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En el CEIP Los Ríos, de Castilléjar |
Muchas
veces los encontré juntos por el Camino
de Ronda, o cerca de la Plaza
Einstein, eran amigos desde pequeños, de cuando vivían en Castilléjar, y siguieron siéndolo
cuando los tres se trasladaron a Granada, por motivos de trabajo o de jubilación.
El mayor se llamaba Antonio Sánchez
Guijarro, en el pueblo lo conocíamos como el Quito, un maestro jubilado de 81 años. Luego estaban Antonio Vico (lo llamaban Antoñico), también maestro jubilado, y Pepe Martínez, un farmacéutico que
regenta una ortopedia en Granada. Antonio
falleció en Granada el pasado 9 de abril y al día siguiente
fue enterrado en Castilléjar, fue
entonces cuando me di cuenta de su valía. Me avisaron de su fallecimiento tres
paisanos por wasap (lo que da idea de la repercusión que tuvo entre quienes lo
conocíamos) y a los tres les escribí lo mismo: Antonio Sánchez era de lo mejor que teníamos en el pueblo. Cirilo Vico, hermano de Antoñico, define así a Antonio Sánchez: Era serio, fiable, atento, prudente, respetuoso, leal con los amigos y
siempre te saludaba con una sonrisa. Era
muy completo.
Casi
siempre me encontraba a los tres inseparables amigos sobre el mediodía, venían
del bar Los Alpes donde ponen buenas
tapas de pescado. Cruzaba con ellos unas palabras, a veces comentábamos algunos
sucesos del pueblo o bien nos reíamos con alguna gracia que yo les decía. El
más cercano es Pepe, mientras que Antonio Sánchez apenas abría la boca,
pero daba gusto cruzarse con ellos por la amabilidad que derrochaban. Un día no
recuerdo bien qué les dije, alguna tontería, pero al cabo de los meses cuando
me encontré de nuevo con ellos, traté de rectificar: Disculpadme por aquello que os dije, porque vosotros sois de los más
cultos del pueblo. Ellos ni siquiera lo habían tomado a mal. Era un espectáculo
ver a los tres amigos juntos, a cual en peor estado de salud, pero unos minutos
de conversación con ellos te animaba el día. Se notaba que disfrutaban de
aquella amistad que venía de la infancia y parecían unos niños con zapatos
nuevos.
Otras
veces me crucé con Antonio Sánchez
por el Camino de Ronda y nos
decíamos un simple adiós. Iba en dirección a su piso, cerca de la calle Recogidas, su esposa Aurorita había fallecido varios años
antes y tenía dos hijas. Antonio era
de estatura pequeña y regordete, y muy discreto hablando. Antonio Vico tiene 78 años, lleva gafas y fue un ligón en sus años
jóvenes, la última vez que me crucé con ellos no dijo nada, luego me enteré que
tenía un poco de alzheimer y sus amigos tuvieron que salir a buscarlo a
la calle porque se había perdido. Por eso, Antonio
Sánchez solía acompañarlo y lo dejaba en su piso, que se encontraba unas
calles antes de Recogidas. Su
hermano Cirilo me cuenta que un día
salió a buscarlo por el Camino de Ronda
y lo encontró en la placeta que hay al lado de la gasolinera de Méndez Núñez: “No te muevas de ahí, Antonio”, le dijo cuando lo vio.
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Antonio Sánchez. Foto de Carmela Zambudio |
Pepe Martínez me contó que
había tenido un ictus como el del alcalde
Torres Hurtado, pero me voy recuperando. Salúdame si me ves por la calle y no
pienses que he pasado de largo, pues por un ojo no veo y por el otro apenas.
Hace dos años lo encontré en una céntrica sucursal bancaria, tenía que hablar
con él pero cuando me di cuenta se había marchado. Buscándolo, logré alcanzarlo
cerca de la calle Recogidas: Pepe, ¿tienes el móvil de Antonio Sánchez?,
le pregunté. Recuerdo que la Navidad
estaba cerca y el bueno de Pepe se
despidió dándome un abrazo. Así de familiar es. Días después llamé a Antonio Sánchez y lo invité al Encuentro de Escritores de Castilléjar, que se celebra cada año el 23 de abril, para que hablara de lo que
él quisiera ya que por su escuela han pasado centenares de niños del pueblo, y hoy
son padres de familia. Rehusó cortésmente, yo esperaba que aceptara pero
posiblemente no se vería con ánimos. Juan
Ramón Martínez (hermano de Pepe)
recuerda a Antonio Sánchez: Era prudente, amable y servicial. En los
años sesenta, junto con los maestros
don
Miguel Lozano y don Emilio Carmona, fundaron una academia en Castilléjar donde
preparaban a los niños para el examen de ingreso, que tenía lugar en la Sección Delegada del Instituto Padre Suárez de
Huéscar. En su juventud, los tres amigos fueron miembros de la Peña Grande
junto a otros jóvenes de su edad.

Resulta
que Pepe Martínez era el que peor se
encontraba de salud pero se va bandeando, dentro de sus limitaciones. Antonio Vico se encuentra internado en
una residencia en Granada y tiene una discapacidad del 75%. Y de Antonio Sánchez Guijarro nos ha quedado
su discreción y amabilidad, por lo que en Castilléjar
lo van a echar de menos. Descanse en
paz.
Posdata: En la
fotografía de la plaza de toros, que hizo mi padre a comienzos de los años
sesenta, Antonio Vico se encuentra en
el centro, con gafas, tapándole la mitad de la cara a Antonio Sánchez, que está detrás. A Don Miguel Lozano se le ve a la izquierda, sentado sobre un palo,
junto a la juventud de entonces. Copio este párrafo de mi último libro Leandro, Castilleja de los Ríos en blanco y
negro (2020): “Antonio Sánchez Guijarro ejerció bastantes años de maestro
en Castilléjar y, hace dos años (después del funeral de María Gea, la mujer de
mi tío Bonifacio), me contó esta anécdota: Un
día les pregunté a los niños de mi clase qué querían ser de mayores y cada uno
me iba diciendo una profesión, pero Evaristo, un niño que andaba con muletas,
me contestó, “Yo quiero ser Leandro”, como diciendo que quería ser fotógrafo.