viernes, 14 de agosto de 2020

INTRODUCCIÓN: CASTILLEJA DE LOS RÍOS

 




Vista de Castilléjar, años sesenta. Foto Pili Fernández
 

 



Copio una parte de la Introducción de mi libro, "LeandroCastilleja de los Ríos en blanco y negro.                                                         



La intención de editar este libro ha sido para reunir una mínima parte de la obra dispersa de mi padre, el fotógrafo y cartero Leandro García Domínguez (1919-1977). Hizo miles de fotografías, en blanco y negro, que varias generaciones de castillejaranos entre los años cincuenta y setenta han sabido conservar como el paño en el arca. Y al mismo tiempo, quiero dedicarle este libro como un reconocimiento a su labor, aunque Leandro nunca imaginó que esas fotos, en blanco y negro, cobrarían tanta importancia con el tiempo, pues hoy las conservan los hijos y los nietos de los retratados (…). Tengo que decir que han sido numerosos castillejanos los que me han recordado anécdotas de mi padre, o que me han dado las gracias por esas inolvidables fotos que hizo y que hoy son como piezas de museo. También han sido muchos los paisanos y amigos a quienes les he regalado alguna foto de mi padre, y al revés: me han entregado desinteresadamente retratos de aquella época y me han dado una alegría inmensa, al ver a conocidos, que fallecieron hace tiempo y los tenía olvidados, incluso a familiares, o paisajes ya desaparecidos. Hace años, me decía Maricruz Domínguez, una prima de mi padre, “llevo un año con la foto en la cartera esperando a ver si te veía”, o Dori Carasa que me envió otra, en ambas estoy con mi padre y mi hermana y tendré poco más de tres años. Cuando contemplo esas fotos parece que estoy en el limbo, pues yo tendría poco más de dos años. Los años pasan pero las fotografías permanecen.

 Por eso gustan tanto esas imágenes de antaño, en blanco y negro, porque nos transportan a nuestra infancia, a la época de cuando nuestros padres eran jóvenes y Castilléjar era todo el mundo conocido para nosotros. Hace poco, contemplaba una foto en que mis padres están con la familia de Juan el molinero (tenía unas hijas muy guapas), en una alameda, compartiendo una comida en un día festivo. Yo tendría unos seis años y mi padre andaría por los cuarenta, el caso es que se me saltaron las lágrimas pues añoro aquella época de la infancia. Últimamente les escribí a conocidos y amigos del pueblo a ver si tenían fotos antiguas para este libro, bastantes me las proporcionaron generosamente mientras que otros ni me contestaron. Así es la vida (…). ¿Quién no se hizo una foto con Leandro, en aquella época en que era el único fotógrafo del pueblo y siempre estaba disponible? Fue un autodidacta, yo lo recuerdo leyendo libros de fotos y montando su peculiar laboratorio, al lado de la puerta de entrada de la casa (y del portal, donde repartía las cartas sobre las siete de la tarde), que mis padres tenían en la calle del Rosario, número cinco. Es una pena que no haya quedado alguna imagen de esos repartos de cartas, con la gente apelotonada en el portal esperando oír su nombre. Eran cientos de emigrantes los que escribían a sus padres, con mucho sentimiento, desde Cataluña, Francia o Alemania (…). Con el tiempo, Leandro se convirtió en un fotógrafo que se conocía el oficio y recuerdo que los “catalanes” –los emigrantes que venían en las vacaciones y en la Feria de Septiembre– le compraban sobre todo las postales con los paisajes tan bonitos y pintorescos del pueblo, para enseñarlas en Cataluña: la vega y los ríos Guardal y Galera, los Barrancos, las cuevas y las eras, las calles y plazas, los barrios de Los Evangelistas, San Marcos o Santo Domingo, la ermita de Santo Domingo, la iglesia de la Concepción, las plazas del Caudillo y Nueva, la calle Mayor... Las postales las tenía expuestas en una pequeña vitrina de madera.

 Recuerdo que La gente venía a hacerse fotos para el carné de identidad y, al comienzo del curso en las escuelas, a veces le hacía fotos a cada uno de los niños. En fin, mi padre siempre andaba con la máquina en ristre, ya que lo suyo era vocación por la fotografía. Espero que os gusten las fotos en blanco y negro, con los capítulos siguientes: “Las escuelas y los niños”, hoy muchos de ellos son abuelos; en “Personajes”, la mayoría de las personas mayores que salen retratadas fallecieron; Castilléjar se ha ensanchado y su aspecto ha cambiado bastante, por eso lo llamo “Paisajes ya desaparecidos”; en “Leandro”, vienen algunas fotos de familia, y reservo otros capítulos para las “Fiestas” y los “Trabajos” del campo y la costura. Entonces las calles eran de tierra, no había agua potable ni luz eléctrica en todas las viviendas, la mayoría de los habitantes vivían en cuevas y sólo se veían unos cuantos coches y motocicletas, mientras que los animales de carga se utilizaban para el campo; nada se tiraba entonces y la gente era más humilde y solidaria con los demás, por la noche, las mujeres y hombres se sentaban a la puerta para charlar con las vecinos (…). Finalmente, tengo que decir que estas fotos tan entrañables que hizo mi padre, quitando alguna que otra, son de las más antiguas del pueblo y ya forman parte del patrimonio y de la memoria colectiva de Castilléjar (…).  El topónimo Castilleja de los Ríos es la mejor definición del pueblo y para mí es de los más bonitos de la provincia de Granada: Castilleja viene de castillejo, fortaleza pequeña, y De los ríos, por el Guardal y el Galera. El ejemplo lo tenemos en Castro del Río o en Castril de la Peña. Por eso, en homenaje a mi padre y como reivindicación del pueblo, he titulado el libro, “Leandro: Castilleja de los Ríos en blanco y negro”.

 (…). Quiero mostrar mi agradecimiento a quienes me han prestado fotografías para este libro, unos han colaborado con más y otros con menos, los enumero por orden alfabético: Antonia Moreno, ‘Arcoiris’, Antonio “el Solicita”, Ángeles Triguero, Carlos Durán, Carmen Martínez Lorente, Cirilo Vico, Conchi Román, Custo Pinteño, Dori y Josefa Carasa, Felipe Heras, Fernando Triguero, Flora y  Mari Román, Francisco Arán, Javier López, Justo García, Luís Dengra, Manolo Martínez, Mari Zambudio, Pablo Zambudio, Pepe Pinteño y Pili Fernández.

Posdata: el libro se vende en Castilléjar: en El Ecomuseoel Estanco y la Panadería de Blas. En Granada: Librería Don Bosco, calle Melchor Almagro, 9; Papelería Atalaya, Camino de Ronda 101; Hiperprensa, en Pintor Zuloaga 5. En Guadix, Librería Pipperen Plaza Chuchilleros, 4. Y en Huéscar, Librería Conchi Jesama, en calle Morote, 16. 


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