en su dormitorio tenía un cerrojo, pues el hijo no se controlaba. A otra madre de enfermo, el marido la había abandonado... Cada familia que tiene un enfermo mental es un drama pero casi nadie lo denuncia, la sociedad vive de espaldas, los gobernantes se gastan el dinero en cobrar dietas y los responsables de los enfermos miran para otro lado y critican a quienes denunciamos la grave situación. Esta es el panorama lamentable que tenemos en España.
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