viernes, 19 de septiembre de 2025

ANGUSTIAS, LA DEL HORNO DEL PASEO

 

Angustias Balboa



Hace unos meses, mi amigo José María Laguna, maestro logopeda, me propuso entrevistar a Angustias Balboa Sánchez, la dueña del Horno del Paseo, de Guadix, que el 2 de octubre va a cumplir 93 años, pues nació en 1932. Nos sentamos en el comedor, que está al lado del mostrador de la panadería, y Angustias empieza a desgranar sus recuerdos con naturalidad.

En 1957 me casé con José Membrilla y en los años sesenta mi marido trabajó en la Panadería el Chinas, pero pasado un tiempo se quedó parado y entonces trabajó en varias panaderías de Guadix. Más tarde se fue a trabajar a la panadería de Lanteira y los fines de semana se venía a Guadix, pero consiguió que el dueño le alquilara el horno y le diera la harina fiada. Al final compramos el horno de Lanteira, entonces yo amasaba el pan en una artesa y horneábamos por la tarde. Aparte de los vecinos del pueblo, nos compraban mucho los pastores y los mineros, y así estuvimos allí siete años. Un día, Paco el Talabartero le dice a José que compre el Horno del Paseo. El caso es que nos dieron facilidades para pagarlo pero esta era una casa muy vieja y estaba hecha una pena. No tenía agua potable y teníamos que traerla del Caño de san Miguel, mientras que para amasar el pan utilizábamos el agua del pozo y del depósito que tenía la casa. Teníamos ya cuatro hijos pequeños y el último nació en Guadix, de mayor a menor se llaman: Juan José, Enrique, Antonio, Juan y Miguel. Mi marido solía acostarse después de comer al mediodía y amasaba durante la noche, mientras que yo me levantaba por la mañana, arreglaba a los niños para la escuela y después despachaba en el mostrador. También hacía magdalenas y tortas de bizcocho, que se vendían bastante bien. Cuando venían mis cuatro hijos del colegio, al mediodía, cogían la bicicleta que tenía un cajón atrás y repartían el pan a los vecinos, mientras que al más chico lo tenía en el horno conmigo. Me ayudaban mi hermana Carmela, que hacía las compras, mientras que mi madre y mi tía me echaban una mano con los niños.

Recuerdo que en la década de los ochenta un anciano octogenario me decía que, después de la guerra, las panaderías olían a pan desde lejos pero hoy ya no echan ese olor. Sin embargo, hoy, víspera de la Fiesta del Cascamorras, sobre las 18 horas, cuando iba por el Palacio Episcopal he olido el intenso olor a pan que venía del Horno del Paseo. Y al día siguiente, a las 8 de la mañana, una joven ya venía del horno con una barra de pan. El economista y político Ramón Tamames (falleció hace varios años) decía que el agua que le echaban a un quilo de harina, esa diferencia de peso, era la ganancia que obtenían los panaderos en los tiempos de la II República. Le comento esto a Angustias y me dice:

El horno de mampostería


–De un quilo de harina sale quilo y medio de masa, pero en conjunto de 100 quilos de harina salen unos 110 de pan. Al principio los labradores nos traían cien quilos de harina y les entregábamos una cartulina de cien tiques, esto es, recibían cien panes de a quilo, porque antes solamente se hacían de ese peso y el mostrador lo tenía abierto durante todo el día. Un día, José fue a la Fábrica de Harinas La Purísima, de don Germán, para pedirle que le fiara mil kilos de harina: Si quiere usted, le traigo las escrituras de mi casa en la Rambla de Pina, que compré por diez mil pesetas. Pero el dueño le contestó: Lo que necesites de harina, con dinero o sin dinero. Ocurrió también que varios empleados de la fábrica de harinas, de la estación, nos compraban pan y le hablaron bien al propietario, don Eduardo Gómez Mateos. El caso es que este nos buscó clientela. Y otra anécdota fue que mis hijos hicieron con la masa como una bola por el centro y el concejal, Pepe Cambil (en los años ochenta), al ver la barra de pan inflada, dijo: Se parece a un morruo. De manera que se quedó con ese nombre y es una especialidad de la casa.

          Morruo es un vulgarismo de morrudo, que tiene el morro grande. El Horno del Paseo, en la Calle Atahona, tiene además tres panaderías que están ubicadas en las Avenidas de Buenos Aires y de Medina Olmos, y en la Calle san Miguel. En ellas trabajan dieciocho empleados, mis cinco hijos también han trabajado en el horno, pero el mayor ya está jubilado, y a cada uno les fuimos regalando un piso. Pero cuando compramos el horno estábamos mi marido y yo solos, con un muchacho que trabajó aquí durante cuarenta años.


Angustias y su hijo Miguel
En fin, hoy ya tengo trece nietos y siete bisnietos, dice Angustias con satisfacción. Pero se ha emocionado al recordar lo que don Germán le dijo a su marido José: Lo que necesites de harina... Porque no había encontrado a  nadie que le prestara dinero para comprar harina. Yo apenas intervengo, porque Angustias está en la edad en que todo son recuerdos: Ahora me siento más débil porque la Nochebuena pasada me puse malísima, me llevaron al hospital y estuve un mes ingresada por una infección de orina. En esto su hijo Miguel se acerca y nos lleva a la habitación grande, que hay detrás del mostrador, y dice con satisfacción: Este es el horno giratorio de leña, tiene ya cuarenta años y fue fabricado en Barcelona. Fue entonces cuando le pregunté a Angustias por el año que falleció José: En 1999, con 67 años, era diabético, tenía que tomar oxígeno… Esa noche íbamos subiendo las escaleras al dormitorio pero, a la segunda vez que me dijo que se sentía muy mal, cayó desmayado en las escaleras. Llamé al médico pero murió poco después. A Angustias se le saltan las lágrimas al recordarlo.

Antes de despedirnos le digo a Miguel, por propia experiencia: Cuando faltan los padres, se les echa de menos. Pero es su madre la que responde: Sí, pero mientras tanto discutimos. Mi Pepe viene todas las noches y no quiere que yo esté en el mostrador. El caso es que no paro, pero tengo la silla y me siento. Ahora me cuesta trabajo subir las escaleras...

Angustias, la del Horno, es una mujer sencilla y de trato agradable, lleva toda la vida trabajando pero ahora siente que las fuerzas menguan. Sin embargo la tahona es su vida, allí junto a sus hijos, como cuando mecía al más chico, metido en una caja de fruta y envuelto en un paño, para que no llorara.

El Horno del Paseo y el Torreón del Ferro


José María Laguna la conoce desde hace muchos años, la convenció para que yo la entrevistara y le ha dedicado este párrafo: Angustias, mujer trabajadora desde la infancia hasta nuestros días. A lo largo de sus muchos años, atiende las labores domésticas, la crianza de cinco hijos y en su mente un objetivo que ayude a sacar a su familia adelante partiendo de cero. UNA PANADERÍA con el apoyo de su marido José, el cual muere siendo los hijos pequeños, asume la responsabilidad de llevar la empresa adelante, teniendo en cuenta el contexto histórico, sociocultural y económico posterior a la guerra civil. Hoy puede estar satisfecha, ya que deja un rico legado a sus hijos, nietos y bisnietos. Gracias, Angustias, por ser ejemplo para esta ciudad de Guadix, como mujer luchadora.

Publicado en Ideal en Clase

https://en-clase.ideal.es/2025/09/18/leandro-garcia-casanova-angustias-la-del-horno-del-paseo/?fbclid=IwY2xjawM5wrhleHRuA2FlbQIxMAABHs8dqmIlsV0gEqrioTqK7fHQR7U1eZ2YBz0fNHLwhRqC5hrJJcsm3tdpqwEr_aem_lh4oBwh7I8scfHZp1G_1xA



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