“El SAS recorta en verano en la Sanidad Pública en la Comarca de Baza” así reza este titular en el diario Motril@Digital, de fecha 22 de junio pasado, y añade que “la Junta de Personal del Área de Gestión Sanitaria Granada Nordeste ha mostrado hoy su desacuerdo con el plan de vacaciones programada por la Gerencia en dicha área sanitaria para este verano, basado una vez más en la política de recortes del Servicio Andaluz de Salud (SAS). Así se va a reducir personal y se reduce en número de camas”. Los representantes sindicales denuncian también que en el Hospital Comarcal de Baza se van a cerrar 14 camas del Servicio de Cirugía y 6 camas del Servicio de Medicina Interna, y se van a reducir el número de consultas médicas tanto en el hospital como en los centros de salud de la comarca, a la vez que se van a cerrar algunos consultorios. Por si esto fuera poco, el gerente ha decidido de forma unilateral el cierre de la planta de Cirugía, y la une con la planta de Traumatología. Todo esto supone menos personal, menos camas y menos calidad del servicio al usuario.
El
Servicio Andaluz de Salud suele hacer esto cuando llegan las vacaciones del
verano, dejando menos personal y menos camas en los hospitales. Nada de extraño
tiene que Andalucía ocupe los últimos lugares de España en Sanidad y en
Educación, por no hablar de pobreza. El País Vasco gasta el doble que
Andalucía, por alumno en Educación; y otro tanto se puede decir en Sanidad. Desde
hace más de diez años, se han ido produciendo continuos y alarmantes recortes
en el SAS, lo que produce largas listas de espera, numerosas reclamaciones y
menos atención a los pacientes. Muchos servicios están privatizados y Susana
Díaz casi ha desmantelado la Sanidad con sus recortes.
Si,
ahora, el Gobierno de Pedro Sánchez va a dar cobertura a un millón de
inmigrantes en la Sanidad española, las cosas van a empeorar bastante. Primero
tendrán que aumentar las inversiones para contratar más personal y adquirir más
camas, pero de esto no dicen nada. En los pueblos, la asistencia médica o las
Urgencias lo tienen peor que en las ciudades, como en las comarcas del
Altiplano, los Montes Orientales y las Alpujarras, donde la despoblación hace
estragos. Cuando yo era un niño, recuerdo que la gente decía: "Nosotros tenemos unas
perras guardadas por si nos ponemos malos". Y cuando mi hermano
cogió el sarampión, mi madre me metió en la cama con él para que yo me
contagiara también. Esto solía hacerse para que pasáramos la enfermedad a la
vez, no sé si por indicación del médico o por ignorancia. Recuerdo que mi madre
nos dio de postre un plátano, cuando esta fruta sólo la comían los ricos. En los
años sesenta, cuando alguno se quedaba enfermo en la cama y decidían llamar al
médico, la familia se ponía la ropa del domingo o algo más decente porque la
visita del facultativo era todo un acontecimiento.
Los
médicos de cabecera entonces eran unos profesionales, con vocación, pues tenían
que darle solución a todas las enfermedades y casos que se les presentaban,
cuando la higiene era mucho menor mientras que la mortalidad infantil y de la
población en general era bastante alta. La vida media de los españoles estaría
en 70 años, cuando hoy se encuentra en 83 y 85 años para los hombres y mujeres,
respectivamente. Habría unos dos millones de jubilados, con sus paguillas, como
decían los abuelos, cuando hoy pasan de nueve millones y hay que poner dinero
de los presupuestos porque las cotizaciones no alcanzan para pagar las
pensiones. Estaba entonces lo que llamaban la ‘Iguala’, donde el paciente le
pagaba cierta cantidad de dinero al médico para tener derecho a la asistencia sanitaria.
También solían regalarles una gallina, un borrego o un conejo, en fin, una
especie de copago; una mujer me contó hace unos diez años que le regaló un
borrego a su médico. Baza distaba 30 km de Castilléjar, por aquella infame
carretera de piedras y de polvo, y recuerdo que mi madre me llevó a que me
viera el especialista para hacerme una radiografía. Los Rayos X entonces eran
el no va más, y Baza (los baceños, como les decían entonces) tenía un pequeño
hospital y algunos especialistas médicos. Había que salir a las 8 de la mañana,
en el coche correo de la empresa Maestra, y regresar al pueblo a las 6 de la
tarde. Granada se encontraba a unos 140 km, se echaba un día para ir y otro
para venir, pues el transporte público no daba para más. Las Urgencias no
existían y para todo estaba el médico de cabecera, por lo que no era difícil
morirse por falta de medicamentos o de asistencia sanitaria.
En 1908,
el Gobierno conservador de Antonio Maura creó el Instituto Nacional de
Previsión mientras que los trabajadores cotizaban una perra gorda para el
Seguro Obrero Obligatorio. De ahí el nombre de la Casa de la Perra Gorda, en la
Gran Vía de Granada, donde se encontraba el Instituto Nacional de Previsión, y que
hoy es la Tesorería General de la Seguridad Social. El SOVI (Seguro Obrero de
Vejez e Invalidez) estuvo en vigor desde 1939 hasta 1967 para cubrir
situaciones de jubilación e incapacidad permanente, incluyendo el derecho a
acceder a la pensión de viudedad a la mujer del trabajador fallecido que lo
estuviera percibiendo, aunque, en los años sesenta, miles de los españoles no
tenían acceso a la Seguridad Social. En 1978, ya con la democracia, se
reorganiza el Instituto Nacional de Previsión mientras que la Constitución
española reconoce en el artículo 41: “Los poderes públicos mantendrán un
régimen público de Seguridad Social para todos los ciudadanos que garantice la
asistencia y prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad,
especialmente en caso de desempleo. La asistencia y prestaciones
complementarias serán libres”. Ni que decir tiene que se ha avanzado mucho en
la asistencia sanitaria y en los servicios sociales, no hay más que comparar
los índices de mortalidad infantil de aquellos años con los actuales. Sin embargo,
se producirá un notable retroceso con los recortes de personal, de camas y de presupuesto.
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