![]() |
Claustro de la Facultad de Derecho, de Granada |
En 1991, yo estaba trabajando de administrativo en un instituto de enseñanza secundaria de Martos y aprobé el Acceso a la Universidad para mayores de 25 años, por lo que me matriculé de primero de Derecho en la UNED (Universidad de Educación a Distancia) de Jaén. Quería seguir estudiando y sacar tres cursos de Derecho para preparar unas oposiciones a la Administración. En la UNED había que estudiar todo el libro y asistir a las tutorías en la Facultad de Derecho de Jaén. El caso es que un día conocí a José Calabrús, decano de los abogados de Jaén, que impartía clases de Derecho Romano en la Facultad. Me aconsejó que me matriculara allí y asistiera a las clases por la tarde, porque era mejor que estudiar por la UNED. Y así lo hice, tengo que decir que este profesor fue de lo mejor que he conocido en la enseñanza. En Derecho Internacional tuve al catedrático Juan Manuel de Faramiñán (lo encontré años después, con motivo del premio que me concedió el Colegio de Gestores de Granada, al mejor artículo periodístico en 2003, de Andalucía Oriental), pero su asignatura era muy extensa y había que dedicarle muchas horas de estudio, por lo que tenía un alto porcentaje de alumnos suspensos. En Derecho Natural nos enseñaban a razonar pero un día en la clase el profesor nos iba preguntando a los alumnos. Yo me había estudiado la lección pero recuerdo que las ideas me iban y venían de la cabeza, en un momento dado sabía las preguntas de la pizarra y en cuestión de segundos se me borraban de la memoria. Desde los veinte años yo no estudiaba y ahora tenía que dedicarle muchas horas (tampoco sabía estudiar), por lo que unido a la vida estresada que llevaba me dieron mareos con los primeros exámenes, hasta conduciendo el coche me entró un mareo. El médico me recetó una medicación fuerte y me fui reponiendo.
![]() |
Universidad de Jaén |
El caso es que trabajaba por la mañana en el instituto, comía y por la tarde iba a las clases de la facultad. Aquí entablé amistad con varios alumnos mayores y nos intercambiábamos los apuntes. Aquello era un sin vivir, del trabajo al estudio y las clases (la Facultad de Jaén estaba a veinte kilómetros), por lo que apenas veía a mi mujer y a los dos hijos pequeños que teníamos. A veces me entraban ganas de llorar porque ya no controlaba la mente, me metía libros de un kilo en la cabeza mientras pasaba buenos ratos en clase con los compañeros. Recuerdo que el profesor de Economía Política nos habló del mérito que teníamos estudiando y trabajando, aunque me suspendió en junio y después me aprobó en septiembre. Algún que otro profesor se quejaba de los alumnos de la mañana, decía que leían el periódico en clase o no ponían la suficiente atención, mientras que nosotros llevábamos una vida sacrificada. Recuerdo que otro profesor me decía que yo escribía bien y no tenía faltas de ortografía, mientras que muchos alumnos solían tener faltas. Y así, en tres años, saqué con becas los tres cursos de Derecho en la Facultad e Jaén. Sin embargo, el profesor de Derecho Civil de tercero me suspendió en un examen trimestral. Fui a su despacho a revisar el examen pero resulta que no lo encontró. Otro día me amenazó delante de los compañeros de clase, cuando le dije que iba a presentar un escrito al rector: Tenga cuidado con quien se juega los cuartos. El escrito se lo entregué al vicerrector y le comenté que en el tablón de anuncios siete alumnas aparecen en la lista de 35 aprobados, pero tienen el examen condicionado por lo que deberán pasar por el despacho del citado profesor. Este profesor era un personaje conocido en Jaén. Al final me examinó de Derecho Civil un tribunal calificador, que presidía el catedrático José González García, y conseguí un aprobado. Ambos habíamos estudiado el bachiller en el Seminario de Guadix, y falleció en 2012.
En 1995 vine a Granada y me matriculé en cuarto de Derecho (en 1996), precisamente mi madre falleció unos meses antes. Yo había salido de Granada en 1976 y varios amigos fallecieron durante esos años, de manera que regresaba casi como un extraño. En la asignatura de Derecho Civil teníamos un profesor joven, a veces nos decía a los alumnos en clase que éramos unos vagos (yo me levantaba a las seis de la mañana todos los días) y otras lindezas por el estilo. El caso es que me suspendió en el examen trimestral y entonces le pedí la revisión del examen. El trato que me propuso era ya un engaño: yo no solicito un tribunal ni reclamo al Defensor Universitario, mientras que el parcial queda condicionado a que apruebe el examen final. Sin embargo, al día siguiente, el profesor comentó en clase (yo no asistí) que le había resultado desagradable la revisión del examen, que le exigí un trato preferente respecto a los alumnos jóvenes y que lo amenacé. Entonces envié sendos escritos al Defensor Universitario y al rector pero todavía estoy esperando las respuestas. Al final no me quedó otra salida que abandonar los estudios de Derecho en 1997. Años después me encontré a este tipo en un acto cultural y lo ignoré. En la facultad se comentaba entonces que lo habían colocado a dedo, por amistad con el jefe de departamento.
![]() |
Fachada de la Facultad de Derecho, de Granada |
Fue a mediados de 1924 cuando me encontré en un supermercado de Guadix a un conocido de la Facultad de Derecho de Granada y lo saludé, aunque no me acordaba de su nombre: Sí, yo estaba entonces en la secretaría de la facultad pero ya me jubilé, respondió. Era Alejandro Zubeldía, entonces le conté por encima lo que me pasó con el profesor de Derecho Civil y me dijo: Lo conocíamos, pues también tuvo problemas con varios alumnos pero intervinimos a tiempo. Si me lo hubieras dicho, no te habrías marchado de la facultad. Después de casi treinta años, aquellas palabras generosas fueron como un bálsamo para mí ante tanta frustración. ¿Cuántas veces me habrá repetido mi mujer que siguiera estudiando? Sin embargo, poco hubiera podido hacer ante aquella trama en que se tapaban los unos a los otros. ¿Qué alumno se iba a atrever a pedir la revisión del examen, si después el profesor te acusaba ante tus compañeros de que lo habías amenazado y le habías exigido un trato preferente? O bien te amenazaba él. Los que entonces pedíamos los más elementales derechos a algunos profesores que daban clases de Derecho, pero no tenían la decencia de enseñarte el examen porque sabían que era bueno, tuvimos que abandonar la carrera y salir por la puerta de atrás. Es evidente que en los años noventa la democracia no había llegado a la Universidad y que los alumnos prácticamente no teníamos derecho a nada. Sin embargo, también tengo que decir que en aquellos años impartían clases en la Facultad de Derecho de Granada y estudiábamos sus obras, el filósofo y jurista Nicolás María López Calera y el catedrático y jurista de Derecho Romano, Fermín Camacho. Mientras que en la Facultad de Derecho de Jaén estaban el catedrático y vicerrector de Estudiantes, José González García, y el decano José Calabrús, un hombre bueno.
Artículo publicado en Ideal en Clase
Juanjo Martínez: Muy interesante lo que cuentas .... [Juanjo: Muy injusto el actuar y proceder de algunos profesores
ResponderEliminarLeandro. Ya ves los abusos que cometían.
Pepe Pinteño: Me ha encantado leer tu artículo, porque me he visto muy identificado, ya que durante los cursos 1977-78 y 78-79 y viviendo y trabajando en Málaga cursé en la facultad de derecho de Granada, primero y segundo de derecho. El curso 79-80 me matriculé de tercero, pero mi mujer estaba embarazada y el día que fui a hacer el primer examen, se puso mala y lo vi claro, yo lo hacía por gusto, así que lo primero era mi mujer, y lo dejé. Años después, entre la UNED y la facultad de Málaga hice tercero y una asignatura de cuarto, pero cambiaron unas leyes y lo dejé definitivamente porque ya iba sacando una asignatura o dos por curso, pero el precio de las matrículas aumentaron muchísimo y como también tenía otras cosas, con algo de pena por no acabar, lo dejé. Mi segundo hijo, estudió esa carrera con un buen expediente, fue un buen estudiante. Mi experiencia con los profesores fue buena, vaya, muy buena; no tuve ningún problema y me ayudaron a resolver las dificultades que suponía vivir en Málaga e ir a Granada a examinarme. En Málaga me pasó lo mismo, muy bien. Cada uno cuenta la feria según le va. En Málaga fui a dos revisiones del examen, y me aprobaron en las dos porque quizás corrigieron muy rápido y al revisar y ver que estaba bien, me aprobaron sin problema, fue en Penal de tercero y Mercantil de cuarto. Los dos se disculparon conmigo,
Leandro. Yo tuve esas dos experiencias bastante desagradables con esos dos elementos. Las tenía ocultas pero el gesto generoso de Alejandro Zubeldia me provocó casi una catarsis o al menos decidí publicar mi historia
Manel. Bien Leandro!!! No sabia que habías llegado a cuarto!! Que lástima no acabar!
Leandro. Hubiera ido con una cartera a los juzgados
A Roberto Balboa un profesor lo suspendió injustamente en una asignatura de COU, en junio y en septiembre. El profesor revisó el examen, delante de su padre y del director del instituto, pero tuvo que repetir curso injustamente.
Leandro. En nuestro tiempo se puede decir que la asignatura y las notas eran exclusivamente del profesor, que gozaba de infalibilidad y de total impunidad, de manera que el examen no había obligación de enseñarlo al alumno. Por eso los abusos e injusticias estaban a la orden del día. Hoy con la ley del péndulo, del mínimo esfuerzo y de la escasa cultura se ha llegado al extremo opuesto, hay que aprobar al alumno para que no repita, ni sufra y que pase al siguiente curso. Tú has sido docente y conoces este mundo mejor que yo.
Incluyo la carta de Roberto Balboa. Amigo Leandro:
ResponderEliminarHoy, con tu emotivo escrito, me has traído a las mientes un suceso que marcó
mi vida estudiantil cuando cursaba el COU.
Yo solía ser muy activo pero poco estudioso, eso sí, solo durante el curso
escolar, porque en el verano devoraba los libros. Y es que solía suspender casi
todas las asignaturas en junio, y luego en septiembre las aprobaba y con muy
buenas notas.
Los profesores ya me conocían desde primero de bachiller y no se preocupaban
por mí; sabían que en septiembre arreglaría los problemas.
Y mi padre, cuántas veces me decía que por qué no aprobaba en junio como
casi todos mis amigos y disfrutaba del verano como ellos, a lo que yo siempre le
respondía que ellos trabajaban 10 meses y yo solamente 2, que era economía
de esfuerzo. Y mi padre siempre claudicaba, pues estaba más que demostrado
que yo siempre aprobaba en septiembre y con muy buenas notas.
Pero he aquí que el año que hice COU, a un grupo de amigos se nos ocurrió la
triste idea de gastarle una faena a uno de los profesores en su coche y le
llenamos las cerraduras de palillos de los dientes, con lo que al día siguiente le
vimos aparecer en el instituto andando. Poco después, los profesores que no
eran ni chispa de tontos, acorralaron al más débil del grupo y éste cantó ópera y
algo más. Estuvimos expulsados todos unos días, y ese junio ninguno del grupo
aprobó la asignatura del profesor vilipendiado. En mí, era algo habitual que
suspendiera en junio, pero no en mis compañeros.
Yo no tenía problema, porque a mí, como siempre, ya me estaba esperando
septiembre.
Pero he aquí que llegó septiembre y cuál fue mi desilusión cuando vi que el
profesor de marras me había suspendido.
Mi padre no daba crédito pues eso jamás había pasado, y tras hablarlo
seriamente, le pedí que hablara con el director, que era amigo nuestro desde
que vestía calzón corto, y que le solicitara ver mi examen de aquella asignatura
suspensa.
Nos citaron un día en el instituto y allí acudimos mi padre y yo.
En la sala de profesores se encontraba el sujeto en cuestión con cara de
circunstancias, el director, mi padre y yo.
Continuación de la carta. Cuando me mostró mi examen vi que el primer ejercicio tenía una “M” de mal, y
ResponderEliminaryo le dije que aquel ejercicio estaba bien, que no entendía lo de la “M”, a lo que
él replicó que yo había utilizado un método pero que él había pedido que se
solucionara por otro método. Yo le respondí que eso era mentira pues en el
enunciado no se mencionaba para nada un método determinado para la
resolución del problema. En la mirada a mi padre, se lo dije todo, lo mismo que
mi padre le dijo con la mirada al director, y la respuesta no se hizo esperar en la
inquietud y el nerviosismo del profesor de marras.
Pero es que además, terminé por apostillar que el ejercicio de un compañero que
estaba bajo el mío, estaba resuelto de la misma manera que el mío y, sin
embargo, ese ejercicio tenía una “B” de bien.
Otra vez las miradas mías, de mi padre y del director se lo dijeron todo, y el
profesor yo creo que ni respiraba.
Mi padre lo entendió a la perfección y cogiéndome suavemente por el hombro
dijo, “creo que aquí estamos perdiendo el tiempo”, y dirigiéndose al director le
dijo: “Fulano, ya vendré a hablar personalmente contigo y te agradeceré que
pongas todo tu empeño en que el examen de mi hijo no se vaya a perder.”
Volvió a cogerme del hombro, le dio un apretón de manos al director y salimos
de la sala de profesores como si allí no hubiera nadie más.
Si mi padre volvió a hablar con el director es algo que desconozco, lo que sí te
puedo decir es que en el curso siguiente el profesor de marras ya no estaba en
el instituto.
Repetí COU porque en aquel tiempo no se podía pasar con una asignatura
suspensa, pero creo que aquello fue un revulsivo para mí, pues jamás volví a
tener un suspenso, ni en el Magisterio ni en Técnico Superior de Riesgos
Laborales, acabadas ambas con buenas notas.
Recuerdo imborrable de mis años mozos
Charo. Muy bueno! es una pena que algunas personas condicionen el futuro de otras por abuso de poder o porque les gusta hacer daño...
ResponderEliminarLeandro. Gracias por la ayuda con tus comentarios