Carmen Posadas escribió el artículo ‘Esas cosas que a uno se le ocurren a fin de año’, en la revista XLSEMANAL, de diciembre de 2017, sobre las amistades que uno va teniendo en la vida. Copio este párrafo: “Al entrar en la sesentena empiezo a valorar algo que con cuarenta años me parecía aburrido y, con cincuenta, sólo un premio de consolación (…). Pero sigue uno cumpliendo años y ¿qué busca entonces? Simplemente lo que necesita en ese particular tramo de la vida. Ni al más guapo, ni al más importante ni tampoco al más inteligente, sino al que más lo querrá y mimará. El que no brilla, pero no falla, el que no sabe quién es Schopenhauer pero cumple sus teorías al pie de la letra. El callado, infalible y redentoramente bueno. Lástima que tenga uno que hacerse viejo para aprender algo tan elemental”. Y añado yo, ahora valoras al amigo que siempre está ahí para echarte una mano.
Lo que sigue es el chateo que mantienen dos amigos
jubilados (una mujer y un hombre, por orden de aparición), que ni siquiera se
conocen, sobre el artículo de Posadas:
-Yo, en cambio, empecé la casa por el tejado. El primer novio que tuve me
llevó al altar, pero no funcionó porque me faltó rodaje para evaluar la bondad
de él. A los siete años, mis padres me internaron en un colegio de monjas y
estuve hasta los dieciséis. Me sirvieron para ahuyentar de mi mente cualquier
devaneo sexual, por lo que llegué virgen al matrimonio. Y así, nuestro noviazgo
debió de ser para él la prueba más dura por la que tuvo que pasar. Estaba loco
por su chica, pero mi contumacia hizo que no hiciera ninguna concesión de
soltera, por lo que no me sirven las conclusiones de Carmen Posadas.
-Sin embargo, yo me identifico con la escritora, pues ahora vas seleccionando
y valorando a los viejos amigos.
-Mis amigas las tengo desde hace 38 y 47 años, así que no he necesitado
pasar de los 60 para elegirlas, todo depende de cómo haya vivido cada uno. Para
Carmen Posadas, la superficialidad fue el factor determinante en su juventud,
después le llegó el brillo social, la buena vida, un matrimonio con un señor
importante (Mariano Rubio fue director del Banco de España). Algo tenía que
dejar para la madurez.
-De acuerdo, pero con la madurez vamos apreciando a la buena gente. Los
viejos amigos, los viejos libros… A esta edad valoramos mejor y elegimos lo que
nos conviene.
-Yo aprendí mucho antes de la madurez, a los 35 años ya tenía las amigas
que tengo hoy. El tiempo es el filtro que desecha lo que no sirve y consolida
lo mejor, aunque cada uno maduramos a distinto tiempo porque las pautas no son
igual para todos ya que no estamos programados por un chip. En la madurez y por
razones obvias quedan menos opciones de elección y tampoco es que quede mucho, a
veces, ni a quien más quieres. En los hijos notas el abismo generacional pues
sus ideas raras veces coinciden con las nuestras y el diálogo es poco
atractivo. Es mejor alguien de tu edad y, si lo conoces desde hace tiempo, lo
consideras como si fuera de la familia.
-Yo tengo confianza con mis hijos, hay que ganárselos, dialogar con ellos,
ser flexibles y luego cada uno en su sitio.
-La confianza no tiene nada que ver, dialogar con ellos puedes haber
dialogado tanto como yo, pero lo dudo. La cuestión es el punto de vista que tenemos
unos y otros en función de mil razones, pero me cansé de conversar con ellos,
no solo por la falta de coincidencia respecto de las ideas, sino porque te
sientes desautorizada para opinar porque siempre te rebaten. Y no es porque
haya malos modos, pero algunas veces acabo pensando que estoy entre extraños,
es difícil de explicar pero en ocasiones he llegado a dudar de mis propios
razonamientos. La vida no es una senda lineal en la que todo está despejado y
transitas cómodamente por ella. También voy aprendiendo esto con la edad. Nunca
antes tuve 70 años y a cada edad le corresponden lecciones diferentes. Por
esta razón, la universidad de la vida nunca nos dará un título, pero siempre
nos está dando lecciones. Seguimos aprendiendo hasta el mismo día en que nos
vamos definitivamente. Menudo panfleto te acabo de colocar, lo que no voy a
aprender nunca es a sintetizar. Gracias por tu aporte de ideas.
-De joven yo no entendía a mi padre, pero cuando murió y más tarde
tuve hijos, fue cuando lo comprendí. Cuando ejerces de padre es cuando te das cuenta.
Tus hijos son de una época diferente, intenta comprenderlos y que tengan unos valores.
Ellos te comprenderán un día, quizá cuando sea demasiado tarde. Cuando se
mueren los padres es como una bomba de efectos retardados, conforme pasan los
años los vas echando más de menos. He visto a abuelas poco antes de morir, una
me decía en el hospital: “No hay día que pase sin que me acuerde de la
pobretica de mi madre”. Y a ancianas con alzheimer que balbuceaban el nombre de
su madre…
-Mi hija mayor nació cuando yo tenía 24 años, y los otros dos, unos años
más tarde, pero esto no es un abismo insalvable sino que es la propia evolución
de cada uno la que marca las pautas del pensamiento. Criados juntos y educados
igual, con los mismos principios, sin embargo, cuando crecen reciclan las ideas
que les inculcamos de manera que unas les sirven y otras las desechan. Como
hemos hecho todos. Los humanos educamos a los hijos como si el mundo que van a
heredar fuera el mismo que heredamos nosotros, pero no es así. La vida tiene
cambios continuos y educar como en el pasado es un error y una pérdida de
tiempo. Así que la referencia es el pasado, donde creíamos que todo era
perfecto y no nos cuestionábamos nada. Sin embargo, todo es cuestionable y
discutible y el que crea lo contrario está equivocado. Nuestra vida fue
distinta que la de nuestros padres, lo mismo que lo que a nosotros nos servía
no sirve para nuestros hijos. Antes, hace un siglo o cincuenta años, los
cambios eran más lentos, pero, hoy, con los medios de comunicación, Internet,
Facebook, el wasap…, todo es diferente y sucede más de prisa.
-Cuando mis hijos me piden consejo se lo doy, pero no intento imponer nada
ni discutir. Me limito a exponerles mi punto de vista y que cada cual actúe
como crea conveniente. La vida no se ve igual a los veinte, en que se es
revolucionario, que a los cuarenta, donde ya eres conservador, y no digamos a
los sesenta cuando la vida se ve con otra perspectiva más tranquila y menos fogosa.
-Como debe ser, los hijos ya son mayores y toman las decisiones, asumiendo
las consecuencias. Como hemos hecho todos. Pero nada de lo que nos servía a
nosotros, les sirve a ellos. Se puede decir que nuestra época ya pasó. Es muy agradable conversar
contigo. Feliz día.
-Lo mismo te digo.
Éste diálogo me lo pasó un amigo y lo he expuesto tal cual.
Es que las lecciones de la vida son continuas y constantes y no se acaban nunca. Antes nos acabamos nosotros.
ResponderEliminarNadie escarmienta en cabeza ajena, nos vamos convenciendo según las experiencias y los palos. Debería haber una asignatura que enseñara algunas reglas o enseñanzas en la vida. La foto de arriba está hecha encima de Trevélez
ResponderEliminarHe visto Peñabón al fondo y he deducido por lógica que estáis en la pista forestal que une Trevélez y Pórtugos. Buen paseo ese.
ResponderEliminarEres un enamorado de la Alpujarra, como Pedro de Alarcón, que escribió esa memoria hostórica llamada 'La Alpujarra'
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