sábado, 16 de noviembre de 2024

MEMORIAS DE CASTILLÉJAR 3

 


Mayo de 2009, número 3 

La crisis de los niños, durante 1940 a 1950

Las chucherías que teníamos solo las podíamos comprar los sábados en el mercado. Venía un hombre con una gavilla de palo dulce (en el Diccionario de la Real Academia Española viene como paloduz) y se ponía en la esquina de la plaza a vender un puro por una perrilla, aunque como no teníamos ese dinero le pedíamos a nuestra madre una patata o una panocha para cambiarlas por palo dulce. Qué felices éramos mientras nos duraba... Si alguna niña no podía conseguirlo, nos pedía una chulla y se la dábamos con gusto porque nos gustaba compartir aunque se nos estropeara el puro. Los niños iban por la noche al Barranco del tío Lázaro, donde había una viña y mucho palo dulce donde coger. El tío Lázaro, viéndolos, les tiraba piedras desde la puerta de su cueva para que se fueran porque le destrozaban la viña. También venía de Huéscar un hombre llamado Rubiro, con su borriquilla vendiendo algarrobas, y todos los niños y niñas por los laeros íbamos buscando trapos y alpargates viejos y pellejos de conejo. A cambio de esto, él nos daba dos o tres algarrobas y nos quedábamos tan contentas. Después de aquello empezó a venir de Huéscar también Arturo. Traía chambis a un precio alto: un real la pasta entera, tres perrillas, media pasta. 

Muchas veces no podíamos probarlos por su precio. Más adelante, por el año 1955, puso María la Campoa un kiosquillo en la plaza, donde también vendía chambis, agua de limón y caramelos. A partir de allí fue cambiando la vida para los niños. Los domingos les gustaba ponerse guapillos e irse a la plaza a jugar y comprarse algo. Por las calles iba el tío Quiquillero con una cesta colgada del brazo, vendiendo cajas de mistos, piedras de mechero, ovillos de hilo y agujas, a cambio de pellejos de conejo y trapos viejos. Así era la vida, teníamos menos perras que el que va a bañarse pero nos las arreglábamos. Si nos quedábamos solas en casa, cogíamos azúcar de nuestras madres, la tostábamos y hacíamos caramelos. Éramos muy artesanales. Usuaria C.G. Castilléjar

 ¿Cómo se hace el pan casero?

Desde siempre, para hacer el pan había que hacer un largo proceso. Nuestros padres, abuelos y bisabuelos primero sembraban el trigo más o menos por Navidad. Durante el verano se segaba y después lo llevaban a una era y lo trillaban. Seguidamente se ablentaba y cuando estaba el trigo limpio se llevaba al molino, se molía y ya estaba para empezar a hacer el pan. Con una artesa, unos palos y un cedazo, colocándolos en ese orden, se cernía la harina. En ese proceso, primero salía la harina y luego el salvado, que se utilizaba para echárselo a los animales. La noche antes de amasar se hacía la creciente. Se mezclaba harina, agua caliente y un poquito de sal, se hacía una pasta y se dejaba reposar esa noche. Esta masa se utilizaba para “envolver”, es decir, se mezclaba con la masa para hacer el pan, como veremos a continuación. Se amasaban 2 o 3 celemines. Se echaba la harina en la artesa (se hacía como una parada), por cada celemín de harina se añadía un puñado de sal y otro poquito para las ánimas benditas. Luego se le echaba la creciente, agua caliente y se deshacía todo junto para obtener la masa final. Al terminar de hacerla, se tapaba y se dejaba fermentar aproximadamente una hora. Mientras tanto, se encendía el horno con leña fina y se iba calentando poco a poco. Pasada la hora, se hace el pan y se pone en una tabla con un mantel. También se deja reposar más o menos una hora o hasta que el pan “suba”. Antes de echar el pan en el horno, éste se barre y las ascuas que quedan se ponen a un lado del horno para que no se enfríe. Hecho esto, se mete el pan. Para cocerse bien, gasta más o menos tres cuartos de hora. Cuando está cociendo y lleva unos 20 o 25 minutos se mira y se remuda, esto es, el pan de más adentro del horno se saca y el de más afuera se mete adentro, para que se haga por igual todo el pan. Una vez cocido, se saca y a veces se come una coscorra con aceite, sal o azúcar. En ocasiones se hace el pan dormío, que es el mismo proceso, pero en vez de dejar reposar la masa final una hora, se lavan las manos y continúan el proceso. Actualmente hay muy poca gente que amasa. Usuaria C.G. de Castilléjar

 


La Santa Cruz Misionera

La Cruz es una tradición muy antigua, de mucho antes de la guerra, aunque durante ésta se rompió. La pusieron unos misioneros que vinieron a ayudar y nos dejaron su testimonio con este regalo tan hermoso, de ahí su nombre. La dejaron colocada pero la rompieron después. En el año 1945, siendo párroco de Castilléjar, D. Antonio Motos Sánchez, vinieron los Padres Redentoristas a una misión. El Padre Medina y el Padre Hueso subieron al Cerro de la Cruz y, como no había ninguna, pusieron una nueva. En 1954, siendo párroco D. Atanasio Martínez Botía, el Viernes Santo al alba cargó con la Cruz a cuestas,  la subió y la dejó puesta en el Cerro de la Cruz. En el año 1970, siendo párroco, D. Pedro Molina Cano, subió al cerro, bendijo otra cruz y la dejó puesta. Creo que es la misma que hay todavía, pues ya está muy estropeada. A continuación dijo misa en las primeras cuevas más cercanas a la cruz, dieron un poco de refresco, cuerva y garbanzos torraos. Entonces eran las fiestas más pobres. Hoy, gracias a Dios, tenemos más abundancia de todo y se hacen mejores fiestas. Gracias al Excmo. Ayuntamiento, a la Hermandad de la Cruz y a todas las personas que colaboran se puede hacer realidad esta fiesta.

Viva la Cruz Misionera porque,

sin cruz no hay salvación.

Victoria, tu reinarás, ¡oh, Cruz, tú

nos salvarás!

Usuaria C.G. Castilléjar

 Los mayores, al colegio

Yo nací en el año 1931 y los que nacieron cuatro o cinco años antes, u ocho o nueve después, creo que a todos, por circunstancias de la vida nos ha tocado hacer las cosas al contrario de lo normal. Primero, cuando éramos niños no pudimos ir al colegio porque nos cogió la Guerra Civil (1936-1939) y casi todos los hombres estaban en el frente (27 quintas coincidieron allí, los hombres comprendidos entre los 18 y 42 años, aproximadamente). Aquí no había más sustento que lo que se recogía en la tierra, así que el trabajo del campo lo tenían que hacer los pocos hombres que quedaban, los mayores de 42 años, las mujeres y los hombres menores de 18. Los niños con 7 u 8 años ya tenían obligaciones, había que cuidar animalillos, ayudarle a las madres o a los hermanos y, cuando tenían 13 o 14 años, ya se sentían personas mayores y responsables para el trabajo y para todo. Después terminó la guerra, pero quedaba la posguerra que en aquellas circunstancias era lo mismo, porque aproximadamente hasta el año 1950 no se pudo emigrar a otros países y, a partir de ese momento, empezó a mejorar la vida cada día más. Ahora tenemos nuestras escuelas de adultos donde van todas las personas mayores que quieren. Unos aprenden más, otros menos, otros recuerdan algo que se les había olvidado, pero sobre todo nos lo pasamos muy bien relajados, allí en sociedad, muy distraídos. También nos hemos apuntado un grupo de mayores al Centro Guadalinfo y nos lo pasamos muy bien, aunque la memoria está ya un poco desgastada y se nos olvidan muchos detalles con facilidad. Pero se está muy a gusto porque el profesor es muy amable y, aunque le preguntemos varias veces las cosas, siempre nos las explica muy bien. Francisco Martínez Expósito

Gracias a Félix Montejano por las fotografías

Textos copiados de la revista CASTILLÉJAR DIGITAL, elaborada por Luis Dengra Felgueres, que entonces era dinamizador del Centro Guadalinfo. Actualmente trabaja en Punto Vuela Guadalinfo.

 http://www.castillejar.es/digital/datos/castillejar_digital_mayo_2009.pdf

guadalinfo.castillejar@andaluciajunta.es


 Sobre La crisis de los niños, durante 1940 a 1950, quiero añadir que María la Campoa fue también un personaje de mi infancia, en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, sin embargo no he encontrado ninguna foto de ella en su kiosko de la Plaza del Generalísimo (yo quiero recordarla también con el carrillo de helados). Si alguien tuviera alguna fotografía de María la Campoa se lo agradecería, pues ella y sus chambis forman parte de la historia de Castilléjar. Su hijo era de mi edad y lo recuerdo vagamente de la escuela. Le apodaban el Terrible (lo que da idea de la crueldad en los motes) y era delgado, espigado y feo. Recuerdo que los niños íbamos a una viña que estaba cerca de la Cuesta del Baico, entrando al pueblo y subiendo por el camino que hay a la derecha. Hacíamos estragos en el bancal, buscando el palo dulce en la tierra y salíamos corriendo a las voces del propietario. En el mercado del sábado casi siempre compraba dos reales de palo dulce, o de garbanzos torraos, a una vieja que tenía unos capazos en el suelo, o quizás era un hombre el del palo dulce. Y sin embargo, dentro de la escasez  y la pobreza, fuimos felices en nuestra infancia.

Sobre el pan casero, decir que mi madre tenía una artesa en la cámara pero no recuerdo que la utilizara. Ella amasaba todos los lunes en el horno de Vicente y, cuando falleció (no tendría los cincuenta años), Josefa se hizo cargo. Mi madre amasaba siete panes de a quilo, uno por día, para los siete de la familia, lo que da idea del pan que se comía entonces. ¡Niño, come pan!, era la frase de nuestros padres en aquellos años. En el horno había cinco o seis mujeres dándole meneos a la masa y a Josefa le hice una entrevista hace unos veinte años, junto a otros personajes del pueblo y del Altiplano, que salió en Ideal y la publicaré esta Navidad.

 Sobre la Cruz Misionera, como la conocemos desde hace bastantes años, añadir que Rafael Carayol, párroco de Galera e historiador (publicó varios libros sobre los moriscos), se hizo sacerdote por don Antonio Motos, según confesó él mismo. Rafael Carayol falleció el 24 de diciembre de 2001 y le dediqué un artículo en Ideal de Granada. Don Pedro Molina Cano quitó las imágenes de santos y las columnas salomónicas (las vi hace dos años en una habitación que hay bajo el salón parroquial), que estaban junto al sagrario, también borró las pinturas de la iglesia de Castilléjar, el caso es que tuvo sus más y sus menos con el maestro don Miguel Lozano. Hace dos años le pregunté a un sacerdote amigo y me confesó que don Pedro no estaba bien, lo cierto es que hizo estragos en las parroquias que estuvo. En mi artículo Las representaciones de don Atanasio https://blogdegarciacasanova.blogspot.com/2022/09/las-representaciones-de-don-atanasio.html, José Correa cuenta cómo don Atanasio cargó con la Cruz a cuestas, ya  que era monaguillo entonces, y lo acompañó a Los Evangelistas. Y Pepe Pinteño recuerda con bastantes detalles la estancia del párroco en Castilléjar y su amistad posterior con él, hasta que falleció en diciembre de 2020.

Finalmente, Francisco Martínez Expósito escribe Los mayores, al colegio. Cuando comenzó la Guerra Civil tenía cinco años, hoy tiene 93 y vive en Cambrils (Tarragona), según me han dicho. Francisco recuerda la guerra y las penurias que pasaron en la posguerra. En los años cincuenta el nivel de vida fue mejorando y cuenta su paso por la Escuela de Adultos y por el Centro Guadalinfo, donde confiesa que el profesor es muy amable. A ver si alguien conoce el nombre de la Usuaria C.G. Castilléjar. Usuaria del Centro Guadalinfo, que escribe tres relatos de aquel tiempo. Leandro García Casanova





jueves, 7 de noviembre de 2024

LA ACEQUIA DE LAS ANDAS, ATORADA

 

Aspecto de la acequia



Fotos tomadas el 5 de noviembre, a las 10:41 horas, en la acequia del Barranco de las Andas, en Las Gabias. El tramo es el que va paralelo a la carretera del Campo del Golf hasta el semáforo de la carretera a Gabia Chica. El puente que hay por debajo prácticamente está taponado por las cañas, desde las últimas lluvias que cayeron a finales de octubre en Las Gabias, y eso que fueron 27 litros por metro cuadrado. Como se ve, la riada rebasó el cauce, anegó los campos y las cañas todavía se encuentran empotradas en la baranda. La Confederación Hidrográfica del Guadalquivir ni limpió la acequia (viene del Suspiro del Moro), antes de las lluvias ni la ha limpiado después, a pesar de que los agricultores de Las Gabias se lo han pedido en varios escritos. En la carretera que va del Campo de Golf a Gabia Chica, el puente de la citada acequia está completamente atorado por las cañas, pues tampoco lo habían limpiado cuando pasé hace unos cinco días. Si vinieran las lluvias, los destrozos están asegurados: la carretera cortada y los campos inundados, pero seguro que nadie tendrá la culpa.



A la altura del puente


13 de noviembre por la tarde. Este es el comunicado del Ayuntamiento de las Gabias a la población. Dada la situación meteorológica y la ALERTA NIVEL NARANJA, el Ayuntamiento de Las Gabias, en coordinación con los servicios de Seguridad Ciudadana y Emergencias, ha dispuesto las siguientes medidas:

 Activación de la fase de Pre-Emergencia.

 Cierre de las Instalaciones Deportivas y suspensión de las actividades programadas.

 Cierre de Edificios Municipales: Bibliotecas, Hogar del Pensionista, Centro Sociocultural SXXI, y suspensión de sus talleres y actividades.

 Cierre de Parques Públicos y Cementerios.

 Cortes de tráfico en Vías Públicas:

- Cañada Honda, Acceso a Instalaciones Deportivas y Barrio La Alhomaima

- Camino de los Barrancones, conexión Gabia Chica – Campo de Golf

 Recomendamos extremar las precauciones en el tránsito en Polígono Industrial, Accesos al Barrio La Alhomaima y Cruce de las Andas (Acceso Gabia Chica-Campo de Golf).

 Estas acciones buscan garantizar la seguridad de todos los vecinos y minimizar cualquier riesgo ante el temporal.

 Sigue las recomendaciones y permanece atento a las actualizaciones a través de los canales oficiales.

 Para cualquier incidencia, llama al teléfono 112 o a Protección Civil Las Gabias: 615 343 649.

#MásLasGabias



lunes, 4 de noviembre de 2024

ANTIGUO CEMENTERIO DE CASTILLÉJAR

 




Una tumba excavada en el suelo, del antiguo cementerio municipal. En el caballón está clavada una cruz de madera, con una corona de flores y una foto del matrimonio. La sombra de una cruz se proyecta sobre la tumba, como si nos hablara de misericordia. Muchos no tenían dinero para pagarse un nicho, mi hermana pequeña, Angustias, falleció a los quince días en los años sesenta y fue enterrada también en el suelo.




Leandro: Castilleja de los Ríos en blanco y negro (1920), edición de autor. Se vende en el Ecomuseo y en el Estanco de Castilléjar, a 10 euros.




sábado, 2 de noviembre de 2024

RECORDANDO A PÍO BAROJA

 






Parece como si lo estuviera viendo: la figura triste y solitaria de Pío Baroja (1872-1956) paseando, al atardecer, por el Parque del Retiro de Madrid, en aquel invierno de 1950. Con su abrigo largo, la barba blanca y tocado con su sombrero de ala ancha. Está envejecido y diría que desengañado de la vida. Un día le visitaron Luis Ponce de León y otros falangistas de uniforme: ¿No sale usted nunca, don Pío? Y éste les respondió: Antes bajaba a darme una vuelta, pero desde que andan por ahí esos cabrones de falangistas ya no me atrevo. Cuando murió su madre, doña Carmen Nessi, Baroja tenía 63 años y ya se quejaba de su sempiterna soledad: Ahora soy yo el que está solo toda la tarde, esperando.

También le gustaba darse sus paseos por la Carrera de San Jerónimo, entre la Puerta del Sol y las Cuatro Calles. Entonces se cruzaba con las caras más famosas de España: Juan Valera, Emilio Castelar, Valle-Inclán, y no podían faltar sus amigos Azorín y Ramiro de Maeztu. El escritor Pérez de Ayala, un dandi de la época, veía así su obra: Las novelas de Baroja son como un tranvía. Los personajes entran y salen, se suben y se bajan sin que sepamos adónde van ni quiénes son. En sus Memorias, el autor vasco decía: El árbol de la ciencia (1911) es, entre las novelas de carácter filosófico, la mejor que yo he escrito. Aquí, el médico Andrés Hurtado, trasunto de Pío Baroja, exclama llevado del pesimismo existencial, heredado del filósofo alemán Schopenhauer: Uno tiene la angustia, la desesperación de no saber qué hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse perdido, sin brújula, sin luz adonde dirigirse. En la novela, pone en evidencia que la Universidad y la Ciencia en España se hallaban en un estado lamentable.

En 1909 publicó su primera obra, Zalacaín el aventurero, que él consideró como su novela favorita, y me lo imagino en el tren haciendo el viaje a Barcelona para cobrar las mil pesetas que le entregó el editor. En los años febriles de la República, inauguraron la Feria del Libro en Madrid, en aquellas viejas casetas de madera. Pío Baroja, a pesar de su abundante obra, era uno de los escritores menos leídos. Su sobrino, Pío Caro Baroja, publicó la novela inédita Las miserias de la guerra: Saturnales, que su tío escribió unos años antes de morir. Los personajes nos dan esta visión de la época: España no sabía vivir en un régimen de libertad y de claridad. La República española en pocos años se había envejecido, aniquilado y desacreditado. No pudo encontrar hombres inteligentes y capaces. Pío Caro lo definía como individualista, desobediente, anticlerical y crítico con las ideologías y banderías.

Con su amigo Azorín




En la Primera Guerra Mundial, el escritor vasco se declara germanófilo, junto a Jacinto Benavente.
En 1929 se rueda la película sobre su primera novela, Zalacaín el aventurero, mientras que su hermano Ricardo hace de Tellagorri. Al poco de comenzar la Guerra Civil, Baroja y otros son arrastrados hasta una pared por una partida de falangistas: Hay que fusilarlos, dicen, aunque uno de los acompañantes de Baroja dio un viva a la República. Al final se libran. Un tiempo después los llevan a la cantera de Vera de Bidasoa, pero no los fusilan. Estos sucesos hacen que Baroja se exilie en París pero esto supuso su hundimiento vital. Se sentía perdido, pues le faltó la rutina diaria de su vida, de sus casas y del entorno familiar. Aquí escribió artículos furibundos contra la República. Años después regresó a España y decidió vivir apartado de la política. Junto a Ortega y Gasset representó el exilio interior, llegando a convertirse en el emblema de las nuevas generaciones de escritores. Azorín por entonces enviaba sus colaboraciones a las terceras del ABC, y él mismo se consideraba un escritor de un folio diario, que siempre escribía a pluma. Mientras que su amigo Baroja era un escritor de mesa camilla, que se arropaba las piernas con una manta a cuadros.

Pío Caro escribió en 1953 la vida rutinaria de su tío: Encima de la mesa tiene: dos pares de gafas, un par de plumas estilográficas bastante buenas, además hay un tintero y un pincel… Sobre las doce de la noche, mira el reloj, toma tres pastillas de ‘fanodormo’, un traguito de agua y vuelve a leer un rato más; posiblemente se queje de que un vecino tiene la radio puesta. Y cuando alguna noche salía después de cenar, su tío le recomendaba: Ya sabes, si vienes más tarde de las doce y media, te vas a dormir al otro cuarto, no sea que me despiertes… Baroja se consideraba como un hombre humilde y errante, aunque en realidad era un hombre solitario contra el mundo. Mi anarquismo era no creer y no afirmar, decía. Si en sus novelas alguien se salvaba, era el anarquista. Durante un tiempo regentó la tahona Viena Capellanes.



Leer a Pío Baroja es para mí como pasear a su lado por el Retiro madrileño, entre las sombras de los árboles: Era la Corrala un mundo en pequeño, agitado y febril, que bullía como una gusanera, escribe en La busca, su obra más intensa, donde retrata con realismo los barrios más míseros de Madrid, a comienzos del siglo XX. Baroja es el novelista por antonomasia de la literatura española contemporánea, a pesar de sus evidentes incorrecciones gramaticales. Por aquellos años, algunos no lo miraban bien y lo denominaban don Pío el impío. El escritor y columnista Paco Umbral contaba que, el 31 de octubre de 1956, la calle donde vivía se llenó de gente: eran de un rally deportivo que se celebraba esa mañana. Al entierro de Baroja fueron cuatro. Por lo menos tuvo un entierro barojiano. Unos días antes, como siempre, la Academia sueca lo había ignorado entregando el premio Nobel de Literatura al poeta moguereño Juan Ramón Jiménez. Pío Baroja está enterrado en el Cementerio Civil de Madrid (hace sesenta y ocho años) y su estatua, en el Retiro madrileño, tiene esta leyenda: Madrid a Pío Baroja. Recuerdo algunas frases suyas, que hoy siguen vigentes, y habría que recordársela como entonces a los naciocarlistas del norte de España: El nacionalismo se cura viajando. Pío Baroja, junto a Miguel de Unamuno, fueron dos vascos que amaron a España por encima de todo.

Artículo publicado en Ideal en Clase:

https://en-clase.ideal.es/2024/10/31/recordando-a-pio-baroja/?fbclid=IwY2xjawGSm89leHRuA2FlbQIxMAABHS-MPo2Cdtut-enKnUXWySnNpq31f1gc-E8zT0j2cJfl3jr0IpLMIh2Lig_aem_Zw7VRIrIPXCTH2_H1VwwRg


viernes, 18 de octubre de 2024

MEMORIAS DE CASTILLÉJAR 1

 

Hermandad de Ánimas de San Isidro, Los Olivos.1960






De casualidad he encontrado en Internet 



el periódico Castilléjar Digital. Luis Dengra Felgueres, Dinamizador del Centro Guadalinfo de Castilléjar, lo describe así en el número 1, de marzo de 2009.

 "Nace el primer periódico digital de Castilléjar. 

Hasta donde me alcanza la memoria, en Castilléjar nunca ha habido una empresa o algún particular que haya llegado a publicar algún documento de este tipo. Ahora, en estos tiempos modernos que corren y con el proyecto Guadalinfo bien implantado en el municipio, se pretende realizar este periódico por y para toda persona interesada en aportar contenidos interesantes ( o que crea que puede ser de interés), con la ayuda y asesoramiento del Dinamizador del Centro Guadalinfo, y pueda difundirse lo mejor y más rápidamente posible a través de esta gran red de redes que es Internet. En colaboración con el Excmo. Ayuntamiento de Castilléjar, que nos cede una sección de su web oficial www.castillejar.es  para publicar los distintos documentos que se generen en este proyecto, dispondremos de un portal adecuado para la  correcta realización de la actividad. Sólo me queda desear que este pequeño proyecto para Castilléjar llegue a buen puerto y que sea del agrado de los lectores, que esperemos, sean muchos (…). Gracias a todos los redactores por poner en marcha este periódico y a los lectores por interesarse en los contenidos".

 En el apartado Memorias de Castilléjar, del periódico Castilléjar Digital, he copiado tres relatos de los vecinos, que se remontan a la posguerra y a las décadas de los cincuenta y sesenta, en que España empieza a desarrollarse al mismo tiempo que sufre una fuerte emigración hacia los países europeos y Cataluña. Sus testimonios describen el ambiente de pobreza, la solidaridad de los vecinos, las costumbres y tradiciones, así como la religiosidad del pueblo y lo penoso que resultaba el trabajo en el campo. Y así como lo cuentan era la vida diaria en cualquier pueblo de España. En los años cincuenta había altas tasas de mortalidad infantil y enfermedades infecciosas, como la tuberculosis y el cólera, mientras que la esperanza de vida del español medio era de cincuenta y nueve años para los hombres y sesenta y tres para las mujeres. Hoy sin embargo tenemos un Estado de bienestar y es menos penoso en todos los aspectos, baste decir que este año estamos en ochenta y tres años de media para los hombres y ochenta y siete para las mujeres. 

Ermita de Los Olivos. Castilléjar Digital


 Historia de la fiesta de Los Olivos


 

Aproximadamente por el año 1955 se fundó la primera fiesta en los Olivos en honor a San Isidro labrador. Se celebró los tres primeros años en la cámara de la tía Brígida, porque no existía la ermita todavía. Allí se montaba un altar y un confesionario para celebrar la misa y en el balcón (que ya no está) decía el cura el sermón. La fiesta consistía en una misa y al terminar se daba un refresco. El refresco, como en aquellos tiempos la economía andaba bastante mal, consistía en dar garbanzos torraos y cuerva. En aquel entonces era una cosa extraordinaria. Seguidamente al refresco, se hacía una procesión por todo el pueblo. A lo largo de aquellos tres años, animados por la colaboración de Don Atanasio, que era el cura que estaba aquí en aquellas fechas, consiguió unirnos a  todos los vecinos que colaboramos con los materiales. Unos traíamos piedra con las bestias, otros sacábamos yeso y además echábamos jornales para ayudar a los albañiles.  Para pagarles, colaboraron los vecinos y el ayuntamiento. En cuanto a la fiesta, conforme han ido mejorando los  tiempos, igual ha ido progresando la celebración: lo que antes eran garbanzos torraos y cuerva, ahora es carne, vino, cerveza, etc., El domingo se da paella para todos los asistentes y por la noche chocolate y churros para todos. Deseamos de todo corazón que siga así. Francisco Martínez Expósito 

La Hermandad de las Ánimas 
Era la encargada de sacar algún donativo para las fiestas  de San Isidro, año 1960 y 1962. Esta hermandad iba de casa en casa tocando en las puertas y pidiendo un donativo. Los vecinos aportaban lo que podían (productos del campo, mayoritariamente) y luego se subastaban el día de año nuevo al salir de misa. Esta hermandad también hacía bailes de puja por las noches, que consistía en pujar por una persona para que bailara o para se quitara y se pusiera otra. En la foto de la portada, de izquierda a derecha: Julio Martínez, Eliodoro Martínez, Pedro Martínez, José González, José Martínez, Juan Pedro Mañas, Paulino Cáceres, Antonio Sánchez, Joaquín Sarabia y Miguel Guirao.








De izquierda a derecha: Diego Navarrete, Félix Martínez, Miguel Guirao, Antonio Sánchez, Juan Pedro Mañas, Andrés Jiménez y Pedro Martínez

Barrio de San Marcos, foto de don Eliseo, 1930



 

El barrio de San Marcos







El barrio de San Marcos, según la historia de Castilléjar, es el barrio más antiguo, pues incluso allí vivieron los moros durante la ocupación. En los años 40, todas las viviendas eran cuevas y todas estaban habitadas, incluso algunas tenían (y tienen) ventanas que dan a la Morería. Se comentaba por aquellos años, que esas ventanas se utilizaban muchos años atrás como miradores o puestos de caza, donde se podía acechar a los animales que venían a beber agua al río y cazarlos, ya que en aquel tiempo el monte llegaba hasta la acequia de las Viñas, lo que hacía que hubiesen muchos animales salvajes en los alrededores del pueblo. También nos contaban el origen del nombre del río Guardal. Parece ser que hubo una gran sequía en toda la zona y se secaron todos los ríos excepto este, así que lo llamaron Guardalá y de ahí vino su actual nombre. Nos dejaron los moros un murallón (atalaya) encima de la Morería, que tendría aproximadamente 10 metros de alto por 5 de diámetro, pero hace unos 40 años hundieron lo último que estaba en pie y ya solo nos queda en algunas fotos antiguas que todavía conservamos. Al subir el barranco, teníamos una ermita (ermita de San Marcos) y el 25 de abril subía el cura desde la iglesia, cantando la letanía, decía misa en la ermita y al terminar bendecía los campos desde el filo de la Morería. Teníamos también la cueva de las ánimas. Una mujer mayor sin hijos la donó a la iglesia y,  en el barrio de San Marcos antiguamente, fue donde los hermanos de las ánimas guardaban sus instrumentos y ensayaban para la Pascua. Decían que en las Eras Altas había un pequeño castillo de piedra de sillería (de ahí el nombre de nuestro pueblo) pero lo desmontaron para construir la iglesia con sus piedras. Otra festividad era la del Miércoles de Ceniza, actualmente recuperada, donde se vestía un muñeco de trapo igual que un hombre y se bailaba de un lado a otro del barranco hasta que se rompiera. Volviendo a los años 40, a este barrio lo llamaban también el barrio de la alegría, pues casi todos los vecinos éramos familia. Nos trasladábamos de unas cuevas a otras, nos prestábamos ayuda cuando había mucha faena (la matanza, la conserva del tomate y del pimiento, etc.) en definitiva, nos llevábamos muy bien, tanto para lo bueno como para lo malo. La vida en aquellos años era muy distinta de ahora. Para empezar, las familias eran más numerosas. De hecho, eran normales las familias con 5 hijos, aunque algunas llegaban a los 17, 15, 10, etc. Así se entiende que, en un grupo de 50 cuevas que había en el barrio, se llegaran a tener 300 personas viviendo en ellas (en el barrio de San Marcos en la actualidad solo hay 32). El día comenzaba al amanecer, donde todas las chimeneas echaban humo sin parar, pues las madres preparaban el desayuno, antes llamado almuerzo. Toda la familia se levantaba a esa hora, hasta el gato se levantaba, a la voz del padre en la puerta “la migas en la poyata, el que no se levanta no las cata”, y así todos se levantaban corriendo para no quedarse sin comer.  El desayuno, según el día, era: migas, gachas, cus­cús, etc. Había que comer bien para irse al campo a las 7 de la mañana, aunque previamente había que subir agua del río, las burras con agüeras subían 4 cántaros y muchas mujeres también lo hacían con un cántaro en la cadera. A esas horas, el barrio parecía un belén. De todas las cuevas salían muchos chiquillos, unos con cabras, otros con ovejas, burras, mulas, caballos, etc., Se iban al campo y ya no volvían hasta la puesta del sol, en que las madres los esperaban para la cena.  La cena también era distinta a las de ahora: olla, potaje, andrajos, etc., para recuperar fuerzas. En el verano, todas las niñas y los niños nos salíamos a la puerta a tomar el fresco, a jugar a la rueda y a cantar el Romance de Bernabé. Desde el año 1950 nos fuimos quedando solos en el barrio por culpa de la emigración. Unos fueron a Argentina, otros a Alemania, a Barcelona, etc., Estos emigrantes y sus descendientes todavía conservan su cueva, ya reformada, y vuelven cada verano a disfrutar de su pueblo y de su cueva. En esos días parece que el barrio vuelve a como era antes. Usuaria del Centro Guadalinfo. Castilléjar



Una boda, en los años sesenta

Dicho, pedimento y boda, años 1950-­1960






El dicho era hablar con el cura sobre la boda y te preguntaba cosas sobre el Catecismo y los datos personales de la pareja. Las amonestaciones eran 3, una cada domingo, y hasta que no pasaba su tiempo no era la boda. Las amonestaciones se publicaban en el altar o escritas en la cancela (amonestaciones: publicaciones de los datos de los contrayentes y familiares para ver si había algún impedimento para la boda). 

Pedimento y preparaciones. Las invitaciones se hacían en el pedimento y eran para la boda, y se iba de casa en casa invitando, pues no había tarjetas. Al hacerse el pedimento en la casa, se hacía mucho trabajo: se desmontaban camas, muebles, etc., pues había que dejar la casa libre para poner mesas, tableros, etc. Las camas no se armaban hasta que no pasaba la boda, así que se dormía con los colchones en el suelo. Se buscaban fuentes, jarras, cucharas, lebrillos, mesas, todo lo que hacía falta de familiares y vecinos más cercanos. Se hacían galletas, roscos de viento, magdalenas, pasteles, garbanzos torraos, cuerva, chapurrao, mistela casera, vino y tapas. El convite se hacía al anochecer y llegaba toda la gente a la casa precedidos del músico con el acordeón. Poco a poco se ponían las mesas para comer, después se hacia una pausa y los padres del novio les daban el regalo. Seguidamente, los padrinos y después todos los demás. Luego a comer y a bailar toda la noche hasta el amanecer.

La boda duraba todo el día. Los preparativos empezaban 2 días antes, había que matar pavos, gallinas, conejos, pollos, etc., y el día antes debía estar todo preparado. Se amasaba el pan y de esa misma masa se hacían las tortas (bicarbonato, raspadura de limón, canela, aceite y azúcar), todo lo que se comía era casero. La ceremonia era a las 11 de la mañana. En aquellos tiempos se velaba a los novios. Durante el ofertorio se cubría con un manto la cabeza de la mujer y los hombros del hombre hasta antes de la comunión y cada uno sostenía una vela encendida. Las velaciones se cerraban en tiempo de Adviento y de Cuaresma. Después de la ceremonia se daba el desayuno con chocolate y torta, y entre comida y comida, baile. A mediodía la comida era una caldera de cobre grande, de arroz con carne de corral y carne en salsa. Por la noche, pepitoria de pavo y carne frita. Por la tarde los novios enseñaban su casa a los invitados. Las cocineras en aquellos tiempos eran: La tía María la Bolilla, su hija Isabel, María la de Santiago y Gabriela. Usuaria del Centro Guadalinfo. Castilléjar

 Posdata. Me he limitado a poner algunas comas, acentos y vocablos en cursiva. El  término Guardal procede de la palabra árabe Wadi-al- Hardar, río el Ardar. Tras la expulsión de los moriscos se quedó en Guadahardal, hasta el rio Guardal que conocemos hoy. Usuaria del Centro Guadalinfo, viene así en el periódico digital.

http://www.castillejar.es/digital/datos/castillejar_digital_marzo_2009.pdf



viernes, 11 de octubre de 2024

PASCUAL DENGRA, in memoriam

 




El oscense Pascual Dengra falleció en Granada, el 30  de septiembre pasado, a los 91 años. En el artículo La escuela unitaria de don Pascual https://blogdegarciacasanova.blogspot.com/2014/02/la-escuela-unitaria-de-don-pascual.html, que publiqué en mi blog en febrero de 2014, y en el libro Artículos del Altiplano y de Granada (2014), escribí esto: Las casualidades de la vida hicieron que, pasado un tiempo, conociera a Pascual, un hijo del maestro, hicimos amistad y nos vemos de vez en cuando. Me proporcionó información sobre algunos personajes de Huéscar, lo mismo que su hermano Jaime, que me sirvieron para escribir algunos artículos

El artículo, Carlos Asenjo, memoria de un siglo, lo publiqué en Ideal en Clase el 27 de agosto de 2023 y en mi blog. Copio este párrafo: Carlos Asenjo también me habla de la tertulia que hacen en la terraza de la plaza del Campillo, en Granada, Jesús Gil, Pascual Dengra y algunos amigos más, donde se habla de literatura, política o del tema que toque. Yo asistí alguna vez a la tertulia, hace años, pero al residir en Las Gabias me resultaba complicado desplazarme (…).  Recuerdo que este ‘guesquerino’ (hijo del famoso y olvidado maestro, don Pascual Dengra, porque miles de oscenses pasaron por su escuela unitaria) venía a visitarme a la Biblioteca de Andalucía, donde yo trabajaba, y echábamos un rato de charla (…). El caso es que escribo este artículo de verano porque conviene recordar a los viejos amigos y a los personajes ilustres.

Unos meses después, Jesús Gil, Pascual Dengra y yo tomamos café en la terraza de un bar de la plaza del Campillo, en Granada. Pascual, que vivía en el Edificio Cervantes, nos habló de los problemas de movilidad que tenía su mujer y desde hace meses estaban esperando que les salieran dos plazas para irse a una residencia de la tercera edad, en Granada. No querían irse a un pueblo, pues de esta forma podían salir a pasear por la ciudad. “Y en eso estamos”, decía Pascual. Se conservaba bien, a pesar de su extrema delgadez, y por Huéscar ya no se pasaban porque vendieron la casa y tampoco tenían hijos. Jesús Gil lo conocía mejor que yo y le he pedido que me hable de Pascual: Lo conocí en la tertulia del Hotel Meliá, en la calle Ángel Ganivet, en 2020, donde iban también el escritor Carlos Asenjo y otros. Me consta que sacó una brillante oposición de Técnico Superior de Tráfico y que su primer destino fue Cuenca (influido por su paisano Eduardo Chalud Lillo, a la sazón Secretario General del Gobierno Civil). Más tarde desempeñó el cargo de Jefe Superior de Tráfico en Almería y Málaga. Hizo las prácticas de las Milicias Universitarias como Alférez de la Legión Española en Melilla, siguiendo vinculado a este Cuerpo durante el resto de su vida y se casó con Mari Tere, una joven de Martos que por entonces preparaba oposiciones en Granada. Pascual era lo que se dice un caballero, con el honor como regla de su comportamiento diario. Le gustaba coleccionar sellos y discos. Éramos buenos amigos, siempre correcto y lo recuerdo como un hidalgo afable. Todos los días salía de compras con su mujer, paseaban por el centro y por la Carrera de la Virgen y solían hacer una visita a la basílica de la Virgen de las Angustias.


La Carrera de la Virgen


Llamé por teléfono el 12 de agosto pasado a Pascual, me dijo que salían a diario aunque Mari Tere tenía dificultades para andar, pero se iban apañando; quedé en llamarlo un día para vernos en Granada y echar un rato de charla. Hace una semana llamé a Jesús Gil para quedar los tres en la plaza del Campillo, allí bajo los tilos, y fue cuando me dio la mala noticia. Pascual me recuerda a esos personajes de los años cincuenta, como los que salían en las películas en blanco y negro: vestía pulcramente, era educado y amable, y siempre empleaba las palabras precisas. Nos enviábamos whatsapp con frecuencia y, mientras escribo estas líneas, observo la fotografía de Pascual sonriendo en mi teléfono móvil. Sin embargo, este año no pudo asistir con Mari Tere a la tradicional y multitudinaria procesión de la Virgen de las Angustias, el pasado 29 de septiembre, y tampoco les dieron la ansiada plaza en la residencia de la tercera edad. Pascual fue internado en el PTS y falleció unos días después. Descanse en paz.