José Martínez Ruiz, ‘Azorín’, nació en Monóvar (Alicante), en 1873, y murió en Madrid, en marzo de 1967. Han pasado 46 años desde su muerte y sigue vigente lo que escribía Melchor Fernández Almagro, en el ABC (07/03/59), haciendo una crítica del libro ‘Sin perder los estribos’: “¡Cuántos libros han sido leídos por el niño de principios del siglo, en virtud de la sugestión de Azorín, en nitidez, precisión y sabiduría extraordinaria!”. De joven, ‘Azorín’ abandonó los estudios de Derecho y se dedicó a la literatura. En ‘El Imparcial’, el periódico más influyente, contaba sus duros comienzos: “Iba por las noches, a primera hora a la Redacción, antes que nadie fuera, y me retiraba pasada la medianoche, casi a la madrugada. A la Redacción llevaba ya escrito el artículo, y en la Redacción, sentado ante la larga mesa común, escribía notas…”. Estuvo de pupilaje en muchas casas de Madrid, “por lo que no tenía más nutrimento que un panecillo de pan francés, por la mañana, y otro al anochecer, con veinte céntimos al día hacía yo mi comida. Que pruebe ahora cualquier principiante literario a hacer lo mismo”.
Hace poco leí ‘Vivir
en Granada’, donde el protagonista, Antonio Amaro, cuenta la “aventura más rara
que he conocido en mi vida”, pues le ocurrió a un amigo suyo, Jaime Torres. Cuando
éste era un anciano, quiso regresar a Granada para recordar los años que estuvo
estudiando en la Universidad; entonces, tenía que ir a Jaén y tomar una
diligencia para llegar de noche a Granada. Jaime quería experimentar aquellas
sensaciones de juventud, recorriendo las calles y paseos, el Albaicín, la
Alhambra… Para ello, se buscó un pupilaje modesto, en un cuartito empanado
(recibe la luz de un cuarto paredaño). La noche de su llegada a Granada no salió, y lo dejó para otro día.
Pero al amanecer no se decidió a salir de su cuarto, porque sentía miedo:
“desde lo alto de sus antiguas sensaciones, caería en las sensaciones actuales…
El pasado podía en él más que el presente”. Al cubiculario que le limpiaba la
habitación, le preguntaba cosas de Granada: “¿Existe aún el café Suizo? ¿Hay en
una callejita una cierta sombrerería?” (sería en el Zacatín, había una que
cerró hace años). El caso es que Jaime permaneció dos meses en Granada, pero no
se atrevió a salir de su cuarto empanado. En este cuento, ‘Azorín’ trata de
simbolizar la tenacidad del recuerdo, para que la visión de la vejez no
desvanezca aquellas emociones juveniles.
El final de ‘La
fiesta’ termina con esta frase: “Nosotros los poetas somos como las cigarras:
si las calamidades y desgracias de la vida nos dejan, cantamos, cantamos sin
parar; luego viene el invierno, es decir, la vejez, y morimos olvidados,
desvalidos”. Y al final de ‘Una elegía’, escribe: “Los martillos cantan sobre
los yunques con sus sones alegres; unas campanas lejanas llaman a las últimas
misas de la mañana. Yo camino despacio; yo digo: ‘Las cosas bellas debían ser
eternas…’”, se refiere a la pérdida de Julín, mientras ve su foto.
‘La ruta de Don
Quijote’, contiene el artículo, ‘Pequeña guía para los extranjeros que nos
visiten con motivo del centenario’, del que entresaco un párrafo:
Más adelante, ‘Azorín’
escribe unas líneas sobre la espera con el bibliotecario, pero prosigamos
leyendo el artículo:
“El insigne doctor ignora otra verdad fundamental de nuestra vida, otra pequeña síntesis nacional: y es que en Madrid un hombre discreto no debe acudir nunca a ninguna cita, y sobre no acudir, debe reprochar, además, su no asistencia a la persona que le ha citado, seguro de que esta persona le dará sus corteses excusas, puesto que ella no ha acudido tampoco (…). Con este objeto ha llegado a España, y marcha de una parte a otra todo el día con el lápiz en ristre. Pronto podremos leer el primero de sus libros en proyecto. Se titula ‘The time they lose in Spain’; es decir, el tiempo que se pierde en España”.
“El insigne doctor ignora otra verdad fundamental de nuestra vida, otra pequeña síntesis nacional: y es que en Madrid un hombre discreto no debe acudir nunca a ninguna cita, y sobre no acudir, debe reprochar, además, su no asistencia a la persona que le ha citado, seguro de que esta persona le dará sus corteses excusas, puesto que ella no ha acudido tampoco (…). Con este objeto ha llegado a España, y marcha de una parte a otra todo el día con el lápiz en ristre. Pronto podremos leer el primero de sus libros en proyecto. Se titula ‘The time they lose in Spain’; es decir, el tiempo que se pierde en España”.
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