viernes, 28 de marzo de 2025

DEDICATORIAS DE LIBROS

 






De cualquier cosa te sacan un libro pero, a veces, nada más leer unas cuantas líneas, o simplemente la dedicatoria, ya te haces una idea: porque la escritura delata al autor tanto o más que si lo viéramos expresarse. Hay dedicatorias, como la de Gerardo Venteo, en un ejemplar de En el corazón dormido del esparto, que te llegan dentro: Para Leandro, porque sé que compartimos la mirada y la memoria de las cosas sencillas y entrañables. En la página anterior, mi prima, Ángeles Domingo García (falleció en 2005), escribió en este libro que me regaló: Para que no te olvides nunca de tus raíces y del Altiplano granadino. Ella fue como una hermana para mí. En el libro Tras la senda del lobo, el autor se deja llevar por la nostalgia: A la memoria de mi entrañable amigo y maestro, Manolín, y en recuerdo de los tiempos en los que tuvimos al lobo como compañero en el monte. El caso es que no dejaron ningún lobo vivo.

Raymond Andrea nos previene en El discípulo y Shamballa: He aprendido mucho escribiendo sobre este tema y usted podrá también aprender leyéndolo, pero necesitará tener un corazón abierto y un espíritu despierto. Le doy mi sincera bendición. Raymond fue Gran Maestro de la antigua y mística Orden de la Rosa-Cruz. El libro Pueblos y gentes de allí abajo pretende ser un homenaje al mundo rural, pero el autor no logra expresarse del todo bien: A mis padres que me facilitaron la libertad de conocer otros horizontes, que tanto me dieron y nunca me pidieron nada, tanto que les hacía falta todo. En Julia & las Islas –un título algo cursi–, se aprecia en la portada a una mujer desnuda tomando el sol en la playa y, al fondo, un faro coronando el monte. La autora se despacha con esta dedicatoria: La casa, de color verde pastel, está cruzando los cañaverales, que une la playa y el mundo. En El valor de la solidaridad se encuentra esta extensa nota del autor: Quiero hacer constar mi profundo respeto y consideración por el trabajo comprometido y silencioso que desde hace siglos vienen realizando las mujeres para alcanzar un trato igualitario ante el dominio socio-cultural de los hombres. Ruego me perdonen si en el uso del lenguaje recurro al genérico masculino por error o por falta de creatividad. Las comas se ve que le producen alergia y, queda claro, a qué público va dirigido el libro. Éste otro se intitula Ahora que sales con él (consejos a las adolescentes), donde podemos encontrar estas bonitas preguntas: ¿Qué hace falta para encontrar y mantener un buen novio? ¿Encontrarás algún día a alguien bastante simpático y chalado que quiera salir contigo?... Deseamos lo mejor de Dios para ti.

En cambio, la autora de ¿Por qué esperar a estar casados?... si ya nos queremos, aclara que los beneficios del libro se destinarán a un Centro de Acogida para mujeres y sus hijos que por diferentes circunstancias, no pudieron esperar y, tras un embarazo no deseado, se encuentran solas. Al abrir un libro de poemas, nos encontramos este derroche de imaginación (sic): ¿Crees en el cielo? No nos lo merecemos. (Conversación oída en una taberna). El escritor jiennense, Juan Eslava Galán, en su novela, Santos y pecadores (Álbum de recuerdos de los españolitos del siglo XX), recoge este epitafio de cuando las cartillas de racionamiento. A doña Petaca Vacía: Falleció en el momento de acabársele los cigarros. Su desconsolado esposo Don Puro; hijos de Chicote y Doña Colilla; hijos políticos Doña Cerilla y Don Encendedor y el reverendo papel de fumar. Suplican a Vds. nos den un cigarro para socorrer a tan desconsolada familia. No se permiten amarraduras. Se suplica un cerillo. El duelo recibe en el estanco



Esta frase me la dedicó el escritor Juan Bustos, que fue columnista de Ideal y Cronista Oficial de la ciudad de Granada, en su libro Un siglo que se va, en 2004: A mi amigo y compañero de inquietudes, con mi incondicional amistad. Y en Versos, canciones y nanas para Nana, la escritora Ayes Tortosa escribe unas letras: Con todo mi cariño, estos versos sin edad. Pero la palma se la lleva la primera novela del  Premio Nobel, Camilo José Cela, La familia de Pascual Duarte. Aquel zagal bravucón y espigado se tiró dos años, con su obra tremendista debajo el brazo, hasta que un editor se lo publicó: Dedico esta edición a mis enemigos, que tanto me han ayudado en mi carrera. Sin embargo, en la segunda edición de Viaje al Pirineo (1965), don Camilo escribe esta simpática dedicatoria: A mi amigo don Felipe, castellano de Buñol, en el reino de Valencia, viejo artillero que perseguía los conejos a palos.  

En Las Clásicas Poesías podemos leer: Y a mi yerno... / también está dedicado, / porque en todos estos años / que en terminarlo he tardado / ha trabajado al par mío / noche y día sin descanso / corrigiendo ortografía / porque de ella estoy pegado. Esta otra obra se llama Pases y compases y lleva el subtítulo de Verdad, Poesía y Fantasía del Toreo. En el prólogo, el autor asegura que La trascendencia del Toreo va más allá de la Verdad de una desigual lucha entre el hombre y la fiera. En fin, se notan algunos fallos con las letras mayúsculas. El libro Mi vida, lleva el subtítulo Auto-recopilación de hechos y comentarios para una posible biografía, de un tal José Arce, impreso en Madrid en 1957. En las páginas interiores aclara que Se han impreso diez ejemplares en papel registro, numerados del uno al diez. De la asignatura de Educación Política, de tercer curso de bachillerato, conservo Cartas a mi hijo (1965), de Gaspar Gómez de la Serna, donde viene esta cita: Guarda en tu corazón las cosas narradas, pues se apoyan en testimonios tomados de lejos. Avieno: Ora Marítima.



La escritora Concha Espina publicó El Jayón (un drama en tres actos), en 1919.  Copio esta dedicatoria suya, escrita y firmada a pluma, en un ejemplar de esta obra: A Margarita Xirgu la gran actriz, devotamente. Concha Espina. Madrid 1925. El escritor almeriense, Francisco Villaespesa, firma esta dedicatoria a pluma (es muy parecida a la de Concha) en un ejemplar de  su obra, El alcázar de las perlas (1912), que trata sobre la Alhambra: A la gran actriz, Margarita Xirgu, con admiración de un devoto. Villaespesa. Esta leyenda trágica, en cuatro actos y en verso, el autor se la dedica A los insignes artistas María Guerrero y… con todo el agradecimiento y el afecto de Villaespesa. Y unas páginas más adelante se lee: Esta obra fue estrenada con extraordinario éxito por la Compañía Guerrero-Mendoza en el Teatro Isabel la Católica de Granada, la noche del 8 de noviembre de 1911…

El expresidente de la II República, Manuel Azaña, en sus Memorias políticas y de guerra (las escribió durante la Guerra Civil, en el Palacio Real de Madrid) escribe en la dedicatoria un párrafo que he abreviado: No me propongo contarle al público mi vida personal entera (…). Mi designio es otro. Las violentas fortunas de la política me han arrebatado tarde y por breve tiempo. Desquite de la brevedad, su violencia. En El primer manuscrito (con lecturas educativas, género epistolar…), de José Dalmau Carles (1918), puede leerse: Al distinguido compañero y muy querido amigo Antonio Cabrera de las Casas en testimonio de leal amistad y cariñoso recuerdo. El autor. Y finalizo con el Premio Nobel francés, Albert Camus, que le dedicó a su madre la novela El primer hombrecon esta frase: A ti, que no podrás jamás leer este libro. Ella no pudo leer ninguna de sus obras, porque era analfabeta.  José Román, un desconocido maestro de Jaén, autor de A dos voces, tampoco se queda atrás: A mi madre, que me enseñó a descifrar en la vida lo que ella no pudo leer en los libros. En fin, he recogido unas bellas frases de las dedicatorias de libros.

 Publicado en Ideal en Clase

https://en-clase.ideal.es/2025/03/27/leandro-garcia-casanova-dedicatorias-de-libros/?fbclid=IwY2xjawJTIPVleHRuA2FlbQIxMAABHXghoXy_2MJDqH8wa_Rl7bLrZ6x0p23VXeKDIHgJuHJwxC0oreCeXecneg_aem_7bKzM0D8aVWiVDy5rIyUKA


viernes, 21 de marzo de 2025

SOBRE EL COLEGIO DEL AVE MARÍA

Don Andrés con los niños, en las escuelas
 

Cuando la vida os desparrame recordad estos muros que os cobijaron



Llueve mansamente sobre Granada y hoy es de esos días en que la fina lluvia te levanta la moral. Bajando por la Cuesta del Chapiz, la Alhambra aparece al fondo, como un castillo encantado. ¡Cuántas veces no habré transitado por esta cansina cuesta, en mi época de estudiante! El Colegio del Ave María es como un patio rectangular, con el paisaje de la Alhambra alzándose sobre la arboleda; es aquí donde solía posar para la posteridad don Andrés Manjón. En estas viejas aulas aprendimos a levantarnos cada vez que entraba en clase un profesor y, alguna vez, nos plantamos en el comedor. Hoy, en cambio, el mundo de la enseñanza está en crisis pues los profesores ya no tienen las prerrogativas de antaño. Pero es que tampoco las tenemos los padres.

En aquella terraza la lavandera tendía la ropa, mientras que don Fidel Villar, el profesor de Educación Física, nos advertía de que no quería tiendas de campaña. Esta tarde, parda y tibia, llueve lentamente sobre el patio avemariano. Aquí está la sala de profesores y en esta clase daba Latín don José Cotes. Todavía conservo varios libros de aquella época, aunque el tiempo ha sido implacable con nosotros. En esta aula asistíamos a las clases de Historia, Filosofía y Literatura y, en aquella otra, don Cristóbal nos enseñaba Ciencias Naturales; si queríamos aprobar, teníamos que llevarle como ofrenda una cajica bien surtida de minerales. Aquí da la impresión como si nada hubiera cambiado desde los años setenta. Páginas de periódicos del día cuelgan de los tablones de anuncios del patio, para que los alumnos estén al corriente de los acontecimientos consuetudinarios.

He quedado con el director de la Casa Madre, Antonio Casquet, y, al vernos, caemos en la cuenta de que nos conocemos de antiguo: cuando él cursaba quinto de Bachiller, yo estaba en sexto. El mundo es un pañuelo y hablamos de todo un poco, pues no en vano han pasado treinta y cinco años. Le pido que me enseñe la tumba del padre Manjón: allí, bajo el altar de la capilla y en una sencilla lápida de mármol blanco, con las letras A.M. (Andrés Manjón), descansa en paz el fundador de las Escuelas del Ave María. Éste no es el sepulcro multitudinario de Fray Leopoldo, pues aquí se respira silencio y por las mañanas don Andrés debe de oír sin duda los cánticos de los niños que tanto amó. En la planta de arriba están las habitaciones donde se conservan sus objetos personales: el viejo bonete, raído ya por el tiempo, las sotanas, capas y sombreros que usaba, las plumas con las que escribía pidiendo dinero, incluso una imagen suya a lomos del borriquillo peludo –ambos a tamaño natural–, que diseñó la Asociación de Vecinos del Albaicín y que este año expusieron en el paseo que lleva el nombre del fundador.

Asociación Antiguos Alumnos A.M.

A mí me impresionan estas habitaciones, porque te llevan a otro tiempo, me dice el director. Quiere abrir el museo del Padre Manjón –la mayoría de los granadinos ignora que está enterrado aquí–, pero reconoce que habría que hacer muchas cosas en la Casa Madre. Yo estoy seguro que, después de tantos años, seguiría ganando batallas porque la cosa no está como para tirar cohetes: El colegio tiene su historia y la Delegación de Educación nos lo pone cada vez más difícil, pues este año nos han suprimido dos cursos de Primaria y uno de Secundaria. Ahora tenemos 600 alumnos entre Secundaria y Bachillerato, entre ellos unos 270 internos, de ambos sexos. Con motivo del Centenario del Seminario de Maestros, han organizado durante tres días una exposición de fotos antiguas, que han tenido que desmontar porque hacía falta el aula. Antonio Casquet me las va enseñando en su despacho.

La ausencia de cuadernos se suple con pizarras y pizarrines, dice este pie de foto, donde se observan a unas niñas aprendiendo en el paseo que lleva a las escuelas. Aquí aparece la cueva, que todavía se conserva, donde el padre Manjón se quedó maravillado al ver a la maestra Migas dar clase a unos gitanillos del Sacromonte. Con ellos creó la primera escuela del Ave María, la Casa Madre, en 1889, y luego las extendió por toda España. Con posterioridad, en 1905 fundó el Seminario de Maestros. En otro retrato antológico, de principios del siglo pasado, se ve a un cura con sombrero de teja enseñando las primeras letras y números al aire libre. Todos los niños llevan gorrilla y algunos se protegen del frío con largas bufandas: parecen personajes salidos de una novela de Dickens. Hace un año le enseñé a Antonio Idígoras, maestro impresor de las Escuelas de San Cristóbal, la foto de unos niños que se ensayan en la música. Y va y me dice: Ése que está tocando el tambor, es mi abuelo

En procesión por la Cuesta del Chapiz


Es sublime la instantánea de don Andrés, ya en sus últimos días, acariciando a una gitanilla y rodeado de un enjambre de niños desarrapados. Quizá esta imagen recoja, como ninguna otra, toda su obra. Aquí vemos a los alumnos y profesores, en los años 50, con esta leyenda: Huestes de don Bernardo, San José os ampare y don José os apruebe. Y aquella otra foto cargada de sentimiento: Los gallos del Colegio con la cabeza a pájaros, próximos a dejarnos. Cuando la vida os desparrame recordad estos muros que os cobijaron. En su libro, El maestro mirando hacia dentro (me lo regaló el maestro Antonio Idígoras), el célebre pedagogo precisaba que educar no es transmitir ciencia, sino abrir ventanas, esto es, inteligencias al campo de la verdad... hacer y formar hombres cabales. Por eso, el museo rescatará del olvido la humilde figura del padre Andrés Manjón.

Posdata: De casualidad he encontrado este artículo de 2005, lo tenía completamente olvidado pero merece la pena recordarlo. Quiero tener un recuerdo para mi paisano, Mariano Zambudio, que fue director del Ave María en los años setenta.

Artículo publicado en Ideal en Clase

https://en-clase.ideal.es/2025/03/20/leandro-garcia-casanova-sobre-el-colegio-del-ave-maria/?fbclid=IwY2xjawJJQHhleHRuA2FlbQIxMAABHXoFQSlHTrF4nzodC330mdrK8DJXCnpt5C3JzBPZI7XhEQvxzwdJcaIaMw_aem_VJyfGI-stbXZbMHUrgm43w


viernes, 14 de marzo de 2025

PROBLEMAS EN LA FACULTAD



Claustro de la Facultad de Derecho, de Granada




En 1991, yo estaba trabajando de administrativo en un instituto de enseñanza secundaria  de Martos y aprobé el Acceso a la Universidad para mayores de 25 años, por lo que me matriculé de primero de Derecho en la UNED (Universidad de Educación a Distancia) de Jaén. Quería seguir estudiando y sacar tres cursos de Derecho para preparar unas oposiciones a la Administración. En la UNED había que estudiar todo el libro y asistir a las tutorías en la Facultad de Derecho de Jaén. El caso es que un día conocí a José Calabrús, decano de los abogados de Jaén, que impartía clases de Derecho Romano en  la Facultad. Me aconsejó que me matriculara allí y asistiera a las clases por la tarde, porque era mejor que estudiar por la UNED. Y así lo hice, tengo que decir que este profesor fue de lo mejor que he conocido en la enseñanza. En Derecho Internacional tuve al catedrático Juan Manuel de Faramiñán (lo encontré años después, con motivo del premio que me concedió el Colegio de Gestores de Granada, al mejor artículo periodístico en 2003, de Andalucía Oriental), pero su asignatura era muy extensa y había que dedicarle muchas horas de estudio, por lo que tenía un alto porcentaje de alumnos suspensos. En Derecho Natural nos enseñaban a razonar pero un día en la clase el profesor nos iba preguntando a los alumnos. Yo me había estudiado la lección pero recuerdo que las ideas me iban y venían de la cabeza, en un momento dado sabía las preguntas de la pizarra y en cuestión de segundos se me borraban de la memoria. Desde los veinte años yo no estudiaba y ahora tenía que dedicarle muchas horas (tampoco sabía estudiar), por lo que unido a la vida estresada que llevaba me dieron mareos con los primeros exámenes, hasta conduciendo el coche me entró un mareo. El médico me recetó una medicación fuerte y me fui reponiendo.

Universidad de Jaén


El caso es que trabajaba por la mañana en el instituto, comía y por la tarde iba a las clases de la facultad. Aquí entablé amistad con varios alumnos mayores y nos intercambiábamos los apuntes. Aquello era un sin vivir, del trabajo al estudio y las clases (la Facultad de Jaén estaba a veinte kilómetros), por lo que apenas veía a mi mujer y a los dos hijos pequeños que teníamos. A veces me entraban ganas de llorar porque ya no controlaba la mente, me metía libros de un kilo en la cabeza mientras pasaba buenos ratos en clase con los compañeros. Recuerdo que el profesor de Economía Política nos habló del mérito que teníamos estudiando y trabajando, aunque me suspendió en junio y después me aprobó en septiembre. Algún que otro profesor se quejaba de los alumnos de la mañana, decía que leían el periódico en clase o no ponían la suficiente atención, mientras que nosotros llevábamos una vida sacrificada. Recuerdo que otro profesor me decía que yo escribía bien y no tenía faltas de ortografía, mientras que muchos alumnos solían tener faltas. Y así, en tres años, saqué con becas los tres cursos de Derecho en la Facultad e Jaén. Sin embargo, el profesor de Derecho Civil de tercero me suspendió en un examen trimestral. Fui a su despacho a revisar el examen pero resulta que no lo encontró. Otro día me amenazó delante de los compañeros de clase, cuando le dije que iba a presentar un escrito al rector: Tenga cuidado con quien se juega los cuartos. El escrito se lo entregué al vicerrector y le comenté que en el tablón de anuncios siete alumnas aparecen en la lista de 35 aprobados, pero tienen el examen condicionado por lo que deberán pasar por el despacho del citado profesor. Este profesor era un personaje conocido en Jaén. Al final me examinó de Derecho Civil un tribunal calificador, que presidía el catedrático José González García, y conseguí un aprobado. Ambos habíamos estudiado el bachiller en el Seminario de Guadix, y falleció en 2012.

En 1995 vine a Granada y me matriculé en cuarto de Derecho (en 1996), precisamente mi madre falleció unos meses antes. Yo había salido de Granada en 1976 y varios amigos fallecieron durante esos años, de manera que regresaba casi como un extraño. En la asignatura de Derecho Civil teníamos un profesor joven, a veces nos decía a los alumnos en clase que éramos unos vagos (yo me levantaba a las seis de la mañana todos los días) y otras lindezas por el estilo. El caso es que me suspendió en el examen trimestral y entonces le pedí la revisión del examen. El trato que me propuso era ya un engaño: yo no solicito un tribunal ni reclamo al Defensor Universitario, mientras que el parcial queda condicionado a que apruebe el examen final. Sin embargo, al día siguiente, el profesor comentó en clase (yo no asistí) que le había resultado desagradable la revisión del examen, que le exigí un trato preferente respecto a los alumnos jóvenes y que lo amenacé. Entonces envié sendos escritos al Defensor Universitario y al rector pero todavía estoy esperando las respuestas. Al final no me quedó otra salida que abandonar los estudios de Derecho en 1997. Años después me encontré a este tipo en un acto cultural y lo ignoré. En la facultad se comentaba entonces que lo habían colocado a dedo, por amistad con el jefe de departamento. 

Fachada de la Facultad de Derecho, de Granada 

Fue a mediados de 1924 cuando me encontré en un supermercado de Guadix a un conocido de la Facultad de Derecho de Granada y lo saludé, aunque no me acordaba de su nombre: Sí, yo estaba entonces en la secretaría de la facultad pero ya me jubilé, respondió. Era Alejandro Zubeldía, entonces le conté por encima lo que me pasó con el profesor de Derecho Civil y me dijo: Lo conocíamos, pues también tuvo problemas con varios alumnos pero intervinimos a tiempo. Si me lo hubieras dicho, no te habrías marchado de la facultad. Después de casi treinta años, aquellas palabras generosas fueron como un bálsamo para mí ante tanta frustración. ¿Cuántas veces me habrá repetido mi mujer que siguiera estudiando? Sin embargo, poco hubiera podido hacer ante aquella trama en que se tapaban los unos a los otros. ¿Qué alumno se iba a atrever a pedir la revisión del examen, si después el profesor te acusaba ante tus compañeros de que lo habías amenazado y le habías exigido un trato preferente? O bien te amenazaba él. Los que entonces pedíamos los más elementales derechos a algunos profesores que daban clases de Derecho, pero no tenían la decencia de enseñarte el examen porque sabían que era bueno, tuvimos que abandonar la carrera y salir por la puerta de atrás. Es evidente que en los años noventa la democracia no había llegado a la Universidad y que los alumnos prácticamente no teníamos derecho a nada. Sin embargo, también tengo que decir que en aquellos años impartían clases en la Facultad de Derecho de Granada y estudiábamos sus obras, el filósofo y jurista Nicolás María López Calera y el catedrático y jurista de Derecho Romano, Fermín Camacho. Mientras que en la Facultad de Derecho de Jaén estaban el catedrático y vicerrector de Estudiantes, José González García, y el decano José Calabrús, un hombre bueno.

Artículo publicado en Ideal en Clase

https://en-clase.ideal.es/2025/03/12/leandro-garcia-casanova-problemas-en-la-facultad/?fbclid=IwY2xjawJArHlleHRuA2FlbQIxMAABHVJbkVPk3toyM2M6yh9FmlZTKFNCnrt_a2LVFy5fLuDirZtGdwRhe0MJlQ_aem_Qwq7DaiOTaRyzEw4iN4W1Q