viernes, 17 de enero de 2014

Y EN EL BALCÓN AQUEL

Amelia y su marido Julián





Lo único que deseaba era que aquel año de gracia de 1999 terminara cuanto antes, pues había tenido una racha de mala suerte. Y agazapado como los gatos, esperaba pacientemente a que el tiempo escampara. En agosto me fui a Castilléjar a pasar unos días, pues llevaba una temporada sin ir. Visité a Amelia, a quien no veía desde hacía bastantes años, y la encontré sentada en el balcón de su casa. Me recibió igual que siempre, como si fuera de la familia, pero era ya una sombra de lo que fue. Se encontraba tan mal de salud, que me dijo: ¡Cuando vengas para el año que viene, yo ya no estaré! Me quedé sin saber qué responder, pues hay que tener valor para decir esto: De todas formas yo me pasaré y, si no estás, eso ya es cosa tuya, le dije, medio en broma. Me llamó la atención la lucidez y entereza de aquella mujer, la bondad de su alma y, sobre todo, su hablar dulce. Todavía recuerdo su cálida voz. Pero Amelia se encontraba en ese tramo de la vida que sólo espera a que pase el último tren. Es más, sabe que ya ha salido de la estación y que tiene sacado el billete: ¡Viajeros al tren! ¡Aquellos que hayan nacido en mil novecientos...! Y así, en cuanto llegan a su destino, los van recogiendo a puñados, por quintas. ¡Vamos, señores, que nos vamos!

 Primero, la enfermedad se va cebando con ellos y los malea un poco. Y cuando llega el día en que se acobardan, se mueren de pena. ¡Ése es su triste remate! Es el aviso de que les queda poco tiempo: La mamá lleva unos días en que apenas habla, me dijo mi hermano Raúl antes de que ocurriera lo inevitable. Sin embargo, ahora parecía que ya todo le daba igual a Amelia pues la muerte significaba una liberación. Hacía tiempo que había aceptado el reto, con esa dignidad que a veces tienen las mujeres... Unos años antes me había hecho esta confesión: Oye, ¿sabes que tu padre y yo fuimos medio novios? Pero, mira por donde, tu madre supo ligárselo (Amelia y mi padre eran primos hermanos). Así de sencilla y espontánea era. Y allí dejé a Amelia aquella noche calurosa y triste de agosto: sentada en la silla de su balcón y en medio de la soledad de su alma, esperando el momento de la partida. ¡Ya con el pie en el estribo...! Y la paloma no se equivocó: murió dos meses más tarde. Pero su melosa voz seguía resonando en mi torpe conciencia: ... ya no estaré para el año que viene. Fue entonces cuando me acordé de los versos de Juan Ramón Jiménez: 

 Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;

             y se quedará mi huerto, con su verde árbol, y con su pozo blanco...


 De mi novela Diálogos en la tierra de los ríos, 2003

 Publicado en Ideal en Clase

https://en-clase.ideal.es/2025/07/24/leandro-garcia-casanova-y-en-el-balcon-aquel/?fbclid=IwY2xjawLvWUtleHRuA2FlbQIxMABicmlkETBiYTRhbW1OdlJQTlZxa1lxAR6e-iEJfV9VWMYI94XJMyy6L9waiYcabHMX9U_ftaR-IKq0DCcVN-JF18-2Lw_aem_g7eaTcc-SM7jj8l8s9OSEw

      
 





3 comentarios:

  1. Roberto Balboa. Querido amigo Leandro: No sé por qué pero siempre me han atraído de manera especial las personas mayores, y más este tipo de personas de pueblo que tuvieron que pasar las de Caín para sacar a los suyos adelante, y que no obstante siempre mostraban una entereza y una sabiduría innata que para mí quisiera. Me has recordado a mis muchos amigos viejetes alpujarreños, especialmente a los de Trevélez, con los que he vivido y disfrutado muchos y buenos momentos y he aprendido muchas cosas, de esas que en los libros no vienen. Un abrazo como yo de grande.
    Leandro. Amigo Roberto, Amelia es de esas personas que con la frase que me dijo te puedes imaginar lo que había sufrido y cómo tenía asumida su enfermedad. No es lo que sufres sino cómo lo sufres, escribió Boecio en La consolación de la filosofía. A mí me impresionó verla sentada en la soledad del balcón, su madurez al hablar y que me tratara con cariño, pues me conocía desde niño. Debemos de aprender de ellos

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  2. Juanjo: Muchas gracias por tu artículo de ayer. Muy bonito y nostálgico. Me ha gustado mucho
    Mariquilla. Decía que me ha gustado, porque las historias con sabor a pueblo me encanta aunque sean tristes como está , así que hasta otra Leandro y gracias👏👏👏👏👏🌟🌟🌟🌟🌟🌟🌟🌟
    Esther. Geniales estos retazos de vida. Sabiduría en esencia esos mayores 🫶🫶🫶

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  3. Ginés López Sánchez: Leandro, tus relatos siempre son maravillosos, pero este es especial

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