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Angustias Balboa |
Hace unos meses, mi
amigo José María Laguna, maestro logopeda, me propuso entrevistar a Angustias
Balboa Sánchez, la dueña del
Horno del Paseo, de Guadix, que el 2 de octubre va a
cumplir 93 años, pues nació en 1932. Nos sentamos en el comedor, que está al
lado del mostrador de la panadería, y Angustias
empieza a desgranar sus recuerdos con naturalidad.
–En 1957 me casé con José Membrilla y en los
años sesenta mi marido trabajó en la Panadería
el Chinas, pero pasado un tiempo se quedó parado y entonces trabajó en
varias panaderías de Guadix. Más
tarde se fue a trabajar a la panadería
de Lanteira y los fines de
semana se venía a Guadix, pero consiguió
que el dueño le alquilara el horno y le diera la harina fiada. Al final compramos
el horno de Lanteira, entonces yo
amasaba el pan en una artesa y horneábamos por la tarde. Aparte de los vecinos
del pueblo, nos compraban mucho los pastores y los mineros, y así estuvimos allí
siete años. Un día, Paco el Talabartero le dice a José que compre
el Horno del Paseo. El caso es
que nos dieron facilidades para pagarlo pero esta era una casa muy vieja y
estaba hecha una pena. No tenía agua
potable y teníamos que traerla del Caño
de san Miguel, mientras que para amasar el pan utilizábamos el agua del
pozo y del depósito que tenía la casa. Teníamos
ya cuatro hijos pequeños y el último
nació en Guadix, de mayor a menor se llaman: Juan José, Enrique, Antonio, Juan
y Miguel. Mi marido solía acostarse después de comer al mediodía y amasaba
durante la noche, mientras que yo me levantaba por la mañana, arreglaba a los
niños para la escuela y después despachaba en el mostrador. También hacía
magdalenas y tortas de bizcocho, que se vendían bastante bien. Cuando venían mis cuatro hijos del colegio,
al mediodía, cogían la bicicleta que tenía un cajón atrás y repartían el pan a
los vecinos, mientras que al más chico lo tenía en el horno conmigo. Me
ayudaban mi hermana Carmela, que
hacía las compras, mientras que mi madre
y mi tía me echaban una mano con los niños.
Recuerdo
que en la década de los ochenta un anciano octogenario me decía que, después de la guerra, las panaderías olían a
pan desde lejos pero hoy ya no echan ese olor. Sin embargo, hoy, víspera de la Fiesta
del Cascamorras, sobre las 18 horas, cuando iba por el Palacio
Episcopal he olido el intenso olor a pan que venía del Horno del Paseo. Y
al día siguiente, a las 8 de la mañana, una joven ya venía del horno con una
barra de pan. El economista y político
Ramón Tamames (falleció hace varios
años) decía que el agua que le echaban a un quilo de harina, esa diferencia de
peso, era la ganancia que obtenían los panaderos en los tiempos de la II República. Le comento esto a Angustias y me dice:
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El horno de mampostería |
–De
un quilo de harina sale quilo y medio de masa, pero en conjunto de 100 quilos de
harina salen unos 110 de pan. Al principio los labradores nos traían cien quilos
de harina y les entregábamos una cartulina de cien tiques, esto es, recibían
cien panes de a quilo, porque antes solamente se hacían de ese peso y el mostrador
lo tenía abierto durante todo el día. Un
día, José fue a la Fábrica de Harinas La
Purísima, de don Germán, para pedirle que le fiara mil kilos de harina:
Si quiere usted, le traigo las escrituras
de mi casa en la Rambla de Pina, que
compré por diez mil pesetas. Pero el dueño le contestó: Lo que necesites de harina, con dinero o sin
dinero. Ocurrió también que varios empleados de la fábrica de harinas, de la estación, nos compraban pan y le hablaron
bien al propietario, don Eduardo Gómez
Mateos. El caso es que este nos buscó clientela. Y otra anécdota fue que
mis hijos hicieron con la masa como una bola por el centro y el concejal, Pepe Cambil (en los años ochenta), al
ver la barra de pan inflada, dijo: Se
parece a un morruo. De manera que se quedó con ese nombre y es una
especialidad de la casa.
Morruo es un vulgarismo de morrudo, que tiene el morro grande. El Horno del Paseo, en la Calle Atahona, tiene además tres panaderías que están ubicadas en las Avenidas de Buenos Aires y de Medina Olmos, y en la Calle san Miguel. En ellas trabajan dieciocho empleados, mis cinco hijos también han trabajado en el horno, pero el mayor ya está jubilado, y a cada uno les fuimos regalando un piso. Pero cuando compramos el horno estábamos mi marido y yo solos, con un muchacho que trabajó aquí durante cuarenta años.
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Angustias y su hijo Miguel |
Antes
de despedirnos le digo a Miguel, por propia
experiencia: Cuando faltan los padres, se les echa de menos. Pero
es su madre la que responde: Sí, pero mientras tanto discutimos. Mi Pepe
viene todas las noches y no quiere que yo esté en el mostrador. El caso es que no
paro, pero tengo la silla y me siento. Ahora me cuesta trabajo subir las
escaleras...
Angustias, la del Horno,
es una mujer sencilla y de trato agradable, lleva toda la vida trabajando pero ahora
siente que las fuerzas menguan.
Sin embargo la tahona es su vida, allí junto a sus hijos, como cuando mecía al
más chico, metido en una caja de fruta y envuelto en un paño, para que no
llorara.
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El Horno del Paseo y el Torreón del Ferro |
José María Laguna la conoce desde hace muchos años, la
convenció para que yo la entrevistara y le ha dedicado este párrafo: Angustias, mujer trabajadora desde la infancia hasta
nuestros días. A lo largo de sus muchos años, atiende las labores domésticas,
la crianza de cinco hijos y en su mente un objetivo que ayude a sacar a su
familia adelante partiendo de cero. UNA PANADERÍA con el apoyo de su marido José, el cual muere siendo los hijos
pequeños, asume la responsabilidad de llevar la empresa adelante, teniendo en
cuenta el contexto histórico, sociocultural y económico posterior a la guerra
civil. Hoy puede estar satisfecha, ya que deja un rico legado a sus hijos,
nietos y bisnietos. Gracias, Angustias,
por ser ejemplo para esta ciudad de Guadix, como mujer luchadora.
Publicado en Ideal en Clase
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