El pasado 2 de abril fui, con mi hermano, a la sucursal de Caja Granada, en la calle Alhamar, de Granada. Aquí tenemos los hermanos un depósito a plazo fijo, de forma mancomunada desde 1995, y queríamos renovarlo. Cuál fue mi sorpresa cuando la interventora saca un formulario, me pide dos números de teléfono, y me pregunta por mi estado civil, régimen económico, estudios que tengo, dónde trabajo y correo electrónico. Le respondí a algunas preguntas, hasta que ya no pude aguantar más: “Nosotros hemos venido a renovar el depósito a plazo y no tengo por qué dar mis datos personales y familiares, porque forman parte de mi intimidad”. Aquello era humillante y contrario a la ley, le dije a la interventora, así como que quería quejarme al director. Este me recibió y no sé cuántas veces me dio la razón. Me prometió que me llamaría en unos días. Me respondió que se había enterado y estos son los impresos que tienen en Caja Granada para estos casos. Le avisé que pondría una reclamación en la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD).
domingo, 17 de febrero de 2013
ABUSOS EN LA BANCA
El pasado 2 de abril fui, con mi hermano, a la sucursal de Caja Granada, en la calle Alhamar, de Granada. Aquí tenemos los hermanos un depósito a plazo fijo, de forma mancomunada desde 1995, y queríamos renovarlo. Cuál fue mi sorpresa cuando la interventora saca un formulario, me pide dos números de teléfono, y me pregunta por mi estado civil, régimen económico, estudios que tengo, dónde trabajo y correo electrónico. Le respondí a algunas preguntas, hasta que ya no pude aguantar más: “Nosotros hemos venido a renovar el depósito a plazo y no tengo por qué dar mis datos personales y familiares, porque forman parte de mi intimidad”. Aquello era humillante y contrario a la ley, le dije a la interventora, así como que quería quejarme al director. Este me recibió y no sé cuántas veces me dio la razón. Me prometió que me llamaría en unos días. Me respondió que se había enterado y estos son los impresos que tienen en Caja Granada para estos casos. Le avisé que pondría una reclamación en la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD).
viernes, 8 de febrero de 2013
MÁLAGA: LA CARRETERA DE LA MUERTE
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Por la carretera de Málaga a Almería |
La carretera parecía una verdadera carnicería. Los
lamentos de los niños heridos, los chillidos de las madres agonizantes, las
maldiciones de los hombres, iban elevándose en un solo grito masivo, alcanzando
un tono de intolerable intensidad, escribió el cirujano canadiense, Norman
Bethune, afiliado al Partido Comunista, que vino a combatir en la Guerra
Civil española como voluntario de las Brigadas internacionales. Con su
ambulancia de transfusiones de sangre, ayudó a miles de fugitivos malagueños, y
añadía: Era una corriente silenciosa de
hombres y animales; los animales gimiendo como hombres, y los hombres
impasibles como animales. Estas metáforas del camarada Bethune –como le gustaba que lo llamaran–, me recuerdan
precisamente al Guernica del malagueño Pablo
Picasso, incluso hay quien sostiene que se inspiró en este éxodo para
pintar su cuadro más famoso.
El 6 de febrero de 1937 –se cumplen
ahora setenta años–, una marea humana inundó la carretera de Málaga a Almería.
Ni que decir tiene que llevaban sólo lo puesto. La ciudad sitiada está a punto
de caer en manos de las tropas nacionales y sólo queda emprender la juía,
nombre con el que será recordada esta odisea. Bethune, en su obra El
crimen de la carretera Málaga-Almería (Publicaciones
Iberia, 1937), describe horrorizado: Imaginaos
ciento cincuenta mil hombres, mujeres y niños que huyen en busca de refugio
hacia una ciudad situada cerca de doscientos kilómetros de distancia. No hay
más que un camino. No hay más vía de escape (...) Lo que quiero contaros es lo
que yo mismo vi en esta marcha forzada, la más grande, la más horrible
evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos.
En el largo éxodo de la caravana de la muerte, los milicianos
–unos 40.000 huyen en dirección a Nerja y Motril– y la población civil fueron
bombardeados y ametrallados día y noche por la Marina y la Aviación franquistas.
El trayecto, de 219 kilómetros, duró
cuatro días y se calcula que murieron entre 3.000 y 10.000 personas. El
joven José Ginés sobrevivió a la tragedia: En
la recta de Adra, no se veía la carretera: era tanta la gente que caminaba
hacia Almería, que todo el camino era una mancha de gente (...) Cuando volví al
camino me encontré con el espectáculo más horrible que he visto en mi vida:
niños, mujeres, borricos por el suelo; unos muertos, otros heridos; quejidos:
¡Socorro! ¡Amparadme! Natalia era entonces una niña de 14 años: Cada cual llevaba lo que más apreciaba (...)
Yo cogí los zapatos blancos (habían costado 13 pesetas) y el vestido celestito
de escobón que había estrenado ese día.
En el verano del 2004, el Centro Andaluz de Fotografía (CAF)
organizó en Almería una exposición a Norman Bethune. Esta foto podríamos
titularla: Mujeres al borde del camino:
una lleva puesto un chal negro y la otra, agachada, está orinando. En esta otra
imagen se ve a una desolada niña mirando hacia el cañaveral, mientras su muñeco
desnudo está tirado en el suelo. Hay grandes destrozos en el cañaveral de
Motril, pues los fugitivos se alimentaron chupando la caña de azúcar. Estas fotografías las hizo el arquitecto
canadiense Hazen Size, el acompañante de Bethune. Y de nuevo, el cirujano
nos describe el sufrimiento de la población civil: Contamos unos 5.000 niños de menos de 10 años y, al menos, 1.000 iban
descalzos y muchos de ellos cubiertos con una sola prenda (...) Nuestro camión
era asediado por una multitud de madres frenéticas y padres que con los brazos
extendidos sujetaban hacia nosotros a sus hijos... ¿Cuántas veces habremos
visto imágenes como éstas, en la tele y en el cine? Recordar que el poeta granadino José G. Ladrón de Guevara tenía ocho
años, cuando su familia tuvo que salir huyendo por la carretera de Málaga a
Almería, haciendo parte del recorrido.
A las 7:30, del día 8 de febrero, las
tropas nacionales entraron en Málaga. He escrito este artículo porque parte del
camino de la muerte discurrió por la
costa de Granada, y para que no nos olvidemos de nuestra reciente y trágica
historia. Los españoles somos muy exaltados y no quiero pensar que, por sus
ideas políticas, miles de ellos tuvieran que salir con lo puesto de cualquier nación de España: debido a la política
lingüística, miles de profesores tuvieron que salir forzados de Cataluña. España es una herida en mi corazón. Una
herida que nunca cicatrizará, decía
el buen camarada Bethune. El pasado domingo (8 de febrero de 2008), un centenar de participantes marcharon
desde Almuñécar a Nerja para conmemorar el 70 aniversario de la desbandá.
Posdata: este artículo salió publicado en La
Opinión de Granada, el 6 de febrero de 2007. Si alguien está interesado en una
exposición de fotos sobre este éxodo, el Centro Andaluz de la Fotografía, en
Almería, se las proporciona, sólo tendrá que pagar el traslado de los marcos. Norman Bethune tiene un paseo dedicado en
un pueblo de Málaga y, junto al fotógrafo Hazen Size, les debemos la crónica de
la huída de Málaga a Almería, en 1937. Este verano conseguí un DVD, donde
vienen imágenes de los supervivientes de La
carretera de la muerte, presentado por el escritor Juan Madrid. Hace varios
años, hablé para que se montara en Granada una exposición y el silencio
fue la contestación. Cientos de
españoles y senderistas están haciendo el recorrido estos días, de Málaga a
Almería, entre ellos los compañeros Antonio Olmos, de Lanteira, y Alberto
Burgos, de Benamaurel. El día 16 de febrero le hicieron un homenaje a José G. Ladrón de
Guevara, en la Biblioteca de Andalucía. Tiene ya 88 años. En el enlace de
abajo hay un video del éxodo de los malagueños. Lo sorprendente de todo
esto es que la mayoría de los granadinos desconocen este triste episodio de
la Guerra Civil, en Guadix hay
montada una exposición sobre la huída.