Seminario de Guadix, curso de 1967 |
Ocurrió
en el año 1967, en el Seminario de Guadix. A mitad del curso, hubo un puente de
cinco días y los seminaristas se marcharon a sus casas. Sin embargo, los curas
ofrecieron la posibilidad de quedarse durante aquellos días a quien quisiera,
el caso es que nos quedamos mis dos paisanos de Castilléjar y yo, ellos estaban
en primero de bachiller, mientras que yo cursaba segundo. Lo hice pensando en
mis padres, pues a veces se quejaban del gasto que les suponía mi estancia
durante nueve meses en el Seminario, y mis paisanos accedieron también. Al
final, de todos los seminaristas nos quedamos solamente nosotros tres. Al cargo
nuestro se quedó un seminarista de Huéscar, que estaba en el Seminario Mayor, y,
durante aquellos días, el siempre nos acompañó. Recuerdo que era amable y lo
pasamos muy bien, éramos casi paisanos y conectó pronto con nosotros. Este
episodio lo he recordado hace unos días, lo tenía olvidado y ha aflorado ahora,
de forma caprichosa, al cabo de más de medio siglo. Con los años van surgiendo
sin querer los recuerdos entrañables de la infancia y de la adolescencia. El
Seminario en aquella época era de los colegios más duros y disciplinados de
España, y también de los más económicos, sin embargo, nosotros disfrutamos en aquellos
días y apenas si nos acordamos de que podíamos estar en el pueblo con nuestra
familia y con los amigos.
En
aquel Seminario, sobrio y austero como un convento de clausura, que normalmente
acogía a más de cien alumnos, ahora solamente estábamos nosotros tres y nos
sentíamos como “Marcelino pan y vino” con los frailes. Oíamos misa por la
mañana, desayunábamos y andábamos distraídos por allí, jugando al fútbol o al
baloncesto, paseando por la histórica Alcazaba de ‘el Zagal’, bajo la atenta
mirada de la Virgen Blanca, que entonces estaba enclavada en el torreón más
alto y podía divisarse desde varios kilómetros antes de llegar a Guadix. En la
comida y en la cena, estábamos juntos como si fuéramos viejos compañeros, y por
la noche veíamos un rato la televisión. En aquella época sonaba la canción, que
en su día popularizó el argentino Carlos Gardel, ‘Adiós muchachos, compañeros
de mi vida, barra querida de aquellos tiempos…”. Hace dos años, la oí tararear
en Francia a Gilles, mi consuegro francés, me dijo que de pequeño la había oído
cantar a un español. Hoy la canción está completamente olvidada. Apenas si
tengo recuerdos de aquellos días del Seminario, le he preguntado a mi paisano,
que está en Mallorca, y su respuesta ha sido: “No recuerdo del tiempo que me
pides. No me suena quedar en esos días”. Está visto que los años no pasan en
balde. En el Seminario también se quedaron los padres jesuitas, cada uno iba a lo
suyo, a sus rezos y oraciones, mientras que nosotros fuimos los niños mimados
que casi no tenían ninguna obligación, al no haber clases ni estudio, y con
mucho tiempo libre. Cuando nos cruzábamos con los curas, nos saludaban y
preguntaban algo, lo que nos hacía la vida más agradable.
Me
viene a la memoria una anécdota, que nos pasó unos meses antes. Cuando los tres
paisanos regresamos después de las vacaciones de Navidad al Seminario, nos
encontramos en la puerta de entrada al obispo Gabino Díaz Merchán (años después
fue presidente de la Conferencia Episcopal), que iba acompañado del rector. Y entonces
nos preguntó el obispo: “De dónde sois vosotros?...”. Después de informarle, dice:
“¿Sabéis si han puesto ya el agua en el Cortijo del Cura?”. Este es un anejo de
Galera y le conectaron el agua por aquel tiempo. Hacía unos meses que el obispo
había hecho una visita pastoral por la comarca de Huéscar, de la que se
conservan algunas fotos. En los primeros meses de ingresar en el Seminario se
pasaba bastante mal, por la dureza del horario y de la disciplina (estudios,
clases, misa, meditación, rosario, rezos, recreo, tiempo libre…), sólo salíamos
al campo los sábados por la tarde, de manera que muchos no se adaptaron a
aquella vida espartana y tuvieron que marcharse. Aquella dureza era comparable al
gélido y cruel invierno de Guadix, del que tanto se quejaban los misioneros que
venían de África, para echarnos películas y charlas sobre la labor que hacían
en los diferentes países africanos, tratando de conseguir alguna vocación entre
nosotros para las misiones. Varios detalles me llamaron la atención del Seminario,
en aquellos años, la biblioteca que se me antojó inmensa, pues era la más
grande que había visto hasta entonces. Y sin embargo, era un salón enorme, lleno
de estanterías y de libros, que tenía unas escaleras de madera para subir a la
parte alta, donde había unos estrechos pasillos para acceder a los libros. Ahora
el salón está lleno de cachivaches, mientras que los libros del Seminario se
conservan en el Archivo Diocesano.
También
había una pequeña emisora de radio, llamada EAJ…, que se oía en el comedor
durante las comidas. Aquí fue donde oí por primera vez ‘El bolero’ de Maurice
Ravel, con su impresionante ritmo ‘in crescendo’, y donde recibí un premio por
una redacción que presenté, un bolígrafo que conservo. Hace poco, un antiguo compañero me confesaba que el
padre Prefecto lo sorprendió cogiendo un plátano, en el comedor de los frailes
y, sin embargo, no lo castigó. Le dije que “yo también entré en un par de
ocasiones, a coger el correspondiente plátano y tuve más suerte”. Pero fue en
aquel puente cuando pudimos comprobar el rostro humano de aquellos curas y
frailes, que se nos antojaban tan serios y distantes, mientras que la vida en
el Seminario se nos hizo más agradable. Me ha quedado grabado el recuerdo
lejano de aquel seminarista rubio –hoy, sacerdote jubilado–, que cuidó de
nosotros y nos hizo reír, en aquellos días del puente, mientras que todos
nuestros compañeros disfrutaban en el pueblo con su familia.
Este
artículo lo dedico al antiguo rector, el único que queda con vida de los años
sesenta, don Leo Gómez Amezcua (a finales de diciembre le pusieron una prótesis en la cadera por una
fractura de fémur); al padre espiritual Manuel Cantero, a los sacerdotes
(jesuitas y diocesanos, de los que ya fallecieron varios), a los frailes y
educadores, así como a los antiguos seminaristas que pasamos por el Seminario
de Guadix. Hace más de un mes, propuse al grupo de Wasap de exseminaristas
hacerle una dedicatoria en un almanaque a don Leo, pero sólo unos pocos la apoyaron, lo que da una idea
de los recuerdos que nos han quedado del Seminario a unos y a otros. Hoy se
encuentra en un estado de ruina, con escaleras derrumbadas, parte del tejado al
descubierto y con el patio de arcadas y ventanales, donde crecen las higueras
alrededor del pozo. Aquí estudió el escritor Pedro Antonio de Alarcón y miles
de estudiantes y sacerdotes de la Diócesis Guadix-Baza y Huéscar. La Alcazaba fue
declarada monumento nacional mientras que el Seminario forma parte del
patrimonio de Guadix, por eso, el ayuntamiento y las instituciones deben de
restaurarlos y no dejarlos en el más
completo abandono.
Publicado
en la revista de Actualidad y Cultura
Wadi-as, en enero de 2018
Posdata: El seminarista que nos acompañó durante las vacaciones era Pepe Díaz, hoy está de párroco en Huéscar.
Gracias por este escrito .- Yo estuve años anteriores al 65 cuando aun esteban los curas.- Tuve como profesor a D. Carlos Ros con el que tuve el honor de pertenecer a su escolanía y ser seise . Hablando de Marcelino pan y vino , recuerdo que hicimos una pequeña obra de teatro (cantada) en la que yo era Marcelino asi como también recuerdo como hacían en la Alcazaba las sogas de esparto . Gracias repito por este escrito que me ha hecho recordar algunas cosas.
ResponderEliminarCon que me digas que te ha traído recuerdos, me doy por satisfecho, JOsé. Yo he disfrutado redactando el articulo y me ha traído buenas sensaciones pues ha sido como recuperar esos años de adolescencia.
ResponderEliminarBellos recuerdos de un tiempo pasado, pero en un sitio muy especial de nuestro Guadix, o tal vez debería decir mejor de nuestra comarca, porque quién es la persona de nuestra edad o parecida que no tenga recuerdos de aquellos años en este lugar con encanto, el conjunto formado por nuestro Seminario y por nuestra Alcazaba, conjunto que en aquellos años era todo uno.
ResponderEliminarLa vida de Guadix y de la comarca estaba muy ligada a tan emblemático lugar, no sólo por quienes allí estudiaron y vivieron algunos años de su juventud, sino por quienes disfrutábamos de su campo de fútbol, bien jugando o bien viendo jugar.
Particularmente recuerdo dos etapas de mi vida muy ligadas a este bello lugar; la primera fue cuando le pedí permiso a Antonio Valverde para poder entrenar con el Guadix, que en aquellos años allí lo hacía, y durante una o dos temporadas allí acudía un servidor puntualmente los días de entrenamiento. Difícilmente podré olvidar el agua tan fría de las duchas después de los entrenamientos, pero también lo reconfortantes que eran esas duchas después de acabar tan acalorados tras tanto ejercicio.
Y la segunda etapa, fue una de las que más vivamente conservo en mis recuerdos, cuya primera parte pasé allí durante mis prácticas de los estudios de Magisterio, y cuya segunda parte, inolvidable y llena de recuerdos muy bonitos y entrañables, también pasé allí durante dos cursos escolares, los mismos en los que ejercí allí la bonita y noble profesión de maestro, recién estrenado mi título de Magisterio.
Tiempos, lugares y personas que difícilmente podré olvidar y que recuerdo con una nostalgia que a veces creo que me hace hipar el alma.
Ojalá que alguien, antes de que sea demasiado tarde, ponga el ojo en este lugar emblemático de Guadix y no pare de llamar a las puertas que sean necesarias hasta que consigamos resucitarlo y darle todo su esplendor.
Dicen que hace poco se ha dado un primer paso consiguiendo una buena subvención para empezar con su arreglo; confiemos en que sea cierto, que el arreglo llegue a buen puerto y no se pierdan los dineros, y que nunca se deje de seguir llamando a esas puertas que puedan ayudarnos a conservar tan majestuoso e inigualable lugar.
Es nuestra obligación tratar de dejar un mundo mejor en todos los aspectos a quienes nos sigan. Seguro que todos los accitanos estaremos encantados de que así sea, y de que todos nuestros visitantes nos lo agradecerán.
Gracias por tu extenso y generoso comentario, Roberto. SAbía que habías dado clases, pero no recordaba que lo hicieras en el Seminario, incluso que entrenaras en el campo de la Alcazaba. Para quienes pasamos por allí, quedabas marcado de una u otra forma, por la disciplina, la doctrina... Donde antes se impartía la mejor enseñanza de Guadix, donde florecían vocaciones y donde miles de estudiantes aprovecharon los estudios de bachiller para sacar después una carrera en la universidad, hoy crecen las higueras alrededor del entrañable pozo del patio, de entrada. Parece que no hay misericordia para el Seminario y todo el edificio amenaza ruina inminente, como no sea que lo utilicen para hotel o que el ayuntamiento le busque alguna utilidad. Habrá que recordar a Rodrigo Caro, el poeta sevillano autor del poema ‘Canción a las ruinas de Itálica’: “Éstos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora campos de soledad, mustio collado, fueron un tiempo Itálica famosa”.
ResponderEliminarPues en ello andamos muchos, intentando despertar las conciencias de quienes tienen en sus manos el destino de este edificio, y que trabajen sin descanso para su puesta en valor y para orgullo de todos los accitanos.
ResponderEliminarOjalá que en un futuro cercano, esos versos de Rodrigo Caro no tengan ningún sentido con el asunto que nos ocupa.
El seminario está perdido y no tienen ningún interés
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ResponderEliminarSoy de Puebla de Don Fadrique y me llamo Jeús Castillo Marin, exseminarista del curso 1960-1961 del cual era tambien tu hermano Simón. Estuvimos 6 años en el seminario Menor y uno en el Mayor (Granada)saliendo de este último en el año 1968. Quiero recordar que tú entraste en el 1967, cuando todavía estaban los jesuitas ( Padre Perez prefecto, Cantero etc. El motivo de participar en tu bloc es simplemente para ratificar lo que tú comentabas sobre la disciplina ferrea, el frio que llegamos a pasar (preguntar a José Mª Laguna que era de Huéscar y Pedro Chillón de los sabañones que nos salían debido al frio tan intenso)ducharte con agua casi congelada cuando se te pasaba la hora de la tanta de ducha, las comidas tan...Pero bueno todo ello era para ir forjando la voluntad de chavales con no más de 12 años. Hace casi 5 años ( 2.012) tuvimos un encuentro en Guadix de 12 excompañeros que pude localizar después de 45 años, que fué indescritible, risas lloros abrazos un latir fuerte de nuestros corazones recordando las muchas alegrias y tambien tristezas. Bajo mi punto de vista he de manisfestar mi pena por el abandono del seminario y sobre todo de la Alcazaba donde la virgen blanca con sus brazos abiertos nos abrazaba a todos los chavales que jugabamos y a todo Guadix.
ResponderEliminarMe acuerdo bien de ti, Jesús Castillo, y de tus paisanos Jesús -que era muy delgado- y de Isaac (falleció), que era de mi curso. Yo entré en 1964 y no soy familia de los García Casanova, aunque soy de Castilléjar. A José Mª Laguna me lo encuentro con frecuencia en el mercadillo de Guadix, y a Pedro Chillón lo saludé hace poco. De la ducha recuerdo que aquella tarde falló el calentador o quizá fue el fraile que lo hizo a propósito, daba pánico meterse porque caían chuzos de punta. Era muy duro y no apto para todos los estómagos, pero aquello nos fue forjando, como bien dices... En octubre de 2016 logramos reunirnos unos 60 exseminaristas, en el hotel Comercio de Guadix, después de 50 años,y no nos conocíamos la mayoría. En la pestaña Artículos del Altiplano, busca El encuentro donde lo describo.
ResponderEliminarSomos el cúmulo de nuestras vivencias, y cómo las recordamos. Entrañable y caluroso este paseo por tus días de seminarista.
ResponderEliminarFelicitaciones! un placer leerte.
Un abrazo, paisano amigo.
Arcoíris.
Los buenos recuerdos son los que te hacen agradable la vida, porque los malos para què. Tú también eres selectiva con los recuerdos. Gracias, Arcoiris
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EliminarAmigo Leandro:
ResponderEliminarMe ha encantado el articulo sobre el seminario, ya que por mi condición de accitano y haber pasado parte de mi infancia debajo del torreón ultimo hacia el nordeste, seguramente seria la torre del homenaje de esta Alcazaba del rey Zagal, de hecho un día rebuscando debajo de este torreón encontré una punta de lanza árabe, pues mi abuela tenia una cueva debajo exactamente de dicho torreón (tengo escrito últimamente en mi blog una entrada en donde presento su fotografía), y como digo, aunque hablo de unos años anteriores ( los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, pues soy ya muy mayor) ¡tuve muchos contactos con los seminaristas, por las visitas que estos hacían al "corralón" de la "Tía Carmen" que así llamaban al lugar, para recoger las pelotas que constantemente caían. Posteriormente tambien conocí a don Carlos Ros , pues fui escolano durante cinco años (entre el 1957 y 1961). Por lo dicho y por tu buen hacer escribiendo es por lo que me resulta muy familiar tu escrito. Gracias y un saludo.
GRacias por el cumplido, Antonio. Me vino una ráfaga de memoria y escribí este artículo donde expongo la cara amable del Seminario, los tres paisanos nos sentimos felices aquellos días, junto aquel seminarista de Huéscar, Pepe Díaz creo que se llama, y los pocos jesuitas que había por allí. Nos sentimos casi como en nuestra casa, una experiencia bonita
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