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Vargas Llosa con su familia, 2023 |
Marío Vargas Llosa ha fallecido esta noche a los 89 años de edad en Lima (Perú), rodeado por su familia, ha sido el último escritor de habla hispana en ganar el premio Nobel de Literatura, que logró en 2010. En un comunicado difundido en la red social X, los tres hijos de Vargas Llosa señalan: Su partida entristecerá a sus parientes, a sus amigos y a sus lectores alrededor del mundo, pero esperamos que encuentren consuelo, como nosotros, en el hecho de que gozó de una vida larga, múltiple y fructífera, y deja detrás una obra que le sobrevivirá.
Aunque
me haya ocurrido odiar al Perú, ese odio, como en el verso de César Vallejo, ha
estado siempre impregnado de ternura, decía Vargas Llosa. Al principio rechazó el cargo de primer ministro
de su país, pero en 1990 –llevado del compromiso del intelectual–, tuvo la
valentía de presentarse a las elecciones presidenciales. Su derrota no pudo ser
más amarga, porque perdió a manos de Alberto
Fujimori, un empresario de origen japonés, que años más tarde se reveló como un corrupto
dictador de opereta. Estuvo bastantes años en la cárcel por corrupción y por
crímenes, sin embargo los peruanos prefirieron elegir a Fujimori antes que a Vargas Llosa. Comenzaba la era del populismo en Latinoamérica.
Nunca he sentido simpatía por los incas –decía
el escritor–. Siempre he pensado que la
tristeza peruana acaso nació con el incario. Su padre no quería que fuera
poeta, pues pensaba que la poesía era cosa de homosexuales. De manera que lo
internó durante dos años en la Escuela
Militar Leoncio Prado, de Lima. Pero esta experiencia le sirvió de materia
prima para su primera novela, La ciudad y
los perros (1962) donde recrea, con muchas invenciones, la vida en ese microcosmos militar
peruano. En señal de protesta, en el patio de la Escuela Militar quemaron ejemplares de la novela. En La casa verde describe el prostíbulo de la
ciudad, levantado en pleno desierto, del que durante la noche salían luces,
ruidos y siluetas inquietantes. Es uno de
mis más sugestivos recuerdos de infancia, decía el escritor. En Conversación en la Catedral (1969)
–el autor la definió como una novela
total, señalar que él frecuentaba el bar
la Catedral, de Lima– quiso describir los efectos que en la vida cotidiana de la
gente tuvo la dictadura de Manuel Odría, entre
1948 y 1956, mientras dos personas charlan de sus vidas fracasadas. En la obra,
Vargas Llosa deja
caer una pregunta clave y que se hizo famosa: ¿En qué momento se jodió el Perú, Zavalita? En cuanto a La guerra del fin del mundo, está
ambientada en el Brasil del siglo XIX.
Este
criollo se sentía orgulloso de no haber dejado de leer, ni un solo día, un
soneto de Góngora o una
estrofa de Polifemo, sin
embargo opinaba que la colonización española significó la explotación del indio y del negro, y el establecimiento de castas
económicas que han pervivido, haciendo del Perú un país de inmensas
desigualdades. En cuanto a sus autores preferidos, reconoce que de joven
leyó con voracidad y admiración a Joyce,
Hemingway, Proust, Malraux, Borges... que fueron considerados por
los marxistas de la época como sepultureros
de la cultura occidental. Pero Faulkner
sigue siendo un autor de cabecera del que aprendí la infinita complejidad de
matices y resonancias, y la riqueza textual y conceptual que podía tener una
historia, decía el escritor. Hubo un momento en que Vargas Llosa quiso suicidarse, pero la
lectura de la novela Madame Bovary le salvó
la vida: Descubrí qué importante es vivir
y que siempre se puede encontrar una esperanza. Gustave Flaubert, cómo no, siempre fue uno de sus
escritores preferidos. La orgía perpetua:
Flaubert y Madame Bovary (1975) es un ensayo donde el narrador explica
su vida como reflejo de la de Emma Bovary: la
tendencia sentimental, la orfandad, el carácter a veces distante, el terror
ante la posibilidad de una vida sin significado... También publicó Lituma en los Andes y La fiesta del chivo (2000), sobre el cruel
dictador dominicano Leónidas Trujillo, novela que
fue llevada al cine.
En sus
textos son frecuentes las historias entrelazadas de los personajes, mientras
que los planos temporales se superponen. Y fiel a su compromiso político, llegó
a denunciar cómo en los países subdesarrollados (ocurre en todos los países), ser progresista es la única manera de
escalar posiciones en el medio intelectual. España al menos supo reconocer su
obra con el Premio Cervantes, en 1995, y al
siguiente ingresó como miembro de la Real
Academia Española de la Lengua. Pero Vargas
Llosa lo tenía claro: La primera
obligación del escritor es escribir bien... En países como los nuestros, donde
los problemas son de tal magnitud que un escritor tiene la obligación moral,
intelectual, de participar de alguna manera en la solución de esos problemas.
El
escritor cubano Cabrera Infante contaba
que, en sus comienzos, cuando Vargas
Llosa vivía en Londres, se encerraba en un miserable cuartucho para escribir a
máquina, mientras que su mujer se encargaba de cuidar a la niña en la cocina. Este escritor comprometido y
autoexiliado me enseñó a amar la patria en la lejanía, a pesar de la
desesperanza y la incomprensión. Ahí van algunas frases de este
hispanoamericano universal: La democracia
garantiza el derecho al voto, pero no la lucidez de los electores... El mito de
la revolución, que sólo llegará a través del fusil, está muerto, América Latina
y el Tercer Mundo han servido para ser depósito de las utopías frustradas. Vargas Llosa decía que la persona que está impregnada de buena literatura entiende mejor el
mundo, los sentimientos, las pasiones e, incluso, la vida política, que otra
que no haya tenido ese comercio. Defendió
siempre el compromiso social, ético y político del escritor, frente a la
literatura como mero espectáculo. Estaba convencido que la Literatura no va a salvar al mundo y el
escritor es el eterno aguafiestas y su posición será siempre la de un crítico. Reconozco
que me influenció mucho su lectura, pues fue un escritor auténtico que conoció
el fracaso en más de una ocasión. Yo también creí en ese compromiso del intelectual con la sociedad, denunciando los
abusos, mientras veía que a quienes defendía luego se echaban para atrás y al
final me dejaban solo. Hoy el Perú y España se levantan tristes porque han
perdido a uno de sus mejores hijos.
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